Basada en una cadena interminable de comprobadas mentiras, la «guerra contra el terrorismo» desatada por Bush El nazi hace cinco años es ella misma la más grande de todas las falsedades sostenidas por su gobierno y los de sus dóciles aliados europeos y de otras partes del mundo. En realidad se trata de una guerra […]
Basada en una cadena interminable de comprobadas mentiras, la «guerra contra el terrorismo» desatada por Bush El nazi hace cinco años es ella misma la más grande de todas las falsedades sostenidas por su gobierno y los de sus dóciles aliados europeos y de otras partes del mundo. En realidad se trata de una guerra contra los pueblos para asegurar la decadente hegemonía mundial de Estados Unidos y su control de los hidrocarburos; en primera instancia, aunque no únicamente, en el mundo islámico.
Un caso paradigmático sobre el doble rasero en que se basa la extraña guerra contra el terrorismo es el de la protección que recibe en Estados Unidos el architerrorista de origen cubano Luis Posada Carriles.
Al permitir en marzo de 2005 el ingreso ilegal de Posada en su territorio, autor intelectual de numerosas acciones terroristas contra Cuba y el movimiento revolucionario latinoamericano según documentos desclasificados de la CIA y la FBI, Washington puso en evidencia que «da albergue» a terroristas. Una acción que Bush ha afirmado es causa suficiente para bombardear otro país. Meses después se publicó en Miami un documento de la FBI revelando que un agente suyo estaba infiltrado en el grupo que organizó la operación de traslado marítimo de Posada desde México a Estados Unidos. Esto a raíz de que a Santiago Alvarez, jefe del grupo y connotado terrorista anticubano le fuera ocupado por la policía un arsenal de armas de guerra en el sur de Florida.
El caso de Posada ha sido tratado por el gobierno de Bush como el de un extranjero más que ha entrado ilegalmente en Estados Unidos luego de que se viera forzado a detenerlo ante el escándalo provocado por una conferencia de prensa que convocó en Miami justo cuando Washington juraba y perjuraba que su presencia en Estados Unidos era un «invento de Castro».
El gobierno de Bush no ha respondido al pedido de detención de Posada con fines de extradición formulado por Venezuela desde mayo de 2005. La solicitud de Caracas obedece a que el terrorista se fugó de una cárcel de ese país cuando esperaba un nuevo juicio por la voladura de un avión cubano con 73 personas a bordo en 1976.
Al dar la callada por respuesta a la solicitud venezolana Washington viola el tratado de extradición vigente entre los dos países, varias leyes estadunidenses y dos tratados internacionales de los que es signatario, vinculados a la lucha contra el terrorismo. La reciente cumbre de los no alineados en La Habana apoyó la solicitud venezolana y días después el tema fue llevado a la Asamblea General de la ONU por los presidentes Chávez y Bachelet, de Venezuela y Chile.
Presentado ante un juez de inmigración, este ordenó la deportación de Posada excepto a Cuba o Venezuela, donde alegó que podía ser torturado. Pero desde entonces ningún país ha querido recibirlo y según la ley estadunidense un extranjero no puede ser recluido indefinidamente por el sólo hecho de estar indocumentado.
De hecho, ya un juez federal de El Paso ha dado de plazo al gobierno hasta el 5 de octubre para que explique por qué Posada debe continuar detenido. La actuación del juez obedece al dictamen de un magistrado federal quien determinó que el gobierno de Estados Unidos tenía dos alternativas: o poner a Posada en libertad o que el Procurador General Alberto Gonzales certificara que es un terrorista.
Esto ha colocado a Bush en el disparadero porque si el gobierno cataloga a Posada de terrorista nadie se explicaría por qué no hace lo mismo con decenas de sus cofrades en Estados Unidos, muchos de los cuales continúan planeando acciones contra Cuba. Si Posada es certificado de terrorista se destaparía la cloaca sobre el auspicio y protección por Estados Unidos al terrorismo anticubano. ¿Por qué permitió su ingreso en Estados Unidos?, ¿por qué no lo catalogó de terrorista anteriormente?, ¿por qué no lo enjuicia?, serían las preguntas que acosarían al gobierno de Bush. Y ello conduciría inevitablemente a otro caso: el injusto encarcelamiento de los cinco jóvenes antiterroristas cubanos.
Bastaría que un reportero de algún diario importante hurgara en el amañado proceso celebrado en Miami contra los cinco donde declararon que su actividad consistía en informar a La Habana sobre los planes de los terroristas de origen cubano en Florida y donde la fiscalía no pudo probar ninguna de sus acusaciones.
Bush está en un serio aprieto: ¿certificará a Posada de terrorista o lo dejará en libertad? El 5 de octubre lo sabremos.