Recomiendo:
0

Trabajo clave para entender el «milagro» chino

Fuentes: Observatorio de crisis

El Partido Comunista de China y el «ancien régime» Es imposible entender la correspondencia de un administrador del ancien régime – a sus superiores o a sus subordinados- sin tener la fuerte sensación de que la similitud de las instituciones hace que los gestores de aquel tiempo se parezcan mucho a los de nuestros días. […]

El Partido Comunista de China y el «ancien régime»

Es imposible entender la correspondencia de un administrador del ancien régime – a sus superiores o a sus subordinados- sin tener la fuerte sensación de que la similitud de las instituciones hace que los gestores de aquel tiempo se parezcan mucho a los de nuestros días. Cruzando sin miedo el abismo de la Revolución que los separa se parecen unos a otros […]. Más vale que dejemos de sorprendernos ante la pasmosa facilidad con que la centralización fue restablecida en Francia a comienzos de este siglo. Los hombres de 1789 habían destruido al edificio institucional , pero sus cimientos se mantuvieron intactos en los corazones de los destructores. Sobre esas bases fueron capaces de reconstruirlo, dándole una solidez que nunca antes había tenido.

Alexis de Tocqueville, El Antiguo Régimen y la Revolución, 1856.

El colapso de la Unión Soviética tuvo un profundo impacto en el pensamiento, la ideología, la política, las instituciones y el desarrollo de China. Las desastrosas consecuencias que vivió Rusia con la desaparición del PCUS y del bienestar social conquistado por la revolución fue un factor que fortaleció la determinación de Pekín de resistir la presión externa e interna que le exhortaba a cambiar hacia una democracia liberal de origen occidental.

¿Porqué el Partido Comunista de la Unión Soviética se desintegró, mientras que el Partido Comunista de China (PCCH) fue capaz de sobrevivir y fortalecer su posición?

La divergencia en las trayectorias de estas dos superpotencias comunistas ha tenido un significado considerable para la economía y la política del siglo XXI, con efectos que potencialmente se proyectarán a largo plazo.

Ambos regímenes tenían un punto de partida común con el sistema económico establecido en Rusia entre 1917 y 1921. Sus rasgos esenciales (el control político en manos del Partido, la propiedad estatal de los medios de producción, el control estatal sobre el comercio) se forjaron en los arduos años de lucha durante la prolongada guerra civil .

En el momento de su fundación -en 1921- el Partido Comunista de China adoptó la misma estructura política y el mismo proyecto que su homólogo soviético. Tal y como lo expresó Xi Jinping en 2017: «Las salvas de la Revolución de Octubre trajeron el marxismo-leninismo a China. En la verdad científica del marxismo-leninismo, los revolucionarios chinos avistaron la solución a nuestros graves problemas».

Tanto en la URSS como en China, la guerra civil y la lucha por la supervivencia nacional contra una potencia invasora (la Alemania nazi y el Japón imperial, respectivamente) robustecieron los aspectos centralistas y disciplinarios del Partido Comunista.

En ambos países, el periodo de la Nueva Política Económica bajo la dirección de Lenin, a principios de la década de 1920, y bajo la dirección de Mao, a principios de la década de 1950, modificaron temporalmente la estrategia económica, pero la filosofía de «la economía como una gran industria», incluyendo la agrupación de la población rural en granjas colectivas, fue rápidamente restablecida en la estructura económica a ambos lados del río Amur.

Este sistema económico «estalinista», unido al control político por el aparato del Partido, continuaron en vigor en China hasta la muerte de Mao en 1976, y en Rusia, hasta el ascenso de Gorbachov a la secretaría general del PCUS en 1985.

La estructura política de los zares

Sin embargo, los rasgos comunes de los sistemas político-económicos de las dos potencias comunistas ocultaban diferencias profundas en lo referido a la naturaleza de los regímenes previos a la revolución.

En el caso del PCUS, el «ancien régime» no era otro que el Estado ruso establecido a partir del siglo XVII por el Principado de Moscú mediante una serie de conquistas militares. Esta estructura política estaba dirigida por un gobierno centralizado y autoritario equipado con un gran ejército, necesario para mantener unido un vasto territorio poco poblado, étnicamente diverso y con fuertes tendencias separatistas.

