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Segunda crónica de la delegación de Izquierda Anticapitalista que está visitando los principales núcleos revolucionarios en Túnez

Paseando por el libro abierto de la revolución tunecina

Fuentes: anticapitalistas.org

Varios mitos han girado en torno a las revoluciones en el mundo árabe, o al menos en el relato que de ellas se ha hecho desde los medios de información occidentales. Uno de ellos es el protagonismo de las clases medias urbanas conectadas a las redes sociales a través de sus teléfonos inteligentes. Un buen […]

Varios mitos han girado en torno a las revoluciones en el mundo árabe, o al menos en el relato que de ellas se ha hecho desde los medios de información occidentales. Uno de ellos es el protagonismo de las clases medias urbanas conectadas a las redes sociales a través de sus teléfonos inteligentes. Un buen ejemplo es la portada de la revista Jeune Afrique que, con una joven de clase media ataviada con una bandera tunecina, adorna machaconamente los paneles publicitarios del centro de la ciudad. Otro mito bastante reproducido es el supuesto espontaneísmo de la revuelta, sin organización previa y coordinada a través de facebook, la única red social permitida por el régimen de Ben Ali por las posibilidades de control sobre la ciudadanía que le ofrecía, especialmente sobre la juventud.

En nuestro intento por conocer los verdaderos escenarios y protagonistas de la revolución tunecina, nos dirigimos a Ben Arous, población industrial situada en la periferia de la ciudad de Túnez, zona obrera por antonomasia y fiel reflejo del ‘milagro’ económico neoliberal receptor de las inversiones directas extranjeras dirigidas a los sectores de la electricidad, el textil o el automóvil. Allí tiene un peso especial la Unión General de Trabajadores de Túnez (UGTT), única organización sindical legal durante los 23 años del régimen de Ben Ali y principal organización social tunecina. Y en esta condición de espacio de organización política ‘en exclusiva’, integraba desde direcciones colaboracionistas con la dictadura a bases locales y regionales opositoras. Dualidad que a comienzos de 2011 se tornó a favor de la segunda tras un largo proceso de profundización y radicalización de las demandas obreras iniciado durante la revuelta minera de Sidi Bouzid en 2008, decisivo para las numerosas manifestaciones de los últimos meses o la Huelga General del 14 de enero que provocaron la salida de Ben Ali.

Esta mañana la sede local de la UGTT en Ben Arous es una esfervescencia ciudadana: una reunión de mujeres en el patio central convive con la vertiginosa actividad de los pasillos. Mohammed Mosalmi, dirigente sindical de la agrupación local nos cuenta el papel de la UGTT en las revueltas, aunando y politizando las distintas reivindicaciones sectoriales que durante los tres últimos años habían acumulado más de 1.570 conflictos laborales, además de las 70 huelgas convocadas en los dos meses que han seguido al 14 de enero o las numerosas ocupaciones de empresas, algunas de ellas filiales de transnacionales. 12.000 nuevos afiliados al sindicato en menos de seis semanas son sólo un reflejo del aumento de la conciencia de clase y de la necesidad de organizarse que ha acompañado a la ebullición revolucionaria, especialmente en zonas industriales como Ben Arous.

Al salir de la sede de la UGTT un grupo de mujeres de una empresa de electrodomésticos nos interpela para que nos traslademos a su centro de trabajo. La mayoría de sus 70 trabajadoras llevan cuatro días en huelga concentradas frente a la fábrica en la que trabajan 48 horas semanales por menos de 100 euros al mes en condiciones de absoluta precariedad. El patrón, escudándose en la crisis económica internacional y en la revolución, hace semanas que se niega incluso a pagarles esa cantidad irrisoria. Conocemos así de primera mano la conflictividad laboral y toma de conciencia que está acompañando al proceso revolucionario a través de sus anónimas protagonistas que, de forma apasionada, nos rodean y muestran sus quejas, sus nóminas, sus heridas laborales, sus reivindicaciones y sus esperanzas de que las reformas políticas tengan también una traducción real en su vida material cotidiana.

El grito mas coreado es ‘dignidad’; y la imagen mas repetida, la ‘v’ de victoria. Ambos resumen todo un programa revolucionario: basta ya de humillaciones salariales y laborales, basta ya de ser invisibles, de no tener palabra. Si tuviéramos que dibujar esta revolución, sin duda una de las imágenes principales sería la sonrisa de estas mujeres en lucha. Una sonrisa contagiosa, de esperanza y dignidad.

