«La situación de derechos humanos en Libia ahora es mucho peor que en el régimen de Muammar Gadafi (1969-2011)», dijo a IPS el activista Nasser al-Hawary. Hawary, del Observatorio Libio para los Derechos Humanos, presentó a IPS testimonios de familias cuyos parientes fueron golpeados hasta la muerte por las milicias que siguen controlando vastas partes […]
«La situación de derechos humanos en Libia ahora es mucho peor que en el régimen de Muammar Gadafi (1969-2011)», dijo a IPS el activista Nasser al-Hawary.
Hawary, del Observatorio Libio para los Derechos Humanos, presentó a IPS testimonios de familias cuyos parientes fueron golpeados hasta la muerte por las milicias que siguen controlando vastas partes de este país del norte de África.
«Al menos 20 personas fueron golpeadas hasta morir estando bajo custodia de las milicias desde la revolución, y eso es una estimación conservadora. Probamente, la cifra real sea mucho mayor», dijo Hawary, mostrando las fotos de cuerpos ensangrentados que acompañaban a los testimonios.
Hawary nunca fue simpatizante de Gadafi. Por el contrario, perteneció a la rama salafista (integrista) del Islam y se opuso a su régimen, razón por la cual fue varias veces encarcelado.
Pero mucho peor fue el destino de varios de sus amigos musulmanes. El régimen de Gadafi persiguió con furia al fundamentalismo islámico.
Finalmente, Hawary logró escapar a Egipto, donde vivió hasta la guerra civil de febrero de 2011 que terminó con el régimen. A partir de entonces, él y muchos otros islamistas regresaron a Libia.
Pero luego de la «liberación» del país continúan los secuestros, los asesinatos y los ataques de venganza contra expartidarios del régimen y contra subsaharianos negros, a los que muchos aún relacionan con los mercenarios contratados por Gadafi durante la guerra.
Hace varios meses, Mohammad Dossah, de 28 años, fue secuestrado en un puesto de control de las milicias en la norteña ciudad de Misrata, cuando oficiaba como chofer para su empleador de la Forrestor Oil Company, a quien trasladaba de la ciudad de Ras al Amoud hasta Trípoli.
«No sé si está muerto o vivo. No hemos escuchado de él desde que desapareció en el puesto de control de la milicia, y la policía que investiga admitió que había perdido el rastro», dijo a IPS el hermano de la víctima, Hussam Dossah, de 25 años.
La policía en principio logró seguir el auto por varias ciudades hasta el este del país, pero luego se quedó sin pistas. No se ha vuelto a saber de Muhammad, y la familia no tiene idea de qué puede haberle ocurrido.
«Pudo haber sido secuestrado porque es negro, o porque los milicianos querían el automóvil que manejaba. Nosotros somos libios, pero mi padre es de Chad», afirmó Hussam.
Este es solo uno de los varios casos de secuestros, asesinatos al azar y robos, mientras las milicias siguen haciendo justicia por mano propia.
A pesar de que el Consejo Nacional de Transición (CNT) prometió juzgar o liberar a las más de 6.000 personas que se encuentran detenidas, solo algunas han recuperado la libertad, mientras las atrocidades cometidas por muchos rebeldes permanecen impunes.
Las milicias que controlan las calles y aplican su propia versión de la ley son un problema incluso en las grandes ciudades donde el CNT supuestamente retomó el control.
Es habitual escuchar disparos en Trípoli por la noche, y a veces también de día. «Todos los hombres jóvenes portan armas», dijo a IPS el excombatiente rebelde Suheil al Lagi.
«Están acostumbrados a resolver las diferencias políticas y las pequeñas rencillas de esta manera, o usan sus armas para asaltar a las personas. El alto desempleo y las dificultades financieras agravan la situación», añadió.
La situación de seguridad en las provincias es todavía peor que en Trípoli. Las milicias extorsionan a las personas que pasan por sus puestos de control, sobre todo si estas son extranjeras o de raza negra.
Para viajar desde la frontera con Egipto hasta Trípoli se deben atravesar varios puestos de vigilancia controlados por diversas milicias.
En un puesto de Misrata por el que pasó esta corresponsal de IPS, un miliciano decidió que los extranjeros debían ser sometidos a exámenes de sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) como condición para que se les devolviera sus documentos. Finalmente intervinieron otros milicianos y se descartó la idea.
En varios puestos de vigilancia de la zona de Tobruk, los milicianos exigieron sobornos de hasta 30 dólares a cada uno de los inmigrantes egipcios que pasaban por allí.
«Somos conscientes de los problemas que afronta nuestro país y estamos tratando de resolverlos», dijo Hassan Issa, miembro del CNT en la ciudad de Ajdabia.
«No es fácil para nosotros controlar a todos los grupos en este momento», dijo por su parte Abdel Karim Subeihi, también miembro del CNT, en conversación con IPS.
En tanto, el excombatiente Al Lagi alertó: «Esta no es la nueva Libia por la que luchamos. Si la corrupción y la codicia continúan, tendremos que volver a tomar las armas, esta vez contra el nuevo gobierno».