La libre concurrencia tiene, pues, por resultado ulterior, el feudalismo mercantil. Este orden se establece por compañías privilegiadas que, una vez formadas, reinan conjuntamente con el Soberano, le dan parte en los beneficios del monopolio y reducen a la esclavitud industrial todo lo que está fuera de su seno. Charles Fourier 1. La impostura de […]
La libre concurrencia tiene, pues, por resultado ulterior, el feudalismo mercantil. Este orden se establece por compañías privilegiadas que, una vez formadas, reinan conjuntamente con el Soberano, le dan parte en los beneficios del monopolio y reducen a la esclavitud industrial todo lo que está fuera de su seno. Charles Fourier
1. La impostura de la realidad
Parece una obviedad decirlo, pero no está de más hacerlo: la voracidad del capitalismo carece de límites. Todo ha de ser puesto en valor y, por tanto, comprado y vendido, desde el agua que bebemos hasta la felicidad. Todo en nombre del progreso y del bienestar, nos dicen, sin importar las consecuencias que conllevan la imposición del valor, el dinero, la mercancía y el trabajo abstracto sobre la vida. Y esto solo puede llevarse a cabo con nuestra complicidad, aunque sea inconsciente. Es más, el Capitalismo puede extraer valor hasta de su supuesta negación. En una misma operación −económica e ideológica, no otra cosa es la publicidad− nos pueden vender coca-cola y revolución, humanitarismo y genocidio, consumo y solidaridad. Todo vale y nada importa para acumular valor.
Las contradicciones ya no extrañan a nadie. El Capitalismo ha sabido salvarse de ellas y hasta hacerlas participar −y cada vez en mayor medida conforme éstas aumentan− del círculo de la mercancía. Así pues, podemos compadecernos de los pobres niños somalíes que se mueren de hambre frente a nuestros televisores, e incluso contribuiremos a una oenegé para aliviar la mala conciencia y nos manifestaremos frente a embajadas y solicitaremos ayudas y cancelaciones de deudas, pero seguiremos a gusto con nuestras anteojeras para no ver la relación necesaria entre los niños famélicos y la continuidad de un mundo que se revela insoportable pero que continúa imperturbable. La verdad por sí sola no nos hace libres. La verdad hoy es solo una broma macabra. Podemos saber que el hambre en África y en cualquier otro lugar del mundo no es sino otra de las múltiples excrecencias del Capitalismo, como lo son también las guerras, la explotación y destrucción del territorio y de las formas de vida variadas y ricas que en él se dan y se podrían dar. Pero, ¿qué se puede decir más allá de la realidad que se nos impone? Y sobre todo , ¿ qué se puede hacer para romper ese círculo infernal ?
Para el Capitalismo, un territorio ajeno a él es algo insoportable, mientras que un territorio en guerra es una fuente rápida de beneficios, es una lógica sencilla. Y qué delicia ver un Estado sólido, con capacidad para endeudarse, construir infraestructuras y crear una burocracia que permitan controlar el territorio y a sus gentes para poder ponerlos en valor con más eficiencia. El Capitalismo es un Totalitarismo que impone sus intereses y obliga a todo el mundo a hablar su lenguaje y a servirle. ¡Que fluyan el petróleo, el coltán, toda clase de mercancías (materiales, inmateriales, humanas), acciones y el sacrosanto Dinero! Si entre tanto mueren millones y se arruina la vida de muchos más echaremos la culpa a otros, lloraremos un poco y nos lanzaremos a las humanitarias o lucrativas −según quien las venda− tareas de «reconstrucción». ¿A quién le importa la vida de unos cuantos millones de africanos si hay negocio? Este sistema extermina a millones de personas solo para que otros tantos puedan «disfrutar» de un modo de vida que también destruye sus vidas, solo que de forma diferida. Hambre y guerras en el tercer mundo, antidepresivos y cáncer en el primero… Todo y mucho más es necesario para que prosiga la marcha autónoma de la mercancía. Las necesidades básicas son siempre una gran oportunidad de negocio, tanto como las catástrofes. Aquí y en África, que, por cierto, no queda tan lejos.
La situación en la que se encuentra el Cuerno de África, y particularmente Somalia, desde hace décadas es un ejemplo más de cómo actúa el Capitalismo y a qué intereses sirve realmente el humanitarismo. Somalia es, en principio, un territorio marginal y marginado en el tablero de ajedrez que son los intereses geoestratégicos del capitalismo. Una zona apartada de la que solo tenemos alguna noticia cuando el hambre y la guerra alcanzan situaciones extremas y los organismos internacionales y las oenegés dan la voz de alarma ante la «crisis humanitaria» y apelan a la mala conciencia del ciudadano occidental. O bien cuando algún barco pesquero europeo es atacado o secuestrado por un grupo de piratas desharrapados. Por supuesto, los medios de comunicación y los especialistas de la «gestión humanitaria» solo abordan los aspectos superficiales de estas «crisis», para eso están. Las cumbres se suceden y nos venden su receta mágica para acabar con el hambre, la guerra y la miseria, consistente en más de lo mismo: Estado, Desarrollo y Mercado, es decir, intensificar la explotación del territorio y de sus gentes, de una forma u otra.
