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Argelia, del pretexto coyuntural a las causas sistémicas

Promesas y peligros de una revuelta de la dignidad

Fuentes: Investig’Action

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.

Saïd Bouamama, autor de Manuel stratégique de l’Afrique, analiza las manifestaciones populares que sacuden a Argelia. A través del rechazo de un quinto mandato de Bouteflika el objetivo del movimiento de protesta es todo un sistema. ¿Cómo se estableció este «sistema»? ¿Por qué surge ahora la revuelta? ¿Qué alternativas se ofrecen a las personas argelinas? Saïd Bouamama analiza los retos de la revuelta destacando sus fuerzas llenas de esperanza pero señalando también los peligros que le acechan   [Investig’Action].

Las manifestaciones populares del 22 de febrero que se producen simultáneamente en la mayoría de las grandes ciudades argelinas pero también en muchas ciudades medianas constituyen indudablemente el inicio de una nueva secuencia histórica en la vida política argelina. Marcan la entrada en la escena política de una nueva generación socializada en el curso de las dos últimas décadas, es decir, tras el traumatismo que constituyó la Década Negra (1). En efecto, estas se caracterizan en el plano económico por la polarización cada vez mayor entre una minoría social cliente del Estado rentista que se enriquece de forma escandalosa y una gran mayoría que se empobrece continuamente debido a las políticas liberales de desindustrialización, privatización y desmantelamiento de los servicios públicos (2). En el plano político se caracterizan por la ausencia de una alternativa creíble debido al intento de imposición por parte del Estado argelino y las clases a las que representa de un juego binario que los partidos de la «oposición» no cuestionan debido a su adhesión a la liberalización económica emprendida por el Estado a marchas forzadas: el caos o la resignación (3). En el plano «identitario» se caracterizan por la integración de la corriente del «islam político» en el seno del aparato de Estado y de la burguesía compradora (4). En el plano sociológico se caracterizan por una urbanización cada vez mayor, una pirámide de edad con una base muy amplia, una tasa de escolarización elevada y una apertura al mundo por medio de las redes sociales (5). Por último, en el plano de la experiencia de vida de esta juventud se caracterizan por la restricción del campo de lo posible a tener que buscarse la vida y a la haraga (6). Este cóctel explosivo llega a su madurez con el anuncio del quinto mandato y lo convierte en el pretexto coyuntural que expresa una causalidad sistémica similar a un dique que revienta tras la acumulación continua e invisible de una presión a lo largo de las dos últimas décadas.

El reino de los carroñeros

La excelente obra del economista Abdelatif Rebah Le développement national contrarié (7)   restituye la historia del vasto proceso de «reformas económicas» que llevará a la situación económica actual. Este proceso inaugurado por el presidente Chadli Bendjedid y que prosiguieron sus sucesores se llevó a cabo con la bendición de las instituciones financieras internacionales (FMI, Banco Mundial). Llevó a la aparición de una clase de carroñeros (8) bajo la acción de tres procedimientos. El primero se denomina oficialmente «cesión de los bienes del Estado» pero de hecho es una verdadera operación de robo a gran escala de los bienes de la nación. Los dignatarios del régimen acaparan miles de villas señoriales y otras residencias a precios ridículos respecto al valor de estos bienes. «La diferencia entre el precio de cesión por parte del Estado y el precio de reventa en el mercado es de 1 a 10, según las evaluaciones. En el contexto del monopolio inmobiliario del Estado unas personas particulares realizarán unas plusvalías del orden de varias decenas de miles de dinares, que les proyectarán a la cabeza de apreciables fortunas sin esfuerzo productivo alguno» (9), resume el economista Abdelatif Rebah. «El problema fundamental de esta decisión histórica reside en el hecho de que el parque de villas señoriales, a veces clasificables como monumentos históricos, se malvendió a bajo precio a dignatarios del régimen y a sus allegados» (10), confirma el politólogo Rachid Tlemçani.

