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Santorum me da ganas de vomitar

Fuentes: Progreso Semanal

He aquí una buena idea. Digamos que uno es un ex senador. Es aspirante a la presidencia de Estados Unidos. Y quiere atraer a los electores obreros y de clase media. ¿Qué hace entonces? ¡Ataca al presidente John F. Kennedy! No solo eso. Asegura y repite que el discurso de 1960 pronunciado por JFK ante […]

He aquí una buena idea. Digamos que uno es un ex senador. Es aspirante a la presidencia de Estados Unidos. Y quiere atraer a los electores obreros y de clase media.

¿Qué hace entonces? ¡Ataca al presidente John F. Kennedy! No solo eso. Asegura y repite que el discurso de 1960 pronunciado por JFK ante los pastores bautistas le dieron ganas de «vomitar». Si esa nos la acción más idiota jamás realizada por un candidato presidencial, no sé qué será. Bienvenidos a la más reciente indignidad de Rick Santorum.

Como si no fuera suficiente calumniar a Kennedy. A pesar de sus defectos, sigue siendo uno de nuestros presidentes más venerados. En la más reciente encuesta de CNN (enero de 1911), 85 por ciento de los norteamericanos aprueban su desempeño en la presidencia, lo que lo convierte en el ex presidente más admirado del pasado medio siglo. Bill Clinton ocupa el segundo lugar. Ronald Reagan el tercero.

Pero denigrar el histórico discurso de Kennedy fue especialmente estúpido. Recuerden el contexto. Por primera vez, un prominente católico practicante tenía una oportunidad verdadera de ocupar la Casa Blanca. Había una preocupación legítima acerca de su lealtad a la iglesia y a su país. ¿Qué sucedería si el papa dijera una cosa, pero la ley y la constitución norteamericanas dijeran otra?

JFK decidió enfrentar directamente el reto. El 12 de septiembre de 1960, se presentó ante la Asociación Ministerial del Gran Houston y pronunció lo que muchos historiadores consideran uno de los discursos más poderosos realizados por un presidente y probablemente la más fuerte declaración acerca de la separación de la iglesia y el estado. Sí, él era católico, reconoció Kennedy. Pero era, por encima de todo, un norteamericano.

«Creo en un Estados unidos en el que la separación de la iglesia y el estado es absoluta», dijo Kennedy a los escépticos clérigos, «donde ningún prelado católico diga al presidente -si este fuera católico- cómo actuar, y donde ningún ministro protestante diga a sus feligreses por quién votar… y donde a ningún hombre se le niegue un cargo público simplemente porque su religión difiera de la del presidente que pudiera nombrarlo o de la del pueblo que pudiera elegirlo».

«Creo en Estados Unidos», continuo, «que oficialmente no es católico, protestante o judío, donde ningún funcionario público solicita o acepta instrucciones del papa, del Consejo Nacional de Iglesias o de cualquier otra fuente religiosa acerca de las políticas públicas».

Ahora bien, puede que yo esté equivocado, pero ¿no es ese el país en el que todos creemos? ¿Un país en el cual ningún político dé órdenes a ninguna iglesia y en el cual ningún líder religioso dé órdenes a ningún político? Sin embargo, después de leer ese discurso, el año pasado Santorum dijo a un grupo de estudiantes universitarios: «Eso me hace vomitar». Una respuesta emética que repitió en el programa «Esta Semana con George Stepanopoulos». «¿Decir que la gente de fe no desempeña un papel en la plaza pública?», dijo. «Claro que lo hace a uno vomitar».

Fíjense, primero, que Santorum tergiversa por completo el mensaje de Kennedy. JFK no argumentaba que la gente de fe no desempeña un papel en la plaza pública. Está claro que argumentaba justamente lo contrario: que la gente de fe, como él, tiene todo el derecho a operar en la plaza pública -siempre y cuando reconozca donde termina su lealtad a la iglesia, y donde comienza su lealtad al estado.. En otras palabras, siempre y cuando los políticos no digan a las iglesias lo que deben hacer, y los líderes religiosos no digan a los políticos lo que tienen que hacer.

De eso se trata la separación de la iglesia y el estado, uno de los pilares fundamentales de nuestra democracia. Pero eso es precisamente lo que Santorum no puede aceptar. Porque él cree, y lo ha dejado bien en claro, que la doctrina religiosa -su tipo extremo de doctrina católica- debe ser la ley fundamental Al igual que el papa, por ejemplo, él cree que la contracepción es dañina para las mujeres y debiera ser ilegal. Al igual que el papa, él cree que el aborto siempre está mal, y debiera estar prohibido por ley. Y quiere imponer a todos los norteamericanos sus creencias religiosas y las del papa. Es exactamente el tipo de doctrinario católico al que temían los pastores bautistas de Houston.

En el fondo, Santorum es un fanático religioso, un extremista religioso que quiere que las leyes del país se sometan a los principios de su fe. ¿Les suena familiar? Claro que sí. Porque es el mismo tipo de peligroso extremismo religioso que hemos aprendido a temer en el Medio Oriente. La única diferencia entre la visión de la religión que Santorum y el Talibán creen que debe haber en el gobierno es el tipo de fe que impondrían a los demás.

Sí, debemos cuidarnos de los extremistas islámicos. Pero debiéramos cuidarnos también de los cristianos extremistas.

Fuente: http://progreso-semanal.com/4/index.php?option=com_content&view=article&id=4412:santorum-me-da-ganas-de-vomitar&catid=3:en-los-estados-unidos&Itemid=4