2. Violencia y poder
Lejos de ser un territorio en el que hambrunas y muertes fuesen endémicas, Somalia gozó de cierta prosperidad desde la Antigüedad, siendo bien conocidas sus relaciones comerciales con el Mediterráneo, la Península Arábiga, India y China desde al menos el siglo XV. La ganadería nómada y la agricultura de subsistencia dotaban de un alto grado de autonomía económica y alimentaria a las poblaciones del interior lo que les permitía afrontar con mayor margen de maniobra las sequías, frecuentes en la región. Como en el resto del continente africano, la ocupación por las potencias europeas causó graves alteraciones en las formas de vida tradicionales. La descolonización, lejos de atenuarlas las aumentó.
En 1960 se creó la República de Somalia, formada por la Somalia italiana y la Somalia británica, quedando una parte de la población de etnia somalí al otro lado de las fronteras con Kenia, Etiopía y Yibuti. La imposición de los Estados-nación y sus fronteras creó unas barreras artificiales al tradicional modo de vida nómada, lo que afectó gravemente a la población. En 1969 Siad Barre instauraba su gobierno «socialista», que no fue sino una versión autóctona del Capitalismo de Estado soviético. El gobierno de Barre creó una nueva elite de militares y tecnócratas y continuó la labor de introducir a Somalia en la senda del desarrollo, a la fuerza. A finales de la década de los setenta, Somalia dejó de ser el aliado preferente de la URSS en la región, papel que empezaría a desempeñar el nuevo régimen socialista etíope. En la década siguiente, Barre giró hacia Estados Unidos y comenzó un vasto programa de «ajustes» diseñados por el FMI y el Banco Mundial que terminaron de arruinar la escasa libertad e independencia que aún podían tener los somalíes.
A finales de los ochenta son varias las guerrillas y milicias que se alzan contra el gobierno de Barre en diferentes lugares del país. El cambio de década trae consigo el desmoronamiento del régimen y la huida del dictador, dejando de existir un gobierno central que controlase todo el territorio del país y ejerciese la primera atribución de todo Estado: el monopolio de la violencia. Desde entonces la guerra por el poder y la lógica del beneficio rápido son la ley. Algunos dirán que esto se debe al atraso de esta tierra y de sus gentes, incapaces de dotarse de los mecanismos de regulación de las sociedades occidentales. La destrucción de las formas tradicionales de vida y la introducción del individualismo capitalista no tendrían, por supuesto, nada que ver. Pero lo cierto es que, donde antes existía una relación en equilibrio con la tierra, una gestión colectiva de los recursos comunes −como las fuentes de agua− y una vida no abundante en mercancías pero sí en otros muchos aspectos y en absoluto mísera, ahora impera la ley del más fuerte y la del mayor beneficio, en su versión más cruenta. Y entre tanto miles mueren por el hambre o la guerra.
A comienzos de los noventa, los territorios de Somaliland y Putland, al norte del país, declararon su independencia, aunque sin ser reconocidas nunca por ningún organismo internacional. Estas provincias son las más estables del país y albergan reservas petrolíferas que podrían ser abundantes. En el centro y el sur de Somalia una multitud de señores de la guerra, clanes, mafias y milicias islamistas llevan veinte años luchando por el poder y por el dinero, cambiando de alianzas y de estrategias según convenga [1] . En abril de 1992, con la excusa de asegurar la distribución de ayuda humanitaria a la población para paliar una hambruna, la ONU inició la operación UNOSOM I, que implicaba un despliegue de cascos azules en Mogadiscio. En mayo de 1993 se dio paso a la UNOSOM II [2] y Estados Unidos comenzó a la operación «Restaurar la Esperanza», que fue abortada tras sufrir los marines varias encerronas, entre ellas el famoso derribo de los Black Hawks, y haber costado la vida de miles de somalíes cuyas vidas a nadie importan. No sería la última vez que tropas extranjeras entrasen en Somalia.
Desde que Barre fuera expulsado del poder se han sucedido las conferencias internacionales para estabilizar Somalia. En el año 2000 se creó en el vecino Yibuti un Gobierno Nacional de Transición de Somalia que, con el apoyo de las instituciones internacionales y especialmente de Estados Unidos, se presentaba como el legítimo gobierno somalí, elegido por un grupo de jerifaltes clánicos y hombres de negocio, la mayoría de ellos procedentes del exilio y sin presencia real en el interior del país. En 2004 las conversaciones de Eldoret-Nairobi (Kenia) dieron lugar a la formación del Gobierno Federal Transitorio que, pese a contar con más apoyos dentro del país, incluido el de varios señores de la guerra, carece también de un poder real y todavía hoy el territorio que administra se reduce a algunos barrios de Mogadiscio.
En 2006 comenzó un nuevo episodio de esta guerra permanente cuando muchos de los señores de la guerra que controlaban diferentes territorios somalíes, financiados por la CIA [3] , se unieron en la Alianza para la Restauración de la Paz y Contra el Terrorismo (sic) y comenzaron una ofensiva contra la Unión de Cortes Islámicas, la milicia islamista, que en muchos territorios había conseguido restaurar el orden [4] y que tomó la capital Mogadiscio en junio de 2006. El ejército etíope, con el beneplácito de los Estados Unidos, invadió Somalia para poner freno a los islamistas, y junto a los señores de la guerra consiguió su retirada de Mogadiscio, sin que eso supusiera que el Gobierno de Transición controlase efectivamente más que algunos barrios de la capital y las provincias orientales de Galmudug y Jubaland. Los islamistas siguieron controlando buena parte del país, así como los señores de la guerra, más que reacios a ceder su poder a un gobierno al que reconocían y negaban al mismo tiempo.