De vuelta al centro urbano de Túnez, recorremos la Avenida Bourguiba, vía principal de la ciudad y escenario de las principales manifestaciones y del terror desencadenado por los mercenarios de Ben Ali, elementos contrarrevolucionarios salidos de los numerosos cuerpos de la policía. El 14 de enero, con Ben Ali huyendo del país en avión, la policía encerraba en esta avenida a miles de manifestantes quienes, gaseados desde las calles adyacentes y tiroteados por francotiradores empotrados en las azoteas, se refugiaron en los portales y apartamentos de los numerosos edificios que pueblan esta calle, sufriendo muchos de ellos durante la noche una represión a la chilena que les llevó a la tortura y la muerte. Hace una semana, siete personas morían en esta avenida a manos de las milicias en la víspera de la caída del ex primer ministro Ghannouchi. Hoy, los edificios oficiales, incluido el tétrico Ministerio del Interior en el que todavía se torturan las esperanzas del pueblo tunecino, siguen protegidos por alambradas y por los tanques del ejército que se mantuvo neutral sobre el papel pero intervino para defender al pueblo de las milicias paramilitares.

La Avenida Bourgiba es como los espejos del Callejon del Gato de Max Estrella, en los que se reflejan deformadas las oportunidades, retos y peligros del proceso revolucionario, en el que la policía recorre las calles cubiertas por pintadas, cruzándose con el mismo pueblo victorioso y reprimido, luchador y torturado. Una tensa calma que se siente a cada paso, como si se esperara una nueva tormenta. Bulliciosas terrazas de cafeterías, venta ambulante hasta ahora prohibida, alambre de espino, siniestros policías de paisano y blindados militares son algunos de los elementos que componen el cuadro inacabado de este periodo histórico completamente abierto.

Con las primeras reformas democráticas ha llegado también la legalización de partidos políticos, de nueva creación o con una dilatada trayectoria de trabajo, ya fuese en la clandestinidad o encubierto dentro de las organizaciones del antiguo régimen. Uno de ellos es el Partido del Trabajo Patriótico y Democrático, miembro del Frente 14 de enero. En su recién estrenada sede situada a pocos metros de la Avenida Bourguiba nos recibe Mohamed Jmour, uno de sus dirigentes. Nos expone su apuesta por concurrir a la convocatoria de elecciones a la Asamblea Constituyente del 24 de julio con una plataforma unitaria amplia que reúna a distintas organizaciones de izquierda y nacionalistas progresistas, que según él podría alcanzar un 30% de los votos y afianzar así muchas de las conquistas alcanzadas hasta ahora.

Sin duda, la revolución tunecina ha contado y cuenta con una espontaneidad que desborda el cálculo y previsiones de cualquier organización revolucionaria; con una amplitud social que incorporó y sigue incorporando también a las clases medias capitalinas; y con redes sociales como facebook convertidas en instrumentos de coordinación de las revueltas. Ahora bien, poner todos los focos y atención exclusivamente en estos elementos es negar la multitud de historias de lucha y resistencia que se han sucedido durante los últimos años, el papel que han jugado organizaciones clandestinas y encubiertas, sus victorias parciales e importancia fundamental en el proceso revolucionario; es sacar de la fotografía a los jóvenes de las barriadas autogestionadas, a las obreras en huelga de Ben Arous, a los sindicalistas que desde sus pequeñas sedes locales coordinaban huelgas sectoriales y apoyaban ocupaciones de fábricas.

No sin razón, alguien escribió sobre una pared de la Avenida Bourguiba: ‘Thank you Facebook’. Sería injusto que esta revolución siguiera en marcha sin que nadie reconociese y agradeciese también al resto de sus protagonistas. Aunque es muy probable que muchos de ellos no busquen encontrar su nombre pintado en ninguna pared ni su cara fotografiada en la portada de ninguna revista, sino simplemente ver que su digna y valiente lucha les permite finalmente recuperar las riendas de su futuro. Y el futuro en Túnez es un libro abierto que miles de manos están escribiendo hoy.

http://www.anticapitalistas.org