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Soleimani en Siria, un legado de muerte y devastación

Fuentes: Al-Jumhuriya English

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Pocas personas han causado tanto sufrimiento humano en Siria como Qassem Soleimani, el poderoso señor de la guerra iraní asesinado el pasado día 3 de enero.

En muchos sentidos, la vida de Qassem Soleimani, el inmensamente poderoso agente iraní asesinado por un avión no tripulado Reaper estadounidense cerca del aeropuerto de Bagdad el 3 de enero, refleja la de la propia República Islámica de Irán desde sus inicios en 1979.

Alcanzó la notoriedad en 1982, en la segunda batalla de Jorramshar, durante la brutal guerra de Irán con Iraq, de la que Soleimani escapó por poco de la muerte después de ser gravemente herido, pero sobrevivió para supervisar posteriormente las brigadas de la Guardia Revolucionaria desplegadas a lo largo de la frontera de Irán con Afganistán. Su habilidad para los conflictos en el extranjero fue reconocida en 1998 cuando el Líder Supremo de Irán, Ali Jamenei, lo nombró comandante de la «Fuerza Quds» de la Guardia Revolucionaria, responsable de las operaciones externas.

Esa tarea puso a Soleimani en contacto directo con los grupos de poder de Irán en toda la región, el más destacado de los cuales en aquel momento era la milicia de Hizbolá en el Líbano. Tras los ataques del 11 de septiembre, se llevaron a cabo varias reuniones clandestinas entre funcionarios estadounidenses y diplomáticos iraníes subordinados a Soleimani en las que fue objeto de conversación la cooperación de facto contra los talibán en Afganistán. La experiencia de Soleimani con este último país lo había preparado bien para ese rol. Si bien esos canales directos entre Washington y Teherán se secaron pronto, fue la primera prueba para Soleimani a la hora de construir entendimientos complejos entre las dos capitales; entendimientos que concernían no solo a Afganistán sino a Iraq. A raíz de la invasión de 2003, esta entente permitiría finalmente una reducción de los ataques contra las fuerzas estadounidenses en las áreas de mayoría chií de Iraq, y la creación de una clase política chií iraquí leal a Teherán y preparada para aceptar una presencia estadounidense en el país; algo que quedó ejemplificado en el ex primer ministro Nuri al-Maliki.

En el contexto de esta relación, Irán ayudó a la inteligencia estadounidense a capturar a los liderazgos de al-Qaida y los talibán. Sin embargo, fue una relación inestable, agriada por las sanciones de Estados Unidos, el conflicto político y las intrincadas negociaciones sobre el programa nuclear de Irán. No obstante, se mantuvo un grado de estabilidad mínima, lo que permitió la expansión de Irán dentro de Iraq a cambio de su silencio sobre la presencia de Estados Unidos y, más tarde, la retirada ordenada de las tropas de Washington durante el mandato del presidente Barack Obama.

Soleimani fue una presencia constante en estos años a fin de ejecutar las órdenes del Líder Supremo sobre el terreno y gestionar la influencia regional de Irán en general. Con el paso del tiempo, Washington permitió que esta influencia creciera más allá del Hizbolá libanés, de modo que Iraq cayó decididamente en la órbita de Irán, y Soleimani se convirtió en uno de los hombres más poderosos de Oriente Medio.

La Primavera Árabe: Una amenaza existencial

En 2011, Soleimani fue ascendido al rango de general. No fue accidental que este hecho se produjera en el apogeo de la Primavera Árabe, que el régimen iraní consideró una batalla existencial para preservar su poder regional. La estrategia concebida por Teherán para enfrentar la amenaza de la revolución democrática tenía a Siria en su mismo centro.

Tras el estallido del levantamiento de Siria en la primavera de 2011, Irán decidió rápidamente apoyar a Bashar al-Asad y asegurar su dictadura a toda costa. Los signos de la intervención iraní se volvieron más claros a medida que el régimen de Asad se acercaba al colapso en 2012, y fueron abiertamente visibles en el primer semestre de 2013, cuando Hizbolá luchó en numerosas batallas críticas en la cordillera de Qalamun y en la provincia suroccidental de Homs.

Tampoco fue por casualidad que en 2013 se desarrollaran una serie de transformaciones importantes en la estrategia del régimen de Asad para aplastar la revolución. Se ampliaron las operaciones militares y se utilizaron asedios de asfixia para matar literalmente de hambre a los residentes en zonas donde los avances militares resultaban difíciles, no solo como castigos, como en 2011 y 2012, sino como parte de una estrategia deliberada para alterar permanentemente las características de esas zonas. Estos asedios de «hambre o rendición», o como se los llamaba en árabe: al-yu ‘aw al-ruku’, fueron acompañados por bombardeos incesantes desde tierra y aire. En el invierno de 2013-2014 se vieron muertes por desnutrición en los suburbios de Damasco, en Ghuta y Yarmuk, y la hambruna invadió los distritos asediados en general. Estos desarrollos estaban íntimamente relacionados con la creciente influencia iraní por todo el país.

Al mismo tiempo, como hombre de Irán en Siria, Soleimani fue también el responsable de reestructurar las fuerzas que combatían en nombre de Asad. Bajo la dirección de Soleimani, se crearon y entrenaron nuevas milicias sectarias en paralelo con el ejército del régimen, al que se consideraba no apto para la tarea. Junto a Hizbolá, estas milicias se convertirían en las principales fuerzas terrestres de Irán en la lucha contra los oponentes de Asad.