En 2009 fue elegido presidente del Gobierno de Transición Sharif Sheikh Ahmed, líder del ala moderada de la Unión de Cortes Islámicas, un gobierno de coalición que pretendía hacer frente a la milicia islamista radical Al Shabab, que controla el sur y parte del centro del país y que incrementó su ofensiva por recuperar Mogadiscio. Al Shabab es hoy uno de los principales objetivos de Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo, una magnífica excusa para una intervención militar que se inscribiría en el proyecto de reordenación del Próximo Oriente y de sus territorios periféricos y de control de los recursos energéticos de la zona.
La guerra permanente en Somalia desde hace más de veinte años es para muchos la consecuencia de un Estado fallido. Se obvia que antes de la aparición del Estado moderno la gente vivía sin hacerse la guerra unos a otros y sin matar a sus vecinos para robarles y comprar más armas con las que acumular más poder. Quizás algo tenga que ver con todo esto la imposición de una ideología −la del Estado y el Capital− que, en pocos años, destrozó unos modos de vida tradicionales y rompió los equilibrios sociales y económicos. Detrás siempre están los intereses políticos y económicos de elites nativas o foráneas −recordemos que Estados Unidos ha combatido o apoyado y financiado alternativamente a las diferentes facciones en lucha [5] , nada nuevo−. El juego del poder, sea a la escala de la tribu o a la del Imperio, pero siempre la voluntad de dominar y enriquecerse, y en su forma más avanzada, convertir en mercancía todo cuanto se pueda al mayor ritmo posible y sin importar las consecuencias. Somalia solo es una pieza más que puede ser movida o devorada según convenga. Y quien finalmente salga vencedor gozará de mayores beneficios.
3. De la dependencia alimentaria a la hambruna crónica
Una sequía extrema, la más grave en los últimos sesenta años, afecta desde otoño de 2010 a gran parte del África oriental, con especial incidencia en el centro y sur de Somalia. Los medios de comunicación nos informan de vez en cuando de la grave «crisis alimentaria» que afecta ya a unos doce millones de personas. Pese a que la ONU haya declarado hace poco el fin de la hambruna y se vanaglorie de la «respuesta humanitaria» [6] la situación sigue siendo muy grave. Centenares de miles de personas han tenido que desplazarse ante la imposibilidad de acceder a agua y alimentos, siendo hacinados en campos de refugiados en Kenia y Etiopía. Los cereales han aumentado su precio en los últimos meses en casi un 300% y la ganadería, uno de los principales medios de subsistencia para miles de somalíes, se ha visto también muy afectada. Una catástrofe humanitaria imposible, nos dicen, de predecir y de evitar y difícilmente gestionable debido a la acción de la guerrilla islamista Al Shabab, que controla buena parte de los territorios más afectados, y de los señores de la guerra que son quienes controlan de facto la distribución de la ayuda humanitaria.
Las oenegés apelan a incrementar la ayuda internacional, los expertos especulan acerca de si la sequía está provocada o no por el cambio climático, los organismos internacionales (desde la FAO a la Unión Africana) destacan la inestabilidad del país y llaman a su pacificación, reconstrucción y reintegración en la comunidad internacional. Unos y otros desvían la atención para impedir que se pueda pensar lo que sucede desde una perspectiva general y crítica. Hay algunos factores que intervienen para que se produzca una catástrofe como ésta y que o bien no se mencionan o bien se abordan interesadamente de forma superficial y aislada. Entre ellos habría que destacar la expoliación de la tierra y de los medios tradicionales de subsistencia de la población y la pretensión totalitaria del Capitalismo de valorizar económicamente y a toda costa el territorio y la vida del planeta entero. El crecimiento imparable de la Economía demanda más energía, más materias y más productores, productos y consumidores integrados en el Mercado global. El Dinero y la financiación han de expandirse por todos los rincones aunque esto signifique el agotamiento de los recursos y la extinción de la vida si es necesario.
La economía tradicional de Somalia estaba basada fundamentalmente en la ganadería nómada, que se complementaba con la pequeña agricultura y, en las zonas marítimas, con la pesca. El pastoreo nómada se vio sometido a un fuerte impacto en algunas zonas con la colonización europea, acentuándose posteriormente con la descolonización y la creación de los Estados africanos. La movilidad de los rebaños se vio limitada por el establecimiento de fronteras y por la imposición a partir de los años setenta del siglo XX de programas de reasentamiento para los pastores, lo que transformó no solo las formas de vida de los somalíes sino también su relación con la tierra y el propio equilibrio de ésta. A comienzos de los años ochenta, los programas de ajuste estructural impuestos a Somalia por el Banco Mundial y el FMI provocaron también un inmenso descalabro en la agricultura. Las privatizaciones y las constantes devaluaciones del chelín somalí para adaptarse a los criterios impuestos por las instituciones internacionales llevaron a un aumento considerable de los precios que afectó de forma importante a los productos agrícolas. La ayuda alimentaria no fue sino una estrategia más para destruir los medios tradicionales de subsistencia de la población y hacerla dependiente de las importaciones, es decir, del mercado. Al mismo tiempo, la política de privatizaciones llevó a la concentración de la propiedad y a la introducción de la agricultura industrial para exportación −sobre todo plátanos y algodón−, que se concentró especialmente en las tierras de regadío y que acaparó el agua [7] . Pastores nómadas y pequeños agricultores se vieron privados de sus tradicionales modos de vida y obligados a venderse en el Mercado −ya fuese como mano de obra barata en los latifundios y en la escasa industria, o como carne de cañón de los ejércitos de la mafia del narcotráfico y los señores de la guerra− o a perecer de hambre.
