Quizás a partir del 20 de enero el mundo pueda empezar a sacarse de encima el mal sueño que han significado los cuatro años de gobierno de Donald Trump. ¿Que los ha habido peores? Sin duda.
Desde Truman en adelante Estados Unidos no se ha caracterizado por haber instalado humanistas en la Casa Blanca, y haciendo un rápido y desprolijo recuento, cuando emergen espectros como los Nixon, los Reagan, los Bush, los Clinton y los Obama, los que suman millones de muertos, con sus respectivos millones de kilómetros bombardeados, en su cruzada por llevar “libertad, desarrollo, democracia y por sobre toda paz” a los territorios salvajes, que los son todos los más allá de sus fronteras, a cualquier parido por mujer de la tierra se le tendría que congelar el alma, pero sin duda de toda esa banda de gánster con mando presidencial que se han enumerado es Trump, sino el peor, el más esperpéntico y el más vergonzoso para las muchas buenas conciencias que habitan los Estados Unidos.
Más allá de su soberbia y de su patológica ignorancia Trump, han dejado una herida profunda en el mundo, que sangrará vaya a saberse por cuanto tiempo, que si algo no será es poco.
Más allá de las políticas internas, las que serían muy largo revisar, y particularmente a quien escribe estas líneas le interesan muy poco, además de que, de eso, sin duda, comenzar a encargarse muchos tribunales norteamericanos, empujados por los familiares de los más de 500 mil muertos, mal contados, que la pandemia se terminará cargando antes de que termine, pero allí ellos y su justicia.
Lo que al mundo si le debería importar es el mal que ha producido en las zonas más calientes del mundo, dejando una bomba, muchas bombas de tiempo que comenzaran a estallar más temprano que tarde.
Trump ha dejado a Afganistán tras veinte años de guerra otra vez a la deriva, con un plan de paz entre una clase política corrupta y el Talibán, que más allá de cualquier cuestionamiento, han demostrado ser tan extraordinarios en la guerra como en la política, dándole a Washington la oportunidad para restirase de su país, casi como si nada hubiera pasado, aunque todos sabemos, que una vez más los afganos, de una u otra manera, han limpiado los pisos con banderas imperiales. Cuanto demoraran los muyahidines en abandonar sus montañas, para instalarse otra vez en Kabul, dependerá de cuanto hayan aprendido, pero de algo no hay duda lo harán.
Respecto a Somalia con la retirada de sus tropas Trump, deja un territorio de cerca de 16 millones de almas, devastado por conflictos internos dados por la fuerte presencia el grupo integrista al-Shabbab y sequias bíblicas, que han aniquilado su rudimentaria economía, además de al borde de una guerra con Kenia, su vecino del sur que en muchas oportunidades ha sido víctima de los fundamentalistas que rinden honores a al-Qaeda global, guerra que sin duda habilitará a la balcanización de ese país, ya que otras naciones vecinas y no tanto, como Turquía y algunas monarquías del golfo le han echado el ojo, podrían de una vez por todas acabar con ese territorio que se ha convertido en el epitome del Estado Fallido.
Siria ha sido otro de los grandes fracasos internacionales de Trump, de donde ha pretendido en varias oportunidades retirar sus efectivos, los que solo han contribuido a continuar la guerra y que el ejército del presidente Bashar al-Assad, y sus aliados no pueda terminar de una vez por todas con los bolsones de terrorismo que continúan operando en el país. Sin contra el sumo fracaso frente a Irán, nación que, desde el primer día de su nefando gobierno, ha sido su objetivo prioritario, al que sus amenazas de guerra, sus asesinatos dirigidos contra el General Qasem Soleimani y el científico Mohsen Fakhrizadeh, los bloqueos y embargos comerciales y financieros la nación persa de mantiene incólume como hace más de 2550 años.
De forma parecida a los ejemplos anteriores Trump, no ha resuelto o ha resuelto mal los conflictos en que sus predecesores han encallado a los Estados Unidos: Libia, el Sahel, la guerra en Yemen, son como tantas otras, cuestiones en que el déspota color zanahoria, no ha podido resolver.