Paralelamente a la creación de estas llamadas milicias de la «Defensa Nacional», así como otras con identidades explícitamente sectarias, como las Brigadas Abu al-Fadl al-Abas, Soleimani se agenció también milicias iraquíes para luchar en Siria. Con el tiempo, mercenarios de Estados tan lejanos como Afganistán y Pakistán fueron también llevados para unirse a la refriega, algunos de ellos niños de tan solo 14 años.

«Envíen a Qassem Soleimani»

Soleimani pudo haber salvado ya al régimen de Assad del colapso en 2015, pero aún no se habían alterado los equilibrios de poder de forma decisiva a favor de Damasco. Grandes extensiones de territorio sirio permanecían en manos de facciones de la oposición, o bien bajo el control del Dáesh o yihadistas similares. La solución recayó en el aliado compartido por Asad e Irán: Vladimir Putin, que ya había desempeñado un papel clave en la protección diplomática de Damasco ante el Consejo de Seguridad de la ONU, bloqueando todas y cada una de las resoluciones que pudieran conducir a una acción significativa de la comunidad internacional contra el régimen.

En consecuencia, Soleimani voló en persona a Moscú en julio de 2015 para «poner el mapa de Siria sobre la mesa» ante sus anfitriones rusos y explicar cómo, con su poder aéreo, se podía ganar la guerra. Putin quedó convencido, según funcionarios citados por Reuters. «Está bien, intervendremos», dijo. «Envíen a Qassem Soleimani».

Fue otro triunfo para el comandante de la Fuerza Quds. Los aviones de combate rusos comenzaron puntualmente una feroz campaña de bombardeos, causando una destrucción insondable en el este de Alepo, en Ghuta y en cualquier otro lugar donde se reflejaban sus sombras, desequilibrando firmemente el péndulo militar a favor del régimen, en especial tras la caída del Alepo controlado por la oposición a finales de 2016.

Selfies de crímenes de guerra

En una rara entrevista con la televisión estatal iraní pocas semanas antes de su muerte, Soleimani habló de la guerra del Líbano en 2006 entre Israel y Hizbolá, afirmando que había un complot israelí para desplazar por la fuerza a la población chií del sur del Líbano, alterando la demografía del país a fin de eliminar la amenaza planteada por Hizbolá a Israel. Por su propia cuenta, Soleimani fue un actor clave en la guerra de 2006, frustrando finalmente esta conspiración israelí para desplazar a los chiíes del sur.

Exactamente diez años después de esa guerra, las cuentas de las redes sociales vinculadas a las milicias iraníes en Siria publicaron fotos de Soleimani paseando por las calles del este de Alepo después de su sangrienta reocupación por parte del régimen; fotos que documentan que ese mismo Soleimani fue el responsable del desplazamiento forzado de la población de Alepo y de alterar la demografía de la ciudad para preservar el poder de Irán en Siria y en la región en general.

 

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Esas fotos no eran en modo alguno las primeras de Soleimani en Siria. Desde 2015 había sido visto en varios frentes en el sur de la provincia de Alepo, donde las milicias extranjeras respaldadas por Irán continúan disfrutando de una influencia considerable hasta el día de hoy. Apareció también en otros lugares, en el norte de la provincia de Lataquia en 2015, así como en el norte de la provincia de Hama en 2017. Los informes de los medios de comunicación sugerían que había supervisado directamente numerosas batallas en el sur de Siria; una sugerencia confirmada en un video-clip publicado por la cadena de televisión prorégimen Al Mayadeen después de su muerte. También fue visto múltiples veces en el este de la provincia de Deir al-Zor, tras los avances del régimen en la zona, que Irán consideraba vital para sus ambiciones regionales más amplias, dada su proximidad a la frontera iraquí. Fue aquí donde hizo su última aparición filmada en julio de 2019 visitando la ciudad de Al Bukamal, donde los informes dicen que se estaba preparando para una posible confrontación con EE. UU. Fueron innumerables las excursiones por Siria que no fueron captadas por la cámara; no faltó cierto simbolismo en el hecho de que lo mataran mientras viajaba a Bagdad desde Damasco.

Durante años a lo largo de este último período de su vida, Soleimani gestionó una relación complicada entre las milicias totalmente leales al régimen iraní, por un lado, y un gobierno débil que también dependía de Teherán, por otro. De hecho, administrar tales relaciones entre milicias poderosas y gobiernos débiles fue la esencia de la estrategia de Soleimani en toda la región. En cuanto a los civiles asesinados por el fuego de sus fuerzas, o muertos de hambre a manos de sus aliados, o expulsados ​​de sus hogares sin posibilidad de retorno, fueron simplemente el daño colateral de los planes de Irán para Siria y Oriente Medio en general.

Por supuesto, la muerte de Soleimani no pone fin a esos planes ni a la influencia iraní en Siria, aunque puede anunciar el comienzo de un fin. Del mismo modo, aunque su fallecimiento no sea un castigo suficiente -ni proporcione justicia a sus víctimas-, sin embargo, ha ofrecido un mínimo de espacio para respirar, incluso de alegría, a los supervivientes del fuego del infierno, la muerte y la devastación de los que él fue uno de los principales arquitectos.

(Traducido de su versión original en árabe al inglés por Alex Rowell)

Fuente: https://www.aljumhuriya.net/en/content/soleimani-syria-legacy-death-and-devastation

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a los autores, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.