Estas políticas se han seguido aplicando, con la complicidad de muchas oenegés, hasta la actualidad, intensificándose a principios de los noventa y siendo retomadas con más fuerza a raíz de esta nueva «crisis alimentaria». El objetivo fundamental −bajo la tapadera de la «ayuda humanitaria» y los planes de desarrollo− es obligarles a entrar en el Mercado, a ser productivos en términos capitalistas. Y quien se niegue puede ser exterminado, como ocurrió a comienzos de los noventa en las calles de Mogadiscio. Mientras la propaganda decía que los cascos azules protegían a la población de los señores de la guerra, lo que realmente sucedía es que las tropas internacionales, bajo mando pakistaní, reprimían violentamente a la población de Mogadiscio que protestaba contra las políticas de la ONU y la compra-venta de la ayuda humanitaria [8] , llegando a provocar varios muertos, lo que dio lugar a levantamientos en varios barrios de la ciudad, duramente reprimidos por esos humanitarios cascos azules.
El hambre es en gran medida una creación humana, un aporte de la civilización. Primero se les expropian sus medios de vida en nombre del progreso y del desarrollo, de ese modo, cuando llega la sequía o cualquier otro factor desestabilizador, la población carece recursos para enfrentarse a ella y se vuelve dependiente de la «ayuda humanitaria» −y de quien distribuye esa falsa ayuda−, entonces ya solo queda aplicar sus programas «humanitarios» cuyo objetivo es poner en valor el territorio y la población. Es lo que eufemísticamente la FAO llama «doble vía para la seguridad alimentaria», que consiste en «satisfacer las necesidades inmediatas de las poblaciones vulnerables a la vez que se refuerza la capacidad de resistencia a más largo plazo» [9] , obviando que antes del desembarco del Estado moderno y del Capitalismo podían satisfacer todas sus necesidades por sí mismos y su «capacidad de resistencia» y su libertad eran mucho mayores.
Con la excusa de apoyar los medios de vida rurales, el programa de la FAO plantea realmente destruirlos, por medio de medidas tan humanitarias como: incentivar la comercialización del ganado −prestando especial importancia a las «mujeres empresarias»−, imponer el trabajo asalariado como medio «para proporcionar apoyo a la mano de obra rural en épocas de crisis y crear vías de salida de la pobreza mediante el fomento de redes de seguridad productivas» o incentivar «actividades generadoras de ingresos, creando así oportunidades para el desarrollo de los medios de vida rurales no agrícolas» [10] . La agricultura y ganadería industriales para la exportación es su apuesta. Bajo el paraguas humanitario se esconde la ideología del Capital cuyo único objetivo es incorporar hasta el último de los territorios periféricos a la globalización capitalista, sin importar las consecuencias. El Plan de la FAO para la recuperación del Cuerno de África no es sino un breve panfleto capitalista que ve en el trabajo asalariado y el Mercado la solución a todos los problemas: » la remuneración en efectivo por trabajo y los cupones ayudan a combatir la malnutrición , las enfermedades y las estrategias de riesgo para obtener efectivo rápidamente mediante la protección y la restauración de los bienes de subsistencia que constituyen los cimientos de la seguridad alimentaria, los ingresos y la nutrición de las familias » [11] . De la destrucción de los modos de vida tradicionales y la enajenación del territorio que han dejado a la población sin recursos y han dinamitado los lazos comunitarios no se habla, como tampoco se explica cómo y por qué el dinero habría de darles una vida mejor que la que les han estado arrebatando. Y de los beneficios que todo esto aporta a unas cuantas multinacionales y a empresarios e intermediarios locales sin escrúpulos, tampoco.
Estas medidas, lejos de favorecer a la población la condenan, solo sirven a los intereses agroindustriales de EE.UU. y de la Unión Europea. Numerosas empresas se forrarán, de nuevo, con el rentable negocio de las ayudas. Una vez preparado el terreno se ceden unos cuantos miles de semillas −a menudo transgénicas, «mejoradas» dicen ellos−, fertilizantes, maquinaria, etc., como «ayuda humanitaria» [12] y después, apoyados por los planes de desarrollo de los organismos internacionales, se quedan con un amplio mercado que antes no existía y que ahora depende de esas exportaciones que primero se donan y más tarde, cuando consiguen desplazar a los cultivos y técnicas tradicionales [13] , se venden a precios que la mayoría de campesinos no pueden pagar, con lo cual, al no poder devolver los microcréditos y otras «ayudas» concedidas por los organismos internacionales, quedan en poder de esas multinacionales tan generosas, se convierten en esclavos del dinero. Una vieja historia ya.