El segundo procedimiento es el de la privatización del sector público, que según las cifras publicadas en 2003 por el Ministerio de Participación e Inversión afectó a 1.200 empresas. Al igual que las villas y casas señoriales, las empresas públicas se malvendieron a una burguesía parásita, destaca Rachid Tlemçani:

«El objetivo de la operación de disolución-privatización no es deshacerse de las empresas con dificultades económicas, destaca el ministro Mourad Benachenhou, para conservar solo las empresas eficientes. Incluso las empresas rentables y solventes se venderán en el futuro . […] A la burguesía argelina, de naturaleza rentista y especulativa, no le interesará comprar unas empresas a precio de mercado. Además, el legislador previó esta posibilidad. Después de las dos licitaciones requeridas por la ley, el gobierno está autorizado a cederlas de común acuerdo, con lo que se abre la vía a la tan temida por la opinión pública liquidación» (11).

El tercer procedimiento fue la destrucción progresiva del monopolio del Estado sobre el comercio exterior antes de ser simplemente abolido en 1989 en el marco de los llamados acuerdos de «Stand-by» negociados y firmados con el FMI (mayo de 1989 y junio de 1990). Así, la Ley de Finanzas complementaria de 1990 autoriza a «los concesionarios y mayoristas autorizados a importar productos de consumo, bienes de equipamiento y bienes de consumo industriales para revenderlos en las mismas condiciones», recuerda el economista Mehdi Abbas destacando que «esta ley es el origen de la emergencia de un nuevo grupo socioeconómico concentrado en torno a unas actividades de importación y exportación, que calificamos de comercialista» (12). A pesar de los periodos de reestatalización parcial del comercio exterior (bajo el gobierno Belaïd Abdessllam de julio de 1992 a octubre de 1993, por ejemplo) el modelo ya no cambiará e incluso lo reforzará un acuerdo firmado con la Unión Europea en 2002. Muchos compradores de empresas públicas cesan toda actividad productiva y se transforman en importadores y especuladores.

Este vasto movimiento de redistribución de las riquezas nacionales a favor de una minoría especulativa se acelera durante la Década Negra mientras que el pueblo argelino se centra en la preocupación por sobrevivir. Se han reunido los elementos constitutivos del «sistema», como dicen los manifestantes argelinos, y se pueden resumirse de la siguiente manera:

«Las posiciones de monopolio sobre los centros de decisión se han transformado en fuentes de «rentas reales» que impulsan desde arriba un mecanismo a la vez incitativo y selectivo de acumulación de fortunas libres de control y de reglamentación . Lo que a partir de ahora ya solo se designa con el nombre de «sistema» va a abrigar así un vasto mecanismo irrigado por los ingresos del petróleo de transferencia de valores del sector estatal hacia el sector privado, de las actividades productivas hacia las del comercio y la especulación, de salarios hacia los especuladores, del trabajo productivo hacia el contrabando y el sector informal» (13).

En este contexto es en el que hay que situar la lucha encarnizada de las diferentes facciones de la burguesía por el control del Estado y, en consecuencia, las dificultades para encontrar un sucesor de Buteflika. La guerra feroz que libran para poner cada una de ellas a su hombre a la cabeza del Estado está a la altura de las cantidades exorbitantes que redistribuye este Estado a favor «de los grandes ganadores del acaparamiento de las rentas reales, de la nomenklatura civil y militar reconvertida en los negocios de importación y en el negocio inmobiliario de renta y de lujo, de los patronos del sector privado, de los pequeños empresarios de la economía subterránea gris o negra y de las élites globalizadas que se han esforzado por legitimar unas nuevas relaciones sociales» (14).

