Tres años se cumplirán pronto de la invasión del país centroasiático. Tres años de caos y violencia. De su suerte da hoy noticia, sin proponérselo, un llamado urgente de la FAO. El hambre amenaza Afganistán. La producción de cereales ha disminuido un 43% respecto a 2003. Por sequía, desgobierno. 6,4 millones de afganos van a […]
Tres años se cumplirán pronto de la invasión del país centroasiático. Tres años de caos y violencia. De su suerte da hoy noticia, sin proponérselo, un llamado urgente de la FAO.
El hambre amenaza Afganistán. La producción de cereales ha disminuido un 43% respecto a 2003. Por sequía, desgobierno. 6,4 millones de afganos van a sufrir sus consecuencias.
Pide el gobierno 71 millones de dólares para paliar el desastre. Uno más de los que asolan el país. A juego con la guerra perpetua, luchas tribales, corrupción, desarticulación social.
Lo único que parece avanzar es el cultivo de la amapola. De la que se extrae el opio. Según dicen, este año la cosecha será récord. Europa espera un alud de heroína, derivado opiáceo.
Hambre, guerra, droga. Tres palabras que resumen la situación afgana. Donde se preparan elecciones generales. Sulfura pensarlo. El país disuelto y EEUU promoviendo elecciones.
Una pantomima archiconocida en Latinoamérica. Exportada al Asia Central. El remedo de democracia como curalotodo. Se va, se vota y todo resuelto. Tras las fotos, el olvido.
Pocos tragan el cuento. Pero aplauden. Permite cerrar los ojos. Sentirse bien. Su mayor mal, la ocupación extranjera, no se toca. Al revés. Piden más tropas. Pobre país. Pobre mundo.