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Próximos episodios de Start Trek

Fuentes: Página 12

Se está convirtiendo en algo más que una película. EE.UU. acelera su capacidad de guerrear en las galaxias, a título «preventivo» siempre: el informe de 621 páginas de ambas cámaras del Congreso sobre el presupuesto de defensa del 2008 contiene un rubro titulado «Ataque global inmediato» por el que se destinan 100 millones de dólares […]

Se está convirtiendo en algo más que una película. EE.UU. acelera su capacidad de guerrear en las galaxias, a título «preventivo» siempre: el informe de 621 páginas de ambas cámaras del Congreso sobre el presupuesto de defensa del 2008 contiene un rubro titulado «Ataque global inmediato» por el que se destinan 100 millones de dólares al nuevo programa «Falcon». Su meta es construir «un vehículo de crucero supersónico capaz de enviar una carga explosiva de 5,5 toneladas a una distancia de 18.000 kilómetros en menos de dos horas» (The Washington Post, 12-11-07). Casi nada.

El proyecto estadounidense de dominar el espacio en nombre de «la seguridad nacional» no es nuevo y lo mencionó explícitamente Donald Rumsfeld, primer jefe del Pentágono de Bush, en la audiencia senatorial que aprobó su nombramiento: «La historia nos muestra que todos los medios -aire, tierra y mar- han sido campos de conflicto. La realidad indica que lo mismo sucederá con el espacio. Dada esta certeza virtual, EE.UU. debe desarrollar los recursos de represalia y defensa contra actos hostiles en y desde el espacio y asegurar su continua superioridad en la materia» (American Forces Press Service, 11-1-01). El 11 de enero del 2007 -exactamente 6 años después- China lanzó un misil que destruyó un satélite propio que orbitaba a 865 kilómetros de la Tierra para medir las condiciones climáticas. Esto no produjo alegría en la Casa Blanca. Antes, por el contrario.

La nueva política espacial estadounidense establecida en el 2006 contempla el empleo de sistemas nucleares de exploración para «el progreso de conocimientos fundamentales sobre nuestro planeta, el sistema solar y el sistema del universo», pero subraya que también se trata de «garantizar que nuestra capacidad espacial esté disponible a tiempo para promover la seguridad nacional, la seguridad interior y los objetivos de la política exterior» (www.space.com, 7-10-06). Y no se trata sólo de espiar a los estadounidenses mismos vía satélite: el escudo de defensa antimisiles que W. Bush quiere extender a Polonia y la República Checa se trata en realidad del perfeccionamiento de tecnologías nucleares de ataque «en y desde el espacio», como indicó Rumsfeld. Era su costumbre decir las cosas al revés.

Investigaciones de diversas fuentes, como el World Policy Institute (www.worldpolicy.org), permiten acercar una idea de los nuevos elementos que financia el presupuesto militar-industrial del 2008. El escritor Stan Cox los resume así (www.alternet.org, 15-11-07): microsatélites con la capacidad de destruir satélites de otras naciones; espejos en órbita que permitirían reflejar y reenviar rayos de láser emitidos desde la tierra o el aire contra objetivos espaciales determinados; misiles que podrían destruir satélites desde tierra; armas que podrían lanzarse desde la atmósfera terrestre dotadas de una velocidad de 40.000 kilómetros por hora. Un arsenal desconocido y terrorífico.

Poco se habló en concreto de estos artefactos en la conferencia anual sobre espacio y defensa que tuvo lugar en Omaha, Nebraska, del 9 al 11 de octubre, y que reunió a la cúpula del Comando Estratégico de EE.UU. y a representantes de la industria armamentista. Pero nadie dejó de entender el significado de eufemismos como el del contraalmirante James Caldwell, subjefe del organismo Espacio y Ataque Global, dependiente del Comando Estratégico, cuando declaró que su misión consistía en «producir efectos globales, cinéticos y no cinéticos». La preocupación estadounidense por las novedades espaciales de Pekín se refleja en el comentario que formuló un observador anónimo: «La nueva política espacial (de EE.UU.) afirma que podemos defender los cielos con tecnología. Pero no podemos y los chinos acaban de probarlo» (www.space.com, 19-1-07).

Los consorcios armamentistas, espaciales y electrónicos más grandes del país auspiciaron la conferencia y en ella participaron: Lo-cked-Martin, Northtrop Grumman, Boeing, Raytheon, desde luego, y aun otros menores. Se comprende: hay mucho dinero detrás de estos proyectos. Los fondos que la Casa Blanca les asigna triplican casi el presupuesto de la NASA. EE.UU. ocupa el 95 por ciento de la inversión mundial en la militarización del espacio y el espionaje desde el aire, y posee más de la mitad de todos los satélites de naturaleza militar que giran sobre nuestras cabezas 15 o 20 veces por día. Se ignoran las capacidades y los alcances exactos de las nuevas armas espaciales estadounidenses, «uno de los secretos mejor guardados del gobierno» (The Walt Street Journal, 15-8-07). No hace falta conocerlos para imaginar que Star Trek no sólo se proyectará en los cines.