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En el Aniversario de la desaparición física de Omar Torrijos

Reagan, Omar Torrijos y el Canal

Fuentes: El Panamá América

A raíz del fallecimiento del expresidente Ronald Reagan, hemos leído y escuchado comentarios elogiosos acerca de uno de los mandatarios que más sufrimiento ha traído a los pueblos pobres: que si fue un excelente comunicador; que si fue un presidente popular aún en las peores crisis; que si fue un político pragmático que trajo orden […]

A raíz del fallecimiento del expresidente Ronald Reagan, hemos leído y escuchado comentarios elogiosos acerca de uno de los mandatarios que más sufrimiento ha traído a los pueblos pobres: que si fue un excelente comunicador; que si fue un presidente popular aún en las peores crisis; que si fue un político pragmático que trajo orden al mundo; que nunca fue tenido como responsable de sus decisiones equivocadas, pues la cuenta se la pasaban a subordinados como Oliver North o John Poindexter.

El expresidente de Panamá, Aristides Royo, ha expresado en un artículo reciente («El talante pragmático de Reagan», La Prensa, 27 de junio de 2004), que éste, luego de oponerse a la entrega del Canal a Panamá, moderó su posición al llegar a la presidencia y que en respuesta a una nota de felicitación que Royo le envió en enero de 1981, Reagan le contestó, «que los tratados de 1977 serían debidamente cumplidos y que el proceso de transición continuaría..»

Royo, uno de los negociadores de los tratados en la recta final (1976-1977) explica así la «nueva» posición de Reagan: «Una vez más se hacía realidad el dicho de que algunas amenazas o afirmaciones de campaña se diluyen o transforman cuando se asume la responsabilidad de un cargo. Los hechos vinieron a demostrar la sinceridad de las palabras pronunciadas por ese pragmático y realista presidente.»

Porque tengo otra percepción de la historia y por respeto a la opinión pública, debo manifestar lo que pienso sobre esta cuestión.

Comprendo que en Estados Unidos elogien a Reagan porque inició la Pax Americana (que Bush prosigue); hizo sentir el peso de su bandera a lo largo y ancho del planeta y pateó el trasero a los «dictadores» de aldea; pero los pueblos pobres que hemos sido víctimas de las agresiones de Reagan (Grenada, Libia, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Cuba y Panamá) sólo podemos recordar a Reagan como el criminal de guerra que destruyó la economía de Grenada; que bombardeó con cientos de aviones a Libia, matando a la hija de Moammar El Gaddafi; que reclutó y financió un ejército mercenario para asesinar a los nicaragüenses y destruir su economía; que organizó escuadrones de la muerte y le dio luz verde al ejército salvadoreño para matar a su propia gente; que usó a Honduras como plataforma de agresión en Centroamérica (Negroponte, Posada Carriles y compañía); que endureció las sanciones a Cuba; que hizo cumplir la Ley 96-70 de ejecución de los tratados en Panamá que constituyó una masiva violación de los mismos y que dio luz verde al derrocamiento del panameño.

Parece que algunos discípulos de Torrijos han olvidado muy pronto al admirable periodista Luis Restrepo (QEPD) y su campaña contra las «Cincuenta Violaciones a los Tratados Torrijos-Carter», que en realidad fueron cientos.

Reagan adversó las negociaciones entre Panamá y Estados Unidos y se opuso, en campañas preñadas de chovinismo de la peor calaña, a la noción de traspasar el Canal a Panamá y reconocer nuestra soberanía en la totalidad del territorio. El líder de la ultraderecha estadounidense consideraba que el traspaso constituía una traición a los intereses, valores e ideales de la nación norteamericana, que habría «comprado y construido el Canal», con dinero de los contribuyentes, por lo cual ellos lo retendrían («we built it, we paid for it, its ours and we are going to keep it», dijo).

Reagan mantuvo esa cantaleta mientras fue gobernador de California y prometió destruir los tratados Torrijos-Carter si llegaba a la presidencia. Mientras Reagan hacía campaña para la presidencia, Omar Torrijos era el espléndido anfitrión de Shigeo Nagano, representante de poderosos sectores en Japón, interesados ávidamente en construir un nuevo Canal con dinero y tecnología japonesa. Omar llegó incluso a dedicarle un cerro al ilustre visitante, bautizado como «Cerro Nagano», que hoy lo suponemos rodeado por herbazales y «no me olvides». A propósito, ¿saben ustedes de quién es el busto erigido en el Parque Omar en honor a un señor de ojos rasgados e impenetrable mirada?

Así comenzaron los primeros acuerdos entre Japón y Panamá para llevar a cabo estudios de factibilidad de un nuevo Canal. Pero Reagan ganó la presidencia y tomó posesión a fines de enero de 1981. Exactamente seis meses después, Omar Torrijos murió en un accidente (¿o incidente?) aéreo que nunca fue investigado a pesar de que su hermano Moisés (Monchi) tenía evidencias de que Omar había sido víctima de un atentado por la CIA con colaboradores locales. Como si fuera ayer, recuerdo la intensidad de su emoción y dolor cuando me relataba detalles del atentado a poco de contar con la investigación, de la cual muchos torrijistas favorecidos por Omar no quisieron darse por enterados (ahora recuerdo incluso que Monchi me sugirió escribir un libro sobre Omar).