Este contexto es también lo que explica que la fracción de la burguesía, aún más liberal que el poder actual, trate de instrumentalizar el inédito movimiento popular de protesta para acceder al poder. Cuenta para ello con la ausencia de una salida política a corto plazo para presentarse como una alternativa frente a un poder al que se detesta y a su clientela igual de deshonrada. Es lo que resumen los sindicalistas del bastión obrero de Rouïba al dar todo su apoyo al movimiento popular contra el quinto mandato al tiempo que alertan sobre las maniobras de los ultraliberales y precisan la orientación que hay que dar a la ruptura con el sistema para que esta no se limite a un cambio de propietario en el mejor de los casos y a un empeoramiento del saqueo en el peor:

«A petición de los trabajadores y de las secciones sindicales, la Unión Local UGTA de la zona industrial Rouiba/Reghain se reunió el 6 de marzo de 2019 para debatir acerca de la situación actual que atraviesa Argelia y d el movimiento popular en curso. Como no podemos permanecer al margen de las profundas aspiraciones populares que se expresan, unimos nuestras voces para decir sí a un cambio de sistema. Un sistema que preserve la propiedad inalienable del pueblo sobre las riquezas naturales de la nación, rehabilite el papel del Estado en el desarrollo económico y social, y la lucha contra la pobreza y las desigualdades. Un sistema que se desmarque de las oligarquías y revalorice el valor del trabajo, y que sitúe al hombre en el centro del desarrollo. Un sistema que garantice las libertades individuales, colectivas y el libre ejercicio del derecho sindical» (15).

Las consignas gritadas en las manifestaciones populares indican una verdadera conciencia política del contexto la cual se profundiza al prolongarse el movimiento. A la consigna inicial de «No al quinto mandato» se añaden ahora la de «Fuera el sistema». Otras consignas denuncian a los sérakin (ladrones) del poder. Finalmente, otras responden al chantaje del caos clamando que «Argelia no es Siria». Estas consignas indican que tras el desencadenante d el rechazo del quinto mandato el objetivo de la cólera popular es una causalidad sistémica.

La ausencia de alternativa a corto plazo

No obstante, el carácter inédito del actual movimiento social no debe ocultar las dificultades a las que se enfrentan las aspiraciones populares. Los partidos de la oposición no están en condiciones de constituir una salida política a la protesta popular. En el caso de los más importantes comparten las opciones liberales del poder y solo creen en la economía de mercado que prometen regular. Se han ido separando progresivamente de la inmensa mayoría de las clases populares al no tener en cuenta la lucha contra las orientaciones económicas y sociales del poder. No parecen una alternativa creíble a ojos de quienes pisan las calles de las ciudades argelinas al estar compuestos fundamentalmente por miembros de las capas media e intermedias.

Por otra parte, la magnitud del saqueo de estas tres últimas décadas solo se podía llevar a cabo encorsetando por medio de la represión cualquier intento de emergencia de nuevas formas políticas populares autónomas del poder. Las drásticas condiciones para crear un partido, la prohibición de las manifestaciones bajo pretextos de seguridad, la instrumentalización y recuperación de líderes de las luchas sociales, la represión de los movimientos sociales, el control de la información, etc., son factores que han contribuido a generar una carencia de expresión política a pesar de una cólera social popular generalizada.

El pluripartidismo de fachada oculta la monopolización del ámbito político por parte de los partidarios del liberalismo económico, que es la verdadera causa de la situación actual. El rechazo generalizado tanto de las fuerzas políticas que sostienen el poder como de las que pretende oponerse a él se traduce, por lo tanto, en una abstención generalizada. Esta abstención no se debe interpretar como un signo de despolitización sino, por el contrario, como un modo de protesta política, destaca pertinentemente la politóloga Louïsa Dris-Aït Amadouche:

