Al dibujante Ramón Esono (1977, Mikomeseng, Guinea Ecuatorial) le salvaron un bolígrafo y un cartón. En septiembre del año pasado, al entrar en la cárcel de Black Beach (Playa Negra) en Malabo, considerada una de las peores prisiones de África y donde las organizaciones de derechos humanos tienen vetada la entrada, fue consciente de que […]
Al dibujante Ramón Esono (1977, Mikomeseng, Guinea Ecuatorial) le salvaron un bolígrafo y un cartón. En septiembre del año pasado, al entrar en la cárcel de Black Beach (Playa Negra) en Malabo, considerada una de las peores prisiones de África y donde las organizaciones de derechos humanos tienen vetada la entrada, fue consciente de que su situación se podía torcer todavía más. «Cuando atravieso la puerta de la cárcel ya sé que puede pasar cualquier cosa». Dentro, se encontró un recinto hacinado -más de 700 presidiarios atiborraban la estancia-, un cóctel hediondo de ratas, cucarachas y enfermedades y, peor aún, la impunidad total: «Se llevaban a un preso y un rato después lo traían con el brazo roto, lleno de moratones, sin poder hablar ni poder caminar… Eso pasa en Playa Negra, lo ves todos los días. Es una cárcel llevada por militares».