Aunque velada por el silencio de los monopolios mediáticos internacionales, la disputa en torno a los 20 millones de dólares aprobados por el gobierno de los EE.UU. para la subversión en Cuba se convirtió en un escándalo que durante dos meses ha puesto al descubierto algunas de las interioridades de los manejos de estos fondos. […]
Aunque velada por el silencio de los monopolios mediáticos internacionales, la disputa en torno a los 20 millones de dólares aprobados por el gobierno de los EE.UU. para la subversión en Cuba se convirtió en un escándalo que durante dos meses ha puesto al descubierto algunas de las interioridades de los manejos de estos fondos.
En abril de 2011, el senador John Kerry, demócrata por Massachusetts, que preside la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado bloqueó el dinero a causa de un escándalo que golpeó el manejo de los $20 millones asignados para el año fiscal anterior. Según afirmaba una nota de Juan Tamayo en El Nuevo Herald, titulada «Presionan a Kerry por fondos a Cuba», el senador había pedido a investigadores federales que indagaran «las alegaciones de fraude en los programas», pues «los críticos de estos programas se han quejado en privado del mal uso generalizado de los fondos en los últimos años».
Según afirma el sitio web Cubadebate, «la administración Bush desvió algo del dinero para la subversión en Cuba hacia contratistas como la Development Alternatives Inc. (DAI), al alegar que estos podían manejar mejor el dinero».
Desde que fueran creados en la década del 90, los programas de subversión dirigidos a Cuba han costado a los contribuyentes norteamericanos 150 millones de dólares, de ellos 94 millones corresponden al período entre 2007 y la actualidad, con el 2008 contando como el año con mayor presupuesto, con 45 millones.
El periodista norteamericano Tracey Eaton en su blog Along the Malecón, cita una supuesta fuente del Capitolio que afirma que ese fue el año precisamente en que «los programas… dejaron de funcionar por completo. Es muy difícil gastar tanto dinero, así que, ¿cómo se gasta? Básicamente, se da a personas en EE.UU. y se les dice: Bien, traten de hacer algo bueno con el dinero».
En ese mismo artículo, Eaton alude a que en años anteriores a 2010 la «USAID (Agencia de Desarrollo Internacional) entregaba el dinero a contratistas privados sin exigir una explicación de los gastos, así que ni siquiera la agencia sabía exactamente cómo se gastaba todo el dinero».
El periodista norteamericano cita nuevamente la fuente del Capitolio: «la manera en que funcionaba, básicamente hasta (que llegó) Obama, es que todo el mundo prometía hacer la vista gorda ante la forma en que se gastaba el dinero, y estoy hablando de la propia USAID. No había supervisión en el Congreso. No había nada. Y nuestra Sección de Intereses en La Habana no tenía idea de la forma en que se usaba el dinero. Así que los únicos que sabían cómo se gastaba el dinero eran los que lo gastaban».
El senador Kerry envió al Departamento de Estado 13 preguntas cuestionando los modos en los que la USAID gastaba el dinero en, o para, Cuba. Entre las respuestas que el Departamento de Estado le dio al representante demócrata se encuentra una muy elocuente que evidencia cómo EE.UU. sigue tratando al mundo, y a América Latina en particular, como un territorio donde deben primar «sus» concepciones políticas, pues afirma que esas acciones respaldan «las metas políticas norteamericanas para la región: oportunidad social y económica ampliada; seguridad ciudadana para todos; la gobernación democrática eficaz; y un futuro de energía limpia». Que conste que lo de la energía limpia lo dice el propio país que aún no se ha recuperado del escándalo ni los estragos de un enorme derrame petrolero frente a sus costas.
Dos líneas de la pregunta dedicada a evaluar la eficiencia de los programas afirman que «los esfuerzos combinados de los programas de gobierno de EE.UU. han contribuido a elevar el perfil internacional de activistas de la sociedad civil, especialmente de los bloggers y los periodistas». Casi idénticas son las palabras de la multipremiada (pagada) Yoani Sánchez, en El Mundo: «Mi reconocimiento me ha proporcionado un escudo protector en mi país». La coincidencia entre ambas voces da cuenta de la conexión directa que hay entre estos programas y los llamados «disidentes» en Cuba.
En lo que se dirimía la disputa por los 20 millones, el Departamento de Estado adelantó una Solicitud de Propuestas (RFP) para gastar 4,1 millones «para ayudar a la sociedad civil de Cuba», según afirma Tamayo, en El Nuevo Herald. El diario de Miami recoge que documentos de la Oficina para la Democracia, los Derechos Humanos y el Trabajo del Departamento de Estado (DRL) «mostraron que un millón se destinaría a programas diseñados para capacitar a los cubanos ‘para fomentar las alternativas de políticas públicas que mejoren la calidad de vida con el fin de capacitarlos para reivindicar sus derechos, incluido el acceso a la vivienda, la alimentación, la educación y la salud’.
En el » país de la libertad » , desde donde se fabrican comandos para establecer el control sobre Internet y no se respetan los derechos de los ciudadanos a la información sobre Cuba, se aprueban millones para la subversión en la Isla. «Cerca de $700 mil se destinarían a programas que ayuden a ‘abogados independientes y asociaciones legales’, $600 mil facilitarían ‘la libertad de información’, y otros 600 mil ayudarían a artistas, blogueros y otros intelectuales.
Los amos del mundo, tan preocupados por ayudar a la Isla, continúan desglosando el presupuesto: «Programas para ayudar a la comunidad lesbiana, gay, bisexual y transgénero recibirían $ 300 mil; los destinados a personas con discapacidades recibirían $200 mil; y los programas para quienes documentan los abusos contra los derechos humanos recibirían $427 mil».
Sin embargo, a pesar de la aprobación del dinero, la efectividad de los programas continúa quedando constantemente en entredicho. El pasado 28 de junio una información de la agencia española EFE reseñaba que » Apenas diez personas participaron en la convocatoria (por el Día del Orgullo Gay) del Observatorio LGBT de Cuba». El sitio web Cubainformación señala que «horas después de que estas nueve personas de la ‘disidencia’ se manifestaran rodeadas de una nube de periodistas extranjeros, sin represión policial alguna, el Centro Nacional de Educación Sexual de La Habana (CENESEX) se llenaba de gente que acudía a una conferencia sobre la ‘rebelión de Stonewal’, del 28 de junio de 1969, origen del Día del Orgullo Gay; a un cinedebate sobre la película Milk; a la presentación de varios libros y videos sobre el tema; y a un espectáculo musical de transformistas. Todo sin apenas periodistas extranjeros, que habían preferido cubrir la citada marcha ‘opositora’ de nueve personas, quizá siguiendo el señuelo de los mensajes en Twitter de la bloguera Yoani Sánchez sobre un ‘fuerte operativo policial’ que nadie vio».
No por ineficaz el dinero para la subversión en Cuba ha dejado de correr. Según el Blog Along the Malecón, de Tracey Eaton, la USAID anunció que «está buscando contratar a un director del programa para Cuba, con un salario de $89 033 a $ 136 771». Ni la crisis económica que aún afrontan los EE.UU., ni los fiascos que se han llevado cada vez que alguno de sus supuestos asalariados se ha revelado como un agente de la Seguridad Cubana, ni los llamados a la racionalidad y la transparencia de senadores como John Kerry, han podido detener la obsesión norteamericana por alimentar la disidencia interna en la Isla. Este es un serial de muy larga data, al que seguramente en el futuro se le agregarán nuevos capítulos.