«La experiencia del multipartidismo y de las elecciones plurales en Argelia es reciente. Ahora bien, la abstención que marca de manera cada vez más impactante los escrutinios constituye un comportamiento electoral que revela una profunda crisis de confianza. La abstención está unida en primer lugar a un sistema que reformó sus procedimientos sin cambiar sus lógicas de funcionamiento. El resultado de ello es un código electoral disuasorio, unos resultados oficiales sospechosos y una presunción de culpabilidad en materia de fraude electoral. A continuación, la abstención está directamente ligada a la oferta política. Su personal, sus propuestas y sus resultados llevan a los electores a desinteresarse si no de la cuestión política cuanto menos de la cuestión electoral. Por último, la abstención es consecuencia de un electorado escaldado, desmovilizado, suspicaz y exigente. En 1990 los argelinos votaron masivamente contra los símbolos del régimen FLN. En 1995 acudieron masivamente a las urnas para rechazar el terrorismo. En ambos casos el voto iba acompañado de una esperanza de cambio. Desde entonces los electores ya no votan «contra» unas ideas o «contra» unas personas, se abstienen» (16).

La juventud de la población argelina refuerza aún más esta constatación. Aunque todas las generaciones están presentes en las manifestaciones, predomina en ellas la juventud. Estos jóvenes, que en el margen de edad entre los 16 y 24 años está en paro casi un 30 %, solo han conocido el poder de Buteflika y su clientela. Han sido testigos de cambios radicales, de negociaciones de adhesiones, de creaciones artificiales de partidos, de la instrumentalización de líderes y de luchas, de intentos de comprar la paz social por medio de la distribución de ayudas y subvenciones cuando suben los ingresos petroleros, etc., que les llevan a una relación escéptica con la oferta política cuando no a un rechazo radical.

Por consiguiente, el vacío político va parejo de una maduración y una toma de postura política resultantes a la vez de la larga herencia y de la experiencia concreta de las dos últimas décadas. La aspiración a la igualdad social invertida por el campesinado y los trabajadores argelinos en la lucha de liberación nacional se transmitió a pesar de que haber sido instrumentalizada por quienes detentan el poder para legitimarse. Testimonio de ello es el lugar que ocupa el himno nacional en las manifestaciones. Testimonio de ello es también la acogida dada a la heroína de la resistencia que es Djamila Bouhired cuando acudió a dar su apoyo a los manifestantes. La maduración proviene también de la experiencia reciente marcada por la puesta en evidencia del callejón sin salida que constituyen las fuerzas que se proclaman del «islam político», pero también por el espectáculo de los coletazos de las llamadas «revoluciones árabes». Como destaca la socióloga Fatma Oussedik:

«Las personas de referencia ya no son, por consiguiente, Ali Benhadj y Abassi Madani, vestidos con djellabas  y que reivindican el único texto religioso. Desde la década de 1990 esta tendencia ha dado lugar a una «burguesía piadosa«, incluso a una pequeña burguesía que ha viajado, cuyo horizonte   no es solo Arabia Saudí. Con las derivas siria y libia, y los viajes a Turquía los islamistas argelinos han experimentado un cambio de imagen. Tienen intereses materiales en los mercados informales de El Eulma, de Jolie-Vue. Temen las rupturas demasiado brutales. Sin duda sigue habiendo más corrientes plebeyas, pero las direcciones de los partidos islamistas siguen en manos de estos islamistas con una nueva imagen. Este evolución ha marcado el fin de la mezquita como único centro de formación   en la protesta» (17).

Esta experiencia reciente tiene sus espacios de socialización en la calle, en las asociaciones y colectivos informales, en los cafés, pero también en los estadios de fútbol, como demuestra la repetición de las melodías de las canciones de los hinchas como soporte de las consignas de las últimas manifestaciones. Testimonio de ello es también la presencia en las manifestaciones de mujeres, con velo o sin él, jóvenes o más mayores. Sin embargo, esta maduración política no cambia el hecho de que no existen fuerzas políticas creíbles que puedan servir de relevo al movimiento social. La falta de una fuerza política popular es un hecho esencial de la situación actual. Como destacaba el economista Omar Benderra antes de que se desencadenara el movimiento popular: «Frente al liberalismo mafioso impuesto por la dictadura, la población opone una tradición de igualitarismo y de justicia muy arraigada, muy alejada de los dogmas y de las ideologías. Por lo tanto, a la espera de la inevitable recomposición del ámbito político solo queda «de izquierda» lo que el pueblo ha conservado en sus profundidades en términos de rechazo de la injusticia y de lo arbitrario, de resistencia a los dictados imperialistas en Palestina y de oposición al alineamiento con Occidente» (18).

