Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Celebrar elecciones presidenciales en Afganistán es como intentar ensamblar de nuevo a Humpty Dumpty, es decir, como si cada pieza de la cáscara del huevo estuviera intentando matar a las otras. Trece años después de la invasión de EEUU en 2001, Afganistán no está más cerca de ser un país unificado de lo que lo era entonces después de una década de guerra durante el período soviético, de la guerra civil que siguió al mismo y, por último, de la llegada al poder de los talibanes.
Sin embargo, Afganistán va a votar el 5 de abril.
La principal preocupación estadounidense, por supuesto, es la elección de un presidente que firme el muy aplazado Acuerdo Bilateral de Seguridad (ABS) con los EEUU, que permitirá que un contingente de fuerzas estadounidenses permanezca en el país una vez finalice 2014. El Presidente Hamid Karzai, después de muchas vacilaciones, dejó de una pieza a Washington cuando el pasado año declaró que no pensaba firmarlo. En estos momentos, las posibilidades de que el próximo presidente lo firme son altas, ya que todos los candidatos están diciendo ya que lo van a firmar. No obstante, una vez electo, eso podría cambiar y no están muy claras las condiciones que los afganos podrían plantear al acuerdo. El mes pasado, el Presidente Obama advirtió a Karzai -y, a través de él, a los otros candidatos- que no bromea cuando dice que EEUU podría llevarse hasta el último soldado. Según la Casa Blanca, en una llamada telefónica con Karzai, Obama dijo también que la puerta sigue abierta para que el sucesor de Karzai estampe su firma sobre la línea punteada:
«El Presidente Obama dijo al Presidente Karzai que como ha demostrado que no es probable que firme el ABS, EEUU está preparando otro plan alternativo. En concreto, el Presidente Obama ha pedido al Pentágono que asegure la puesta en marcha de los planes pertinentes para llevar a cabo una retirada ordenada a finales de 2014, en el caso de que EEUU no mantenga tropas en Afganistán después de esa fecha. Al mismo tiempo, en caso de conseguir un ABS y un socio bien dispuesto y comprometido en el gobierno afgano, una limitada misión posterior a 2014 se centraría en entrenar, asesorar y asistir a las fuerzas afganas, y en perseguir los residuos del núcleo Al-Qaida que convenga a los intereses de EEUU y Afganistán. Por tanto, dejaremos la puerta abierta a la posibilidad de alcanzar un ABS con Afganistán después de este año.»
Pero Obama no debe haberse sentido muy alentado ante el hecho de que Karzai manifestara apoyar la anexión rusa de Crimea en Ucrania. Curiosamente, Rusia está mostrando estos días un gran interés por Afganistán, y el Washington Post evaluó recientemente el escenario. Así informa:
«El gobierno ruso ha recopilado una lista de 140 proyectos de la era soviética que le gustaría rehabilitar, según la Embajada. La Fábrica de Construcción de Viviendas de Kabul, la mayor instalación industrial en el país, fue la primera en recibir ayuda el pasado otoño: 25 millones de dólares en equipamiento nuevo. Unos pocos kilómetros más allá, en Kabul, el gobierno ruso está gastando 20 millones de dólares en restaurar la Casa Soviética de la Ciencia y la Cultura, que se construyó en 1982.»
Puede que no tenga demasiada importancia quien surja finalmente de entre los escombros de las elecciones -tras el fraude masivo, la violencia en las urnas y los ataques de los talibanes, la corrupta compra del voto y los votos de los grupos étnicos controlados por los señores de la guerra-, ya que Afganistán seguirá siendo un caso perdido, un país amargamente dividido, con sus regiones controladas por los mismos señores de la guerra que llevan luchando unos contra otros desde finales de la década de 1980. Ninguno de los candidatos puede permitirse no firmar finalmente el Acuerdo Bilateral de Seguridad, ya que con él llegan 4.000 millones o más de dólares de ayuda para las fuerzas afganas de seguridad nacional, sin los cuales no iban a durar mucho.
Entre los candidatos, los tres principales contendientes son Zalmay Rassoul, Abdullah Abdullah y Ashraf Ghani. Rassoul, de etnia pastún, cuenta con el apoyo de Karzai y sus poderosos hermanos, incluido Qayum Karzai, que renunció a la carrera electoral para apoyar a Rassoul, que es un médico que se educó en Francia y trabajó una vez, antes de 2001, como jefe de la oficina en Roma del ex rey de Afganistán, y entre sus compañeros de candidatura figura Ahmed Zia Massoud, el hermano del líder de la Alianza del Norte asesinado por Al-Qaida la víspera del 11/S. La presencia de Massoud, tayico, en la misma papeleta electoral tiene como objetivo conseguir los votos tayicos en el norte de Afganistán.
Abdullah, que es medio pastún y medio tayico, se identifica también estrechamente con la Alianza del Norte liderada por los tayicos, ya que estaba muy próximo a Ahmad Shah Massoud, el líder asesinado. Abdullah quedó segundo en las elecciones de 2009, perdiendo frente a Karzai aunque ganando casi el 31% de los votos. Cuenta con el firme apoyo de otros señores de la guerra y jefes tribales tayicos.