El Imperio Ruso fue puesto a prueba en feroces guerras con los países vecinos: la Gran Guerra del Norte contra el poderoso Estado sueco entre 1700 y 1721, la invasión napoleónica de 1812, la Guerra de Crimea contra Francia, Gran Bretaña y el Imperio Otomano en la década de 1850 y la Guerra ruso-japonesa de 1904. La Primera Guerra Mundial fue el último y más devastador de una larga historia de conflictos entre la Rusia Imperial y sus grandes potencias rivales.

En la estructura de la sociedad rusa, en el siglo XVII, los estratos superiores del estamento civil y militar zarista estaban compuestos por la clase terrateniente, que dependía del soberano para la adjudicación y protección de sus posesiones.

Por lo general esa franja de población, al igual que el clero, siguió siendo por casi analfabeta durante todo el siglo XVII. Rusia tenía una tradición escrita pobre, con poco espacio para el pensamiento ético o filosófico acerca del papel de la clase dirigente. La Iglesia ortodoxa era una institución subordinada a un Estado, que designaba y pagaba a sacerdotes y altos cargos religiosos.

La masa de campesinos, la infantería para el ejercito, se mantenía virtualmente en la esclavitud, incluso después de la emancipación de 1861 siguieron siendo siervos. Y aunque el país poseía un sistema de comercio interno altamente desarrollado, el Estado controlaba de una u otra manera a la clase mercantil.

El régimen zarista estableció monopolios estatales para los mercaderes, impuso gravámenes fiscales sobre sus beneficios y tomó medidas para evitar la formación de urbes comerciales de consideración.

Si bien es cierto que una parte importante de la cultura rusa se deriva de la interacción con el Mediterráneo oriental y con Asia central, a partir de Pedro el Grande la clase dominante se preocupó por absorber las tecnologías y la cultura de Europa Occidental. Sin embargo este impulso quedó limitado a la construcción de San Petersburgo, a la adopción de la lengua francesa por parte de las clase terrateniente, y a una clara influencia en los estratos intelectuales que surgieron en el siglo XIX.

Esta nueva intelectualidad asimiló las ideas políticas de Europa Occidental y gran parte de su actividad política y literaria era crítica con el autoritarismo zarista. Esta tensión entre la intelectualidad y el Estado perduraría durante el periodo soviético.

Si bien es cierto que la industria capitalista creció entre 1890 y 1914, en las práctica se mantuvo circunscrita al área de San Petersburgo. Solamente con la llegada al poder de los bolcheviques se produjo un desarrollo industrial en los extensos territorios del antiguo Imperio ruso

La preocupación principal de la clase dirigente zarista ( terratenientes y militares) fue mantener el control del Imperio sobre las masas campesinas. Su burocracia era relativamente pequeña y conocía poco del funcionamiento de la economía de mercado.

La noción de una economía sin mercado -basada en la propiedad común de los medios de producción- era un aspecto central de la ideología del PCUS. El partido soviético lo puso en práctica y gracias a ello se logró levantar un formidable baluarte industrial que derrotó al ejército nazi en Europa y Asia.

Sin embargo, cuando la dirección del PCUS perdió la fe en el proyecto también extravió completamente el rumbo. Ante la disyuntiva de emprender una vía bajo nuevas condiciones, carecía de una noción que los chinos llaman «la otra orilla», es decir, una estrategia para alcanzar una sociedad post-capitalista.

Los únicos recursos que la historia pre-revolucionaria de Moscú ofrecían una visión totalmente idealizada de Occidente y de la economía de libre mercado.

Recursos para el viaje

En contraste, en esa misma coyuntura, el PCCH pudo recurrir a los abundantes recursos que ofrecía el «ancien régime» chino. A diferencia de Moscú (que antes del siglo XIV era poco más que una fortaleza de madera) durante milenios el Estado del Este de China se desarrollo económicamente en una región densamente poblada. Este Estado, sólidamente constituido, conservó gobiernos estables durante muchos siglos, incluso en momentos de conflicto con territorios externos.