La paradoja de una concienciación política creciente junto a un vacío de oferta política creíble caracteriza la situación argelina actual. Si la ruptura con el sistema es la consigna común de todos los manifestantes, ya que estos pertenecen a clases sociales diferentes (desde parados a algunos jefes de empresa pasando por la pequeña burguesía), uno de los retos claves reside en el contenido que se da a esta ruptura. Como destaca el periodista Hocine Bellaloufi refiriéndose a la definición de Lenin (19) de las condiciones de una situación revolucionaria: «Ahora está claro que los de abajo ya no quieren. Lo han expresado clara y masivamente de todas las maneras posibles, en particular en la calle. Pero a pesar de las deserciones que se multiplican y se aceleran a medida que se desarrolla el movimiento popular, los de arriba todavía pueden» (20).

Un contexto geoestratégico de alto riesgo

También hay que resituar el reto argelino en su contexto internacional, que es el de una secuencia histórica mundial marcada por una exacerbación sin precedentes en la historia reciente de las contradicciones entre las grandes potencias imperialistas por el dominio de las fuentes de energía y de las materias primas estratégicas, por el control de las zonas geoestratégicas y por obstaculizar el acceso de los rivales (y en particular de las economías emergentes) a estos recursos y zonas. El fin de los equilibrios surgidos de la Segunda Guerra Mundial con la desaparición de la URSS abrió esta secuencia, que está lejos todavía de mostrar todas sus consecuencias.

Una de las consecuencias más dramáticas para los pueblos es la multiplicación de las guerras entre estas potencias por medio de países interpuestos o por intervención directa. Al igual que para comprender la situación argelina, conviene ahora adoptar el reflejo analítico consistente en buscar sistemáticamente la causa real que se oculta tras el pretexto aparente. Debido a la necesidad de legitimar estas guerras se movilizan y movilizarán todos los pretextos posibles: defensa de una minoría oprimida, los derechos de la mujer, la lucha contra un dictador, la lucha contra el terrorismo, etc. En caso necesario se puede movilizar incluso la técnica del «bombero pirómano», como demuestra el caso de Mali, donde tras haber frenado las capacidades de intervención del ejército maliense, Francia se presentó como salvador ante la amenaza de los rebeldes sobre la capital. Lo demuestra también la situación en Venezuela, donde las sanciones económicas de Estados Unidos tratan de instaurar la penuria para poder argumentar la necesidad de una intervención militar con el fin de ayudar a un pueblo en peligro. Así, unas luchas y unas reivindicaciones justas y legítimas pueden ser objeto de una estrategia de recuperación y de instrumentalización con fines depredadores.

Argelia y las riquezas que representa no se libraron de este contexto en el pasado y tampoco se libran hoy. Este fue el caso durante la Década Negra en el curso de la cual tanto Estados Unidos como la Unión Europea reforzaron a algunas fuerzas rebeldes en determinados momentos y luego las libraron a otras en función de las concesiones del poder y de los acuerdos con él. Igualmente las potencias occidentales tratan desde hace años de llevar al ejército argelino (el segundo en el Norte de África tras Egipto) a participar en sus intervenciones en el África subsahariana. Si bien hasta el momento la respuesta fue negativa, no hay que excluir la tentación de utilizar la actual crisis política para imponer un cambio de rumbo ya sea apoyando un poder más conciliador ya sea respaldado a los defensores actuales. Es indudable que las cancillerías de las grandes potencias elaboran (y los modifican en función de la evolución de la situación) los diferentes escenarios que les permiten salvaguardar sus intereses o desarrollarlos marginando al rival bien situado.

