El origen de la última crisis en el golfo Pérsico hay que buscarlo en la decisión que en mayo de 2018 tomó el presidente Trump de abandonar unilateralmente el acuerdo nuclear con Irán. Desde entonces, Washington ha impuesto rigurosas sanciones económicas sobre el país, ha enviado más tropas a la zona y ha espoleado a los rivales de Irán a calentar la situación. El resultado puede ser un conflicto militar.
El creciente deterioro de la situación en el golfo Pérsico suscita la pregunta de si ya estamos asistiendo a una primera fase de un conflicto militar entre Estados Unidos e Irán con sus respectivos aliados, en respuesta al objetivo de Washington, ya visto en otros lugares del planeta, de hacer la vida imposible a quienes se oponen a los designios del imperio.
En las horas que siguen al último incidente del jueves, cuando dos petroleros de Japón y Noruega fueron atacados en el estrecho de Ormuz, reina una confusión absoluta sobre la autoría de los ataques. Mientras Washington señala a la Guardia Republicana, Teherán rechaza de plano las acusaciones y dirige el dedo a las fuerzas oscuras que buscan la caída de la República Islámica y no escasean en Oriente Próximo.
El incidente del jueves puede haber sido causado por Irán pero también puede interpretarse como una provocación de sus enemigos para fabricar una excusa que conduzca a un conflicto armado. Esto ha ocurrido en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, en particular en esta región, baste recordar la invasión de Irak en 2003, cuando EEUU y sus aliados adujeron la existencia de armas de destrucción masiva en Irak y una alianza entre Bagdad y al Qaeda. Los dos pretextos resultaron ser falsos.
También puede interpretarse como una provocación de sus enemigos para fabricar una excusa que conduzca a un conflicto armado
La dialéctica de la administración estadounidense, cada vez más agresiva, puede conducir a una guerra. La acumulación de tropas de EEUU en la región, que se ha reforzado significativamente en las últimas semanas, también apunta en esa dirección. Una vez abierta la caja de Pandora es muy difícil saber cuándo y cómo volverá a cerrarse, puesto que la dinámica avanza por su cuenta diligentemente hacia un enfrentamiento militar.
Los principales socios locales de EEUU, especialmente Israel, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, que están armados hasta los dientes y no paran de comprar más armas, están interesados en acabar a cualquier precio con la República Islámica que se estableció en 1979 y desde entonces se ha elevado como el rival más pertinaz de esos países, y aún más después de la desaparición de Irak y Siria del teatro de los rivales tradicionales en la región.
Las estrictas sanciones impuestas por EEUU desde que el año pasado el presidente Donald Trump abandonó el acuerdo nuclear de 2015 pueden escapar pronto a cualquier control, como de hecho parece que está ocurriendo. La propia dinámica de los acontecimientos puede imponerse a las tibias declaraciones de Trump de que no quiere una guerra.
Trump muestra el decreto con el que abandona el acuerdo nuclear.- REUTERS
La caída de las exportaciones de crudo está hundiendo la economía iraní y no sería extraño que los incidentes de los petroleros en mayo y junio constituyan una advertencia para que se revierta la situación, algo que aparentemente no entra en los planes de Trump, el secretario de Estado Mike Pompeo y el consejero para la Seguridad Nacional John Bolton.
En el pasado Irán ha amenazado en numerosas ocasiones con cerrar el estrecho de Ormuz con el fin de contrarrestar las duras sanciones económicas de EEUU y el crecimiento de las fuerzas estadounidenses y de sus aliados en la zona. Irán precisa del estrecho para exportar su petróleo, pero el escenario cambia radicalmente desde el momento en que EEUU no le permite exportarlo.
La caída de las exportaciones de crudo está hundiendo la economía iraní
Las sanciones están colocando bajo una fuerte presión a la República Islámica, cuya economía tendrá que volver a cambiar hasta convertirse en una economía de guerra, con todas las implicaciones negativas que tiene para el presente del país y para el gobierno de Teherán. Esto sin duda va a generar más malestar en Irán, que es lo que buscan Estados Unidos y sus aliados, aunque con toda seguridad no va a traer más estabilidad a la región, que es lo que aseguran que buscan Estados Unidos y sus aliados.
Más bien será al contrario. Las aventuras militaristas de Washington y sus aliados llevarán más inestabilidad, pero este parece ser el objetivo de Trump si nos atenemos a los movimientos que se observan a lo largo y ancho de la región desde hace tiempo, especialmente con la alianza del trío formado por Israel, Arabia Saudí y los EAU.
Por el estrecho de Ormuz, que llega a tener solo 21 millas en su punto más angosto, circula el 30% de todo el petróleo que se transporta por mar en el mundo. Dos corredores guían a los petroleros que entran vacíos y salen llenos del golfo. Es uno de los lugares estratégicos más sensibles para la economía mundial, y cualquier incidente en la zona dispara el precio del barril en Occidente.
Un buque español desplegado en la zona fue retirado recientemente por el presidente del gobierno Pedro Sánchez, quien comprendió que no es lo mismo garantizar la libre circulación de los petroleros que amasar tropas con una intención claramente agresiva para con Irán. Existen indicios suficientes para pensar que los planes de Trump han cambiado desde el año pasado y que EEUU se está viendo inmerso en una dinámica que no está claro que pueda detener.
En este contexto cabe preguntarse si las duras sanciones de EEUU constituyen el preludio de una guerra y si Irán va a quedarse con los brazos cruzados asistiendo al funeral de la República Islámica. Probablemente Teherán no permanecerá pasiva a las agresiones económicas y a las amenazas militares, y es posible que lo ocurrido en mayo y junio en la zona sea una advertencia a Trump.