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Reloj de arena sangriento

Fuentes: Al Ahram Weekly

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

La crisis de Darfur en Sudán es quizá el conflicto político más enrevesado que se contempla hoy día en el mundo. Sus tentáculos alcanzan a actores locales, regionales e internacionales, todos ellos compitiendo de forma egoísta por el poder y los intereses económicos. Las alianzas cambian del mismo modo que las arenas movedizas, sugiriendo ciertas reminiscencias libanesas. Ni los intereses del pueblo de Darfur ni la soberanía de Sudán parecen preocupar a ninguno de los implicados: un régimen luchando por la supervivencia, grupos rebeldes listos para convertirse en marionetas de poderes extranjeros, una superpotencia ávida de crear algo que distraiga al mundo de sus terribles errores en otras zonas, actores europeos codiciando la riqueza petrolífera de la región con creciente entusiasmo, etc. Mientras tanto, los refugiados siguen pereciendo y muriendo a una velocidad alarmante, a menudo en las formas más inhumanas imaginables. ¿Qué es lo que cabría hacer?

El 29 de abril, unos cuantos miles de personas se reunieron en Downing Street en el «Día Global por Darfur». En su inmensa mayoría eran sudaneses, sobre todo de Darfur. Se reunieron en el punto caliente de Londres para protestar y, al parecer, formular una decisiva e inflexible demanda: intervención. Pidieron a Gran Bretaña -al igual que decenas de miles, que se reunieron en 36 ciudades más apelando a sus respectivos gobiernos y a la comunidad internacional- que intercediera para poner fin al espeluznante «genocidio» que se vive en la provincia este del Sudán. Aunque un equipo de investigación de Naciones Unidas negó que las matanzas en Darfur se estuvieran llevando acabo con propósitos genocidas, la realidad es que una cantidad innumerable de personas están muriendo sin necesidad, en la mayor parte de los casos por hambre y enfermedades, pero también asesinados impunemente. Dos millones viven en campos de refugiados y se ven atacados por las milicias Janjaweed [*], pero también por combatientes rebeldes. Incluso quienes se cruzan al Chad (200.000 refugiados están ahora viviendo a lo largo de la franja de 600 kilómetros que separa Sudán de su vecino situado al Oeste) no están seguros. El perfil étnico que hace de Darfur un lugar de experimentación de la cohesión nacional y social también existe en el este del Chad; por lo tanto, enfrentamientos similares están teniendo lugar al otro lado de la frontera.

La crisis de Darfur no es entre blancos y negros, árabes y africanos. Eso es una estupidez. Todos son africanos. Todos son musulmanes, casi todos. Las reducciones y simplificaciones pueden ser útiles para los medios de comunicación y para políticos y gobiernos utilitaristas y con poca visión de futuro, pero la propaganda es engañosa e inexacta. Incluso los dos grupos rebeldes principales, el Ejército de Liberación de Sudán y el Movimiento por la Justicia y la Igualdad, están ahora luchando uno contra otro tras el acuerdo de Abuja de mediados de 2006. Chad está armando a los rebeldes sudaneses y Sudán está haciendo lo mismo.

Considerando que las víctimas y los agresores son todos musulmanes, ¿qué han hecho los países y organizaciones musulmanes para poner fin a la crisis? Como EEUU está muy interesado en promover la tragedia, en explotarla para sus propios objetivos, las instituciones musulmanas en occidente no muestran el menor interés en todo el asunto, apoyando tan sólo de boquilla para eludir las acusaciones. Al menos eso es lo que sentí al ponerme en contacto con Daud Abdullah, secretario general adjunto del Consejo Musulmán en Gran Bretaña (MCB, en sus siglas en inglés), el grupo musulmán más numeroso, que aglutina a unas 400 organizaciones musulmanas del país

Abdullah habló en el mitin de Darfur con pasión inigualable, una cualidad conocida de este hombre, un musulmán jamaicano-británico que obtuvo su doctorado en la Universidad de Jartún con una tesis sobre la historia sudanesa moderna. Durante siete años estuvo viviendo en el país asolado por la guerra. Al situar las culpas donde deben estar, no fue ni apologético ni timorato, pero se mostró claramente temeroso de aventuras militares desastrosas como las de Estados Unidos en Oriente Medio.