También es notable la madurez de las personas manifestantes en este aspecto, como demuestra la insistencia de quienes se manifiestan en el carácter pacífico de su movimiento. También en esto han aprendido de las guerras que han enlutado al mundo en los últimos años. Dicho esto, en la situación actual nadie puede predecir el futuro y hay que seguir vigilantes.

 

Notas:

(1) Aunque no hay consenso respecto a la evaluación de las víctimas de estas décadas, es indudable el carácter generalizado de los daños humanos: decenas de miles de personas muertas, cientos de miles de personas traumatizadas y discapacitadas, miles de mujeres violadas, miles de personas exiliadas, miles de personas desaparecidas, millones de personas desplazadas. No tener en cuenta el traumatismo colectivo que supone semejante experiencia de vida y de muerte es condenarse a las conclusiones erróneas sobre las reacciones populares argelinas que florecen en la prensa francesa: ¿por qué no hubo en Argelia una «Primavera Árabe»?, la supuesta despolitización de la sociedad argelina, la pseudoausencia de protesta social que firma una igual de ilusoria atonía de las clases populares, etc. [Se conoce como Década Negra la década de 1990 en la que se produce la guerra civil, N. de la t.]

(2) Por citar solo un indicador, recordemos que 14 millones de personas argelinas viven por debajo del umbral de pobreza, es decir, el 35 % de la población, y que un 10 % posee el 80 % de los recursos del país. Son datos proporcionados por una investigación de la Liga Argelina para la Defensa de los Derechos Humanos (LADDH, por sus siglas en francés) que data de 2015: https://www.algerie-focus.com/2015/10/14-millions-de-pauvres-en-algerie10-dalgeriens-detiennent-80-des-ressources-du-pays/. Aunque las cifras oficiales ofrecen una diferencia considerablemente menor, sin embargo coinciden en destacar un importante e indiscutible aumento de la diferencia de riquezas: así, los datos de la Oficina Nacional de Estadística indican que en 2013 un 20 % de los hogares acapara el 40 % de los gastos globales del pueblo argelino: https://algeria-watch.org/?p=13682.

(3) La última declaración del presidente Buteflika del jueves 7 de marzo [de 2019] indica que el poder sigue tratando de imponer esta lógica binaria a pesar de la magnitud de las manifestaciones: «Debemos apelar a la vigilancia y a la prudencia ante una posible infiltración de esta expresión pacífica por parte de cualquier parte insidiosa, ya sea del interior o del exterior que podría […] suscitar la fitna [discordia] y provocar el caos con todo lo que pueden provocar de crisis y de males», https://www.rtl.fr/actu/international/algerie-abdelaziz-bouteflika-met-en-garde-contre-un-risque-de-chaos-7797151460.

(4) El compromiso que acabó con la Década Negra se desarrolló por medio de la integración en el seno del clientelismo de Estado de una parte de los dirigentes «religiosos» y por medio de la emergencia de una pequeña burguesía y de una burguesía comercial surgidas de este origen a cambio de la famosa «reconciliación».

(5) En un excelente artículo del 7 de marzo [de 2019] la socióloga Fatma Oussedik resume de la siguiente manera los datos que caracterizan a la población argelina: un 70 % de la población es urbana, la tasa de crecimiento de esta población sigue siendo elevada con una tasa de crecimiento del 2.89 % al año, las personas menores de 15 años representan el 29.7 % de la población y las menores de 30 años el 54 %. Tras reducir la cantidad de manifestantes a la población activa, esta socióloga destaca: «En nuestra opinión, los tres millones de personas que se han manifestado representan aproximadamente al 25 % de la población de edad de manifestarse, sean cuales sean las correcciones aportadas teniendo en cuenta a las y los niños y a las personas jubiladas presentes», https://www.elwatan.com/edition/contributions/un-peuple-de-trois-millions-dans-les-rues-des-villes-du-pays-qui-sommes-nous-07-03-2019.

