Visitó ayer el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, la región de Darfur, en Sudán. Gigantesca bisagra entre el mundo árabe y África negra, con una población de apenas 30 millones de habitantes, Sudán es el país más extenso del continente, tiene dos millones y medio de kilómetros cuadrados, equivalente a toda la Unión Europea […]
Visitó ayer el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, la región de Darfur, en Sudán. Gigantesca bisagra entre el mundo árabe y África negra, con una población de apenas 30 millones de habitantes, Sudán es el país más extenso del continente, tiene dos millones y medio de kilómetros cuadrados, equivalente a toda la Unión Europea de los Quince. Se trata de una dictadura militar -presidida por el general Omar El Bechir- que durante más de un decenio fue cúmulo de represión política e integrismo islamista por influencia de un personaje enigmático, Hasan El Turabi, gurú de los militares en el poder.
Estos últimos años las cosas han cambiado un poco. Turabi, el Rasputín de Jartum , ha caído en desgracia. Y para tratar de mejorar su imagen, el régimen ha limpiado un poco la fachada. Ha procedido a elecciones (controladas), ha permitido el retorno de algunos exiliados, y ha concluido la cruenta guerra (dos millones de muertos) contra los rebeldes del sur, negros y cristianos, que llevaban más de diez años alzados contra una política de islamización y de arabización forzosas. Esta paz ha sido posible gracias a la intermediación de Washington, que siempre apoyó a los sublevados negros. Y sobre todo porque el descubrimiento de yacimientos de petróleo en las zonas de guerra condujo a los beligerantes a una mayor cordura para repartirse una riqueza codiciada por Estados Unidos. Antaño diabolizados, éstos se han convertido en aliados muy apreciados por los militares.
Por eso, en su viaje de regreso de la cumbre de la OTAN que concluyó ayer en Turquía, Colin Powell ha decidido detenerse en Jartum y visitar la zona de Darfur. ¿Qué está pasando en Darfur? Situada al oeste, en la frontera con el Chad, esta región semidesértica (dividida en tres Estados autónomos) es también muy extensa, más grande que toda España. Los habitantes del Darfur, unos 7 millones, son musulmanes, pero están divididos en una minoría de árabes y una mayoría de negros. Los primeros controlan el poder, el comercio y la administración, los otros son agricultores.
Los negros del Darfur empezaron el pasado año a protestar contra la dominación racista de los árabes. En febrero de 2003, surgieron dos organizaciones, el Ejército de Liberación de Sudán (SLA) y el Movimiento por la Justicia y la Igualdad (JEM), que atacaron alguna guarnición del ejército. Lo cual dio pretexto a una alucinante represión. La región fue aislada del mundo por el Gobierno (de septiembre 2003 a abril 2004) para proceder, sin testigos, a un castigo colectivo que algunos califican de «genocidio». Las autoridades han reclutado a unas tribus nómadas árabes, los janjawids (los jinetes), que siembran el terror, asesinando, violando y destruyendo a mansalva. Más de un millón de negros han sido expulsados de sus tierras mientras centenares de aldeas y pueblos eran saqueados e incendiados. El número de muertos se estima en más de diez mil.
Centenares de miles de refugiados siguen a la merced de esos jinetes del terror . Y todo puede complicarse más con la llegada inminente de las lluvias que dejarán de nuevo al Darfur incomunicado por la inundaciones y las epidemias. Las organizaciones humanitarias (consúltese: www.msf.es/home1.asp ) reclaman ayuda a gritos. La ONU está empezando a movilizarse. Powell acude porque las poderosas organizaciones negras de Estados Unidos denuncian un «genocidio racista», y hay elecciones en noviembre. ¿Por qué Europa, que está más cerca, calla y consiente tal crimen ? No todo es fútbol. Y mientras aquí nos distraemos con el formidable espectáculo, en Darfur prosigue el interminable tormento de los negros¿