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Tin-Hinan, la fundadora del pueblo tuareg

Fuentes: Prensa Latina

Los tuareg, conocidos como los «hombres azules del desierto», deben su origen a Tin-Hinan, fundadora del pueblo en el Sahara que extendió sus dominios desde la frontera de Libia y Argelia hasta el sur de Sudán. Vestigios arqueológicos, recogidos en distintas locaciones del desierto, como los hallados en su cámara mortuoria, evidencian la existencia de […]

Los tuareg, conocidos como los «hombres azules del desierto», deben su origen a Tin-Hinan, fundadora del pueblo en el Sahara que extendió sus dominios desde la frontera de Libia y Argelia hasta el sur de Sudán.

Vestigios arqueológicos, recogidos en distintas locaciones del desierto, como los hallados en su cámara mortuoria, evidencian la existencia de esta princesa arabo-africana. Sin embargo, su vida azarosa llegada a nosotros por la tradición oral, a veces tiene elementos de leyenda.

El desierto del Sahara, antes de su desecación hace unos ocho mil años, estaba ocupado por una sabana donde proliferaba la vida. La comunidad en el desierto la componían muchos pueblos, nómadas en su mayoría, pastores con sus rebaños cuyas actividades principales eran las caravanas de camellos que se dedicaban a comerciar.

Además del trabajo, los pueblos antiguos encontraron los medios para desarrollar sus manifestaciones artísticas.

Son innumerables los yacimientos arqueológicos hallados en los macizos montañosos de Hoggar, en el desierto de Tassili. En las muestras grabadas en las rocas de Argelia y Libia abundan las escenas de caza y pastoreo, de ritos y ceremonias. Había también piedras pintadas, figuras de terracota y máscaras.

En todas esas manifestaciones plásticas se observa una destacada referencia a la figura femenina, como diosa, sacerdotisa o guerrera, lo cual prueba que, en el continente cuna de la humanidad, quizás se inició también el culto a la Diosa Madre de África y a Tin-Hinan, la diosa heroína, considerada por los tuareg la creadora de su pueblo.

La historia de Tin-Hinan o de Al Kaina para los arabófonos, es reciente; según las pruebas de expertos africanos, tiene sólo mil 600 años.

NECRÓPOLIS DE ABALESSA

 Los tuareg han venerado generación tras generación su filiación materna ligada a la princesa Tin-Hinan, cuyo lugar de enterramiento mantuvieron en secreto durante 16 siglos.

Pero en 1925 se descubrió una tumba sobre el túmulo de una colina próxima al oasis de Abalessa, en la región de Hoggar, al sur de Argelia, que es el centro de una pequeña necrópolis en cuyo derredor hay 12 enterramientos en forma de pequeñas torres donde yacen algunos tuareg prominentes.

Según algunos investigadores, el conjunto originalmente era un palacio que con el tiempo fue convertido en un fortín. El sitio, un centro de peregrinación donde los tuareg acostumbraban ir a meditar y descansar, ha devenido uno de los monumentos más importantes del Sahara central.

Las excavaciones principales en la necrópolis de Abalessa, situada a 250 kilómetros de la cordillera de Tassili, en la frontera con Libia, la iniciaron los arqueólogos franco-americanos Reygasse y Byron de Prorok, quienes en una de las 11 salas que integran el monumento funerario descubrieron una estancia vacía. Debajo de esta hallaron un esqueleto completo, el cual consideraron pertenecía a la princesa Tin-Hinan.

Tenía brazaletes de plata en ambos brazos y sobre el pecho un anillo y una hoja de oro. Restos de un traje de cuero cubrían su torso y en su pelvis se encontraron perlas de diversos colores.

EL ESQUELETO DE ARGEL

 

Entre los siglos IV y V de nuestra era, llegó al sur de Argelia procedente de la región del Atlas, actual Marruecos, una noble dama cuyo esqueleto de casi dos metros se exhibe en el museo de El Bardo, en Argel.

 

Análisis de los restos orgánicos que acompañan al esqueleto establecen su antigüedad entre los años 470 y 130 d.n.e. Sin embargo, arqueólogos e investigadores esgrimen distintas teorías sobre ese importante personaje.

 

Para Adila Talbi, arqueóloga argelina, experta en el tema, los restos hallados en Abalessa, por sus características anatómicas pertenecen a un hombre. Para algunos médicos de ese país norafricano, la pelvis no parece femenina e indican que en todo caso sería la de una mujer que no tuvo hijos.

 

En cambio, para los viejos ancianos tuareg -depositarios de la tradición oral-, los fundadores de su pueblo eran hombres de gran estatura llegados de Orión y emparentados según su teoría, con una princesa escapada de la Atlántida, antes del cataclismo.

 

Relatos islámicos y de los tuareg narran la historia de una princesa de la etnia bereber que galopó sobre una camella más de mil kilómetros a través del ardiente Sahara, acompañada por un séquito de esclavos y se estableció en el fértil valle de Abaleas, donde fundó un reino.

 

Allí había tribus de nobles acompañados por sus vasallos, esclavos domésticos y agricultores que cultivaban en los oasis del Sahara. En muchos períodos esos pueblos, guiados por su princesa, se dedicaron a la guerra contra la penetración de los ejércitos musulmanes en el norte de Africa.

Esa comunidad de pueblos nómadas, que extendieron su poder por Africa central, fue la cuna de los tuareg -vocablo que significa hombres libres-, quienes durante siglos conservaron su lenguaje y civilización, y aún hoy mantienen el uso del litam o velo azul, teñido con una sustancia local, el cual les da un aire principesco.