El presidente demócrata utilizó su visita de ayer a Tampa, Florida, para anunciar subsidios por 8000 millones de dólares para comenzar la construcción de una nueva red de ferrocarril de alta velocidad en Estados Unidos.
Un día después del discurso del Estado de la Unión, que incluyó unas pocas admisiones de errores pero le dio poco espacio al pesimismo político o a la reducción de gastos, el presidente Barack Obama comenzó a vender una agenda que quizá fue reordenada pero era apenas menos ambiciosa. «No nos rendimos, yo no renuncio», proclamó en una alocución maratónica el miércoles a la noche, que giró en torno de reprender -a los republicanos, a los de su propio partido y aun a sí mismo- y darle confianza al país cansado de dificultades económicas y desilusionado con el gobierno.
La creación de empleos era su primera prioridad, dijo. La reforma de salud también recibió un nuevo impulso pero recién después de la mitad del discurso. Para demostrar su seriedad al enfocarse en la economía y en el empleo, Obama utilizó su visita ayer a Tampa, Florida, para revelar subsidios por 8000 millones de dólares para comenzar la construcción de una nueva red de ferrocarril de alta velocidad en Estados Unidos. Los primeros proyectos que se beneficiarán están en Florida, Illinois y California.
El primero en pinchar el globo fue su antiguo enemigo John McCain, que percibió el llamado en el discurso para que el Senado aprobara una ley, ya aprobada en la Cámara de Representantes, para impulsar la creación de empleos. Dijo que era demasiado cara y se contradecía con otras promesas del presidente de congelar el gasto y dominar el déficit presupuestario.
Sobre la reforma de salud, que algunos declararon muerta desde la pérdida de la banca de Kennedy en Massachusetts la semana pasada, Obama permitió deslizarse brevemente hacia el humor. «Ahora debe ser bastante obvio que no me ocupé del tema de salud porque quería ganar rédito político: era una buena política», dijo ante la risa general.
Ante el riesgo de que abandonar la reforma sanitaria completamente podría ser una sentencia de muerte para los demócratas en las elecciones de noviembre, Obama instó al Congreso a que le encuentre una salida. «Para cuando haya terminado de hablar esta noche, más estadounidenses habrán perdido su seguro de salud. Millones lo perderán este año -dijo-. No abandonaré a esos estadounidenses. Y tampoco debería hacerlo la gente en este recinto.»
Si la duración del discurso era llamativa -con más de 68 minutos, era el sexto más largo de la historia- también lo eran las acrobacias políticas que desplegó. Donde algunos vieron una inesperada confianza política en su disposición para llegar a ambos partidos del Congreso y cuestionarlos cuando le parecía (hasta la Corte Suprema sufrió un cachetazo presidencial), otros vieron a un hombre tocando demasiados temas y no afirmándose en ninguno.
Algunos del lado demócrata estaban exasperados por su interés en comprometerse con los republicanos aun después de que no mostraron ninguna forma de reciprocidad durante 12 meses. «La realidad es que tenemos una oposición determinada a derrocarlo -se quejó el demócrata de la Cámara de Representantes McDermott-. No sé cuándo se dará cuenta del mensaje. No lo van a ayudar para nada. Y yo estuve haciendo esto durante mucho tiempo.»
Obama, como orador en jefe que imparte ánimo, ayudó a su partido donde podía, recordando a los miembros las cosas que realmente se habían logrado durante primer año en funciones, incluyendo una serie de recortes impositivos que, dijo, habían ayudado al «95 por ciento de las familias trabajadoras». Y les recordó a los nerviosos demócratas que fue la ley de estímulo aprobada la primavera pasada la que sacó a Estados Unidos de la recesión que era casi una depresión.
Pero tenían que superar sus propios temores, empeorados por la pérdida en Massachusetts, que les quitó a los demócratas las 60 bancas a prueba de obstruccionismo, insistió. «Les recordaría -les dijo a los miembros de su propio partido- que todavía tenemos la mayoría más grande en décadas, y la gente espera que les solucionemos los problemas, no que huyamos.»
Mirando hacia el otro lado del recinto, dijo: «Si el liderazgo republicano va a insistir en que 60 votos en el Senado son los necesarios para hacer cualquier cosa en esta ciudad, entonces la responsabilidad para gobernar es ahora de ustedes también. Decir que no a todo puede ser una política buena a corto plazo, pero no es liderazgo».
Entre las ponderaciones y críticas para Obama, hubo un momento de silencio que fue el más significativo. Haciendo alarde de los recortes impositivos que había logrado, miró a los republicanos y dijo: «Pensé que recibiría un aplauso por eso». No lo recibió.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/elmundo/4-139223-2010-01-29.html