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RDC: Perspectivas y posibles soluciones al conflicto

Fuentes: Revista Pueblos

Cualquier pronóstico, en el ámbito que sea, viene siempre condicionado por el acierto o el error en el diagnóstico. También sucede así en este análisis que se me ha propuesto. Y suele ser frecuente, a la vez que peligroso, el confundir los síntomas con el verdadero problema. En mi opinión, otro personaje público que acaba […]

Cualquier pronóstico, en el ámbito que sea, viene siempre condicionado por el acierto o el error en el diagnóstico. También sucede así en este análisis que se me ha propuesto. Y suele ser frecuente, a la vez que peligroso, el confundir los síntomas con el verdadero problema. En mi opinión, otro personaje público que acaba de caer en este error ha sido Mario Vargas Llosa. Creo que se ha atrevido a enfrentarse con un conflicto tan complejo como es éste, sin tener suficiente conocimiento de él [1]. Me referiré a su último reportaje escrito desde el Congo, publicado en El País Semanal del pasado domingo 11 de enero, ya que se trata de un auténtico compendio de la versión oficial de este conflicto, un auténtico arquetipo de los análisis políticamente correctos sobre el momento en que se encuentra éste.

El reconocido escritor peruano nos hace una estremecedora crónica de los síntomas de esta enorme debacle: violaciones, crímenes, secuestros de niños que serán forzados a convertirse en asesinos, y todo tipo de barbaries. Barbaries de las que, según él, son responsables por igual todos los agentes de este conflicto. Tras leer su reportaje no se sabe quiénes son los agresores y quiénes los agredidos, o incluso, si estas categorías pueden ser aplicadas en este conflicto. Si nos hubiese explicado la guerra civil española al estilo de lo que acaba de escribir respecto al actual conflicto del Congo, aún no sabríamos si todo empezó porque la República de rojos y anarquistas criminales se «alzaron» contra las fuerzas «nacionales» o qué diablos pasó.

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Cédric Gerbehaye/Agence Vu/Cedida por MSF
Agosto de 2008, RDC. Vista del campo de desplazados de Nyanzale, Kivu Norte

Por más que en nuestra pasada guerra todos cometiesen crímenes, no creo que se pueda dar carpetazo a aquel terrible episodio nacional afirmando, sin más, que todos eran igual de criminales. Pero eso mismo es lo que él nos dice, sin el menor reparo, respecto a lo que él llama «El galimatías congoleño»:

«No tengo la menor simpatía por el rebelde Laurent Nkunda, y probablemente es falso que la razón de ser de su rebeldía sea sólo la defensa de los tutsis congoleños, para quienes los hutus ruandeses, armados y asociados con el Gobierno [congoleño, se supone], constituyen una amenaza potencial. Pero ¿representan las Fuerzas Armadas del presidente Kabila una alternativa más respetable? La gente común y corriente les tiene tanto o más miedo que a las bandas de milicianos y rebeldes, porque los soldados del Gobierno los atracan, violan, secuestran y matan, al igual que las facciones rebeldes y los invasores extranjeros. Tomar partido por cualquiera de estos adversarios es privilegiar una injusticia sobre otra. Y lo mismo se podría decir de casi todas las oposiciones, rivalidades y banderías por las que se entrematan los congoleños.»

El mensaje está bien claro, «no hay que tomar partido», dice Vargas Llosa junto a otros analistas. Los que toman partido «están simplificando el conflicto», dicen los expertos de algunas ONG que se consideran los depositarios de la recta y sólida doctrina. Incluso se atreven a ir más allá, «las simplificaciones llevan a la guerra», llegan a decir. «Tampoco los judíos son ningunos santos», decían algunos en la Alemania nazi mientras miraban para otro lado cuando se los llevaban. «Algo habrán hecho», oí yo mismo decir a algunos en la Argentina de Videla cuando miles de personas desaparecían.

