Cómo se viene anunciado desde hace varios años, las bandas terroristas vinculadas el Daesh y a al-Qaeda buscaban llegar a los países del litoral del golfo de Guinea y lo han logrado.
Aquello que parecía improbable por la cantidad de fuerzas internacionales destinadas a terminar con las khatibas fundamentalistas, inicialmente en Mali con la asistencia de Francia y su Operación Barkhane, que desde con diferentes nombres participó desde 2012 a 2022 con una fuerza de 5.000 efectivos en medio de una ola de sentimiento antifrancés nunca antes vista, provocada por su ineficiencia para combatir la insurgencia y los reiterados abusos contra la población civil. Francia dejó Mali en 2022 e intentando disimular el fracaso, Emmanuel Macron decidió dejar en Níger una fuerza sustancialmente menor. Tampoco logró su cometido la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA), desde 2013 con casi 18.000 hombres, por lo que Bamako ha pedido su retirada a mediados de este año. Además está la Fuerza Conjunta del Grupo de los Cinco del Sahel (GS5), compuesta por efectivos de Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger que opera desde 2017, aunque su falta de coordinación y el escaso nivel técnico y logístico provocaron las deserciones de Mali y Chad, por lo que el GS5 está prácticamente inactivo, más allá, de las intenciones de Mauritania de reflotarlo.
A todas estas fuerzas internacionales hay que sumar la de los ejércitos nacionales de los países de la región, que tampoco logran contener a los muyahidines. En el caso de Mali y Burkina Faso convocaron al demonizado Grupo Wagner, que se ha limitado a brindar entrenamiento y asistencia técnica, por lo que, de hecho, tampoco ha conseguido neutralizar el avance de las khatibas.
Ante estos fracasos en Mali, desde 2017 los militantes del Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin o JNIM (Grupo de apoyo para el islam y los musulmanes) y el Estado Islámico del Gran Sahara, tributarios del Daesh, ingresaron a Burkina Faso, devastando el norte del país donde generaron miles de muertos y millones de desplazados, además de abrir rutas de acceso hacia el sur por donde llegan al norte de Togo y Benín.
La estrategia de los terroristas para los países del Golfo de Guinea, inicialmente, no es como en los casos de Burkina Faso, Mali o Níger, la de expandirse en el territorio, sino la de controlar un corredor por donde puedan circular “libremente”, desde Benín a Ghana, con contrabando de armas, drogas y oro, utilizando las ya milenarias rutas de trashumancia que, desde el principio de los tiempos, utilizaban las tribus de pastores nómadas, mayormente la comunidad fulani. La utilización de un espacio en común entre los pastores y los insurgentes ha establecido la sospecha de que los fulani, la tribu más numerosa del continente, se ha plegado a la lucha de los fundamentalistas, lo que la ha puesto en la mira de los ejércitos regionales y la inteligencia occidental.
En Togo la emboscada terrorista del pasado lunes 17 de julio contra un convoy militar -compuesto por una media docena de jeeps- en la prefectura Sankortchagou, en el departamento Kpendjal, región de Savanes, a unos diez kilómetros de la frontera con Burkina Faso, dejó al menos una docena de hombres de las Fuerzas de Defensa y Seguridad (FDS) muertos y un número indeterminado de heridos que fueron derivados al hospital regional de la ciudad de Dapaong, a unos 30 kilómetros de donde sucedió el ataque. Ya en febrero pasado otra incursión terrorista en Kpendjal, en las aldeas de Tola y Gningou, había provocado una treintena de muertos. Según algunas informaciones, la unidad emboscada, en el momento del ataque participaba de una operación de seguridad en la región. Si bien las acciones de los rigoristas no son muy frecuentes, además de las bajas que generan están provocando una creciente inestabilidad y el aumento de desplazados en las poblaciones fronterizas, tanto de Togo como de Benín con Burkina Faso, país que prácticamente se ha convertido en un santuario para los terroristas. (Ver: Togo, el infierno tan temido.)
