Recomiendo:
0

¿Se está desintegrando Etiopía?

Fuentes: Pambazuka News

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Etiopía sería un lugar difícil de gobernar incluso para los más talentosos y mejor intencionados hijas e hijos de la tierra. Es un país complejo con más de ochenta grupos étnicos y cien millones de personas. Tras años de agitación interna bajo una dictadura despiadada y corrupta, Etiopía parece dirigirse a un punto de inflexión. Solo un cambio estructural interno salvará al país.

Se ha informado acerca de la gran cantidad de deserciones de Etiopía. También han llegado noticias de la dimisión de Abadula Gemeda, en una época prisionero de guerra en Eritrea que fue ascendiendo hasta convertirse en presidente de la Cámara Baja del parlamento etíope. Abadula Gemeda pertenece a la etnia oromo (el mayor grupo étnico de Etiopía) y, al parecer, está en desacuerdo con la forma en que el régimen maneja el conflicto étnico entre las regiones Somali y Oromo. También se ha informado de que durante un periodo más largo de tiempo puede haber estado alimentando quejas más profundas. La falta de libertad de prensa en Etiopía dificulta entender qué le llevó a tomar la decisión de dimitir. Está por ver qué repercusiones tendrá tanto para su futuro político como para el país.

Etiopía es un Estado con más de ochenta grupos étnicos reorganizados por el TPLF (siglas en inglés de Frente Popular de Liberación de Tigray) en nueve kilils (regiones) con una base étnica. El Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF, por sus siglas en inglés) es un paraguas de cuatro antiguos ejércitos revolucionarios, pero el centro militar y político del EPRDF está dominado por el TPLF. Con el paso del tiempo otros grupos de la coalición son menos dóciles y muestran menos confianza, lo que preocupa al TPLF.

El actual conflicto entre las regiones Somali y Oromo se ha convertido en una prueba para el experimento del EPRDF de federalismo étnico. En los medios de comunicación existe una fuerte sospecha de que el TPLF favorece a los somalis en detrimento de los oromo en el conflicto actual. La reticencia del ejército federal controlado por el TPLF a intervenir y pacificar la situación alimenta estas sospechas. El país también ha padecido otras protestas e insurrecciones étnicas que hacen temer que se llegue a una anarquía total.

Abadula Gemeda era incondicionalmente leal al difunto primer ministro etíope Meles Zenawi, fallecido en 2012. Su apoyo fue fundamental para Meles Zenawi durante la decisiva lucha de poder con el TPLF. Gemeda también sirvió al régimen del TPLF neutralizando a los militantes nacionalistas oromo supuestos y reales, por lo que se le recompensó con un meteórico ascenso al poder dentro de la jerarquía del EPRDF. El puesto actual de Gemeda como presidente del parlamento, un puesto en gran parte ceremonial, ha puesto al descubierto su parálisis política ante el conflicto regional en las regiones Somali y Oromo. Existe la fuerte sospecha de que esta postura insostenible puede haberle llevado a dimitir de su puesto. También es posible que haya tenido la sensación de que se hunde el barco en el TPLF liderado por el EPRDF y que no quiera ser identificado con él. Antes de desempeñar el cargo de presidente del parlamento desempeñó el de ministro de Defensa y después presidente de la región Oromo. Su posible distanciamiento y descontento con los acosados y supuestamente divididos hombres fuertes del TPLF indica una posible amenaza sin precedentes que planea sobre la estabilidad del país.

Significativas deserciones recientes

Baye Tadesse Teferi, un desconocido, era jefe de protocolo del primer ministro Hailemariam Desalegn hasta que dimitió el mes pasado después de viajar con el primer ministro a Nueva York, como parte de la delegación en la septuagésima segunda reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas. En una entrevista del Servicio Amárico de la Voz de América Baye afirmó que debido a su etnia amara algunos altos cargos de seguridad habían tratado de vincularlo con protestas en la intranquila región de Amara. También afirmó que estaba siendo presionado por altos cargos del régimen que querían entrar a la oficina del primer ministro sin su conocimiento. Si es cierto, esto indica una división y desconfianza profundas en las más altas esferas de poder.

Y antes de que se secara la tinta acerca del relato de Baye Tadesse Teferi, el diario etíope Ethsat informó de que también había desertado el general de brigada Melaku Shiferaw, que había servido en la inteligencia militar de las fuerzas de defensa del régimen y como agregado militar en varios países africanos

Este general de brigada había acudido a Estados Unidos el mes pasado con una delegación encabezada por el ministro de Exteriores Wokineh Gebeyehu para asistir a [una reunión de ] la Coalición Global para Derrotar al ISIS, una coalición de 72 países para crear una asociación de seguridad encabezada por Estados Unidos.

Implicaciones de las deserciones y rebeliones

Sin lugar a dudas, las deserciones no son nuevas para Etiopía, pero en el frágil contexto actual del país, se podría tener la tentación de afirmar que está sucediendo algo inusual. Los observadores se preguntan si estos son signos de fisuras en los cimientos del régimen. ¿Realmente está cerca el final? De ser así, ¿qué significa para Etiopía como país? Los motivos de las deserciones pueden variar. No siempre está claro si el motivo que hay detrás de estas deserciones es el patriotismo o el oportunismo. Todos los desertores condenan al régimen en sus declaraciones y dan la impresión de que sus deserciones estuvieron motivadas por elevadas razones de preocupación por el país.

La menguante lealtad de estos antiguos partidarios del TPLF puede no significar una muerte inmediata para el régimen, pero está claro que la lealtad hacia el centro está disminuyendo y el cinismo está aumentando. En realidad, ni siquiera se tiene la seguridad de que siga habiendo un centro unido y nadie sabe cuándo habrá un cambio repentino o si podemos verlo.