En honor a la verdad hay que decir que Vargas Llosa llega a dar un paso más allá de la mera crónica de calamidades y se atreve a hablar de política, de gobiernos. Pero sólo de los gobiernos de aquella región. Sólo ellos, al parecer, tienen responsabilidad sobre lo que sucede allí: «Las guerras que lo sacuden han dejado hace tiempo de ser ideológicas (si alguna vez lo fueron) y sólo se explican por rivalidades étnicas y codicia de poder de caudillos y jefezuelos regionales o la avidez de los países vecinos (Ruanda, Uganda, Angola, Burundi, Zambia) por apoderarse de un pedazo del pastel minero congoleño.» Incluso se atreve a poner el dedo en la llaga, en la llaga de los intereses mineros. Pero aquí hace una sorprendente pirueta: «Muchas minas están ahora en manos de esas bandas, milicias o del propio ejército del Congo». Es decir, que el Gobierno legítimo del Congo se atreve a explotar sus propios yacimientos mineros, en plan de igualdad con rebeldes, bandas y demás agresores exteriores, ¡qué desvergüenza de Gobierno!

¿Silencio consciente?

Pero es más grave aún lo que se calla en ese reportaje que lo que se dice en él: ninguna multinacional o gobierno «Occidental» es ni tan siquiera citado en su artículo. Al parecer, según Vargas Llosa, todo lo que en el Congo sucede nada tiene que ver con las grandes multinacionales o las grandes potencias de nuestro mundo. Parece olvidar que las intromisiones de las grandes potencias no se hacen necesariamente con intervenciones directas como en Irak, sino que muchas veces se realizan a través de gendarmes regionales, de «amigos» interpuestos.

Pero el señor Vargas Llosa llega demasiado tarde, se incorpora con demasiado retraso a esa selecta elite de grandes firmas que han puesto su maravillosa pluma al servicio de una versión sobre el conflicto del África de los Grandes Lagos que ya ni cuadra ni cuela. Aparece en escena, salvaguardando el honor de «Occidente», cuando ya incluso la más que moderada ONU ha alzado su voz y ha publicado listas de decenas de multinacionales implicadas hasta el cuello en la génesis y la prolongación de esta tragedia. Ya todo es demasiado descarado. Ya todo el mundo ha oído hablar del coltán y otros minerales excepcionales indispensables para nuestros teléfonos móviles y ordenadores portátiles, que no llegan a nuestras manos, unos y otros, por arte de magia, sino a través de compañías mineras y de empresas de alta tecnología. Son ellas las que desde octubre de 1996 financian las agresiones al Congo.

Ahora nuestro mundo se está empezando a enterar de ello, pero las denuncias vienen de lejos. Yo mismo, al igual que algunos otros, denuncié los intereses estadounidenses bien al inicio, ya en enero de 1997, en una carta que, en mitad de un ayuno que duraría 42 días, dirigí desde Bruselas a Bill Clinton. La firmarían 19 premios Nobel y la práctica totalidad de los presidentes de los diversos grupos políticos del Parlamento Europeo. También, un poco más tarde, la que era congresista y enviada especial del mismo Clinton a aquella región, Cynthia McKinney, levantó su voz inequívocamente y con energía. Al viajar allí, descubrió horrorizada a los altos ejecutivos de esas multinacionales firmando contratos mineros con los agresores y financiando su avance militar. Desde entonces, con pleno y directo conocimiento de causa, viene llamando «golpes militares promovidos por su presidente Clinton, con resultado de millones de muertos», a aquel conjunto de agresiones que la doctrina oficial sólo quiere designar como el genocidio ruandés de los tutsi y la ulterior persecución de los genocidas hutu en el Congo.

