«Tal es la triste y cruda realidad del desastre de Obama, quien llegó con los mejores auspicios y legó un mundo en pleno caos y a su país más fracturado que nunca» (Alfredo Jalife-Rahme) «Mírate al espejo y pregúntate que has hecho desde ese cargo que has detentado los últimos ocho años, el más poderoso […]
«Tal es la triste y cruda realidad del desastre de Obama, quien llegó con los mejores auspicios y legó un mundo en pleno caos y a su país más fracturado que nunca» (Alfredo Jalife-Rahme)
«Mírate al espejo y pregúntate que has hecho desde ese cargo que has detentado los últimos ocho años, el más poderoso del mundo. Se entiende que hayas encanecido rápidamente, porque la verdad es que has sido la gran decepción de los últimos tiempos. Siempre pensé que la «Obamamanía» que se desató con tu elección era una soberana estupidez, producto del colonialismo mental que afecta a intelectuales, académicos, comunicadores sociales y políticos de casi todo el mundo. Pero nunca llegué a pensar que en la Casa Blanca te iría tan mal» (Atilio Borón)
El próximo día 20 finaliza definitivamente el doble mandato del primer Presidente negro de los Estados Unidos de América, Barack Hussein Obama. Le relevará en el cargo un Presidente blanco, supremacista, racista, ignorante y misógino, típico producto del capitalismo brutal de nuestra época, como es Donald Trump. Pero en el presente artículo vamos a ocuparnos, a modo de balance, de la nefasta presidencia de Obama, de sus sombras, de sus ineptitudes, de sus promesas incumplidas, de sus metas y objetivos defraudados, de su mediocridad. Y es que Obama ha sido, sobre todo, un poderoso producto de marketing, un político de diseño que engañó a su pueblo y al mundo bajo promesas de desmilitarización y defensa de las libertades que nunca cumplió, que ha superado en gran medida los límites ya indecentes de pasados gobiernos norteamericanos, y que no sólo no ha finalizado las guerras ya abiertas al comienzo de su mandato, sino que las ha multiplicado, en diferentes frentes, y que además ha promulgado legislación nefasta para la población más desfavorecida. Por no ser injustos, también reconoceremos (dentro de sus limitaciones) las pequeñas luces del mandato de Obama, tales como el sistema Obamacare de aseguramiento para la atención sanitaria (que no de un verdadero sistema sanitario universal), el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, el acuerdo nuclear con Irán, y algunos otros logros sociales de pequeño alcance.
Hace 8 años se presentaba al mundo como el 44 Presidente de los Estados Unidos, pero no como un Presidente más, sino como el primer Presidente afroamericano de la historia de USA. Prometió a los votantes estadounidenses que pondría fin a las guerras de ocupación abiertas en ese momento, que cerraría la prisión ilegal de Guantánamo (más bien un centro de tortura), que acabaría con la opacidad y el secretismo de la Administración, que defendería las libertades civiles, que protegería a los poseedores de hipotecas estafados por los banqueros de Wall Street, que aprobaría una reforma sanitaria, una reforma migratoria, otra financiera, y que abriría Estados Unidos al resto de culturas del globo. Obama despertó grandísimas ilusiones entre la gente de color (de hecho le votaron 9 de cada 10 estadounidenses negros), que por fin podrían tener a alguien que les representara en el Despacho Oval, y se encargara de cumplir las promesas de la revolución de los derechos civiles. Prometió poner fin a la violencia racial y a las desigualdades sociales, así como acabar con las violaciones de las libertades y derechos básicos de la población por parte del Estado. Tardó poco en ir defraudando en cada una de las promesas electorales. Aunque mantuvo siempre su temple, su estilo y su carácter afable y personal, su balance en la presidencia deja mucho que desear. Barack Obama ostenta el récord de promesas rotas, pues ha dejado en la cuneta más intenciones y de mayor calado que cualquiera de sus predecesores en el cargo.
En el aspecto económico y social, Barack Obama no se ha salido ni un ápice de los mandatos del dogma neoliberal. Su política económica ha estado muy bien vista por los gigantes de Wall Street, ya que los banqueros recibieron más de 900 mil millones de dólares para salvarse de la crisis que ellos mismos provocaron en 2007-2008, justo al comienzo de su mandato. En el terreno internacional, Obama lanzó o continuó un total de 7 guerras, destruyendo países como Libia, Siria y otros de Oriente Medio. Su política de acoso policial y racista hacia los afroamericanos ya fue objeto de un análisis por nuestra parte en este artículo, al cual remito a los lectores y lectoras interesadas. Por otra parte, su política de hostigamiento hacia el gigante ruso se ha llevado a efecto a través de la expansión de la OTAN (bases militares incluidas) en los países satélites de la antigua órbita soviética, así como en los intentos de alejamiento de Ucrania de la órbita de influencia rusa. Hoy día, cientos de carros de combate, tanques estadounidenses, vehículos blindados y camiones de guerra se están colocando muy cerca de la frontera rusa, en una clara actitud de amenaza, mientras se demoniza a Vladimir Putin y a toda su administración. Asímismo, y aunque canalizó unas nuevas intenciones de normalizar las relaciones diplomáticas con Cuba, siendo el primer Presidente estadounidense en visitar la isla en más de 60 años, lo cierto es que el terrible bloqueo comercial continúa en vigor, y la prisión de Guantánamo no se ha cerrado, ni su terreno ha sido devuelto a Cuba. Por otra parte, Obama posee el récord de expulsiones de inmigrantes indocumentados bajo su mandato (cerca de 3 millones), y las tremendas desigualdades entre ricos y pobres se han acrecentado durante los 8 últimos años.