Asimismo el PCCH se vio fortalecido por la tradición político-filosófica de la burocracia china. A los funcionarios y a los intelectuales se les inculcaba sistemáticamente el deber de «servir al pueblo», así como una rigurosa ética sistematizada por Mencio, una antiguo pensador Confucionista.

Esta filosofía estaba instalada en la burocracia tradicional, y también se encontraba arraigada en la ideología de los militantes del Partido Comunista Chino. El profesor de Mao Zedong, Yang Changji, que dejó una «fortísima impresión» en el futuro líder, creía fervientemente que los intelectuales tenían como deber ineludible: » ponerse al servicio del país por encima de sus deseos».

Casi sobra decir que a lo largo de la historia china fueron pocos los burócratas, que cumplieron con los altos estándares de abnegación y responsabilidad que se esperaba del funcionario publico ideal. De hecho, entre 2012 y 2017, la Comisión Central Disciplinaria del PCCH emprendió acciones judiciales contra 1,4 millones de miembros del Partido, con el fin de poner coto a la corrupción que se había extendido dentro de la organización, a la sombra del crecimiento del gigantesco sector inmobiliario y de la economía de mercado en la versión china.

La idea de una economía sin mercado, con los bienes en un régimen de propiedad colectiva, también tiene un origen muy antiguo en China. Se remonta a las palabras atribuidas a Confucio en el Libro de los Ritos. El filósofo Mencio que vivió en el siglo IV A.C. planteó el problema en estos términos: «Entre las gentes del cielo soy de los primeros en despertar. He de despertar a este pueblo a través del Camino. Si no lo hago yo, ¿quién lo hará ?» (Mencius, trad. D. C. Lau, Londres, 1970, libro V, parte A).

Más tarde Fan Zhongyan, ministro de un emperador Song en el siglo XI, sostenía en uno de sus preceptos: «Soporta las penurias y la amargura antes que los demás. Disfruta del confort y de la felicidad después de los demás»

Es evidente que Confucio tenía en mente un mundo ideal, donde la generosidad sería el principio rector. Sin embargo, la naturaleza en un mundo semejante sigue siendo objeto de debate. De hecho, el pasaje clave es ambiguo: da dao zhi xing ye, tian xia wei gong.

Según el filosofo de la era republicana Feng Youlan esta frase debe interpretarse como: «En los tiempos en que se practicaba el gran Tao, el mundo era común para todos». El erudito japonés Tsuchida Kyoson, contemporáneo suyo, la explica de la siguiente manera: «Cuando el Gran Camino se realice, el mundo entero será de todos».

Una generación anterior a la era de Feng Youlan, el pensador Kang Youwei, un monárquico constitucional y líder del movimiento reformista de 1898, había propuesto una lectura similar de Confucio. En su libro «La gran armonía» Kang describe una sociedad en la que «toda la industria es de control público y todo el comercio este bajo el control del Ministerio de Comercio».

La planificación económica se debe llevar a cabo a escala global: «con el fin de prevenir los males de la infraproducción y de la superproducción». En las zonas rurales, «toda la tierra debe ser de propiedad y gestión publica», y el plan debe » extenderse a cada detalle, incluyendo las pautas laborales, que deben ser ejecutadas como si fueran ordenes militares».

Mao estaba absolutamente familiarizado con el pensamiento de Da Tong Shu y creía firmemente que la única forma de lograr la «armonía universal» pasaba por la constitución de una República Popular dirigida por la clase obrera.

Muchos de los políticas de Da Tong Shu fueron implementadas bajo el liderazgo de Mao entre 1956 y 1976, en medio de una fuerte oposición en el seno del PCCH. De hecho, las ideas del Antiguo Régimen en China (que se remontaban al periodo anterior a la dinastía Qin) aparecen en los discursos y escritos de Mao con mucha más frecuencia que las ideas de Karl Marx.

