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Obama no tiene garantizado el voto de las bases liberales demócratas

Fuentes: La Jornada/Gara

Barack Obama se presenta como «el cambio», pero mientras emplea la ya conocida estrategia «pragmática» de colocarse en el «centro vital» del espectro político, se generan dudas sobre si no es más de lo mismo pero con una mejor retórica.

El corresponsal del diario mexicano «La Jornada» en Estados Unidos analiza las promesas realizadas por el candidato demócrata a la Casa Blanca, Barack Obama, durante su reciente campaña y sus guiños al centro, que podrían pasarle factura entre las bases liberales del partido.

Barack Obama no representa una amenaza para el «sistema». Es evidente debido al amplio apoyo que ha encontrado en la cúpula de su partido, pero tal vez más aún por el hecho de que Wall Street ha dado casi el doble de apoyo financiero a su campaña que a la de su contrincante, el republicano John McCain. Hasta ahora 9,5 millones de dólares frente a los 5,3 millones de McCain, según cifras del Center for Responsive Politics.

«Sin importar quién gane en noviembre, Wall Street tendrá un amigo en la Casa Blanca», declaró Massie Ritsch, del Center for Responsive Politics, en una entrevista concedida al diario «New York Daily News».

Sin embargo, Obama sí representa un cambio por definición: no es George W. Bush ni es del Partido Republicano que, por lo menos hasta 2006 (cuando los demócratas reconquistaron la mayoría en el Congreso), controlaba los tres pilares del Gobierno federal. Con más de un 80% de los estadounidense que piensa que el país camina en una dirección equivocada y con un presidente con menos del 30% de aprobación (uno de los más bajos en la historia), Obama representa un cambio.

Sus propuestas sobre cómo enfrentar los grandes problemas del momento -crisis económica, guerra en Irak, migración, salud, política exterior y medio ambiente, entre otros- son recibidas como «un cambio» por los opositores al régimen actual, sindicatos, organizaciones contrarias a la guerra, por quienes desean cambiar la política represiva contra los migrantes, por los defensores de los derechos de la mujer y los gay, los que sufren cada día más de un sistema de salud poco accesible, ambientalistas y científicos.

En torno a la economía, Obama promueve un paquete de medidas para estimularla y generar empleo por medio de inversiones estratégicas en infraestructuras, así como un cambio en el sistema tributario que ahora beneficia, sobre todo, a los más ricos. Promete un programa de salud «universal», para todos los residentes del país, más incentivos para los pequeños empresarios, y más apoyo a la educación, incluyendo el incremento salarial de los maestros.

Por lo que respecta a la guerra en Irak -tal vez el tema que más define «un cambio» frente a la Administración Bush y a su contrincante republicano en la carrera electoral a la Casa Blanca, John McCain-, Obama subraya que una de sus prioridades inmediatas es poner fin a ese conflicto. Propone una retirada en fases de las fuerzas estadounidense para lograr en aproximadamente 16 meses un repliegue completo de las tropas de combate, aunque reconoce que se mantendrá una fuerza «residual» dedicada a tareas de capacitación de las fuerzas de seguridad locales y a operaciones «antiterroristas».

El materia de migración, Obama promete promover una reforma integral durante su primer año en la Casa Blanca.

Su ofrecimiento, en política exterior, de establecer negociaciones directas, sin condiciones, con los «enemigos» de Estados Unidos -en la lista están Irán, Corea del Norte, Venezuela, entre otros-, además de su intención de reparar la «imagen» diplomática de este país tanto en el ámbito regional como mundial marca un cambio obvio respecto al actual Gobierno de Washington.

Por éstas y otras posiciones, todo un mosaico de organizaciones del sector obrero, ambiental, de los derechos humanos, de los derechos civiles, contrarios a la guerra y demás está esperanzado con la campaña de Obama y destinarán enormes recursos financieros y humanos para auparle a la Casa Blanca.

Al mismo tiempo, el carácter histórico de estas elecciones -se trata del primer candidato presidencial afroestadounidense- y su relativa juventud, aderezada con una nueva retórica de reconocido talento, ha generado, por el momento, un nivel de participación sin precedente de jóvenes, afroestadounidenses, latinos y otros sectores que podrían representar un nuevo factor en la dinámica política del país.

Pero algunos advierten que sería un error por parte de Barack Obama y de sus estrategas suponer que el apoyo del que gozan entre estas bases liberales del Partido Demócrata está garantizado y permitir que se dediquen más a ocuparse del llamado «centro», o sea un giro hacia la derecha, en busca de votos.

Obama está corriendo el riesgo de destruir justo lo que proporcionó tanta atención y tanto apoyo a su candidatura, el ser un nuevo tipo de líder político, «más honesto, menos cínico y menos incesantemente calculador que la mayoría», según argumenta Bob Herbert, columnista del diario «New York Times». Herbert afirma que ese giro hacia la derecha podría generar una desilusión preocupante entre sus bases. «Parece creer que esos giros y contorsiones y los intentos hábiles de complacer (ciertos intereses), en contraposición con un liderazgo audaz y de principios sobre asuntos de importancia, atraerá a números grandes de votantes independientes y conservadores. Tal vez. Pero ése es un juego muy peligroso para un hombre que primero entusiasmó a los votantes al presentarse como alguien diferente, que no participaría en el vacío terminal de la política de siempre», sostiene.

Hace unos días el propio Obama intentó responder a las crecientes críticas sobre sus recientes cambios de posición. «Soy, sin duda, alguien progresista», afirmó, al señalar que está en favor de un sistema tributario más justo, el acceso universal a la salud, a la educación y demás. Pero, añadió, «no soy alguien que está hablando del Gobierno como la solución a todo. También creo en la responsabilidad personal. También creo en la fe». Enfatizó que todo esto no es nuevo, no son «giros» hacia el centro, ya que ha promovido estas posiciones desde hace años. «Entonces la noción de que esto se trata de hacerme percibir como centrista no es cierto», concluyó.

Tal vez por ello está buscando imágenes que recuerden a héroes liberales del partido. De cara a su gira por Europa programada para finales de este mes, Barack Obama aparentemente ha logrado obtener la autorización para pronunciar un discurso frente a la Puerta de Brandenburgo, en Berlín, evocando el acto histórico de John F. Kennedy en ese mismo lugar.

Pero no está de más recordar que el presidente Ronald Reagan también realizó un acto en ese mismo lugar. La pregunta es: ¿cuál desea ser Obama?