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Cédric Gerbehaye/Agence Vu/Cedida por MSF
Agosto de 2008. Registro de una familia de desplazados en el campo de Lushebere, Kivu Norte. Esta familia, de 8 miembros, tendrá que alojarse en una sola choza

En el reportaje de Vargas Llosa no podía faltar, por supuesto, el leitmotiv de todo artículo que se precie, de todo artículo «serio» sobre este conflicto, de todo artículo sin «simplificaciones» ni «partidismos»: el leitmotiv de los hutu genocidas. Pero, a diferencia de otros expertos más astutos y documentados, Vargas Llosa dice de estos hutu algo insólito, que hará sonreír incluso a los defensores de esa versión oficial. En un momento de su artículo se refiere a ellos como el «Ejército ruandés hutu que invadió el Congo después de perpetrar la matanza de cientos de miles de tutsis en el vecino país». Cualquier persona que tenga un conocimiento elemental del conflicto sabe que los únicos ruandeses que han invadido reiteradamente el Congo son los tutsis del FPR (Frente Patriótico Ruandés) liderados por Paul Kagame, actual presidente, que arrebataron el poder a los hutu-genocidas (así, siempre unido, como le gusta a la doctrina oficial) en julio de 1994. Invadieron el Congo directamente en octubre de 1996 y en agosto de 1998 causando millones de víctimas mortales. Lo han continuado haciendo por medio de personajes interpuestos. Las últimas agresiones son las que vienen realizando sirviéndose de Laurent Nkunda.

Vargas Llosa, al hablar de esa invasión, se debe referir a los miles de soldados hutus que, derrotados y desmoralizados huyeron (que no invadieron) al Zaire, perdidos en una inmensa marea humana de más de dos millones de refugiados, que fueron establecidos en campos bajo la bandera de la ONU. Cerca de 600.000 de estos refugiados serían sacrificados, de una manera increíblemente descarada y bárbara, tras ser atacados y bombardeados esos campos con armas pesadas por el FPR, una vez que la Administración estadounidense dio luz verde para ello. Se suele usar el hecho de la presencia de estos hutus en el Este del Congo para mantener vivo el fantasma de un posible nuevo ataque de su parte a Ruanda y para justificar las continuas agresiones del FPR al Congo. Pero hasta la fecha jamás había leído ni oído calificar esa presencia de miembros de las antiguas FAR en el Congo como invasión de este país por parte del «Ejército ruandés hutu».

Creo que el reportaje de Vargas Llosa es bien aleccionador. Por lo que mi comentario algo extenso no es accidental. Es el modo de desenmascarar tanto la nueva fase en la que ha entrado el gran proyecto para el control de los excepcionales recursos del Congo como las nuevas directrices propagandistas de «aquellos que cuentan», específicas para este momento del proceso. Sin este diagnóstico, no tendríamos base para hablar de perspectivas y posibles soluciones. El objetivo de la actual etapa es el de seguir manteniendo debilitado al Gobierno de Joseph Kabila en un permanente estado de impotencia real en el ejercicio del gobierno (como antes a Laurent Kabila hasta asesinarlo), a la vez que el Congo es calificado como «Estado fallido». De quien la propaganda no nos habla es de quien, precisamente, está logrando hacer de él un Estado fallido. Vargas Llosa, desde luego, no nos cuenta que las actuales Fuerzas Armadas del Congo que, como explica con todo lujo de detalles, cometen tantos crímenes, son el resultado de una imposición forzada por algunas grandes potencias. Son un reagrupamiento en el que han sido incorporados los antiguos agresores, según la fórmula 1 (presidente) + 4 (vicepresidentes) de los Acuerdos de Paz de Sun City. Las dificultades del Gobierno para controlarlas son enormes. Tampoco nos explica que las pagas de los militares son ridículas y que los mismos que impiden que el Congo repunte económicamente, están encantados con esa imagen internacional de unas tropas congolesas que se dedican al pillaje.