(6) El término haraga significa literalmente «aquellos que queman». Designa el acto de arriesgar la vida tratando tratando de atravesar el Mediterráneo en embarcaciones precarias. Así, el presidente de la región de Cerdeña, en Italia, evaluaba en 1.106 la cantidad de personas argelinas que habían desembarcado solo en la costa sudeste de la isla en 2016, https://www.algeriepatriotique.com/2017/09/27/recrudescence-inquietante-de-migration-algeriens-vers-litalie/.

(7) Abdelatif Rebah, Le Développement national contrarié, Argel, INAS, 2011.

(8) Tomamos prestado este término del politólogo Rachid Tlemçani: Etat, Bazar et globalisation. L’aventure de l’Infitah en Algérie, El Hikma, Argel, 1999.

(9) Abdelatif Rebah, Le Développement national contrarié, op.cit., pp. 65-66.

(10) Rachid Tlemçani, : Etat, Bazar et globalisation. L’aventure de l’Infitah en Algérie, op. cit., p. 96.

(11) Ibid, p. 95.

(12) Mehdi Abbas, L’ouverture commerciale de l’Algérie. Apports et limites d’une approche en termes d’économie politique du protectionnisme, Revue Tiers-Monde, n° 210, abril-junio de 2012, p. 60.

(13) Abdelatif Rebah, Le Développement national contrarié, op.cit., p. 66.

(14) Abdelatif Rebah, « Un élan populaire pour une alternative de progrès social», El Watan, 6 de marzo de 2019, https://www.elwatan.com/edition/contributions/un-elan-populaire-pour-une-alternative-de-progres-social-06-03-2019.

(15) Declaración de la Unión Local UGTA de la zona industrial de Rouiba/ReghaÎa, 6 de marzo de 2019, https://www.algerie-eco.com/2019/03/06/ugta-zone-industrielle-rouiba-reghaia-soutiennent-marches-contre-5e-mandat/.

(16) Louïsa Dris-Aït Hamadouche, L’abstention en Algérie : un autre mode de contestation politique, L’année du Maghreb, 2009, p. 263.

(17) Fatma Oussedik, « Un peuple de trois millions dans les rues des villes du pays : qui sommes nous ?» , El Watan, 7 de marzo de 2019, https://www.elwatan.com/edition/contributions/un-peuple-de-trois-millions-dans-les-rues-des-villes-du-pays-qui-sommes-nous-07-03-2019.

(18) Omar Benderra, « Que reste-t-l de la gauche en Algérie»,  Assafirarabi, 27 de noviembre de 2018, http://assafirarabi.com/fr/23427/2018/11/27/que-reste-t-il-de-la-gauche-en-algerie/.

(19) V. I. Lenin: La enfermedad infantil del comunismo (el «izquierdismo»): «La ley fundamental de la revolución, confirmada por todas las revoluciones, y en particular por las tres revoluciones rusas del siglo XX, consiste en lo siguiente: para la revolución no basta con que las masas explotadas y oprimidas tengan conciencia de la imposibilidad de seguir viviendo como viven y exijan cambios; para la revolución es necesario que los explotadores no puedan seguir viviendo y gobernando como viven y gobiernan. Solo cuando los «de abajo» no quieren y los «de arriba» no pueden seguir viviendo a la antigua, solo entonces puede triunfar la revolución».

(20) Hocine Belalloufi, « Algérie : d’une crise de régime à une crise politique»,  Contretemps, 7 de marzo de 2019, https://www.contretemps.eu/algerie-crise-regime/.

Fuente: https://www.investigaction.net/fr/algerie-du-pretexte-conjoncturel-aux-causes-systemiques-promesses-et-dangers-dune-revolte-de-la-dignite/

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.