«Cuando mi esposo y yo llegamos al hospital y vi a mi hijo, ya estaba muerto. Lo habían hecho papilla. Tenía moretones por todas partes. Su cabeza estaba hinchada como una sandía», dijo entre lágrimas RowVaughn Wells, la madre de Nichols, en la CNN.
Al grito de «¡Estamos cansados de ser golpeados, los policías asesinos tienen que irse!», cientos de estadounidenses protestan desde el viernes en ciudades como Chicago, Nueva York y Memphis, luego que las autoridades de esta ciudad difundieran un video que muestra a Tyre Nichols, afroestadounidense de 29 años de edad, cuando es sometido y golpeado con bastones por cinco policías negros el pasado 7 de enero.
La brutalidad policial levantó una nueva ola de indignación nacional en Estados Unidos, con protestas en varias ciudades a pesar de las temperaturas bajo cero. Nichols murió en el hospital tres días después; los agentes fueron despedidos y están acusados de asesinato en segundo grado, además de que las autoridades anunciaron que fue disuelta la unidad especial Scorpion a la que pertenecían, compuesta por tres equipos de unos 30 agentes que se concentraban en delincuentes violentos.
Fueron cinco policías de Memphis, Tennessee, los que detuvieron al afroestadunidense Nichols por una supuesta infracción de tránsito, lo sacaron de su vehículo, le rociaron gas pimienta y lo atacaron con una pistola eléctrica. Al verse indefenso, Nichols intentó huir, pero fue capturado y golpeado durante tres minutos.
La grabación de la cámara corporal tiene audio, y pueden escucharse la súplicas de Nichols, quien insistía en que sólo quería llegar a casa e intenta que los policías razonar sobre sus acciones mientras lo someten, patean y rocían con gas pimienta. Casi al final de la golpiza de al menos tres minutos, la víctima grita repetidamente ¡Mamá, mamá!, mientras soporta brutales golpes con bastones y yace maniatado en el suelo.
Otras imágenes, que duran 31 minutos, sin sonido, es de una cámara instalada en un poste de electricidad del lugar donde ocurrió el hecho. En los primeros dos minutos se ve a los policías golpeando a Nichols en el suelo. Uno le pone la rodilla en el pecho y otro más lo patea repetidamente. Después, lo levantan, lo sostienen de pie y le siguen pegando hasta que finalmente se desploma. No obstante, le dan otras dos patadas en la cabeza. El hombre yace boca abajo y uno de los policías lo recuesta contra una patrulla.
A medida que pasan los minutos se ve claramente que está agonizando. Al menos seis policías están en el lugar y uno le apunta con su linterna en la cara. El cuerpo de Nichols vuelve a caer sobre el asfalto, lo vuelven a sentar contra la patrulla, y todos se quedan esperando la llegada de emergencias.
«Cuando mi esposo y yo llegamos al hospital y vi a mi hijo, ya estaba muerto. Lo habían hecho papilla. Tenía moretones por todas partes. Su cabeza estaba hinchada como una sandía», dijo entre lágrimas RowVaughn Wells, la madre de Nichols, en la CNN.
El presidente Joe Biden realizó el sábado una llamada telefónica para expresar su pésame a la madre y al padrastro de la víctima, quien tenía un hijo pequeño, e instó a la población a manifestarse pacíficamente. El mandatario advirtió que el video «indignará a Estados Unidos» y pidió mantener la calma. «Quienes buscan justicia no deberían recurrir a la violencia ni a la destrucción», expresó.
La jefa de policía de Memphis, Cerelyn Davis, señaló que las imágenes de la detención de Nichols por una infracción de tránsito son «iguales o incluso peores» que las de la golpiza a Rodney Kingen en 1991, las cuales provocaron días de disturbios en Los Ángeles que dejaron decenas de muertos. El director del FBI, Christopher Wray, dijo estar «horrorizado».
El líder histórico del movimiento negro, el reverendo Jesse Jackson, exigió una reforma policial y rendición de cuentas, así como un debido proceso honesto.