Hay indicios de que los etnonacionalistas más duros y virulentos dentro del TPLF, como el actual ministro de defensa Samora Younis y el presidente de TPLF Abay Woldu, pueden estar ganando ascendente en el barco de la coalición EPRDF que al parecer se está hundiendo. Debido a su estructura fanática, es más probable que el régimen recurra a la fuerza incluso mientras aguanta continuas deserciones y protestas. El TPLF no pertenece a los órganos estatales como el parlamento, la coalición EPRDF o la llamada estructura federal. Estas instituciones fueron atrofiadas deliberadamente y se crearon para servir de fachada de un poder real que se basa en el parentesco, el clientelismo, el ejército dominado por el TPLF y la seguridad.

La combativa manera que tiene el régimen de hacer frente a los disidentes y a quienes protestan, y sin respetar los menores criterios de derechos humanos está haciendo empeorar una situación que ya era mala. Supone, por lo tanto, perpetuar el sistema de guerra étnica que ha existido en Etiopía desde que existe el país. El filósofo político alemán Max Weber es autor de la famosa definición de Estado como «una comunidad humana que reclama el monopolio del uso legítimo de la fuerza en un territorio dado*». Etiopía y muchos Estados de África en los que se emprendieron guerras intraestatales para legitimar reivindicaciones sectarias de etnias enfrentadas no se podrían calificar de Estados según la definición de Weber.

A medida que aumenta el desafío existe la posibilidad de que el TPLF se cierre sobre sí mismo y se endurezca aún más ya que recae en su núcleo político y de seguridad. Es posible que el régimen del TPLF descarte el centro y recurra al plan B de establecer una República de Tigray separada. Como movimiento de liberación, es bien sabido que el TPLF había contemplado esta idea.

¿Qué hacer?

Etiopía sería un lugar difícil de gobernar incluso para los más talentosos y mejor intencionados hijas e hijos de la tierra. Realmente no existe una panacea que pueda prescribir cualquiera. Es un país complejo con más de ochenta grupos étnicos y cien millones de personas. Pero lo que se necesita es un cambio estructural interno para salvar al país de sí mismo. Ningún grupo étnico puede o debería ser capaz de imponer su voluntad a los demás en un país de grupos tan diversos de personas con identidades étnicas, comunales y religiosas diferentes.

Etiopía necesita trazar su propio futuro según diferentes modelos de resolución de conflictos y restaurar la importancia del respeto a la diferencia, la tradición y la sabiduría de los ancianos. El país necesita respetar y aprovechar a los ancianos cuyas voces han sido ahogadas por otros patrones culturales impuestos y por empresarios étnicos. Podría ser un Consejo de Ancianos según el modelo del Consejo de los Pueblos Indígenas y compuesto por representantes de diferentes etnias, que represente a todos aquellos que consideran que debe haber paz para dirigir el diálogo. La ONU ha cultivado noblemente tales modelos de soberanía y autonomía y ha empoderado a las comunidades indígenas.

Salvar Etiopía es esencial para la paz en el Cuerno de África en general. Para evitar un escenario sangriento en Etiopía al estilo del de Sudán del Sur las grandes potencias como Estados Unidos y China tienen que dejar de entrometerse y de permitir un régimen criminal. Para empezar, las tropas etíopes debe retirarse de Somalia y de Sudán del Sur. Un pueblo que no tiene paz dentro de sí mismo no se la puede dar a otros. Una Etiopía fallida no servirá de nada a China, Estados Unidos o cualquier país. No se deberían perder las lecciones aprendidas en los vecinos Sudán del Sur y Somalia. La intervención etíope en Somalia de hecho ha ayudado a prosperar al [grupo islamista] extremista al-Shabab.

Según el académico somalí Abdi Ismail Samatar, «algunos de los rivales más duros de la máquina de guerra etíope eran segmentos de la milicia UIC [Union of Islamic Courts] conocida como al-Shabab. Su valor atrajo a muchos somalíes y esto marcó el nacimiento de al-Shabab tal como lo conocemos hoy. Si la comunidad internacional y particularmente Occidente hubieran involucrado productivamente a la UIC, estoy seguro de que al-Shabab habría seguido siendo un elemento insignificante de un movimiento nacionalista más amplio».

Antes de que Etiopía invadiera Somalia había un trabajo de base liderado por la UIC que parecía prometer crear estabilidad en Somalia. La intervención de la TPLF en Somalia interrumpió este delicado proceso y desplazó a más de un millón de somalíes, al tiempo que sumía a Somalia en un conflicto crónico más profundo. Ahora esta situación está cambiando y se está extendiendo a la región somalí de Etiopía y Oromia. Resulta difícil imaginar que semejante conflicto ocurra sin el apoyo tácito del TPLF como parte de su estrategia de dividir y vencer.

Sin lugar a dudas Etiopía se encuentra en un momento crucial. Para seguir existiendo como país un sistema de gobierno unitario centralizado es inviable para sociedades multiétnicas como Etiopía. En vez de ello el camino podría ser una aplicación creativa de alguna forma de verdadero federalismo mezclado con alguna forma de centralismo. Cuando menos centralismo, mejor.

* La cita completa es: «Estado es aquella comunidad humana que dentro de un determinado territorio (el «territorio» es elemento distintivo) reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo específico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos solo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del «derecho» a la violencia», Max Weber, la política como vocación, Alianza Editorial, 2009, pp. 83-84, traducción de Francisco Rubio Llorente. (N. de la t.)

Yohannes Woldemariam es profesor y escritor.

Fuente: https://www.pambazuka.org/democracy-governance/ethiopia-unraveling

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.