Durante décadas se han arrasado los medios de vida de la población somalí, en los que ganadería y agricultura convivían y se complementaban: el pastoreo nómada permitía que los pastos se recuperasen de forma natural al no sobreexplotarlos, los pequeños agricultores y los pastores nómadas completaban su dieta mediante el intercambio en pequeños mercados locales, los excrementos del ganado eran el mejor abono para las tierras agrícolas, el agua se gestionaba desde la colectividad, al igual que cualquier conflicto respecto al acceso a la misma. No se trataba de un paraíso ni mucho menos, porque la opresión también era una realidad entonces, pero en muchos aspectos se puede hablar de una sociedad más libre y segura. Se trataba de un sistema integrado, escasamente jerarquizado y que permitía a la población enfrentarse mejor a situaciones críticas, como las sequías, de hecho en los años cincuenta y setenta del siglo XX Somalia vivió dos graves sequías que no generaron hambrunas como las de principios de los noventa o la actual. Estos hechos poco importan a los profesionales del humanitarismo. Según ellos, la agricultura industrial, el desarrollo a ultranza, la tecnología y el Mercado traerán la prosperidad y solucionarán todos los problemas [14] , aunque jamás expliquen cómo ni tengan en cuenta las repercusiones reales de sus políticas sobre la población y sobre el territorio. La opinión de quienes sufren esas políticas no les importa en absoluto, están decididos a salvarles y civilizarles aún a su pesar .
4. La moderna piratería industrial
El mar, único recurso que le queda a una parte de la población somalí para subsistir, también les está siendo robado, a la par que devastado ecológicamente. Desde hace años, numerosas flotas pesqueras esquilman los recursos marinos del Cuerno de África y les arrebatan a los pescadores somalíes sus pocos medios de subsistencia. La pesca industrial, ante el agotamiento de una gran parte de los caladeros mundiales debido a su sobreexplotación, ha centrado su atención en el Índico, especialmente en los mares que bañan la costa oriental africana, una de las pocas zonas marítimas que todavía alberga importantes bancos de pesca. Se trata de una actividad ilegal que se aprovecha del vacío de poder marítimo y que además utiliza métodos destructivos como la pesca de arrastre. Grandes empresas europeas, estadounidenses y asiáticas son las que llevan a cabo estas prácticas, a menudo ocultándose tras empresas mixtas y funcionando con bandera de países de la zona como Mozambique o Tanzania.
Dentro de estas empresas hay que destacar a la gran multinacional española de los congelados, Pescanova, quien, adelantándose a la mayoría de sus competidores, comenzó ya en los años setenta una política de establecimiento de empresas mixtas en caladeros de terceros países, entre ellos Mozambique, donde es el principal inversor extranjero −y mantiene excelentes y rentables relaciones con su gobierno−, y que es su principal base de operaciones para la pesca en los caladeros somalíes. Así, por ejemplo, el Vega 5, barco que fue secuestrado por piratas somalíes en 2010 pertenecía a la firma Efripel Ltda., de nacionalidad mozambiqueña y participado por el gobierno de este país a través de la empresa estatal Emopesca Ltda., aunque era operado por Pescamar, una empresa mixta en la que tiene participación Pescanova [15] . El negocio es redondo: la inversión mínima, la legislación laboral flexible, los riesgos para Pescanova pese a los piratas no son importantes y los beneficios son muchos en un sector en el que es difícil crecer. Además, Pescanova se puede presentar orgullosa como una empresa modelo que presume de Responsabilidad Social Corporativa al contribuir a aumentar el PIB africano y financiar algún que otro proyecto educativo, social o medioambiental con los que disfrazar su política de expolio que nos permite comer atún del Índico.
Ante esta situación, los pescadores somalíes comenzaron a hacer frente a los grandes pesqueros y se produjeron algunas escaramuzas ya en los años noventa. La resistencia se organizó en una Guardia Costera Voluntaria Nacional que se enfrentó armada a algunos buques pesqueros [16] , algo que, evidentemente, no podía ser tolerado y que es convenientemente ocultado cuando se habla de la piratería somalí. Pero al tiempo que estos pescadores se organizaban para la autodefensa de su territorio se fue desarrollando también un fenómeno de piratería auspiciado por mafias y por algunos señores de la guerra y con suculentos beneficios para algunos intermediarios, en su mayoría europeos. Una piratería que no es, al igual que el narcotráfico o la trata de blancas, sino otra forma de capitalismo salvaje posible y que, pese a ser combatido propagandísticamente por gobiernos y organismos internacionales, es mayormente consentido por los beneficios económicos que genera [17] y de los que bancos ingleses y suizos saben mucho. Lo importante es que el dinero circule, no importa tanto el cómo sino el mucho.
Esta piratería de nuevo cuño es utilizada para vender a la opinión pública occidental la necesidad de defender militarmente el tráfico marítimo en la zona y, con un cinismo repugnante, «contribuir a la protección de los barcos del Programa Mundial de Alimentos que transportan ayuda humanitaria a Somalia» [18] . Así nace en el año 2008 la operación Atalanta, un importante despliegue militar naval y aéreo de la Unión Europea −bajo mando español desde diciembre de 2011− que se une a otras flotas militares, como la CTF-151 bajo mando estadounidense, y cuyo objetivo principal más allá de la palabrería humanitaria es defender el expolio que se está llevando a cabo y el que se aventura si las prospecciones petrolíferas de Puntland tienen los resultados esperados, así como una posible invasión militar de Somalia con la excusa del terrorismo islamista, la piratería y la crisis humanitaria. Y en esa línea apunta la ampliación de la misión y de sus competencias hasta diciembre de 2014. Las operaciones militares de castigo a los piratas incluirán el territorio costero de Somalia y su espacio aéreo, lo que quiere decir que aviones y fragatas europeas podrán bombardear supuestas bases piratas en tierra firme.