Ashraf Ghani, ex ministro de hacienda, consiguió menos del 3% de los votos en 2009. Es también pastún pero de un subgrupo diferente al clan de Karzai. Lo que lo distingue este año es que su compañero de lista electoral es el tristemente célebre señor de la guerra Abdul Rashid Dostum, un general que ha sido acusado de innumerables crímenes. Dostum es uzbeco y es sumamente poderoso entre los uzbecos del norte del país.
El New York Times , en un artículo preelectoral, señala que los tres principales candidatos están haciendo una intensa campaña en el norte de Afganistán, debido en parte a que es una zona más segura. (Eso significa que los votantes pueden acudir a las urnas con menos probabilidades de que les maten en el intento). En 2009, señala el Times , se recogieron más votos en el Norte que en cualquier otra zona de Afganistán, por lo que es el lugar donde debe uno acudir si es candidato. Pero el problema es que la mayor parte de Afganistán es pastún, y la mayoría de los pastunes viven en sur y en el este, sobre todo alrededor de Kandahar, la antigua capital de los talibán. Toda esa parte del país está en plena ebullición y los talibán siguen siendo allí muy fuertes, especialmente en las zonas rurales. Debido a que los pastunes no siempre van a votar, desde las primeras elecciones en Afganistán después de 2001, las votaciones han acabado siempre sesgadas en contra suya, especialmente en el Parlamento, donde los pastunes han estado siempre mal representados. (Están también escasamente representados entre el cuerpo de oficiales del ejército.) Debido en parte a eso y debido también a la resistencia de los talibán, en Kandahar y sus alrededores hay un ambiente de gran violencia: la pasada semana, los talibán mataron al jefe de gabinete del gobernador de Kandahar e hirieron al vicegobernador.
Los pastunes componen alrededor del 42% de la población afgana y los tayicos sólo el 27%. Por tanto, incluso si muchos pastunes no van a votar -o, alternativamente, si los jefes tribales pastunes dieran pucherazo en el sur-, la alianza Rassoul-Karzai parece tener la sartén por el mango, sobre todo si no hay segunda vuelta entre Rassoul y Abdullah, lo que parecer ser bastante probable. En cualquier caso, no es precisamente la fórmula ideal para la reconciliación nacional.
La violencia y el caos generalizados han hecho que muchos observadores internacionales de las elecciones hayan escapado, por lo que las elecciones van a ser aún más sospechosas. Los grupos estadounidenses, como el National Democratic Institute, han levantado el campamento después de que uno de sus miembros muriera asesinado en un flagrante ataque contra un importante hotel de Kabul, y el International Republican Institute ni siquiera se ha tomado la molestia de implicarse. Democracy International ha reducido también su misión a causa de la violencia. Según The Guardian, incluso la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) ha retirado a su contingente.
Según el Times, el recinto principal de la propia comisión electoral de Afganistán -que ha estado bajo ataque– «ha echado el cierre y ha trasladado su quipo a búnkeres y casas seguras», según manifestó un portavoz.
A medida que la retirada estadounidense se acelera, surge un gran problema: ¿qué hacer con los miles de millones de dólares que vale todo el equipamiento militar que es demasiado costoso transportar de vuelta a casa? Resulta que el Pentágono ha decidido que el ejército afgano, que podría querer el material, no es capaz de manejarlo, ya que está demasiado desorganizado y falto de financiación. (Durante los últimos doce años, se han estado suministrando cantidades inmensas de equipamiento militar a las fuerzas armadas afganas -a costa de los dólares de los impuestos de los estadounidenses-, incluyendo «más de 53.000 millones de dólares en equipamiento y apoyo, 160 aviones de combate, 100.000 vehículos, 500.000 armas y 200.000 elementos de comunicaciones y equipamiento de visión nocturna».) Por tanto, ahora EEUU se lo está ofreciendo gratis a cualquier país que se lo lleve, excepto Rusia, claro está. Hay al menos equipamiento por valor de 7.000 millones de dólares, incluyendo 1.600 MRAPs, vehículos blindados de combate antiminas que pesa cada uno 40 toneladas. Se ha informado que EEUU podría entregárselos a Pakistán, una información al parecer negada. Si EEUU se los diera a Pakistán, cabría la posibilidad de que Pakistán se los entregara a los comandantes talibán, quienes al año siguiente los devolverían de nuevo al combate afgano. Teniendo en cuenta lo mal que EEUU ha manejado la guerra desde 2001, esa sería sin duda una conclusión apropiada.
Robert Dreyfuss es un experto en temas de defensa y política exterior que escribe para The Nation. Sus artículos suelen también publicarse en Rolling Stone, The Diplomat, Mother Jones, The American Prospect, TomPaine.com, etc.
Fuente: http://www.thenation.com/blog/179104/warlords-and-corruption-are-rise-afghanistan-prepares-vote