«Los musulmanes aprendieron lecciones amargas del episodio de Kuwait cuando los extranjeros invadieron tierras musulmanas», me dijo, proponiendo por su parte «un acuerdo político interno en Sudán que se basara en los recursos musulmanes y africanos». Cuando le sugerí a Abdullah que esa propuesta es inútil considerando sus repetidos fracasos y teniendo en cuenta la urgencia de la situación en Sudán, respondió; «El fracaso de los musulmanes en más de una ocasión no debe inducir a rechazar la idea de que son los musulmanes quienes han de tratar de resolver la situación a nivel interno presentando sus propias alternativas.»

Abdullah sabe más que cualquier otra persona que yo conozca de cómo Sudán es propenso a la fragmentación». Dijo que el país «fue unificado en el siglo XIX [a través de un zafarrancho político] que le ha llevado al conflicto constante y a la guerra civil. Lo último que necesita el país es otra fragmentación». «Este conflicto se resolverá en la mesa de negociaciones», postuló Abdullah, que es también uno de los defensores más populares de los derechos musulmanes en Gran Bretaña, si no en toda Europa. «No hay solución militar. Las sociedades civiles y países musulmanes y otros actores deben esforzarse en conducir a las partes en conflicto a la negociación sobre la base de que hay que compartir la riqueza, crear igualdad y terminar con la marginalización que ha definido a Darfur durante generaciones.»

Sin embargo, los grupos de derechos humanos sugieren que la intensidad de la violencia ha aumentado desde que el pasado año se firmó el acuerdo de paz entre el gobierno y los rebeldes. La división entre éstos últimos llevó a un enfrentamiento interno y las matanzas no pueden definirse siguiendo la simplificada línea ofrecida por los medios: Janjaweeds versus africanos.

Abdullah defendió al MCB contra mi sugerencia de que algunos grupos musulmanes parecían poco interesados en implicarse directamente y que Darfur había sido abandonado desde su esfera política, por ello es un conflicto que no afecta más que a los musulmanes. «El MCB se ha comprometido en los esfuerzos encaminados a apoyar un acuerdo político en Sudán. Estamos en contacto directo con Jartum y estamos explorando diversas vías para asegurar que el gobierno central cumple con sus responsabilidades hacia el pueblo de esa región». Habló de «algunos progresos» en ese frente e insistió en que la poderosa organización musulmana apoya totalmente el Acuerdo de Abuja. Según Abdullah, el MCB continúa esforzándose todo lo que puede para poder poner fin al conflicto.

En confrontaciones de esa clase, cuando el control regional, los intereses políticos y el botín económico están en juego, las vidas humanas -especialmente las de quienes son considerados de importancia menor, es decir, campesinos, nómadas e inocentes indefensos con poca influencia- se convierten en peones en manos de aquellos que desean que el conflicto se perpetúe todo el tiempo que ellos quieran o necesiten. Cuando me fui del mitin de Darfur, el eco de un orador enfadado, pidiendo intervención y justicia me acompañó durante un buen rato. Mi mente estaba totalmente inundada con la imagen de un reloj de arena lleno de sangre que continúa deslizándose mientras la gente sigue muriendo.

Nota de la T.:

[*] Janjaweed: Según la definición de Naciones Unidas, el Janjaweed es un árabe nómada que habla el lenguaje de las tribus africanas, el núcleo de las cuales es de origen Abbala (nómadas dedicados al pastoreo de camellos y reclutados entre el pueblo de pastores Baggara). En el pasado, tuvieron enfrentamientos con la población sedentaria de Darfur. Actualmente están en conflicto con los grupos rebeldes del Movimiento de Liberación de Sudán y el Movimiento por la Justicia y la Igualdad. (http://en.wikipedia.org/wiki/Janjaweed)

Ramzy Baroud es un periodista árabo-estadounidense.

Enlace texto original en inglés:

www.weekly.ahram.org.eg/2007/844/op133.htm

Sinfo Fernández forma parte del colectivo de Rebelión y Cubadebate.