La noticia de que EE.UU. ha decidido mantener su presencia en Afganistán no sorprenderá a nadie, excepto al 99% de los analistas de política exterior. En respuesta al comunicado, Mahdi Hassan, editor de la revista New Statesman, escribe: «La invasión liderada por Estados Unidos y las ocupaciones de ambos países han sido un fracaso total», […]
La noticia de que EE.UU. ha decidido mantener su presencia en Afganistán no sorprenderá a nadie, excepto al 99% de los analistas de política exterior. En respuesta al comunicado, Mahdi Hassan, editor de la revista New Statesman, escribe: «La invasión liderada por Estados Unidos y las ocupaciones de ambos países han sido un fracaso total», porque «la presencia de tropas occidentales en países musulmanes ha provocado más terrorismo del que ha impedido».
La guerra contra el terror ha supuesto un aumento de la amenaza terrorista a las poblaciones nacionales, y sin embargo Obama ha decidido escalar la guerra y asegurar una presencia permanente.
Observando esta contradicción, Hassan se pregunta: «¿Por qué un político tan inteligente como Barack Obama tiene tanta dificultad para comprender esto?»
Las invasiones de Afganistán e Iraq se pusieron en marcha con la intención de aumentar la amenaza terrorista a la población civil, y así se ha cumplido. Es un notable ejemplo de la sumisión extrema ingenua o intelectual que demuestra que los EE.UU. buscan la reducción del terror sin tener que exponerse a un ridículo generalizado.
Como Julien Mercille, profesor del University College de Dublín, señala en la revista Critical Asian Studies, la Guerra Contra las Drogas es igualmente vacua.
La afirmación de que se está luchando por reducir el nivel de producción de drogas se ve socavada, escribe, por «el papel relativamente pequeño de los talibanes en el tráfico de drogas, el apoyo de EE. UU. / OTAN a las fuerzas representantes involucradas en el tráfico de drogas, el énfasis en el cultivo de adormidera en detrimento del dinero de la droga, el comercio de precursores químicos, lavado de dinero, el apoyo occidental a las industrias de tabaco y alcohol, el énfasis en la aplicación de operaciones en el extranjero, y el abandono del tratamiento y prevención de drogas «.
En Afganistán, la Guerra Contra las Drogas sirve como «un recurso retórico utilizado por los EE.UU. para facilitar la intervención de militares en el extranjero y la lucha contra los insurgentes contrarios a las políticas de EE.UU. en Afganistán».
En Colombia, país víctima tanto de la Guerra Contra las Drogas y el Terror, el apoyo de EE.UU. ha fracasado en su objetivo declarado públicamente de la erradicación de la producción de drogas, aunque ha «logrado la modernización de las Fuerzas Armadas de Colombia» en el intento. Además, «al tener como objetivo casi exclusivo las áreas de las FARC», ha «ayudado a los paramilitares a integrarlas en sus actividades criminales y convertir estas acciones en un instrumento político», escribe el estudioso Forrest Hylton.
Hay que andarse con pies de plomo antes de declarar que la Guerra Contra las Drogas «ha fracasado».
Con más honestidad que Hassan, el editor del Financial Times reconoció que el objetivo de la guerra en Afganistán es «establecer un Estado cliente con una apariencia de democracia en una región hostil sin una tradición de fuertes instituciones independientes o de derechos humanos básicos».
Con el fin de lograr este objetivo, la militarización del Estado es crucial. Afganistán recibirá 2.700 millones de dólares en equipo militar a lo largo de este año. El Washington Post informa de que «la coalición liderada por Estados Unidos entregará 22.000 vehículos, entre ellos 514 nuevos todoterreno, ‘fuerzas de ataque móviles’, vehículos blindados para usar en Afganistán, 44 aviones y helicópteros, 40.000 armas y decenas de miles de radios y otras piezas de equipos de comunicaciones».
Según las palabras de un asesor de Karzai: «En los próximos ocho meses recibiremos más equipamiento del que hemos conseguido en los últimos ocho años… Y esta vez no todo es material de segunda mano, es totalmente nuevo».
Esta entrega es la culminación de lo que se ha denominado la «década de oro» para las empresas de defensa. Associated Press informa que: «Desde los atentados del 11-S, el presupuesto de defensa anual se ha más que duplicado a 700.000 millones de dólares y las ganancias anuales de la industria de defensa casi se han cuadruplicado, acercándose a los 25.000 millones dólares el año pasado.»
Como un beneficio adicional, la construcción de prisiones que está llevando a cabo EE.UU. en el país significará que los detenidos podrán permanecer presos durante más tiempo, lo que posiblemente también permita el cierre definitivo de Guantánamo, ya que los presos serán trasladados a lugares menos visibles en Asia Central.
La decisión de mantener bases militares y tropas sobre el terreno puede haber acabado con cualquier perspectiva de paz y negociaciones, pero permitirá la presencia de EE.UU. en una de las regiones geo-estratégicamente más importante del mundo y ayudará a tener a Irán y China bajo control; ya que según el informe de 2001 del Pentágono, este último ha tenido tentativas militares en el extranjero.
Para los afganos, la situación es cada vez más desesperada
La primera mitad de este año fue el período más letal para los civiles desde que comenzó la guerra. En su informe sobre Tendencias Globales 2010, ACNUR señaló que «tres de cada diez refugiados en el mundo eran de Afganistán, con el 96% de ellos ubicados en Pakistán y la República Islámica de Irán». Si se incluye Iraq, casi la mitad de la población mundial de refugiados proceden de las zonas donde EE.UU. está en guerra.
Debido a la escasez de fondos, el Programa Mundial de Alimentos anunció recientemente que habría recortes en los programas de casi la mitad de las provincias de Afganistán. Refugees International informa de que 250.000 personas han sido desplazadas en los últimos 2 años, con un 70% que han sido empujadas a ciudades, donde viven en «zonas no planificadas o en asentamientos ilegales». En Kabul «el 80% de la población vive en asentamientos no planificados, donde la falta de saneamiento y la falta de acceso al agua potable están a la orden del día».
El año pasado, una analista, Kate Clark, ejemplificó el enfoque de los comentarios generales:
«Solía pensar que los estadounidenses hicieron ciertas cosas en Afganistán (como apoyar a gobernadores corruptos, aliarse con comandantes abusivos), porque no sabían hacerlo de otra forma. Creí que si tuvieran la información adecuada, dejarían de comportarse así. Las revelaciones de WikiLeaks indican que a menudo tienen este tipo de información o por lo menos graves denuncias e indicaciones, pero luego, al parecer, siguen comportándose como si nada».
La incapacidad de abandonar devociones comunes hace que se evite la discusión sobre cuál es el siguiente paso lógico. Mientras tanto, los EE.UU. están consolidando su cliente en Asia Central y aseguran su presencia permanente en la región; una «victoria» construida sobre cadáveres de civiles afganos.
Fuente original: http://www.counterpunch.org/2011/08/24/staying-in-afghanistan/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR