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Un interrogatorio mortal

¿Puede la CIA matar legalmente a un prisionero?

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Sebastian Risau

Al final de un apartado callejón sin salida, en un pujante suburbio de Virginia favorecido por empleados de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), hay una réplica de una anticuada casa de granja, con un porche de barandas blancas. El amplio jardín tiene una piscina que, en una reciente tarde de octubre, estaba prolijamente cubierta. En la entrada había dos autos, una camioneta de modelo reciente, y un vehículo todo terreno. La única nota discordante era dada por una descolorida bandera Americana en el porche; en vez de flamear en la brisa otoñal se encontraba doblada en una pila de adornos navideños.

La casa pertenece a Mark Swanner, un agente de la CIA de 46 años que ha llevado a cabo interrogatorios y pruebas de polígrafo para la agencia, que lo emplea al menos desde los noventa (no es un agente encubierto). Hace dos años, en la prisión de Abu Ghraib en las afueras de Bagdad, un prisionero iraquí bajo la custodia de Swanner, Manadel al-Jamadi, murió durante un interrogatorio. Su cabeza había estado cubierta por una bolsa plástica y se encontraba engrillado en una posición de crucifixión que inhibía su habilidad de respirar; según los patólogos forenses que examinaron el caso, se asfixió. En una investigación interna posterior, autoridades del gobierno de los Estados Unidos clasificaron la muerte de Jamadi como «homicidio», implicando que resultó de causas no naturales. Swanner no ha sido acusado de ningún crimen y sigue trabajando para la Agencia.

Después del 11 de septiembre, el Departamento de Justicia elaboró secretas pautas legales que parecen dar inmunidad a los agentes de la CIA que lleven a cabo interrogatorios agresivos e incluso violentos fuera de los Estados Unidos. Técnicas tales como el «waterboarding»-semi ahogo de un sujeto- han sido implícitamente autorizadas por una Administración que siente que tales métodos pueden ser necesarios para ganar la guerra contra el terrorismo. (En el 2001, el vicepresidente Dick Cheney, en una entrevista en el programa «Meet the Press» dijo que el gobierno podría tener que pasar al «lado oscuro» al tratar con sospechosos de terrorismo, agregando «Va a ser vital para nosotros que usemos todos los medios a nuestra disposición.») Sin embargo, el duro trato dado a Jamadi y otros presos bajo custodia de la CIA ha provocado un acalorado debate en Washington, planteando el interrogante de cuales limites deberían imponerse a los funcionarios de la agencia que interrogan extranjeros sospechosos de terrorismo fuera del territorio de los EE.UU.

Este otoño, respondiendo a la revelación del extendido abuso de prisioneros en los centros de detención estadounidenses en el extranjero-entre ellos Abu Ghraib, Guantánamo en Cuba, y la Base Aérea de Bagram en Afganistán-John McCain, senador Republicano por Arizona, presentó al Congreso un proyecto de ley requiriendo que los estadounidenses que mantienen detenidos a prisioneros en el extranjero sigan los mismos estándares de trato humano exigidos dentro de EE.UU. por la Constitución. Los prisioneros no deben ser tratados brutalmente, dice el proyecto, sea cual sea su «nacionalidad o ubicación física». El 5 de octubre, en desacuerdo con el presidente Bush, quien se opuso fuertemente a la propuesta de McCain, el Senado voto 90-9 a favor del proyecto.

Importantes miembros de la administración han librado una batalla feroz, y cada vez más visible, para proteger el protocolo clasificado de interrogación de la CIA. A fines del mes pasado, Cheney y Porter Goss, el director de la CIA, tuvieron un encuentro privado de 45 minutos en Capitol Hill con el senador McCain, quien fue torturado como prisionero de guerra durante la guerra de Vietnam. Argumentaron que la CIA necesita a veces la flexibilidad de dar a los prisioneros de la guerra contra el terrorismo un trato «cruel, inhumano y degradante.» Cheney buscó agregar una exención al proyecto de McCain que permitiera métodos brutales cuando «tales operaciones sean vitales para proteger a los EE.UU. o a sus ciudadanos de ataques terroristas.» Un editorial del Washington Post censuró la visita de Cheney llamándolo «el vicepresidente por la tortura» [1]. En las próximas semanas un comité de conferencia [2] de la Cámara de diputados y el Senado decidirá si la propuesta de McCain se convierte en ley. Tres de los nueve senadores que votaron contra la medida están en el comité.

El resultado de este extendido debate político podría jugar un rol en decidir el futuro de Swanner, cuyo nombre no se conocía públicamente hasta ahora. Swanner se rehusó a ser entrevistado. La sanción de la ley McCain por las dos cámaras del Congreso significaría que existe una fuerte oposición política al tratamiento abusivo de prisioneros e incrementaría la presión sobre el Departamento de Justicia para que sean procesados interrogadores como Swanner, quien podría ser acusado de agresión, homicidio sin premeditación por negligencia, o tortura. La abogado de Swanner, Nina Ginsberg, se rehusó a discutir su caso «on the record.» Pero Swanner está siendo investigado por el Departamento de Justicia hace más de un año.

Manadel al-Jamadi fue capturado por SEALS (cuerpo de elite) de la marina a las 2 AM del 4 de noviembre de 2003, después de una violenta pelea en su casa, en las afueras de Bagdad. Jamadi peleó ferozmente con uno de los SEALS antes de ser sometido en su cocina; durante el altercado, su cocina cayó sobre ellos. La CIA lo había identificado como un blanco «muy valioso», porque supuestamente había provisto los explosivos usados en varias atrocidades perpetradas por los insurgentes, incluyendo el bombardeo del cuartel general del Comité Internacional de la Cruz Roja, en Bagdad. Después de ser sacado de su casa, Jamadi fue maltratado por varios SEALS, que le dejaron un ojo negro y varios cortes en la cara; luego fue puesto bajo custodia de la CIA, para ser interrogado en Abu Ghraib. Según los testigos, Jamadi podía caminar y hablar cuando llegó a la prisión. Fue llevado a las duchas para ser interrogado. Cuarenta y cinco minutos después estaba muerto.