Es cierto que el Manifiesto Comunista dejó en Mao una profunda impronta, y que él estudió cuidadosamente, entre muchos otros textos, los escritos de Marx sobre la Comuna de Paris y su Crítica del Programa de Gotha. Pero al parecer no hizo un estudio sistemático de toda la obra de Marx.

Por tanto, es probable que bajo el liderazgo de Mao la implantación de un sistema económico, que virtualmente eliminaba el mercado, estuviera más inspirada en las pensamiento chino tradicional que en sus lecturas de El Capital.

Nuevos edificios, viejos cimientos

Desde mediados de la década de 1950 y hasta fines de los 70, el grueso de la propiedad en China era, de una u otra forma, propiedad común. En diciembre de 1978, al comienzo del proceso de reforma, el PCCH tomó la decisión de abandonar «la orilla maoísta» del río -es decir, abandonar una economía con propiedad común- y cruzar al otro lado.

En aquel momento la naturaleza del «otro lado del río» quedó por definir. Sin embargo, mientras China se embarcaba en ese viaje, el desarrollo gradual de la «economía de mercado» empezó a interactuar de manera original integrándose con las tradiciones del pensamiento político e ideológico chino.

La historia de China como Estado se remonta a la dinastía Qi en el siglo III A.C., sin embargo sus tradiciones filosóficas se hayan mucho más atrás en el tiempo, probablemente desde la dinastía Zhou en el siglo XI A. C.

Los «cimientos» del «ancien régime» que inspiran al PCCH incluyen la larga historia de la burocracia china, basada en una tradición literaria y filosófica muy sofisticada. Satisfacer las necesidades de la mayoría de la población fue siempre un principio político- filosófico fundamental . También el aparato burocrático tenia el deber de estimular el mercado con vistas a lograr la prosperidad económica.

Esta relación entre ambos factores fue formulada por primera vez por Guan Zhong (720-645 A. C.), el más acreditado canciller de la dinastía Qi. Guan defendió la idea que todo el mundo podría beneficiarse del mercado «siempre que se le impidiera que al mercado decidir sobre la abundancia o escasez de mercancías para el pueblo».

Había otras escuelas de pensamiento. Como las ideas expuestas en los «Discursos sobre la sal y el hierro» que defendían que China debía regresar a una edad de oro del trueque, «cuando la población vivía feliz y exigía poco», pero estos puntos de vista rara vez influyeron en la corriente principal de la política estatal.

Lejos de eliminar el mercado, el Estado buscaba la manera de lograr que funcionara eficazmente a través de una regulación pragmática e inteligente. Para lograrlo el milenario Estado Chino se servía de un amplio abanico de obras públicas, que incluían la conservación del agua, la infraestructura de transportes, la estabilización de los precios, el desarrollo de programas para aliviar las hambrunas y la difusión del conocimiento mediante enciclopedias y textos escritos.

Con este sistema, durante más de dos milenios China fue el líder mundial de la innovación y el ingenio. Entre sus invenciones se cuenta; el arnés equino, el papel, la imprenta, la metalurgia de altos hornos, la porcelana, las armas de metal tubulares, la pólvora, la brújula marítima, el timón de popa, los compartimentos estancos para buques y las puertas de esclusa para los canales.

Además desarrollaron, de forma independiente a Occidente, componentes que serían clave para la primera revolución industrial; el motor de vapor, el pistón de doble acción y la trasformación del movimiento rotatorio en movimiento rectilíneo.

La intelectualidad china era el núcleo de su sistema burocrático; trabajar en su seno era perfectamente compatible con efectuar severas críticas a la forma en que operaba los funcionarios, si bien dichas críticas pocas veces se proponían derribar al sistema.

Durante esta larga historia, el Estado se hizo cargo de las actividades fue el mercado fue incapaz de asumir; pero el mercado siempre fue objeto de regulación por un Estado que se guiaba por la tradición filosófica china.

Los programas que han impulsado los líderes chinos desde 1978 ha mantenido una incuestionable correspondencia con estas tradiciones. Desde el principio del proceso de reforma y de «apertura», Deng Xiaoping dejó claro que China debía seguir una vía pragmática y experimental en lo tocante a las relaciones entre el Estado y el mercado.

