Traducido para Rebelión por Jesus María y Mariola García Pedrajas
Sudáfrica parece finalmente dispuesta a analizar seriamente los frutos de su victoria en contra del apartheid, conseguida en 1994 con la llegada al poder por parte de Nelson Mandela y su partido, el Congreso Nacional Africano (ANC). El sistema de supremacía blanca legalizada pareció marcharse con un quejido más que con la hecatombe apocalíptica que muchos habían temido. Pero eso fue porque la revolución se completó sólo parcialmente. Trajo movilidad económica, política y social a un pequeño estamento de la población negra – especialmente los que estaban bien conectados políticamente – pero no alteró las relaciones fundamentales entre los ricos y la mayoría negra pobre; entre las firmas multinacionales que dominan la vida económica de Sudáfrica y la clase trabajadora industrial negra más organizada del continente. Y no se ocupó de forma significativa de la grotescamente desproporcionada propiedad de la tierra por parte de los blancos.
Estas cuestiones de democracia social, que van mucho más allá del un-hombre, un-voto, se aplazaron de forma indefinida en aras de la «estabilidad» – de evita la fuga de blancos y capital. Como resultado, los sueños de las masas de sudafricanos fueron postergados para no crear el pánico entre los blancos.
Más que embarcarse en una transformación exhaustiva de la sociedad sudafricana, las facciones en el poder del ANC bajo Thabo Mbeki, quien sucedió a Nelson Mandela como presidente, decidieron que crearían una clase de millonarios negros. El centro de su muy estrecho proyecto capitalista negro parecía favorecer la integración de los ricos de Johannesburgo, anteriormente barrios solo para blancos, más que mejorar rápidamente la calidad de vida en «distritos segregados» en expansión, tales como Soweto, donde vive el pueblo. Era una imagen del nuevo lujo negro que las revistas Ebony y Black Enterprise, apreciarían sin lugar a dudas, pero de ninguna manera se parecía a la sociedad sudafricana «libre» y verdaderamente igualitaria por la cual muchos se habían sacrificado y muerto.
«Las facciones en el poder del ANC bajo Thabo Mbeki, quien siguió a Nelson Mandela como presidente, decidieron que crearían una clase de millonarios negros.»
La «gran alianza» que derrocó al gobierno de la minoría blanca estaba basada en el ANC, el Partido Comunista Sudafricano, y el Congreso de los Sindicatos Sudafricanos, COSATU. En aras de la unidad, el Partido Comunista Sudafricano y el COSATU evitaron durante mucho tiempo un ruptura abierta con la facción de Thabo Mbeki que lideraba el ANC, que con frecuencia parecía el guardián de la Sudáfrica corporativa y la nueva clase negra corporativa.
Jamás olvidaré el espectáculo del líder del COSATU, dirigiéndose a una asamblea de líderes sindicales afroamericanos, la Coalición de Sindicatos Negros, en Phoenix, Arizona, en 2006. Prácticamente mendigó la ayuda de los sindicatos afroamericanos- los cuales apenas podían mantenerse a flote después de tantas derrotas ante las corporaciones de Estados Unidos. El líder sindical sudafricano suplicó a los negros de Estados Unidos que apoyaran la compra de textiles sudafricanos, los cuales habían sido diezmados por la competencia china. ¡Increíble! Pensé, los «aliados» del COSATU en el ANC tienen poder de estado, y a pesar de ello él apela a trabajadores afroamericanos marginados para que lo ayuden. Los que los negros sudafricanos necesitan, claramente, es algún tipo de cambio de régimen – continuar con su revolución.
Ahora Thabo Mbeki ha sido depuesto de su cargo en el ANC, a favor de un antiguo aliado suyo llamado Jacob Zuma. COSATU, los comunistas y el ala joven del ANC han conseguido forzar un cambio en las altas esferas. Ahora veamos si tienen el coraje y las ideas necesarias para producir un cambio real en las bases, para conseguir poder real para la mayoría sudafricana.
Enlace artículo original en inglés:
http://www.blackagendareport.