Según los analistas locales, el ataque a la prefectura Sankortchagou, a pesar de no fue reivindicado por ninguna organización se considera que es una nueva acción del Jama’at Nasr al-Islam wal Muslimin, que desde noviembre del año pasado ha realizado una veintena de acciones, 14 en lo que va del año, habiendo provocado más de 70 muertos. Los ataques serían en respuesta a las cada vez más frecuentes las acciones de la Operación Koundjoaré que el ejército togolés lanzó en 2918 y ha producido detenciones masivas de los que se creen que son militantes del JNIM, además de las interrupciones en ese corredor, clave para el abastecimiento de la organización takfrirista. Los terroristas atacan las poblaciones para procurarse víveres y roban cosechas y ganado, complicando más la situación de las poblaciones fronterizas que han visto mermado el comercio al tiempo que se cierran escuelas y centros de salud.
En Benín también se afianzan el terrorismo
Diversas fuentes insisten en que el ataque a la prefectura Sankortchagou ha sido una advertencia al Gobierno del presidente Faure Gnassingbé, que no solo ha iniciado una política de acoso a los pastores fulani, sino que también amenaza con expulsar de su país a los refugiados burkineses –casi 30.000- como acaba de hacerlo el Gobierno ghanés a mediados de julio, que expulsó a 500 de los 8.000 burkineses que se encuentran en su territorio. Tal decisión, según el presidente de Ghana, Nana Akufo-Addo, ha declarado que dichas devoluciones no han sido forzadas y afirma que los procedimientos se llevan a cabo en línea con la legislación internacional. A pesar de esa declaración el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) expresó su preocupación.
Se estima que unos 80.000 burkineses se han desplazado desde principios de año a Costa de Marfil, Togo, Ghana y Benín, huyendo del terrorismo. Esta afluencia de refugiados está incrementando las críticas condiciones económicas de estos países, agravadas a consecuencia del cambio climático.
Mientras los refugiados burkineses desconocen finalmente cuál será su destino, la situación en Benín se agrava. A principios de mayo, en solo dos días, los ataques a las aldeas norteñas de Kaobagou y Guimbagou dejaron 20 muertos, además de provocar el desplazamiento de 900 habitantes de Kaobagou. Si bien ninguna organización se adjudicó los ataques, el país conoce este tipo de acciones desde el 2019.
La primera de las matanzas se produjo en una granja a 20 kilómetros de Burkina Faso, a la que llegaron un centenar de milicianos que degollaron a unas 15 personas y al tiempo que una docena de aldeanos se encuentran desaparecidos. Se especula que los secuestrados, finalmente, serán reclutados de manera forzosa, lo que es una vieja táctica utilizada por estos grupos.
Tras el ataque a la granja de Kaobagou en el departamento de Atacora, al día siguiente cinco personas fueron asesinadas y una cuarta secuestrada en la aldea de Guimbagou, departamento de Alibori, vecino del primero.
Toda el área lindante con el parque nacional Pendjari, vecino a la aldea de Kaobagou, se ha convertido en el epicentro del terrorismo en Benín, donde desde febrero último se produjeron más de una decena de acciones insurgentes. Además, allí también se están notando tensiones entre los fulani y los gourmantché, esta última una comunidad que extiende su presencia por el norte de Ghana, Togo, Benín y el sur de Burkina Faso, llegando hasta Níger.
Para controlar las acciones de los muyahidines, el gobierno de Benín está considerado convocar a efectivos ruandeses que ya se han desplegado también en Mozambique y la República Centroafricana, además de reclutar a unos 5.000 hombres para incorporarlos a sus fuerzas de seguridad, destinados a asegurar las fronteras amenazadas en las que ya se ha declarado el toque de queda entre las siete de la tarde y las seis de la mañana, por la llegada de los bárbaros.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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