Según Deng no se debía permitir que el mercado actuara solo, sin directrices, y el Estado debía «buscar la verdad de los hechos» en su relación con mercado.

Después del trauma del 4 de junio de 1989, Jiang Zemin reiteró esas ideas : «El grado, el método y la combinación entre la economía planificada y la regulación del mercado deben ser constantemente ajustados y perfeccionados en función de la situación real».

En la filosofía política del «ancien régime», esta perspectiva pragmática implicaba la búsqueda del equilibrio y la interacción entre el «Yin del Estado» y el «Yang del mercado». En un famoso pasaje del Libro de los Ritos puede leerse este enfoque: «Cuando el gran principio predomina, el mundo entero se orienta hacia el bien común».

Vías alternativas

En décadas recientes en China ha tenido lugar un encendido debate en torno a la historia del país, sus tradiciones intelectuales y su relación con Occidente.

El carácter especifico de esta discusión puede apreciarse en la disposición de los intelectuales chinos, y también del PCCH, a reflexionar sobre su propio pasado y a investigar sobre la historia Occidental. En este mismo sentido Mao describió los contornos de la otra orilla: «Usa el pasado para servir al presente, y usa lo extranjero para servir a China».

El maestro de Mao, Yang Changji, fue uno de los pionero en postular el estudio del pensamiento intelectual de Occidente. Los líderes actuales de China tienen una preocupación similar , especialmente respecto de las relaciones entre Estado y mercado.

Como es sabido para Adam Smith, el teórico occidental de la mano invisible, la competencia es consustancial al progreso económico. Sin embargo, el propio Adam Smith en su obra «Teoría de los sentimientos morales», sostiene que un mercado sin control produce resultados negativos como: «desigualdad, ruina del trabajo, quebranto de la felicidad y de los fundamentos éticos de la sociedad».

Desde 1978 los dirigentes chinos han estudiado a Smith y a otros pensadores occidentales con el propósito de efectuar un proceso de experimentación continua. En un lenguaje metafórico los chinos hablan de combinar regulación (la serpiente) con competencia (el erizo).

Por el camino ha habido innumerables dificultades, y sin duda habrán muchas más. Sin embargo, el balance logrado por China ha sido más que notable. Entre 1980 y 2018, su participación en el PIB mundial ha pasado del 2,3 al 18,5 por 100 ciento, mientras que durante ese mismo periodo la participación de la Unión Europea ha caído del 30,1 al 16,2 por ciento.

China ha desarrollado un formidable elenco de empresas de titularidad pública y poderosas empresas de carácter privado. Las principales empresas chinas se han convertido en compañías globalmente competitivas, con tecnologías, marcas y reputaciones punteras a escala mundial.

El crecimiento económico de China ha sido la base que ha sustentado un prodigioso avance en el bienestar material y cultural de su multitudinaria población. La propagación de las infraestructuras físicas y sociales -transportes, electricidad, telecomunicaciones, agua y alcantarillado -han contribuido a mejorar enormemente las condiciones de vida del pueblo chino.

Un gigantesco programa de construcción de viviendas ha ayudado a proporcionar hogares decentes y seguridad a los habitantes de las ciudades, cuyo número ha crecido exponencialmente. La ampliación de los servicios de sanidad y educación ha supuesto una contribución vital para bienestar de la absoluta mayoría.

El «rejuvenecimiento nacional» de China está íntimamente ligado a una larga historia que pasa por regular y estimular el mercado. Por tanto, no es difícil entender que los dirigentes chinos estén convencidos que su experiencia supone una contribución al interés común con una política de regulación inteligente del sistema económico.

El programa de reformas del PCCH hizo creer Occidente dominaría a China que en el siglo 21. Estas impresiones se afianzaron, cuando China se integró en la OMC en 2001. Sin embargo la historia presenta esta demostrando todo lo contrario. China en pocos años más será la primera potencia mundial sin discusión alguna.