Jugando al despiste

Todo esto es la antesala de la «solución» que Occidente dará a este caos. Una solución que dará legalidad y estabilidad al pillaje que Ruanda, sobre todo, realiza a favor de la «comunidad internacional». Pillaje que debe ser asegurado frente a China y otros gobiernos no «occidentales» que pretenden también una importante parte del pastel de todas estas materias primas para cubrir su creciente demanda de ellas. Lo último en este proyecto, que sigue su curso, es la entusiasta incorporación de la Francia conservadora, el Plan Sarkozy, que retoma lo esencial del Plan Cohen: el Congo, país de superficie inmensa y extraña organización de riquezas fronterizas, debe realizar con Ruanda, de demografía dinámica y superficie pequeña, un diálogo. Pero Sarkozy tiene la desvergüenza de aclarar que tal diálogo no debe ser sólo un diálogo coyuntural, sino estructural… Y aclara qué significa esto: el Congo, en buena vecindad, «debe compartir con Ruanda su espacio y sus riquezas».

Por todo esto, en esta fase, la propaganda apunta precisamente a equiparar a agresores y agredidos. La anterior, la de la ocultación y negación de los hechos, ya pasó. Ahora es la etapa de la creación de confusión. Ésta es igualmente efectiva. Una sociedad confusa es una sociedad desmovilizada. Esto es lo que explica que las mismas sociedades que, como la nuestra, se manifiestan enérgicamente contra la agresión a Gaza, que en varias semanas ha provocado unas 1.300 víctimas, permanezca silenciosa frente a las 1.200 diarias del Congo. Han sido necesarios demasiados años para que salgan a la luz y sean reconocidas la agresión y el pillaje, que algunos venimos denunciando desde el comienzo. Para nosotros han sido años de menosprecio y de desacreditación sistemática de nuestras tesis por parte de los oráculos de la doctrina oficial. Pero para los africanos han sido incomparablemente peores, han sido años de desolación y muerte.

Ahora los hechos son innegables, la montaña de más de 5 millones de muertos y la de miles de toneladas de materias preciosas y estratégicas expoliadas no pueden ser ocultadas, ni son ya, de hecho, negadas por nadie. Ahora toca deslegitimar al Gobierno de Joseph Kabila equiparándolo con los agresores. Un Gobierno que, aunque se le puedan criticar muchas cosas, ha surgido con casi el 60 por ciento de los votos en unas incuestionables elecciones, frente al escaso 2 por ciento de Azarías Ruberwa, el representante de los intereses ruandeses. Un Gobierno, el de Kabila, que se ha atrevido a diversificar sus relaciones con otros gobiernos y a firmar hace más de un año unos acuerdos comerciales y de cooperación muy importantes con China. Un Gobierno legítimo, surgido por fin de unas elecciones incontestables después de casi 50 años, justamente los que han trascurrido desde la independencia y el asesinato de Patrice Lumumba, el líder anticolonialista asesinado también por Estados Unidos y Bélgica. Demasiados problemas para los dos tímidos intentos de liberación del yugo de la colonización y el neoesclavismo. Demasiadas coincidencias. Demasiado descaro por parte de los analistas que en sus crónicas de la historia reciente del Congo no hablan de estos intereses internacionales. Es muy fácil hablar de los crímenes del rey Leopoldo II siglos después.

Y en cada fase de este gran proyecto, que se inició en octubre de 1990 con la invasión de Ruanda por parte de Uganda y del FPR, ha habido siempre las correspondientes estrellas mediáticas «invitadas». En una curiosa sincronicidad con las actuaciones que deciden en cada momento aquellos que realmente conducen todo este proceso, estas estrellas han sido el rostro, la pluma y la voz de la propaganda, consciente o inconscientemente. Termino mis referencias a Vargas Llosa recordando una entrevista que, justo una semana después de su reportaje, publicó también El País. Es una entrevista de Juan Cruz a Jean Daniel, Fundador de Le Nouvel Observateur. Lleva este título: «La capacidad de hacer el mal que tiene el periodista es devastadora». Y tras esa afirmación continúa: «En un día o en una hora se puede deshacer una reputación, se puede transformar a alguien que tiene fama de ser honesto en un terrible malhechor. Es un poder terrible.»