Durante casi todo el tiempo en que Jamadi era interrogado había sólo dos hombres en el cuarto con él. Uno era un traductor de árabe que trabajaba para la CIA con un contrato privado, quien en los documentos de la corte militar es identificado simplemente como «Clint C.» Se le dio inmunidad contra cargos penales a cambio de su cooperación. La otra persona era Mark Swanner.

En la primavera del 2004 el extendido abuso a los prisioneros en Abu Ghraib se hizo público, en «60 minutes II» y en una serie de artículos en el New Yorker por Seymour M. Hersh [3]. Las fotografías tomadas por soldados estadounidenses, que mostraban prisioneros iraquíes encapuchados, humillados sexualmente y amenazados con perros, fueron publicadas en todo el mundo. Una de las imágenes más espantosas era la del cadáver severamente magullado de Jamadi, que había sido envuelto en plástico y puesto en hielo [4]; se lo conoció en los medios como el «hombre de hielo».

Para esa época, John Helgerson, inspector general de la CIA, mandó investigadores a Irak y San Diego para entrevistar a testigos sobre el rol de la Agencia en la muerte de Jamadi. Estos determinaron que existía la posibilidad de que pudiera considerarse un crimen -que es el umbral requerido por la agencia de inteligencia para que el caso sea cursado al Departamento de Justicia. La agencia lo hizo, y del Departamento de Justicia el caso fue cursado a la oficina de Paul McNulty, el Procurador del estado de Virginia del Este, que tiene jurisdicción sobre el cuartel general de la CIA. El expediente ha permanecido allí por más de un año. Un abogado familiarizado con el caso, que pidió no ser identificado, comentó que el archivo de Swanner parece estar «como en barbecho».

Una vocera de McNulty dijo que éste no haría comentarios sobre el caso, ya que estaba todavía siendo investigado (el mes pasado el presidente Bush nominó a McNulty para la posición de subprocurador general, el segundo puesto con más poder en el Departamento de Justicia.) Ningún otro funcionario del Departamento de Justicia quiso discutir «on the record» por qué, dos años después de la muerte de Jamadi, no se ha decidido presentar cargos contra alguien.

Un funcionario del gobierno familiarizado con el caso, que no quiso ser identificado, indicó que en este caso puede ser difícil establecer culpabilidades debido al duro trato que los SEALS dieron a Jamadi antes de que fuera puesto en custodia de la CIA. Sin embargo, en los últimos dos años varios de los SEALS que capturaron a Jamadi y lo entregaron a la CIA han enfrentado acusaciones de abuso ante la justicia militar y han sido exonerados. Además, tres expertos médicos que examinaron el caso de Jamadi me dijeron que las heridas causadas por los SEALS no pudieron causarle la muerte.

Fred Hitz, quien fue director general de la CIA de 1990 a 1998, y que ahora es conferencista en asuntos públicos e internacionales en la Universidad de Princeton, dijo acerca de los funcionarios de la administración Bush : «Me parece que están haciendo tiempo. «Me dijo que no conocía el caso de Swanner desde dentro, pero que cree que, por muchas razones que van desde proteger la seguridad nacional hasta evitar una situación políticamente embarazosa, los funcionarios de la administración «se oponen a cualquier asignación de responsabilidades en este caso. Quieren que desaparezca de la pantalla.» (Un vocero de la CIA dijo que la investigación interna sobre la muerte de Jamadi está «casi completa» y que por eso «no seria apropiado discutir ningún detalle.»)

John Radsan, un abogado que trabajó en el Consejo General de la CIA, comenta, «Además de los problemas usuales de tratar con información clasificada en un caso penal, esto podría abrir una lata de lombrices si un funcionario de la CIA fuese procesado en este caso. La pregunta del millón es : ¿Qué es lo que ha sido autorizado? ¿Puede la CIA torturar personas? Un caso como éste abre una caja de Pandora.»

Desde el 11 de septiembre del 2001, los interrogatorios realizados por la CIA y el trato dado a los sospechosos de terrorismo han permanecido escondidos de la vista del publico. Grupos de derechos humanos estiman que alrededor de diez mil extranjeros sospechosos están siendo retenidos en centros de detención estadounidenses en Afganistán, Irak, Cuba y otros países. Una pequeña pero desconocida parte de esta población está bajo custodia de la CIA, la cual, como denuncio recientemente Dana Priest [5] en el Washington Post, ha utilizado prisiones secretas en Tailandia y Europa Oriental. Tampoco está claro cuan seriamente toma la Agencia las denuncias sobre abuso de prisioneros. La CIA tiende a ser cuidadosa en seguir estrictos procedimientos legales, que incluyen informar a los miembros más importantes de los Comités de Inteligencia del Senado sobre sus actividades encubiertas. Pero los expertos no recuerdan ninguna instancia de un funcionario de la CIA que haya sido juzgado en una corte publica por asesinato con o sin premeditación. Thomas Powers, autor de dos libros sobre la CIA, me comentó «Nunca he escuchado que alguien de la CIA haya sido condenado por un asesinato.» Agregó que un caso como el de Jamadi tiene delicadas implicancias políticas. «¿Puede la CIA lidiar con una muerte ilegal causada por sus propias manos?» se preguntó. «Yo supongo que no.» Mientras que los militares se han sometido a una docena de investigaciones internas como consecuencia del escándalo de Abu Ghraib, y han castigado a más de doscientos soldados por diversos delitos, la Agencia no ha realizado casi ningún examen público de sus actos.

Se sabe que la CIA estuvo implicada en al menos cuatro muertes de detenidos en Afganistán e Irak, incluyendo la de Jamadi, y que ha cursado al Departamento de Justicia ocho potenciales causas penales involucrando abuso y conducta inapropiada. En marzo, Goss, el director de la CIA testificó ante el Congreso que «nosotros no torturamos» y la oficina de prensa de la Agencia emitió un comunicado afirmando, «Todas las técnicas de interrogación aprobadas, tanto las pasadas como las actuales, son legales y no constituyen tortura» Las políticas de interrogación siempre han seguido las directivas legales del Departamento de Justicia. Si un individuo viola estas políticas, él o ella deberán responder por sus actos.»

Sin embargo, el gobierno sólo ha presentado cargos contra una persona asociada con la agencia: David Passaro, un empleado contratado de bajo nivel, no un verdadero agente de la CIA. En el 2003, mientras interrogaba a un prisionero, Passaro lo habría golpeado con una linterna tan duramente que acabo muriendo de las heridas recibidas. En otros dos incidentes de abuso de prisioneros denunciados por el Times el mes pasado probablemente no se presentarán cargos contra personal de la CIA: el caso en 2003 de un prisionero iraquí que fue introducido por la fuerza de cabeza en una bolsa de dormir y luego golpeado; y en 2002 el maltrato a un prisionero afgano que murió congelado luego de haber sido desnudado y encadenado al piso de una celda de concreto. (El supervisor de la CIA involucrado en este ultimo caso fue posteriormente promovido.)

Una de las razones por las cuales estos agentes de la CIA pueden no tener que enfrentar cargos es que, en los últimos años, el Departamento de Justicia ha establecido una sorprendentemente estrecha definición de tortura. En agosto de 2002 la Oficina de Consejo Legal del Departamento envió un memo sobre interrogatorios a la Casa Blanca, que argumentaba que una técnica coercitiva era tortura sólo cuando producía un dolor equivalente al que podría sentir una persona al morir o al sufrir la falla de algún órgano. Esto implica que todas las formas menores de maltrato físico y psicológico -lo que los críticos han llamado «tortura light»- serían legales. Y proporciona a los investigadores otra gran excepción: la tortura podría ser aceptable si un interrogador estuviera actuando de acuerdo a «necesidades» militares. Una fuente familiarizada con los orígenes del memo, que se rehusó a hablar «on the record», dijo que éste «fue escrito como una inmunidad, como un cheque en blanco.» En agosto de 2004, este memo, que se hizo conocido como el «memo de la tortura» se filtró, complicando la nominación de Alberto R. Gonzales al puesto de Procurador General; como consejero legal de la Casa Blanca, Gonzales había aprobado el memo. La Administración revisó posteriormente las directivas, usando un lenguaje que parecía más restrictivo. Pero una nota al pie que paso casi desapercibida protegía los métodos coercitivos permitidos en el «memo de la tortura», afirmando que no violaban «los estándares expuestos en este memorándum.»

La Administración Bush se ha resistido a revelar el contenido de dos memos del Departamento de Justicia que establecían detalladas pautas de interrogación para el Pentágono y la CIA. Según la misma fuente un memo clasificado de marzo de 2003 era «asombroso». El documento hace caso omiso de virtualmente todas las leyes nacionales e internacionales que regulan el tratamiento de prisioneros, incluyendo crímenes de guerra y estatutos de agresión y es radical en su idea de que en tiempos de guerra el Presidente puede usar cualquier medio que considere necesario para luchar contra los enemigos. De acuerdo a este memo el Congreso no tiene el derecho constitucional de interferir con el presidente en su rol de Comandante en Jefe, y esto incluye la elaboración de leyes que puedan limitar la forma en que los prisioneros son interrogados. Se dice que otro memo clasificado del departamento de Justicia, distribuido en agosto de 2002, autoriza a la CIA a usar numerosas técnicas «mejoradas» de interrogación. Estos dos memos aprueban medidas tan extremas que, incluso si la Agencia quisiera disciplinar o procesar a aquellos agentes que vayan más allá de los cómodos límites fijados por ella, las herramientas legales podrían simplemente ya no existir. Al igual que el «memo de la tortura», se cree que si bien estos documentos han sido firmados por Jay Bybeee, el jefe anterior de la Oficina de Consejo Legal, han sido escritos por un abogado del Departamento de Justicia, John Yoo, quien es actualmente profesor de Leyes en Berkeley.
 
Senadores Demócratas críticos de los abusos reportados han estado pidiendo ver estos memos por casi un año. «Necesitamos saber qué es lo que ha sido autorizado» me dijo Carl Levin, un Demócrata por Michigan. «¿Fue el waterboarding? ¿El uso de perros? ¿Desnudar a los detenidos? La negativa a darnos estos dos documentos es totalmente inexcusable.» Levin es miembro del Comité de Inteligencia del Senado, cuyo rol se supone que es supervisar a la CIA. «La Administración cree que le basta con decir no,» continuó. «No pueden alegar privilegios ejecutivos. No pueden alegar razones de seguridad nacional, les hemos ofrecido mantener los memos clasificados. Son tonterías. Ellos simplemente no quieren que sepamos lo que hacen, o han hecho.»

Para el verano de 2003, la insurgencia contra la ocupación estadounidense de Iraq se había convertido en una insurrección desconcertante y letal, y tanto el Pentágono como la Casa Blanca estaban presionando a los agentes de la CIA y a los miembros de las fuerzas especiales para conseguir la información necesaria para aplastarlos. Siguiendo ordenes del Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el general Geoffrey Miller, quien había supervisado interrogatorios coercitivos de sospechosos de terrorismo en Guantánamo, impuso métodos similares en Abu Ghraib. Sin embargo, en octubre de ese año -un mes antes de la muerte de Jamadi-la oficina de consejo legal del Departamento de Justicia emitió un fallo afirmando que los insurgentes iraquíes están cubiertos por la Convención de Ginebra, que exige el tratamiento humano de los prisioneros e impide los interrogatorios coercitivos. El fallo revirtió una interpretación anterior que había concluido, erróneamente, que los insurgentes iraquíes no estaban protegidos por las leyes internacionales.

Como consecuencia de estos contradictorios mandatos de Washington, las reglas de procedimiento en Abu Ghraib se hicieron confusas, y la táctica se volvió cada vez más ad hoc. Jeffrey Smith, un antiguo consejero general de la CIA, me comentó: «Lo de Abu Ghraib tiene sus raíces en lo alto. Creo que esta incertidumbre acerca de quién estaba y quién no estaba cubierto por la Convención de Ginebra, y todo lo que se dice de que son todos terroristas, alimentó el clima en el que ocurre esta clase de abusos.»

En Abu Ghraib el hecho de que agentes de la CIA y militares estadounidenses trabajaran codo a codo aumentó la confusión respecto de los métodos de interrogación y detención. La coronel Janis Karpinski, antigua comandante de la 800ava Brigada de Policía Militar, que supervisó la administración de Abu Ghraib durante el periodo de los abusos, ha dicho que tanto los agentes de la CIA como algunos oficiales de inteligencia militar, no usaban uniforme cuando visitaban la prisión, y que no era claro, ni siquiera para ella, que estaban haciendo allí. «Yo creía que la mayoría de los civiles allí eran intérpretes, pero había algunos civiles que no conocía,» le dijo a Seymour Hersh. «Yo los llamaba fantasmas que desaparecen. Siempre estaban trayendo a alguien para ser interrogado, o esperando para recoger a alguien que salía.» A diferencia de los miembros del Ejército y la Marina, los agentes de la CIA no están sujetos al Código Uniforme de Justicia Militar, que prohibe «crueldad hacia, u opresión o maltrato de» prisioneros.

Walter Díaz, un policía militar, estaba de guardia en Abu Ghraib la mañana que Jamadi fue llevado a la prisión. Me dijo, «Los OGA»-«otras agencias gubernamentales», iniciales comúnmente utilizadas para proteger la identidad de la CIA-«traían gente todo el tiempo para interrogarla. Teníamos un ala, Tier One Alpha, reservada para los OGA. Allí ellos mantenían a unas veinte personas simultáneamente.» Continuó, «Eran sus prisioneros. Se metían en un cuarto y se encerraban. Nosotros, como soldados, no nos involucrábamos. Cerrábamos la puerta por ellos y nos íbamos. No sabíamos qué estaban haciendo.» «Pero», recordó, «se escuchaban muchos gritos.»

Considerando este nivel de secreto, es dudoso que se hubiese conocido ningún detalle acerca del rol de la CIA en la muerte de Jamadi de no haber sido por una extraña y tangencial cadena de eventos. Tres meses después de que Jamadi murió, Jeffrey Hopper, un SEAL de la marina, que había sido asignado para llevar a cabo en Bagdad acciones conjuntas con la CIA, fue acusado de robar el chaleco antibalas de otro SEAL. Hopper, que había sido apodado Klepto por la unidad, fue expulsado de las Fuerzas especiales. Cuando fue destituido, le contó a las autoridades que conocía ofensas mucho peores cometidas por otros SEALS, y citó el maltrato de varios prisioneros, incluyendo a Jamadi. Sus acusaciones formaron la base de múltiples acusaciones contra otros SEALS, lo que condujo a la corte marcial del teniente Andrew Ledford, comandante del pelotón que capturo a Jamadi, por entre otras cosas, permitir a sus tropas agredir al prisionero. En Mayo Ledford fue absuelto, pero durante las audiencias, que fueron abiertas, se conocieron una cantidad de hechos inquietantes, que aluden al rol de la CIA en la muerte de Jamadi.

Seth Hettena un periodista de la Associated Press con base en San Diego, California, asistió a las audiencias. Los testimonios dados en la corte indicaban que Jamadi, antes de llegar a Abu Ghraib, fue interrogado «de forma violenta» por una combinación de SEALS y personal de la CIA en el «cuarto de juegos», un diminuto espacio en el campamento de la Marina en el aeropuerto internacional de Bagdad. Swanner se encontraba entre los presentes. Uno de los SEALS testificó que después de que Jamadi fue esposado uno de los agentes de la CIA «golpeó su pecho con su brazo, presionando con todo su cuerpo.» De acuerdo a un informe reciente de John McChesney en la National Public Radio, un guardia de la CIA que fue testigo de la escena les contó a los investigadores que, después de desnudar a Jamadi y empaparlo con agua fría, un interrogador de la CIA amenazó con «asarlo» si no hablaba. Se dice que Jamadi gimió, «Me estoy muriendo, me estoy muriendo.» A lo que el interrogador replicó «Ya desearás estar muriendo.»

Los testimonios en la corte también establecieron que Jamadi fue arrojado violentamente por los SEALS contra el piso en la parte trasera de un Humvee antes de ser entregado en Abu Ghraib. Durante este tiempo estuvo esposado. «¿Se lo consideraba una amenaza?» le preguntó una fiscal de la Marina a uno de los SEALS procesados. «No, señora,» concedió el SEAL.

Poco después de que Associated Press publicara la historia de Hettena sobre el «cuarto de juegos», dos agentes no identificados, evidentemente de la CIA, aparecieron en la Corte. A partir de ese momento, según me comentó Hettena, los agentes, que no dieron sus nombres, protestaban cuando los testimonios tocaban asuntos delicados para la CIA. En muchas instancias, se les exigió a los periodistas y otros miembros del público que abandonaran la sala. En otra ocasión, un testigo no identificado de la CIA declaró detrás de una cortina azul. Varias partes de las preguntas de los abogados defensores de los SEALS fueron declaradas «no ha lugar.» Cuando uno de los abogados de la defensa, Matthew Freedus, le preguntó a un testigo » ¿En qué posición estaba Jamadi cuando murió?», los representantes de la CIA protestaron, diciendo que la respuesta era información clasificada. La misma objeción fue hecha cuando se formuló una pregunta respecto al papel jugado por el agua en los interrogatorios de Jamadi.

Para fines de la primavera pasada, si bien la reputación de los SEALS había sido manchada por la revelación de los malos tratos contra Jamadi, se los absolvió de los cargos más graves de maltrato. El interrogante acerca de la responsabilidad por la muerte de Jamadi siguió sin ser respondido. Milt Silverman, uno de los abogados de la defensa, me dijo, «¿Quién mató a Jamadi? Yo se que no fue ninguno de los SEALS. Por eso es que sus causas fueron sobreseídas.» Frank Spinner, un abogado civil que representó a Ledford, dijo «La causa contra la CIA es más sólida que la causa contra los SEALS. Pero a los militares se los está poniendo ‘a secar fuera’ mientras la CIA ‘patina’. Quiero un descargo publico, ya sea en un juicio, una audiencia ante un comité del congreso, o un informe público. Tiene que haber algo más significativo que simplemente meter la causa en un cajón del Departamento de Justicia.»

Un error de clasificación cometido por la Agencia hizo que Spinner y varios otros abogados de la defensa se instruyeran mucho más de lo que debían sobre el papel de la CIA en la muerte de Jamadi. La CIA había mandado cientos de páginas de material relativo a la muerte de Jamadi a la Marina; a pesar de que muchas de ellas eran clasificadas, todas estaban marcadas como no clasificadas. Estas paginas llegaron a los abogados civiles, quienes las leyeron cuidadosamente. La Agencia, después de darse cuenta de su error, exigió que los abogados devolvieran el material clasificado, y posteriormente «sellaron» todas las actas de la corte relacionadas con el caso. Sin embargo, algunos de los documentos de la CIA fueron vistos por una fuente familiarizada con el caso, que compartió sus contenidos conmigo.

Manadel al-Jamadi llegó a Abu Ghraib desnudo de la cintura para abajo, según un testigo ocular, Jason Kenner, un policía militar de la 372ava compañía de Policía Militar. En una declaración a investigadores de la CIA, Kenner recordó que a Jamadi le habían sacado pantalones, calzoncillos, medias y zapatos, y que llegó con sólo una camiseta púrpura y una chaqueta púrpura, y con su cabeza cubierta completamente por una bolsa de arena verde. Sin embargo, Kenner le comentó a los investigadores de la CIA que «el prisionero no parecía estar sufriendo. Caminaba bien y hablaba normalmente.» Las esposas plásticas flexibles en las muñecas de Jamadi estaban tan apretadas, sin embargo, que Kenner tuvo problemas para cortarlas cuando fueron reemplazadas por esposas de acero y las manos de Jamadi aseguradas detrás su espalda.

El sargento primero, Mark Nagy, reservista de la 372ava compañía de Policía Militar, también estaba de servicio en Abu Ghraib cuando Jamadi llego. Según los documentos internos clasificados, le dijo a los investigadores de la CIA que Jamadi parecía «lucido», señalando que «hablaba durante su admisión » Nagy dijo que Jamadi «no era combativo» cuando fue puesto en celda de detención, y que «respondía a las órdenes». En su opinión, «no había necesidad de ponerse duro con el.»

Kenner les contó a los investigadores que «minutos» después de que Jamadi fue puesto en la celda un interrogador-posteriormente identificado como Swanner- comenzó a «gritarle, tratando de averiguar donde estaban ciertas armas.» Kenner dijo que pudo ver a Jamadi a través de la puerta abierta de la celda «sentado como un niño asustado.» Contó que los gritos continuaron por cinco o diez minutos. En cierto momento, según Kenner, Swanner y el traductor «le quitaron al prisionero su chaqueta y su camiseta,» dejándolo desnudo. Agregó que no vio heridas ni magullones. Poco después, Swanner y el traductor dijeron a los policías militares que «llevaran al prisionero a Tier One», el ala destinada a interrogatorios de la Agencia. Los policías militares vistieron a Jamadi con un mono naranja estándar, dejándole la bolsa de arena cubriendo su cabeza. Y lo llevaron caminando hasta las duchas para ser interrogado. Kenner dijo que Jamadi «no ofreció resistencia.»

En el camino, Nagy notó que Jamadi estaba «gimiendo y respirando pesadamente, como si estuviera sin aire.» Walter Díaz, el PM que había estado de guardia en la prisión, les dijo a los investigadores de la CIA que Jamadi no mostraba signos de «sufrimiento ni se quejaba en el camino a las duchas.» Pero también me dijo que él también notó que Jamadi estaba teniendo «problemas respiratorios.» Una autopsia mostró que tenia seis costillas rotas; no queda claro cuando fueron fracturadas. Los agentes de la CIA no le realizaron ni siquiera un examen médico superficial, aunque la Convención de Ginebra exige que los prisioneros reciban «atención medica».

«Jamadi era básicamente un ‘prisionero fantasma’ «, me dijo un antiguo investigador el caso, que no quiso ser identificado. «No fue registrado al entrar al establecimiento. A gente como ésta, simplemente la traen y usan el establecimiento para los interrogatorios. Los militares de bajo rango que estaban allí simplemente cumplían las ordenes de los OGA. No había proceso de registro.»

De acuerdo al testimonio de Kenner, cuando el grupo llegó a las duchas Swanner le dijo a los PMs que «no quería que el prisionero se siente y que lo quería engrillado a la pared.» (no consta ninguna explicación para esta decisión) En una de las paredes había una ventana con barrotes. Usando un par de grilletes para tobillos, Kenner y Nagy ataron los brazos de Jamadi, que habían sido colocados detrás de su espalda, a los barrotes de la ventana.

La Associated Press mencionó a un experto que describió la posición en la que Jamadi murió como una forma de tortura conocida como «colgamiento palestino,» en la cual un prisionero cuyas manos están sujetas detrás de su espalda es colgado de sus brazos. (Se dice que esta técnica ha sido usada en el conflicto palestino-israelí.) Las declaraciones juradas realizadas por los PM a los investigadores sugieren que, al menos al principio, Jamadi podía estar de pie sin dolor: los registros de la autopsia muestran que media 1.78 m. y, según Díaz me explicó, la ventana estaba a aproximadamente un metro y medio del piso. Los relatos concuerdan en que, si bien Jamadi podía estar de pie sin incomodidad, no podía arrodillarse ni sentarse sin colgar dolorosamente de sus brazos. Una vez que estuvo sujeto, los PM lo dejaron solo en el cuarto con Swanner y el traductor.

Díaz contó que menos de una hora después estaba caminando cerca de las duchas cuando Swanner salió y le pidió ayuda, diciendo «Este tipo no quiere cooperar.» De acuerdo al informe del NPR, uno de los hombres de la CIA le dijo a los investigadores que él pidió asistencia medica, pero no hay ningún registro disponible donde conste que un doctor haya sido llamado. Según su testimonio, cuando Díaz entró a las duchas se sorprendió de ver que las rodillas de Jamadi estaban flexionadas, y que estaba casi arrodillado. Swanner quería que los soldados reposicionaran a Jamadi, para que estuviese parado más derecho. Como ayuda adicional, Díaz llamó a dos soldados de su compañía, el sargento Jeffery Frost y Dennis Stevanus. Pero después de que lo hubieron puesto de pie por un momento, como les habían pedido, enganchando los grilletes más arriba en la ventana, Jamadi se desplomó de nuevo. Díaz me dijo «Al principio pensé ‘este tipo está borracho.’ Simplemente se deslizó hasta una posición en la que sus manos estaban como saliéndose de los grilletes. Parecía estar a punto de dislocarse los brazos.»

Swanner, a quien Díaz describió como un «blanco excedido de peso y de aspecto desprolijo» y que vestía ropa negra, estaba aparentemente menos preocupado. «Decía ‘Sólo se está haciendo el muerto.'» según recordó Díaz. «Pensaba que estaba fingiendo. No estaba para nada preocupado.» Mientras Jamadi colgaba de sus brazos, me dijo Díaz, Swanner «simplemente le hablaba y le hablaba. Pero no había respuesta.»

Frost le dijo a los investigadores de la CIA que el interrogador había dicho que Jamadi estaba simplemente «haciéndose el muerto.» Pero cuando Frost levantó a Jamadi de su mono, para ponerlo derecho, y notó que éste se le enterraba profundamente en la entrepierna, pensó «Este prisionero es muy bueno haciéndose el muerto.» Cuando el cuerpo de Jamadi se aflojó de nuevo, Frost recordó haber comentado que «nunca había visto los brazos de nadie en semejante posición,» y le sorprendía «que simplemente no se le salieran de lugar.»

Díaz, sintiendo que algo andaba mal, levantó la capucha de Jamadi. Su cara estaba muy magullada. Díaz puso un dedo delante de los ojos abiertos de Jamadi, que no se movieron ni parpadearon, y dedujo que estaba muerto. Frost le dijo a los investigadores que cuando los hombres bajaron a Jamadi al piso «comenzó a salir sangre a borbotones de la nariz y su boca, como si un grifo hubiese sido abierto.»

Swanner, quien se había mostrado tan impasible, de pronto pareció «sorprendido» y «pasmado», según Frost. Comenzó a hablar de cómo Jamadi había luchado y se había resistido durante todo el camino a la prisión. También hizo llamadas en su teléfono celular. En minutos, según Díaz, llegaron a la escena cuatro o cinco agentes OGA adicionales, también vestidos de negro.

El doctor Steven Miles, un especialista en ética médica de la Universidad de Minnesota, que está escribiendo un estudio de las prácticas médicas durante la guerra contra el terrorismo, ha examinado el incidente de Jamadi en detalle. Recientemente me relató lo que ocurrió aquella mañana. Un médico iraquí que trabajaba con la CIA confirmó la muerte de Jamadi. El capitán Donald Reese, comandante de la policía militar de Abu Ghraib, llegó a las duchas y escuchó al coronel Thomas M. Pappas, comandante de inteligencia militar en la prisión, decir «No voy a caer yo solo por esto.»

El personal de la CIA ordenó que el cuerpo fuera mantenido en las duchas hasta la mañana siguiente. El cadáver fue envuelto en plástico, puesto en hielo y atado con cinta aisladora, aparentemente en un intento de retrasar el proceso de descomposición y, según cree Miles, para dificultar la datación de la muerte. El hielo ya se estaba derritiendo cuando la suboficial Sabrina Harman posó para unas fotos [6] inclinándose sobre el cuerpo de Jamadi, sonriendo y haciendo el gesto de pulgares arriba. El día siguiente un médico insertó una cánula en el brazo de Jamadi, puso el cuerpo en una camilla, y lo sacó de la prisión como si Jamadi estuviese meramente enfermo, con el objeto de «no perturbar a los otros detenidos.» A los otros interrogadores, según Miles, «se les dijo que Jamadi había muerto de un ataque al corazón.» (No hay evidencia médica de que Jamadi haya tenido un paro cardiaco.) Un oficial de inteligencia militar relató más tarde que se le pagó a un chofer de taxi local para que se llevara el cuerpo de Jamadi.

Frost le contó a los investigadores que antes de irse, Swanner le confíó que «no había conseguido sacarle ninguna información al prisionero.» Los agentes de la CIA se llevaron con ellos la capucha ensangrentada que había cubierto la cabeza de Jamadi; más tarde fue desechada. «Ellos destruyeron evidencia y no preservaron la escena del crimen.» dijo Spinner, el abogado de uno de los SEALS.

El día siguiente Swanner entregó una declaración a los investigadores del Ejército, enfatizando que él no le había puesto las manos encima a Jamadi, y que no había hecho nada malo. «Clint C.» el traductor, también dijo que Swanner no había golpeado a Jamadi. «No creo que nadie tuviera la intención de provocarle la muerte,» me dijo un viejo investigador del caso, que pidió no ser identificado. Pero cree que la decisión de engrillar a Jamadi a la ventana refleja una intención de causar sufrimiento. (Bajo las leyes estadounidenses e internacionales, la intención es crucial para determinar la existencia de un hecho criminal en crímenes de guerra o casos de tortura.) «La CIA,» dijo, «lo puso en esa posición para hacerlo hablar. Ellos asumieron que dolor equivale a cooperación.»

La autopsia, llevada a cabo por patólogos militares cinco días después, clasificó la muerte de Jamadi como homicidio, diciendo que la causa de muerte fue «respiración comprometida» y «lesiones por objetos contundentes» en la cabeza y el torso de Jamadi. Pero parece que los patólogos que realizaron la autopsia no sabían que Jamadi había sido engrillado a una ventana alta. Cuando se mostró una descripción de la posición de Jamadi a dos de los más prominentes examinadores médicos del país -quienes revisaron el informe de la autopsia, a pedido de uno de los abogados de los SEALS- su conclusión fue diferente. Miles, independientemente, estuvo de acuerdo.

Uno de los examinadores, el Dr. Michael Baden, quien es el principal patólogo forense de la policía del estado de New York, me dijo «Lo que me impresionó fue que Jamadi estaba vivo y sano cuando entró a la prisión. Los SEALS fueron acusados de haberle causado lesiones en la cabeza antes de que llegara, pero no tenía lesiones importantes en la cabeza, y ciertamente ninguna lesión cerebral que pudiese haberle causado la muerte.» Según dijo, las lesiones de Jamadi eran sin duda dolorosas, pero no mortales. Baden continuó: «También tenía lesiones en sus costillas. No se muere por costillas rotas. Pero si había sido colgado de esa forma, eso es diferente.» A su juicio, «asfixia es de lo que murió -como en una crucifixión. Baden, quien inspeccionó una bolsa plástica del mismo tipo que la que cubrió la cabeza de Jamadi, dijo que la bolsa «pudo haber dificultado su respiración, pero no pudo haber sido suficiente para causarle la muerte.» De mayor importancia, según el, era la posición de Jamadi. «Si sus manos fueron levantadas un metro y medio, llegaban a la altura de su cuello. Eso es bastante duro. Eso pondría mucha tensión en los músculos de su tórax, que son necesarios para respirar. No sólo es doloroso, puede impedir que el diafragma suba y baje y que el tórax se expanda. Los músculos se cansan y se dificulta el funcionamiento de la respiración, haciendo que entre menos oxígeno al torrente sanguíneo. «Una persona en estas condiciones perdería primero la conciencia, según él, y eventualmente moriría. La capucha, sugirió, habría probablemente complicado más las cosas, porque los interrogadores «no pueden ver si su cara se va poniendo azul. Podemos ver mucho de la condición de un paciente mirando su cara. Al ponerle esa maldita capucha no pueden ver si está consciente.» Ella «tampoco les permite saber cuando murió.» Lo importante, según Baden, es que Jamadi «no murió como resultado de ninguna lesión recibida antes de entrar a la prisión.»

El Dr. Ciril Wecht, medico y abogado, quien fue coroner [7] del condado de Allegheny, Pennsilvania, y antiguo presidente de la Asociación Americana de Ciencia Forense, llegó independientemente a la misma conclusión. Según el, la interpretación avanzada por los patólogos militares «no encaja con su propio informe. Dijeron que murió por trauma causado por objeto contundente, sin embargo no había evidencia significativa de trauma en la cabeza.» Wecht, en cambio, cree que Jamadi «murió por el compromiso respiratorio» y que «la posición en la que el cuerpo estaba habría sido la causa de muerte». Agregó, «Fíjate, yo no soy un critico de la guerra de Iraq. Pero no creo que debamos rebajarnos a los bárbaros niveles de los insurgentes.»

Walter Díaz me dijo «Alguien debería ser acusado. Si Jamadi ya estaba esposado, no había razón para tratar al tipo en la forma que lo hicieron-la forma en que lo colgaron.» Díaz dijo que no sabía si Swanner había tenido la intención de torturar a Jamadi, o si la muerte fue accidental. Pero estaba preocupado por la inacción del gobierno, y lo que veía como un intento de la CIA de tapar el asunto. «Trataron de culpar a los SEALS. La CIA tuvo un gran papel en esto. Pero usted conoce a la CIA, ¿quien va a ir contra ellos?»

Según Jeffrey Smith, antiguo consejero general de la CIA, y ahora un abogado privado que maneja casos de seguridad nacional, la decisión de acusar a Swanner «probablemente llegaría hasta el mismo Procurador General.» Críticos de la Administración, como John Sifton, abogado de Human Rights Watch, se preguntan si Alberto Gonzales, quien fue nombrado Procurador General en 2004, no tiene demasiados conflictos de interés como para evaluar imparcialmente la causa contra Swanner. «Es difícil imaginarse que las autoridades actuales vayan a perseguir a estos tipos, dado que la cabeza del Departamento de Justicia, Alberto Gonzales, ha tenido un papel central en elaborar las directivas que llevaron a los abusos.» Sugirió que lo prudente sería que Gonzales «se recusase a si mismo y que dejara la decisión al Subprocurador o a un funcionario de carrera.»

Pero aquí también hay conflictos políticos. Es en la oficina de Paul McNulty, cuya nominación para ser segundo de Gonzales pronto será presentada ante el Congreso, y quien fue miembro del staff republicano del Congreso antes de ser nombrado procurador, donde el caso de Jamadi se encuentra trabado. Y Alice Fisher, nueva jefe de la división criminal del Departamento de Justicia, sólo consiguió el puesto gracias a un «nombramiento de receso» [8]; durante las audiencias de confirmación, Fisher, quien previamente manejaba los casos de contraterrorismo para el Departamento, se rehusó a suministrar la información que se le pidió acerca de su conocimiento del abuso de prisioneros por la CIA, y en consecuencia el Congreso no aprobó su nominación.

Aun más inquietante es la posibilidad de que, bajo las pautas de interrogación de la Administración Bush, el asesinato de Jamadi pueda no haber violado ninguna ley. Jeffrey Smith dice que es posible que los memos de la Oficina de Consejo Legal puedan haber creado demasiados vacíos legales para interrogadores como Swanner, «haciendo que procesarlos sea demasiado complicado.» Smith agregó, «pero, incluso según la definición ampliada de tortura, no veo cómo alguien golpeado mientras sus manos estaban atadas, que luego murió colgado-cómo eso podría ser legal. Sentiría vergüenza si alguien argumentase que lo es.»

