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Entrevista a Miguel Candel sobre nombres, conceptos y derechos

«No ganamos nada políticamente diciendo o escribiendo Estado español en lugar de España«

Fuentes: Rebelión

Profesor de filosofía de la Universidad de Barcelona, colaborador de El Viejo Topo, Miguel Candel es autor, entre otras numerosas publicaciones, de Metafísica de cercanías (Montesinos, Barcelona). *** De lenguaje y de política. ¿España o Estado español?, ¿qué decimos, qué escribimos? El uso indiscriminado de «Estado español» para hacer referencia al conjunto del territorio que […]

Profesor de filosofía de la Universidad de Barcelona, colaborador de El Viejo Topo, Miguel Candel es autor, entre otras numerosas publicaciones, de Metafísica de cercanías (Montesinos, Barcelona).

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De lenguaje y de política. ¿España o Estado español?, ¿qué decimos, qué escribimos?

El uso indiscriminado de «Estado español» para hacer referencia al conjunto del territorio que oficialmente se denomina Reino de España, pero que, en el uso lingüístico ordinario, se llama España, una práctica habitual de la izquierda desde hace décadas, no parece de recibo. Como decía un maestro y amigo mío que tú sueles citar con frecuencia (hablo por supuesto de Manolo Sacristán) es muy pero que muy difícil viajar por el Estado español.

¿Y por qué es tan difícil?

Porque «Estado» es una entidad jurídica, no física. Sólo tiene sentido (y no excesivo) utilizar términos jurídicos (por ejemplo, «República») para designar el territorio físico cuando es necesario distinguir entre dos entidades.

Por ejemplo…

Pues, por ejemplo, en el caso de les antiguas República Federal de Alemania y República Democrática Alemana. Pero, incluso en este caso, ¿qué decía, cómo hablaba la gente? Supongo que lo recuerdas…

Pues no, mi memoria acuña mal sus monedas.

Vale, vale, muy borgiano te veo. Pues la gente decía Alemania Occidental y Alemania Oriental. També dicen el Reino Unido y los Estados Unidos (de América), pero porque es el nombre oficial de estos países y, sobre todo, porque es la única manera no excluyente de designar un conjunto de entidades políticas y territorios como son Inglaterra, Gales, Escocia, Irlanda del Norte y, creo, las Islas Normandas, de una parte, y el conjunto de los estados de la Unión con capital en Washington, de otra.

En síntesis…

Creo que no ganamos nada políticamente diciendo o escribiendo «Estado español» en lugar de «España».

Tal vez una cosa, lo que siempre hemos pretendido: hablar o referirnos al carácter diverso, no uniforme, de este país de países, además de las prevenciones sobre la palabra «España» por el uso que la derecha reaccionaria y fascista ha hecho de ella.

Si lo que se quiere, como yo también creo, es dar a entender que hay una realidad jurídico-política respecto de la cual tenemos reservas…

Serias reservas…

De acuerdo, como quieras. Si esa es la cuestión, tanto da llamarla Estado español como llamarla España.

¿Por qué?

Porque las dos denominaciones tienen como única «extensión», como referencia, diría tu amado Frege, esta entidad respecto de la que, suponemos, tenemos reservas (en diversos grados, desde las posiciones independentistas, que yo no comparto y creo que tú tampoco, hasta las federalistas). No se gana nada políticamente…

Sí, si eres independentista.

Efectivamente. Pero ellos jamás hablan o hablarían del Estado catalán sino de Cataluña. En su caso, tendría tal vez sentido porque, en su caso, quizá signifique que España es un territorio que no incluye físicamente Cataluña y que sólo por imposición de los Reyes Católicos…

De Castilla y Aragón.

Exacto, de Aragón también. Sólo por su imposición, la de los Austrias, la de los Borbones, etc, forma parte Cataluña de una entidad meramente jurídica llamada «Estado español».

Pero se pierde lingüísticamente porque se habla impropiamente cuando se aplica al territorio, e incluso cuando se hace referencia a la entidad jurídica, porque el nombre propio de esta es «Reino de España».

De lo que infieres…

Pues que, hablando rigurosamente, cuando alguien utiliza la expresión «Estado español» cabe entender una de estas dos cosas: que la persona que habla así es independentista, o que no lo es y se expresa de manera imprecisa o impropia.

Todos lo hemos hecho alguna vez o muchas veces.

Ya, ya, pero podemos mejorar nuestra forma de hablar. ¿No te parece? El lenguaje que usamos dista de ser un tema secundario.