Las cosas por su nombre

Con las mentiras de unos y la inconsciencia de otros se provocó el acoso y derribo del Gobierno de Ruanda, que fue el inicio de esta gran desestabilización regional que aún sigue su curso. Con las mentiras de unos y la inconsciencia de otros se está prolongando el martirio del Congo. Son ya más de 3 millones de víctimas las habidas en Ruanda y más de 5 en el Congo, ¿no es ya suficiente? Hagamos de una vez el diagnóstico correcto, empecemos a especificar ya el tipo de conflicto ante el que nos encontramos. Llamémoslo por su auténtico nombre. Y ese no es otro que el de agresión. Al igual que la de Irak. Y, también como en ese caso, se trata de una agresión promovida por «aquellos que cuentan». Están muy preocupados por la creciente influencia de aquellos gobiernos que, como el de China, quieren empezar a contar. Por ello EE UU acaba de poner en marcha su AFRICOM. Aunque en realidad, en el África de los Grandes Lagos, le bastan de momento sus gendarmes ruandeses para la ejecución de su proyecto neocolonial.

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Refugio improvisado en un campo de desplazados internos de Nyanzale, Kivu Norte

En el momento en que este artículo sea publicado, una delegación mallorquina de la que formo parte estará volviendo del Congo, por invitación de su Gobierno. Nos encontraremos con el presidente Joseph Kabila y los más importantes actores en todo lo relacionado con la superación de este conflicto. Frente a las graves y permanentes agresiones que sufre su pueblo desde hace años, les manifestaremos todo nuestro apoyo y el de todos aquellos a los que representamos. Los responsables últimos regionales de estas agresiones son fundamentalmente los mismos contra los que el juez Fernando Andreu Meralles de la Sala Cuarta de la Audiencia Nacional ha dictado orden internacional de arresto, como resultado de la querella presentada por nuestro Forum: decenas de máximos cargos del actual Gobierno de Ruanda.

Precisamente uno de los últimos testigos presentados ha testificado, con pleno y directo conocimiento de causa, que fue Paul Kagame quien ordenó el asesinato de Laurent Kabila. Según tal testimonio, se logró así abortar las importantes relaciones comerciales que su Gobierno estaba a punto de establecer con China y Venezuela, países «indeseables» para aquellos gobiernos y lobbies anglófonos y europeos que controlan y explotan esos extraordinarios recursos en condiciones de verdadero expolio. Por ello, en dicha entrevista con el presidente Kabila, el senador del Bloc per Mallorca, Pere Sampol i Mas, le entregará la moción aprobada en el Senado por unanimidad, en la que se insta al Gobierno español y a las Naciones Unidas a «garantizar que un Gobierno soberano como el del Congo pueda gestionar y controlar sus recursos naturales de acuerdo con el derecho internacional y establecer libremente convenios comerciales con cualquier Estado». Y también a «que proteja a la población civil agredida por elementos armados congoleses y ruandeses liderados por Laurent Nkunda con el apoyo del ejército de Rwanda y garanticen la independencia de un Estado soberano como el de la República Democrática del Congo, a la vez que ejerza un control que evite que en ambos bandos se produzcan masacres indiscriminadas».

A su vez, el director general de Cooperació Internacional de las Baleares, José Ramón Balanzat Torres, le entregará la Proposición no de Ley, aprobada en el Congreso por unanimidad, en la que se insta al Gobierno a activar los mecanismos necesarios para que se entregue a España a los 40 altos mandos del FPR, acusados del asesinato de 9 españoles y de grandes masacres en Ruanda y el Congo, contra los que el juez Andreu dictó orden de arresto el 6 de febrero de 2008. También Jordi Palou Loverdos, el representante legal de nuestro Forum y de las víctimas españolas, ruandesas y congolesas, le entregará un extracto del citado auto del juez Andreu, que tanto está ayudando a modificar la imagen internacional del FPR y su líder Paul Kagame.