Dos meses antes de la muerte de Omar, a fines de mayo, también había fallecido en otro extraño accidente aéreo el presidente Jaime Roldós de Ecuador, junto con su esposa y un séquito de importantes militares de ese país. Roldós tenía amplia base popular y por esas épocas había prohibido que barcos pesqueros de Estados Unidos operaran dentro de las 200 millas de mar territorial ecuatoriano. La muerte de ambos mandatarios había sido precedida y seguida de decenas de extraños accidentes aéreos en los que fallecieron importantes líderes tanto de Estados Unidos como del Tercer Mundo.

Omar Torrijos pensaba que Panamá debía evitar, en cualquier nuevo Canal, que se repitiera la extrema dependencia que Panamá había padecido en sus relaciones con Estados Unidos y por esa razón vio con buenos ojos a los japoneses.

Por el contrario, Reagan no veía con buenos ojos el acercamiento entre Panamá y Japón e hizo que naufragaran los acuerdos entre ellos porque Estados Unidos temía perder su control hegemónico sobre la vía interoceánica. De modo que Reagan se hizo invitar a las pláticas entre Panamá y Japón, y la gestión bilateral se hizo tripartita; pero el gobierno de Estados Unidos no tenía la intención de llevarlas a feliz culminación sino sabotear los planes de la Comisión Tripartita para Estudios de Alternativas al Canal, cuyo cronograma fue frustrado por Estados Unidos al posponer sine die la designación de su representante en dicha comisión.

Tras la desaparición de Omar Torrijos, se produce un gradual acercamiento panameño a las posiciones guerreristas de Reagan en Centroamérica en el marco de una política contradictoria. La visión de Torrijos en Centroamérica había sido totalmente opuesta a la solución de «mano dura» que Reagan necesitaba para Centroamérica. Todavía después de su desaparición, la política exterior de Panamá gestionaba regionalmente la paz en Centroamérica en tanto que Reagan arreciaba sus agresiones a la región. Esa contradicción se arrastró hasta la ruptura de Reagan con Manuel Antonio Noriega, cuando el almirante John Poindexter quiso alinear a Panamá contra Nicaragua.

En abril de 1986, el Consejo de Seguridad Nacional concertó una reunión en la que participaron siete funcionarios, entre ellos su director, Poindexter; el presidente Reagan, el vicepresidente George H. W. Bush, el Secretario de Estado George Shultz, el director de la CIA, William Casey, el Secretario de Defensa, Casper Weinberger y el Jefe de Estado Mayor Conjunto. La mayoría de ellos eran miembros, directores y representantes prominentes de la BECHTEL CORPORATION, que rivalizaba con Japón en los proyectos del Canal y estaba interesada en los puertos panameños (se cierra el círculo).

En dicha reunión se trazaron los lineamientos de la desestabilización de Panamá que, entre otros objetivos, incluía impedir que, luego del 31 de diciembre de 1999, el Canal cayera «en manos de la Unión Soviética o Cuba», o que fuera controlado por los japoneses al construir un Canal al Nivel del Mar o un Tercer Juego de Esclusas. La campaña de tres años culminó con la invasión a Panamá del 20 de diciembre de 1989.

Durante 1986-1993, Estados Unidos violó masivamente los Tratados Torrijos-Carter directamente y a través de la entonces Comisión del Canal; suspendió sus efectos e ignoró los mecanismos bilaterales sobre protección y defensa establecidos en dichos acuerdos, actuando unilateralmente en todo para facilitar la caída del «régimen de Noriega-Solís Palma».

Fue Reagan quien recurrió a las medidas económicas extraordinarias de emergencia en tiempos de guerra en marzo de 1988 para asfixiar desde todo punto de vista a Panamá y declaró (ridículamente) al «régimen de Noriega-Solís Palma» como «una amenaza a los intereses vitales y la política exterior de Estados Unidos», ocasionándonos a todos los panameños enormes perjuicios.

Fue el presidente Reagan quien abusó como ningún otro mandatario en la historia de Estados Unidos de los poderes militares de la Casa Blanca para decidir y conducir guerras y reestructuró en 1986 todos los despachos responsables de defensa, seguridad e inteligencia para someterlos a una camarilla que respondía directamente a su mando y a las transnacionales. Fue Reagan quien, como presidente «pragmático, realista y sincero», se burlaba de Omar Torrijos llamándolo «dictador de hojalata» («tin can dictator»), un líder del Tercer Mundo que puso a Royo en la presidencia con la bendición del negociador de los tratados, Sol Linowitz.

Fue ese mismo presidente quien violó la soberanía de Panamá y los Tratados del Canal para crear el marco de la intervención y la invasión a nuestro país. Y enn vez de elogiar a Reagan, una elemental consideración y respeto hacia la memoria de Omar Torrijos debiera producir en el ánimo de sus discípulos la necesidad de investigar las causas de su muerte para saber si Reagan estuvo involucrado en el incidente del 31 de julio de 1981.

Durante la presidencia de Reagan, Estados Unidos fue (y es aún) el único Estado del mundo condenado por la Corte Internacional de Justicia en La Haya como Estado terrorista.

No dudo, pues, que Reagan haya ido pragmático y realista, pero rechazo rotundamente que haya sido «sincero».

Julio Yao fue ex Asesor de Política Exterior en Panmá en periodo 1973-1977