Entonces debemos decir España…

La expresión Estado español ha hecho fortuna y se seguirá utilizando masivamente. Pues muy bien. Que cada usuario del término elija el miembro de la alternativa precedente que más le guste. Yo, por supuesto, diré España añadiendo tal vez, no el término Sefarad, que es lo que haces tú y que a mi me parece un poco o un mucho esotérico, sino el adjetivo «actual», que designa una situación de hecho, pero admitiendo, por supuesto, la posibilidad de su cambio.

De hecho casi todos los nombres de países actuales son conceptos geográficos elevados a políticos.

Exacto. Pero conservan el significado geográfico, que es lo que permite hablar de ellos como entidades físicas y no meramente políticas. Y España, se quiera o no, tiene siglos de antigüedad como concepto geográfico (que incluye Cataluña). Incluso los Estados Unidos -¡con artículo, digan lo que digan los petimetres de El País!-, cuyo nombre oficial incluye «América» (denominación que utilizan habitualmente los propios «estadounidenses», sin más), y el Reino Unido (¡también con artículo!), cuyo nombre completo contiene geografía a tope: «El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte».

Luego están los conceptos políticos (Unión Europea) que están logrando confundirse terminológicamente con los geográficos (Europa).

Por cierto, ¿puedo hacer una recomendación?

Puedes.

La recomendación: La construcción de la realidad social, de John R. Searle

En Paidós creo.

Crees bien.

Eres un searlista… Yo tenía entendido que eras un marxista-comunista democrático.

¿Hay que admitir y amar sólo a Mozart? A mí me interesa también, entre otras muchas posibilidades, la música de Bach y Beethoven por ejemplo. ¿Pasa algo?

No, por supuesto. «Las mil caras del realismo», escribió Putnam; las cien caras de Miguel Candel digo yo ahora…

Cambio de tercio. ¿Y qué pasa con el derecho de autodeterminación y su vindicación no sólo por sectores de la izquierda catalana sino de otros lugares… de la España actual?

Parece bueno, en principio, que una parte de la izquierda transibérica , la del otro lado del Ebro como dicen ahora, vea con tanta simpatía el derecho de autodeterminación. Lo que no parece tan bueno es que identifique su ejercicio con lo que AQUÍ Y AHORA nos proponen diversos partidos catalanes de base mayoritariamente burguesa y pequeño-burguesa.

¿Qué proponen?

Una consulta (no hablo del sucedáneo que se anunció para el 9-N, sino de la inicialmente convocada y cautelarmente suspendida por el TC) en la que la pregunta es (reconocido por algunos de los partidos promotores)…

Las CUP por ejemplo.

Por ejemplo. Pregunta, decía, en gran parte ambigua, que no precisa qué mayorías se considerarán representativas de la voluntad de los habitantes de Cataluña (me niego a hablar aquí de «pueblo», esa entidad abstracta de sesgo romántico que se suele presentar como sujeto de derechos, cuando los únicos sujetos reales son los ciudadanos individuales, por más que su individualidad esté determinada en parte por valores compartidos), convocada además por una institución, la Generalitat, que en ningún momento ha dado pruebas (sino todo lo contrario) de la necesaria neutralidad institucional ante las opciones que se someten a votación. Respecto de las mayorías que se considerarían válidas, ¿piensan acaso los promotores de la consulta que bastaría una mayoría simple de votos Sí-Sí frente a los votos Sí-No, sin tener en cuenta los votos No de entrada, o bien habría que considerar la suma de éstos con los votos Sí-No como posición contraria a la independencia? (Algunas voces insinúan que los votos No de entrada no entrarían en el cómputo final si son minoría frente a la suma de los demás…)

Pero en cuanto al derecho de autodeterminación.

En aras de esa cosa tan rara (por olvidada) que es «el análisis concreto de la realidad concreta», ya viene siendo hora de reconocer que la izquierda, justamente acusada tantas veces de ideologismo (aunque poco tenga que envidiar en este punto al ideologismo de las fuerzas conservadoras), se ha dejado llevar por la inercia (es decir, por la pereza mental) al atribuir valor universal e intemporal al «derecho de autodeterminación».

¿No lo tiene?

No es sólo que la jurisprudencia acumulada en el seno de las Naciones Unidas haya venido acotando sistemáticamente ese derecho en un marco de supuestos tales como la existencia de situaciones de dominio colonial o privación de los derechos civiles básicos (los reconocidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 10 de diciembre de 1948),

Supuestos que no se dan en el caso de Cataluña.

Es de toda evidencia. No sólo es eso, decía, sino que el origen de la proclamación de ese derecho, hecha al alimón por el presidente norteamericano Wilson y por un tal Vladímir Ilich Ulianov… ¿Te suena el nombre?

Me suena, me suena.