Aunque si ha logrado empeorar otras, con su operación pro sionista, conocida como “Acuerdo de Abraham”, con el que hasta hora y bajo presión imperial y dadivas repugnantes, ejecutada por su yerno y principal asesor Jared Kushner, un sionista confeso, ha conseguido alinear hasta ahora cuatro naciones a Bahréin, Emiratos Árabes Unidos (EAU) Sudán y Marruecos, en el establecimiento de relaciones con diplomáticas con el engendro sionista que ocupa ilegítimamente Palestina. Situación de hecho ilegitima ya que estos gobiernos, no de casualidad carecen de cualquier legitimidad, ya que imperan sobre esos pueblos, por la persecución, la cárcel, la tortura y la muerte de sus ciudadanos, ya que al igual que los 1500 millones de musulmanes del mundo, que, si un deseo tienen que los unifica de manera irrevocable, es la de recuperar la mancillada al-Quds (Jerusalén) el tercer lugar santo del islam.
Del lado de los asesinos.
El mundo se pregunta cuál será la última arbitrariedad de Trump, antes de comenzar a pasar de una vez y por todas al ostracismo, aunque algunos analistas consideran abierta la posibilidad de que en estos pocos días que le quedan de mandato pueda iniciar una guerra con Irán, aunque improbable, sin dudas un deseo con el que serenaría sus antojos a dos puntas, provocar el mayor mal posible a Irán y dejarle un escenario lo más crítico posible a su sucesor, Joe Biden.
Pero, más allá de su perversidad infantil, sabe muy bien como lastimar con pequeños gestos, se acaba de conocer que el pasado 22 de diciembre, disimulado entre otros 22 convictos de diferentes cargos fundamentalmente por crímenes económicos como a su consuegro, Charles Kushner, Donald Trump indultó a cuatro mercenarios pertenecientes la compañía de seguridad militar privada Blackwater Worldwide, que cumplían penas de cárcel desde el 2014, por el asesinato, de 14 civiles, entre ellos dos niños, el 16 de septiembre de 2007, que se conoció como “la masacre de la rotonda de la plaza Nisour”, a cien metros de una de las puertas principales de la Zona Verde de Bagdad, que terminó desatando protestas internacionales y la discusión sobre el uso de mercenarios.
Los cuatro asesinos: Paul Slough, Evan Liberty, Dustin Heard y Nicholas Slatten, que se trasladaban en un el convoy blindado Raven 23, abrieron fuego indiscriminado, con ametralladoras, lanzagranadas contra una multitud desarmada.
La defensa, argumentó que los hombres de Blackwater, fue que solo respondieron tras la emboscada tendida por insurgentes locales. A lo que en un informe presentado después de la sentencia deja claro que: “Ninguna de las víctimas era un insurgente o representaba una amenaza para el convoy Raven 23”.
Slough, Liberty y Heard habían recibido treinta años de prisión cada uno, por cargos de homicidio voluntario e intento de homicidio en 2014, mientras que Slatten, quien fuera el primero en disparar, declarado culpable de asesinato en primer grado, fue condenado a cadena perpetua, en juicios impulsados casualmente por el entonces vicepresidente de Barack Obama, Joe Biden.
Esta clase de indultos, no son los primeros que otorga Trump, ya en noviembre del 2019, año pasado, conmutó a un miembro del ejército, quien iba a ser juzgado por el asesinato de un presunto fabricante de bombas afgano y a un teniente condenado por asesinato, quien había ordenado a sus hombres disparar contra tres ciudadanos afganos.
Para los investigadores del FBI que analizaron la masacre de la Plaza Nisour, pocos días después, describieron la acción como “la masacre de My Lai en Irak», en referencia a la matanza producida en esa aldea vietnamita, donde 500 de sus habitantes fueron asesinados por tropas estadounidenses en marzo de 1968 y por la que fue condenado a cadena perpetua, solo el jefe de grupo el teniente William Calley, quien no alcanzó a cumplir cuatro años de encierro antes de ser indultado por el presidente Richard Nixon.
La empresa Blackwater, fundada por el multimillonario Erik Prince, cuya hermana, Betsy DeVos, secretaria de educación de Trump y fundamentalista de la enseñanza privada, tras el “incidente” cambio rápidamente de nombre tras lo que fue vendida, en salvaguarda de la “Libre Empresa”, obviamente, aunque Prince continua en el “ramo”, dirigiendo una nueva empresa en los Emiratos Árabes Unidos (EAU) que ya no asesina iraquíes, sino yemeníes.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.