Y finalmente, yo mismo le haré entrega de la carta que, el pasado 10 de noviembre, las principales coordinadoras y campañas de ONG y movimientos sociales españolas enviamos al Gobierno español y a su representante ante Naciones Unidas, expresando nuestra extrema preocupación por la alarmante escalada de violencia en el Congo. En dicha carta, las organizaciones instamos a una acción enérgica e inmediata de la comunidad internacional para proteger a la población civil y asistir a las más de 1.600.000 personas desplazadas. También denunciamos que la verdadera causa del conflicto está en el control de la explotación de las riquezas mineras del Congo. Por ello instamos al Gobierno a ejercer toda la diplomacia necesaria para que la comunidad internacional apoye la reactivación del proceso de paz, tratando con prioridad la relación entre la explotación de recursos naturales y la violación de Derechos Humanos, garantizando la soberanía del Estado congoleño sobre sus recursos naturales de acuerdo con el derecho internacional.

Hay que tener también en cuenta los lazos afectivos que, cada vez más, se van estableciendo entre el pueblo del Congo y el de España. En especial, no hay que olvidar que 4 maristas españoles, cuyas familias están personadas en la querella criminal de nuestro Forum, fueron también asesinados el 31 de octubre de 1996 por las tropas ruandesas y, más concretamente, por orden de Paul Kagame, en el Este del Congo. En los mismos lugares en los que recientemente Ruanda, por medio de Laurent Nkunda, ha cometido otra vez sus crímenes. Para detener sus ataques, éste exigió, de nuevo, que el Congo rescindiese los importantes acuerdos ya firmados con China.

El pueblo del Congo, con sus 450 etnias históricamente pacíficas y hospitalarias, no se merecen lo que desde hace siglos se está haciendo con él. En especial, la gran tragedia que ha sufrido esta última década debería avergonzar a cualquier ser humano con sensibilidad y movilizar toda su solidaridad. En principio, las perspectivas de futuro no son demasiado alentadoras para este pueblo criminalizado, asolado y abandonado por casi todo el mundo. Dada la importancia de los intereses que están en juego, la naturaleza inmisericorde de tantos responsables de las grandes decisiones que marcan el futuro de nuestro mundo, las inexorables dinámicas de los sistemas que lo rigen, la fuerza con la que es desplegada la propaganda, la confusión aún reinante en la sociedad y la consiguiente desmovilización, no nos permiten ser demasiado optimistas.

Pero la resiliencia de estos pueblos africanos y su capacidad de regeneración fundamentan la esperanza de que las circunstancias puedan ir conduciéndonos hacia el fin de la impunidad. La experiencia del día a día de la lucha de nuestro Forum para dejar en evidencia a los criminales, me ha dado la convicción interna de que «no se puede engañar a todo el mundo durante todo el tiempo», como afirmaba Gandhi. Y a la vez, la certeza de que el hacer emerger la verdad es un paso trascendental para generar cambios reales. De hecho, a medida que va aflorando la verdad, se están empezando a producir cambios. Así, y sólo a título de ejemplo, podemos referirnos al hecho de que, en estos últimos días, Holanda y Suecia hayan cancelado sus ayudas a Ruanda. Ha sido el resultado del reciente informe de la ONU, en el que se denuncia que es el Gobierno de Kagame el que financia y sostiene la «rebelión» hasta ahora liderada por Nkunda.

Juan Carrero Saralegui es presidente del Forum Internacional para el África de los Grandes Lagos. Este artículo ha sido publicado originalmente en el nº 36 de la Revista Pueblos, marzo de 2009.

Notas

[1] Dado el formato y el tamaño de este artículo sería difícil documentar cada una de las afirmaciones que iré haciendo a lo largo de él, las notas al pie de página serían excesivas. Sólo utilizaré estas notas al pie para conducir a los links con los principales documentos a los que me referiré. Quien desee profundizar más en la versión de este conflicto que aquí expongo puede ver: www.veritasrwandaforum.org.