Esa vindicación se sitúa en el muy particular contexto del hundimiento, como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, de diversos imperios (considerados «cárceles de pueblos»), como el otomano, el ruso y el austro-húngaro. En aquellas circunstancias se daban todos los ingredientes que las Naciones Unidas consideran necesarios para que se pueda reivindicar el derecho de «autodeterminación» (en el lenguaje de las Naciones Unidas, «libre determinación»).

¿Algo más desde esa perspectiva histórica?

Sí, algo más e importante. Da la «casualidad» de que, por lo que hace al menos al imperio otomano y al austro-húngaro, su fragmentación permitió que otros imperios, como el británico, lograran presencia o influencia en algunos de los países o territorios resultantes del proceso. Es decir, «casualmente», el proceso resulta favorable para los vencedores y, cuando no lo es, se coarta: Austria votó en referéndum su anexión a Alemania y los aliados la impidieron (Hitler pretextaría luego ese hecho para justificar el «Anschluss»). Algo parecido cabe decir de la reciente descomposición de Yugoslavia

Alentada con entusiasmo por Alemania y los Estados Unidos

Exacto. Hasta el punto de que ante lo descarado de algunos de esos procesos, las Naciones Unidas no han reconocido, por ejemplo, la independencia de Kósovo. Atribuir al derecho de autodeterminación un carácter universal e irrestricto podría llevar (ya se ha dicho en más de una ocasión) a la sacralización de la atomización social (la «república independiente de mi casa»).

Y entonces…

Un paso previo al planteamiento de un proceso de secesión en cualquier entidad territorial… porque, se diga lo que se diga, de segregar jurídicamente territorios es, en último término, de lo que se trata (de ahí que quepa perfectamente criticar a gentes preocupadas por encima de todo por las fronteras nacionales y poco o nada por las fronteras de clase y democráticas), el paso previo, decía, es determinar el perfil y volumen de la población que siente vulnerados sus derechos hasta el extremo de exigir un proceso de autodeterminación.

¿Por qué no te suelen gustar las referencias al «pueblo catalán»?

Porque se suelen referir con frecuencia al poble català como si se tratara de un ente omnicomprensivo, homogéneo, compacto y monocolor. Y no es el caso. Tampoco me gusta hablar del «pueblo español», por cierto. Son expresiones cómodas pero peligrosamente equívocas y susceptibles de manipulación y de toda suerte de errores «categoriales» (confusión de niveles ontológicos diferentes).

Te he oído hablar bien en ocasiones de la propuesta de Miquel Iceta, del PSC.

De Iceta, sí. El PSC tiene muchas voces distintas y enfrentadas. Una consulta con una pregunta del tipo de la propuesta por Miquel Iceta sería perfectamente razonable y difícilmente recurrible por el gobierno central. Pero parece que en este país es norma descalificar las propuestas no en función de lo que se propone sino de quién las propone.

Como Iceta es del PSC, entonces su propuesta estaría automáticamente desautorizada…

Exacto. La pregunta que el propone es algo así como: «¿Quiere que el Govern negocie con las instituciones del Estado un acuerdo que garantice el carácter nacional de Cataluña, un pacto fiscal solidario y el blindaje de las competencias en lengua y cultura?» Yo ahí matizaría que lo del «blindaje» tendría que ser bidireccional.

¿Y qué es esa bidireccionalidad?

Que la Generalitat tenga plenas competencias en materia lingüística, pero que la enseñanza del y en castellano quede garantizada en términos tales que no supongan desigualdad en el conocimiento de ambas lenguas por todos los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña (no sólo como reconocimiento del derecho de los niños de lengua materna castellana a alcanzar un alto nivel de conocimiento de su lengua, sino también como garantía de que no se privará de ese grado de formación a los niños de lengua materna catalana (que hoy por hoy, en muchos pueblos de la Cataluña profunda y no tan profunda están llegando a la edad adulta con un bajísimo nivel de castellano. En todo caso, eso de los «blindajes» no tiene por qué aparecer en la pregunta, pues debe ser parte de la negociación del acuerdo al que se alude. Y no creo que quepan dudas de que todo eso sólo cabe en un proceso constituyente.

¿En toda la España actual?

En toda la España actual. Una respuesta afirmativa ampliamente mayoritaria a esa pregunta en Cataluña (me atrevo a pronosticar una mayoría de dos tercios, como mínimo), sin necesidad de crear resquemores en la mayoría de la población española, supondría en cambio una fuerte presión democrática a favor de dicho proceso constituyente. En cualquier caso, yerran profundamente los compañeros de izquierda que creen que el único camino democráticamente transitable hacia la reforma progresista de la Constitución es precisamente la «vía catalana» abierta por la ANC y pavimentada por CiU y ERC.

¿Yerran de mucho?

De mucho.

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