El senador Richard Durbin, un demócrata por Illinois, formó parte del Comité de Inteligencia del Senado hasta enero de 2005. Antes de eso, pudo ver el juego completo de fotografías clasificadas de Abu Ghraib. En una entrevista reciente en su oficina en el Capitolio, dijo «Usted no puede imaginarse lo que es ir a un cuarto cerrado donde hay un informe clasificado, y estar parado hombro a hombro con sus colegas del Senado, y ver cientos y cientos de slides como los de Abu Ghraib, la mayoría de los cuales no han sido públicamente divulgados. Me sentía enfermo cuando me fui.» Continuó: «Fue entonces que comencé a sospechar que algo significativo estaba ocurriendo en los más altos niveles del gobierno, en lo concerniente a la política de tortura.»

Desde entonces, Durbin ha estado tratando de llenar los vacíos que permiten al personal del gobierno llevar a cabo interrogatorios brutales. El año pasado introdujo una enmienda en el proyecto de ley de autorización de defensa que afirmaba que la CIA estaba cubierta por las leyes estadounidenses que prohiben la tortura y el trato cruel inhumano y degradante. Pero su enmienda encontró una fuerte resistencia de la Administración Bush, y finalmente no fue aceptada. Durbin probó con otras estratagemas legislativas, pero sin mucho éxito. Eventualmente John McCain retomó la causa de Durbin, lo que condujo a sus confrontaciones del mes pasado con Cheney y Goss. Ni Cheney ni ningún otro funcionario de la Administración parecen haber escarmentado con el escándalo de Abu Ghraib; de hecho, por primera vez están manteniendo abierta y explícitamente que el personal de la CIA debería ser eximido de los estándares que se aplican al resto de los estadounidenses.

«Me preocupa que el gobierno no avance con estos procesamientos,» dijo Durbin refiriéndose a las causas de la CIA. «Es realmente difícil entender las políticas de la Administración en esto. Creo que el mundo era muy simple antes del 11 de septiembre. Sabíamos lo que era la ley, y yo entendía que se aplicaba a todos en el gobierno. Ahora hay una gran incertidumbre. Hay una sombra sobre nuestra nación que necesita ser disipada.»

Articulo original: http://www.newyorker.com/fact/content/articles/051114fa_fact

Notas

[1] http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2005/10/25/AR2005102501388.html

[2] Comité de Conferencia (Conference Committee): Un comité que es designado para exponer diferencias específicas de opinión entre la Cámara de Diputados y el Senado acerca de las propuestas de ley que cada Cámara haya sancionado, pero con posiciones diferentes en una o más enmiendas.

[3] Uno de ellos, traducido, en Rebelión: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=160   Los otros en http://www.newyorker.com/archive/previous/articles/051226frprsp_previous1

[4] http://antipolygraph.org/graphics/jamadi.jpg

[5] http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2005/11/01/AR2005110101644_pf.html

[6] http://en.wikipedia.org/wiki/Manadel_al-Jamadi

[7] Los coroners en EE.UU son en general funcionarios elegidos, pero no judiciales. Suelen depender sólo de cada Estado o de los condados. Se ocupan en general de determinar las causas y circunstancias de las muertes violentas cuya causa se desconoce.

[8] El «nombramiento de receso» (recess appointment) se produce cuando el presidente de los EE.UU. decide llenar una vacante en una posición federal durante un receso del Senado. Están autorizados por la Constitución (Art II). Suelen usarse para casos difíciles, con la esperanza de que después del receso la oposición haya disminuido. Aunque no queda claro cuan largo debe ser receso para que el Presidente pueda usar este poder. Roosevelt llego a realizar nombramientos durante recesos de un solo día.

[9] Este artículo, publicado en The New Yorker en noviembre de 2005, ayuda a entender lo que ocurrió después. El 15 de diciembre el Congreso acabó sancionando la ley McCain, y Bush no se animó a vetarla (http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-60570-2005-12-16.html). La foto del apretón de manos con McCain y la frase «Hemos mandado un mensaje al mundo de que Estados Unidos no es como los terroristas,» recorrieron el mundo. Menos publicidad recibió el «signing statement» emitido por Bush dos semanas despues. Un «signing statement» o «declaración de firma», es la posición oficial del presidente declarando su interpretación de una nueva ley. Bush interpreta que la ley McCain esta limitada por la autoridad «constitucional» del Presidente, como Comandante en Jefe. En palabras de David Golove, profesor de leyes de la Universidad de Nueva York: «Esta declaración de firma está diciendo «Sólo cumpliré con la ley si quiero, y si algo surge en la guerra del terrorismo por lo que considere importante torturar o practicar una conducta cruel, inhumana y degradante, tengo la autoridad para hacerlo y nada en la ley me detendrá.» ( http://www.boston.com/news/nation/washington/articles/2006/01/04/bush_could_bypass_new_torture_ban/ ) Esta nueva movida sigue los lineamientos del memo de Yoo, mencionado en el artículo de Jane Mayer, sobre el rol del presidente como Comandante en Jefe y es una nueva muestra del avance de la Administracion Bush sobre el poder judicial (ver la declaracion de los senadores democratas al respecto en http://www.boston.com/news/nation/washington/articles/2006/01/05/3_gop_senators_blast_bush_bid_to_bypass_torture_ban )

La importancia de los «signing statements» para la Administración Bush puede cuantificarse: menos de 400 fueron emitidos desde 1817 hasta la llegada de Bush, éste en cambio emitió 435 sólo en su primer mandato ( http://writ.news.findlaw.com/commentary/20060109%5Fbergen.html ) En 95 de ellos Bush alude a la doctrina del «unitary executive» que sugiere que los poderes presidenciales son casi ilimitados. El candidato de Bush para la Corte Suprema, Samuel Alito, ha sido en el pasado un ferviente defensor de esta doctrina, aunque ahora ha mostrado ciertas convenientes reservas.