La forma en que China se relaciona con Occidente sigue siendo una cuestión abierta. Todavía está por decidirse hasta qué punto » China se impregnará del mundo exterior» [xishou wailai] . El corolario de esta historia no dependerá únicamente de la gran nación asiática , sino también de Occidente.

La naturaleza radicalmente diferente del «ancien régime» en China y en Rusia es uno de los factores que explican la supervivencia y la prosperidad del PCCH, por un lado, y la desintegración del PCUS, por el otro. Esta diferencia se ha intensificado a medida que China abandonaba las políticas de la ultima etapa de Mao.

Durante el periodo transcurrido desde 1978, la naturaleza de «la otra orilla del río» se ha vuelto un tanto más clara. No coincide exactamente con la «doctrina de la propiedad común», o gongchan zhuyi. Ahora el mercado regulado juega un papel importante pero al mismo tiempo la regulación publica tiene al PCCH en el papel central. De esta manera se intenta garantizar que el sistema sirva a las necesidades del conjunto de la población.

Con independencia de si la propiedad es privada, estatal, cooperativa o mixta, toda forma de propiedad está sujeta a una regulación realizada por el partido y por el gobierno en aras del interés común. Conforme a la idea de «ir tanteando las piedras para cruzar el río» el camino hacia la otra orilla podría describirse como una modalidad del «da tong zhu yi». Esto es, el camino de «la gran armonía» o, más puntualmente la construcción de una sociedad de «gran mancomunitarismo».

China tiene aún un largo trecho por recorrer y grandes desafíos internos y externos. Sin embargo, el pueblo chino y sus lideres han sido capaces de discernir de manera colectiva las grandes líneas del camino hacia la «otra orilla», en un mundo cada vez más convulso y desigual.

Notas

1 Agradezco al Dr. Zhang Jin las largas conversaciones acerca de los asuntos planteados en este artículo.

2 «Speech at the 19th Congress of the Communist Party of China of Xi Jinping «, 2017

3 László Szamuely, First Models of the Socialist Economic System: Principles and Theories, Budapest, 1974.

4 «Servir al pueblo» -wei renmin fuwu- es una consigna central del Partido, cuyo eco se ha venido sintiendo, desde el discurso de Mao de septiembre de 1944, cinco años antes de la proclamación de la República Popular, hasta el grueso de los discursos de Xi6.

5. Mao Zedong, «Serve the People» [8 de septiembre de 1944], Selected Readings from Mao Tse-tung, Pekín, 1971

6. Xi Jinping, The Governance of China, Pekín, 2014, p. 30; ed. cast.: Obras escogidas de Mao-Tse-Tung, Madrid, 1974).

7 L. G. Thompson, «Introduction», The One-World Philosophy of Kang Yu-wei, Londres, 1958, pp. 27-29.

8 Fung Yu-lan [Feng Youlan], A Short History of Chinese Philosophy, ed. Derk Bodde, Nueva York, 1948, p. 202.

9 El Da Tong Shu fue publicado en chino en forma abreviada en 1913 y en su versión completa en 1935, ocho años después de la muerte de Kang Youwei.

10 Mao Zedong, «On the People’s Democratic Dictatorship» [1949], en Selected Readings, 1971.

11 Guan Zhong, The Guan Zi, trad. por Zhai Jiangyue, 4 vols., Guangxi, 2005, capí- tulo 5, cheng ma.

12 Joseph Needham, «The Pre-natal History of the Steam Engine», en Clerks and Craftsmen in China and the West, Cambridge, 1970.

13 Jiang Zemin, «Speech at the Meeting in Celebration of the 40th Anniversary of the Founding of the People’s Republic of China», 29 de septiembre de 1989, Departamento de Investigación de la literatura del Partido, Comité Central del Partido Comunista de China, Major Documents of the People’s Republic of China, Pekín, 1991.

14 Wu Kuo-cheng [Wu Guozheng], Ancient Chinese Political Thought, Shanghái, 1933, p. 299.

Fuente: https://observatoriocrisis.com/2019/06/23/clave-para-entender-el-milagro-chino/