Las heridas fueron de tal magnitud que le causaron la muerte tres días después. La divulgación de varios videos donde se observa, sin margen de duda, que se trató de un asesinato –el afrodescendiente nunca representó un peligro para los policías-, y que ni siquiera había un motivo para detenerlo, levantó la nueva ola de indignación nacional.
El que los cinco agentes que mataron a Nichols fueran también negros añade otro matiz a la descomposición social estadounidense, al mostrar lo internalizada que se encuentra la discriminación, y que ni siquiera entre los de su propio origen las personas afroestadunidenses se encuentran a salvo del racial profiling; es decir, de convertirse en sospechosas de un crimen y ser perseguidas por el color de su piel.
En Harlem, el activista afroestadounidense Al Sharpton dijo que es una vergüenza que esta vez los asesinos sean negros.
La brutalidad policial en Estados Unidos contra personas negras vive otro lamentable capítulo, cuando sigue latente el caso de George Floyd, un hombre de 46 años que trabajaba como guardia de seguridad en un restaurante en Minneapolis, que fue abordado por agentes que respondieron a una llamada de emergencia en la noche del 25 de mayo de 2020..
Un video de 10 minutos filmado por un testigo muestra a Floyd gimiendo y diciéndole a un agente de policía blanco repetidamente: «No puedo respirar».Una investigación de la ONG Mapping Police Violence afirma que las personas negras tienen casi tres veces más probabilidades de que las mate un policía que las blancas. Pero en el país también han causado indignación otros casos en los que jóvenes negros murieron a manos de personas blancas que no eran policías
Trump azuza el fuego
En tanto, el mismo día en que miles de estadounidenses salieron a manifestarse contra la violencia injustificada perpetrada por fuerzas del orden, y en particular por el componente racista de estas agresiones (casi un tercio de las personas muertas a manos de policías en 2021 fueron afroestadunidenses, pese a que representan apenas 13 por ciento de la población), el expresidente Donald Trump comenzó su campaña para obtener la nominación del Partido Republicano para la presidencia el año próximo.
Durante sus cuatro años de gobierno se registraron los actos de agresión más brutales contra las minorías, pero sin muestra alguna de arrepentimiento o autocrítica, dijo estar más furioso que nunca, retomó sus ataques misóginos contra Nancy Pelosi -la expresidenta demócrata en Diputados-, agredió a las personas transgénero, los automóviles eléctricos, a su antecesor Barack Obama y comtinuó con su retahíla de mentiras xenófobas acerca de la situación migratoria.
Sin pudor alguno dijo que 15 millones de personas podrían estar cruzando la frontera sur (hacia México) de manera ilegal, muchas de ellas provenientes de prisiones y hospitales siquiátricos.
Mientras, el nuevo presidente de la Cámara Baja, el republicano Kevin McCarthy, ratificó su alianza con Marjorie Taylor Greene, una legisladora marginal que se tornó a una figura central en Washington al integrarse a los comités de Seguridad Nacional y de Vigilancia, que es el encargado de auditar al gobierno central.
Taylor Greene pasó de ser una figura extravagante e impresentable por su respaldo público a descabelladas teorías de la conspiración, sus declaraciones a favor de ejecutar a miembros prominentes del Partido Demócrata y su hostigamiento a un sobreviviente de un tiroteo masivo en una escuela.
En febrero de 2021 fue destituida de los comités legislativos en los que participaba, después de publicar en redes sociales una imagen suya en la que porta un rifle de asalto al lado de tres congresistas afroestadunidenses y se despliega la leyenda “la peor pesadilla de las progresistas”.
La brutalidad policial y el racismo institucionalizado es alentado por personajes de las más altas esferasa del poder y con gran publicidad de los medios hegemónicos -como Trump o Taylor Greene- que deja la sensación de de impunidad tanto a funcionarios como a civiles contaminados por discursos de odio.
*Analista del Observatorio de Estudios Macroeconómicos de Nueva York, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).