En lo que concierne al eterno asunto palestino-israelí, retomo las palabras de Nazanín Armanian cuando ha sentenciado que: «Obama es el Presidente de EE.UU. que más apoyo diplomático, económico y militar ha prestado al régimen israelí: vetó dos resoluciones en 2011 y 2013 que condenaban los asentamientos ilegales de Israel y se negó a reconocer el Estado Palestino. Luego, sin rubor, respaldó la brutal agresión de Israel a Gaza en 2014 y firmó un paquete de ayuda militar a este país por valor de 40.000 millones de dólares (sacados del bolsillo de los norteamericanos), mientras presionaba a los palestinos que debían «portarse bien» tragando bombas, como condición previa de iniciar el proceso de paz. La cuestión palestina es otro de los grandes fracasos de Obama en su política exterior» («Israel, la resolución 2334 y la última burla de Obama a los palestinos», Nazanín Armanian, Publico.es). Con todo ello, si la intención de Obama era dejar un legado relevante al mundo después de su mandato, es evidente que no lo ha conseguido. Washington no ha variado ninguno de sus grandes ejes de actuación histórica, ni el país ha abandonado ninguna de las características que le han hecho permanecer en un estado de guerra permanente. Obama se ha comportado, al igual que sus antecesores, como un fiel servidor de los poderes y clases dominantes.
Como reconoce Gene Healy en este artículo para el medio Laexcepcion.com, en la campaña de drones y en la actual guerra contra el Estado Islámico (ISIS), Obama ha transformado una resolución del Congreso de hace 14 años dirigida contra Al-Qaeda y los talibanes en un cheque en blanco para la guerra sin límites, en cualquier lugar del mundo. Obama no puede presumir, precisamente, de un legado pacifista. Reconoció abiertamente en una entrevista que «…a veces, para conseguir lo que queremos, nos vemos obligados a torcerle el brazo a ciertos países», en lo que resultó ser una clara confesión de la actitud de gendarme mundial que se autoasigna Washington. Pero no quedan ahí los «méritos» del primer presidente negro: declaró a Venezuela como una «amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos», instigó y ayudó a los Golpes de Estado blandos (y menos blandos) de Paraguay (Presidente Lugo) y Honduras (Presidente Zelaya), y se tienen sospechas de que también está detrás del derrocamiento por vía parlamentaria de la ex Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, así como de las campañas de desprestigio del ex Presidente Lula da Silva, y de la ex Presidenta de Argentina, Cristina Fernández.
Por otra parte, las campañas de espionaje masivo por parte de la Agencia de Seguridad Nacional a líderes políticos de ámbito internacional, se han multiplicado durante el mandato de Obama, dejando en evidencia una Administración opaca, indecente y corrupta. Mientras, auténticos héroes como Julian Assange, Chelsea Manning o Edward Snowden son ferozmente atacados y perseguidos por denunciar los tremendos niveles de corrupción y opacidad de la Administración norteamericana.
A nivel interno, como decíamos, los salarios de los altos ejecutivos se han disparado. Con Obama los ya ricos se han vuelto más ricos (ya que también les ha bajado los impuestos), y los pobres se han vuelto más pobres (ya que también ha recortado en ayudas sociales). Su reforma sanitaria, absolutamente insuficiente, se plegó a los intereses de las grandes compañías médicas y farmacéuticas, renunciando a implantar un verdadero Sistema Público de Seguridad Social, universal y gratuito. Tampoco alcanzó a aprobar las medidas de protección del medio ambiente que había prometido. Su tan traído y llevado lema de campaña, «Yes, we can» se quedó sólo en eso, en un lema vacío y sin sentido. Intentó por todos los medios, aunque afortunadamente no lo consiguió, cerrar y aprobar el peligroso Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, el famoso TTIP. Lo máximo que nos parece plausible concederle a Obama es que quizá fue un gobernante con algunas buenas intenciones, pero sin las agallas suficientes como para llevarlas a cabo. La última desfachatez de su Gobierno ha sido echar las culpas a Rusia de la victoria electoral de Donald Trump. Toda una osadía y un ejercicio de supina hipocresía, cuando es precisamente el Gobierno de EE.UU. el más injerencista de todos los tiempos. En fin, Obama se marcha sin pena ni gloria, como otro Presidente más del mismo sistema que USA representa para el mundo. Un Presidente como otro cualquiera (quizá peor) de la ya larga lista, con las mismas políticas, con los mismos errores, con los mismos enfoques, con la misma retórica. Y todo ello aún a pesar de ser negro.
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