A la pesca ilegal hay que sumar que desde comienzos de la década de los noventa empresas europeas vierten ilegalmente residuos tóxicos, incluidos radiactivos, en aguas somalíes. Un proceso de vertidos ilegales gestionado en gran parte por mafias italianas [19] y que ha contado con la complicidad de algunas de las facciones en lucha por el poder en Somalia mientras la Unión Europea miraba hacia otro lado y ocultaba este comercio de residuos. Las repercusiones de estos vertidos en la salud de los somalíes y el medio apenas han sido estudiadas, aunque se prevén catastróficas [20] . En el fondo esto no es algo tan escandaloso, no es sino el funcionamiento normal del Capitalismo, equiparable a la venta de bonos de carbono, esto es, los países capitalistas «desarrollados» expolian todo lo expoliable y después lo devuelven a la periferia en forma de basura para después gestionar, lucrativamente, esos deshechos. Lo que pueda sucederle a la gente importa poco, salvo que pueda generar más beneficios. El círculo perfecto de la economía.
5. El petróleo lo mueve todo
Detrás de todo lo que sucede en el Cuerno de África −y en tantos otros lugares− se aventura siempre la larga sombra de los intereses geoestratégicos de las grandes potencias. Somalia tiene una longitud costera de más de 3000 km, de los que buena parte se encuentran en el golfo de Adén, entrada al mar Rojo, ocupando así una magnífica posición estratégica en el comercio marítimo entre el Mediterráneo y el Índico. Durante siglos el Cuerno de África fue el centro donde el comercio entre el interior de África y el Oriente Medio y el Mediterráneo se cruzaban. A lo largo del último siglo este territorio se fue viendo arrinconado por otros enclaves que ofrecían mejores perspectivas de beneficio a corto plazo que las de esa región africana. Pero las cosas cambian y el cenit de los hidrocarburos [21] y de determinados minerales [22] pueden hacer que Somalia adquiera un papel relevante ya que es probable que albergue importantes reservas de petróleo, gas, uranio y diversos minerales. Además, es una importante ruta de salida de estos y otros recursos −especialmente el petróleo de Sudán, Chad y otros países− desde el interior de África hacia el Índico. No sólo Estados Unidos tendría intereses estratégicos en abrir esta vía, también la Unión Europea, extremadamente dependiente en materia energética, y sobre todo China, que importa el 60% del petróleo sudanés [23] y cada vez está más presente en la región, tienen un especial interés en «pacificar» el Cuerno de África, es decir, en ponerlo en valor.
Aunque los datos oficiales aseguran que Somalia carece de reservas comprobadas de gas y petróleo, estudios geológicos indican que pueden existir reservas, quizás importantes, de hidrocarburos. A finales de los años ochenta, el gobierno de Siad Barre concedió licencias de exploración petrolífera a cuatro grandes compañías petroleras norteamericanas: Amoco, Chevron, Phillips y Conoco, a las que se concedieron derechos de exploración y explotación en dos tercios del país. La caída del régimen de Barre y la guerra paralizaron estas concesiones. Conoco, la petrolera con mayores expectativas de negocio en Somalia actuó durante años como cabeza de puente de los intereses de Estados Unidos en Somalia, llegando durante la Segunda Batalla de Mogadiscio a funcionar sus oficinas en la capital como embajada estadounidense off the record [24] .
En 1991 un estudio geológico financiado por el Banco Mundial para estudiar el potencial petrolífero de ocho países africanos situó a Somalia y a Sudán en los primeros puestos de la lista de los posibles productores de petróleo comercial. El análisis de nueve pozos exploratorios perforados en la provincia de Puntland −frente al golfo de Adén− indicaban que existía un alto potencial de gas y petróleo en la zona [25] . El gobierno independiente de Puntland decretó la nulidad de los contratos del gobierno de Siad Barre con las petroleras americanas y desde 2005 empezó contactos con diferentes compañías de exploración, fundamentalmente australianas. El Gobierno Nacional de Transición consideró estas negociaciones una atribución ilegal de Puntland y negoció por su cuenta con la petrolera china CNOOC. La Africa Oil Corp., que pese a su nombre es una empresa canadiense, consiguió hacerse en 2006 con los derechos de exploración y explotación de recursos energéticos y minerales en las cuencas de Darin y Nogal, en el territorio de Puntland. Pero la cuenca de Nogal es reclamada por el gobierno de la también semiindependiente Somaliland, siendo frecuentes las escaramuzas militares entre estas dos regiones de Somalia, lo que durante años paralizó las tentativas de prospección.
En enero de 2012 comenzaron las prospecciones, que se reparten entre Horn Petroleum, una filial de African Oil Corp. con un 60%; Range Resources Ltd 20% y Red Emperor Resources NL con otro 20% [26] . Estas empresas prospectoras suelen ser oscuros holdings que invierten una considerable suma de dinero en unas prospecciones de las que esperan sacar un gran rendimiento al vender los derechos a terceras empresas, éstas ya productoras de petroleo. El riesgo es alto, pero los beneficios posibles son considerables y los escrúpulos escasos. No importa destruir lo que haya que destruir y matar a cuantos haya que matar si las expectativas de lucro son importantes, es una práctica más del negocio de los hidrocarburos [27] , por lo que los técnicos y geólogos suelen ir escoltados por mercenarios locales o extranjeros dispuestos a tirar del gatillo a la primera ocasión. Los sobornos, chantajes, lavados de dinero y demás trapicheos son minucias para la mafia petrolera. Ellos van más allá. Saben que el petróleo es el que hace girar el mundo -y no solo se trata del transporte; la industria química, la farmacéutica, la agricultura industrial y en definitiva la propia sociedad capitalista dependen del petróleo− y por ello son conscientes de que tienen carta blanca.
Si las prospecciones dan los resultados esperados y, efectivamente hay reservas petrolíferas importantes en Puntland, las posibilidades de una «intervención humanitaria» en Somalia se multiplican. Sería un objetivo demasiado goloso en este momento como para dejarlo arrinconado. Y si para ello se tiene que arrasar Mogadiscio y asesinar a su población, así se hará, como se ha hecho con tantas otras ciudades. Todo con el fin de alargar un poco más la vida de un sistema que se basa en una energía barata pero escasa y cuyas reservas comienzan a descender, quizás en picado. Cualquier reserva importante de petróleo puede equilibrar o desequilibrar fuerzas entre las diferentes potencias, aunque en el fondo no permita más que una breve prórroga a un sistema agotado que busca perpetuarse y que no dudará en morir matando.
Es importante tener en cuenta que la guerra por los recursos se juega a escala planetaria y, por tanto, lo que suceda en Somalia estará necesariamente relacionado con el desarrollo de los acontecimientos en lugares como Irán, Yemen, Egipto o Sudán, en relación a los intereses de las grandes potencias. Tanto Estados Unidos como China pueden tener un gran interés en «pacificar» Somalia en tanto que podría convertirse en un proveedor de petróleo alternativo a la OPEP, ya sea con sus reservas propias si la hubiera o por los oleoductos que conduzcan a sus puertos el petróleo de Sudán y Chad. Y al petróleo habrían de añadirse otros recursos minerales escasos como el uranio, el estaño o el cobre de los que Somalia puede tener también reservas importantes.
6. A modo de conclusión
Todos los males que afectan a Somalia: la guerra civil permanente, el hambre crónica, el expolio al que es sometida y el mucho mayor que previsiblemente llegará son achacados por algunos voceros al hecho de que Somalia sea un estado fallido y no hayan prosperado las instituciones políticas occidentales. Pero la realidad es bien distinta. Cuando el Estado y el Capitalismo hacen su entrada triunfal es cuando la vida en Somalia, como en otros lugares del mundo, toma un giro definitivamente trágico y donde antes existía una vida más o menos libre, un equilibrio entre la actividad del hombre y su entorno y una estabilidad entre los territorios y sus poblaciones −aunque también hubiese aspectos claramente negativos− ahora imperan el caos y la barbarie.
La imposición de un Estado, sea cual sea su adscripción ideológica o geoestratégica, jamás traerá la libertad a este lugar ni a ningún otro, pero tampoco una vuelta atrás, imposible y también indeseable. Podemos seguir llorando al ver las imágenes de África y exigiendo gobiernos que no se vendan a los intereses de las multinacionales pero si de verdad se quiere detener la espiral de infamia, crimen y destrucción hay que atacar la raíz, que no es otra que el Capitalismo y crear una sociedad basada en criterios radicalmente diferentes: «Habrá que reconstruir la sociedad según las directrices de una economía moral no separada del resto de actividades, que no altere las relaciones sociales igualitarias establecidas por un régimen de verdadera libertad, o sea, que favorezca la autosuficiencia local, los intereses colectivos y las estructuras políticas horizontales. Será una economía de subsistencia y no de acumulación, donde el truque prime sobre el intercambio con dinero y el equilibrio domine sobre la expansión» [28] .
O se corta la cabeza de la hidra o ésta, tras haber consumido todos los recursos del planeta, haber arrasado con todas las formas de vida que no se adecúen a sus exigencias y haber transformado todos los resquicios del planeta en mercancías, imponiendo la dictadura del Dinero y la rentabilidad, acabará por devorarnos. Y dará igual en qué rincón del planeta nos haya tocado nacer, estaremos todos bien jodidos. Quizás aún estemos a tiempo de impedirlo.
[1] Ignacio Gutiérrez de Terán: Somalia. Clanes, Islam y Terrorismo internacional. Los libros de la Catarata. Madrid. 2006. pp. 38 y ss.
[2] Diseñada como «una «guarnición» humanitaria para fortalecer la lógica de reconstrucción estatal» (sic), Itziar Ruiz-Giménez Arrieta: La historia de la intevención humanitaria. El imperialismo altruista. Los libros de la Catarata. Madrid. 2005. p. 186
[3] Jim Lobe: «Somalia: Bush Hawks Down», http://www.stumbleupon.com/su/1grJcS/www.afrika.no/Detailed/12404.html
[4] Y por orden hay que entender el ejercicio del monopolio de la violencia y la imposición de una ley universal y única, la ley islámica, lo que para algunos es mejor que el vacío legal y la arbitrariedad de los señores de la guerra, pero que no deja de ser una opresión y una violencia, aunque reguladas. Ignacio Gutiérrez de Terán: Ibid. p. 84
[5] Alfredo Embid: «Guerra y expolio en Somalia: el terrorismo como excusa y la ayuda humanitaria como camuflaje», Boletín armas contra la guerra, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=46821
[6] http://www.europapress.es/internacional/noticia-onu-declara-fin-hambruna-somalia-20120203104845.html
[7] Michel Chossudovski: Globalización de la pobreza y nuevo orden mundial. Siglo XXI. 2002. pp. 113 y ss.
[8] «Somalia: Development by other means», Wildcat 17, 1994
[9] Plan de la FAO para la recuperación del Cuerno de África , http://www.fao.org/docrep/meeting/023/MB842S.pdf
[10] Ibídem.
[11] Ibídem.
[12] «Nos hemos embarcado ya en la producción en masa de semillas mejoradas y suministrado 5 000 toneladas de fertilizante, entre otros insumos agrícolas para preparar la próxima temporada de siembra, de octubre a diciembre», Luca Alinovi, oficial encargado de la FAO en Somalia, http://www.fao.org/news/story/es/item/89101/icode/
[13] Recordemos, por ejemplo, la «desinteresada» donación de semillas transgénicas que realizó Monsanto a Haití tras el terremoto y el rechazo de muchos campesinos a ese regalo envenenado: http://www.lanbi.org/agricultores-haitianos-rechazan-la-donacion-de-semillas-transgenicas-de-la-multinacional-monsanto-eeuu/
[14] El economista Jeffrey Sachs es un ejemplo de esa ideología mezquina, así presenta su proyecto Aldeas del Milenio, financiado por filántropos como Ericsson, Airtel, Novartis y Sumitomo Chemical: «El proyecto Aldeas del Milenio, que tengo el honor de ayudar a hacer realidad, ha demostrado que es posible empoderar a las comunidades de pastores a través de inversiones específicas en el manejo del ganado, atención veterinaria, el desarrollo de negocios, clínicas móviles de salud, escuelas con internado e infraestructura local, como puntos de agua potable, electricidad fuera de la matriz y telefonía móvil. Las tecnologías de vanguardia, junto con un sólido liderazgo comunitario, pueden generar un desarrollo sostenible en el largo plazo.», El País, 07/08/2011 http://www.elpais.com/articulo/primer/plano/Hambre/esperanza/Cuerno/Africa/elpepueconeg/20110807elpneglse_9/Tes Bajo su cháchara humanitaria se esconde la rapiña y el desprecio de las vidas que dicen querer salvar.
[15] http://www.laopinioncoruna.es/mar/2011/01/03/vega-5-constantemente-localizado-pescanova/453604.html
[16] Amy Goodman: «La piratería somalí comenzó en respuesta a la pesca ilegal y los vertidos tóxicos por parte de barcos occidentales», http://www.rebelion.org/noticia.php?id=84216
[17] http://internacional.elpais.com/internacional/2012/01/16/actualidad/1326673396_217937.html
[18] http://www.defensa.gob.es/areasTematicas/misiones/enCurso/misiones/mision_09.html
[19] http://www1.american.edu/TED/somalia.htm
[20] Bashir Mohamed Hussein: «The evidence of toxic and radioactive wastes dumping in Somalia and its impact on the enjoyment of human rights: A case of study», http://wardheernews.com/Articles_2010/June/Bashir/Toxic_waste_dumping_in_Somalia_and_its_impact_on_human_rights.pdf
[21] Fernando Bullón Miró: «El mundo ante el cenit del petróleo», http://www.crisisenergetica.org/staticpages/index.php?page=200509171321310
[22] Chris Clugston: «Algo más que petróleo», http://www.crisisenergetica.org/ficheros/algo_mas_que_petroleo.pdf
[23] http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=99279
[24] Estos edificios utilizados por Conoco pertenecían realmente al empresario Osman Atto, que actuaba como representante local de Conoco y que era además la principal fuente de financiación de la milicia del general Aidid a quien supuestamente combatían las tropas norteamericanas. » Somalia: Development by other means «, Wildcat 17, 1994
[25] http://www.raceandhistory.com/cgi-bin/forum/webbbs_config.pl/noframes/read/15
[26] http://www.rangeresources.com.au/operations/puntland/
[27] Son muchos los ejemplos (Argentina, Perú, Brasil, Nigeria, etc) de empresas de prospección y petroleras que no dudan en utilizar métodos legales e ilegales, incluido el asesinato, para lograr arrebatarles sus tierras a pueblos indígenas y para acallar resistencias al expolio y destrucción de la tierra. Para un caso concreto se puede consultar Marc Gavaldá y Hernán Scandizzo: Patagonia petrolera. El desierto permanente. Bardo ediciones. 2011
[28] Miquel Amorós: «Urbi et Orbi. Principios del antidesarrollismo», Perspectivas antidesarrollistas. Maldecap y otros, 2011
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.