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Trump: Pasos y estropicios de un elefante en el laboratorio de la Casa Blanca

Fuentes: Rebelión

Y podría ocurrir que la clase dirigente, esa plutocracia, a la vez racional e irracional, se decida a pasear al elefante por todos los pasadizos de la Casa Blanca y logre al fin amaestrarlo para evitar males mayores al imperio que siempre le ha gustado vestir los ropajes de sistema bueno. Un país incluso en […]

Y podría ocurrir que la clase dirigente, esa plutocracia, a la vez racional e irracional, se decida a pasear al elefante por todos los pasadizos de la Casa Blanca y logre al fin amaestrarlo para evitar males mayores al imperio que siempre le ha gustado vestir los ropajes de sistema bueno.

Un país incluso en sí mismo, sin contar con las múltiples relaciones e interconexiones con los países del mundo, nunca podrá compararse con una empresa. Una mirada a las realidades internacionales de los estados revela que existen otras naciones, agrupaciones de naciones y, por encima de todas, la ONU, como la organización global más representativa del derecho y la política de los Estados. Ello conlleva al acatamiento de determinadas y muchas normas y reglas que deben guiar el rumbo de todo gobierno que se precie de responsable de la autoridad y del compromiso del Estado que representa. Por tanto, asombra que el actual presidente estadounidense Donald Trump asuma tan a la ligera sus funciones adoptando tempranamente medidas que, aunque consecuentes con sus ideas de campaña electoral, rebasan los límites necesarios para el normal estudio y comportamiento comedido que exigen la implementación de políticas internas y externas complejas.

De modo tal, que el exitoso empresario ha llegado a la Casa Blanca con ínfulas de cambiarlo todo según su pensamiento y práctica empresarial, y tiene en vilo en estos momentos a medio o a todo el mundo, cosechando los naturales rechazos, más de los acostumbrados, en su propio país, y, por supuesto, por las patadas de elefante atolondrado, la condena también, más notoria que nunca antes, en los países vecinos y en los países allende las tierras y los mares, que analizan las amenazas y los peligros que se les viene encima.

El muro en la frontera con México es un dechado de sinrazón. El presidente del país que le arrebató casi la mitad de su territorio, ahora quiere extender dicho muro en todo el territorio fronterizo, que por otra parte está y estaría construido sobre antiguas tierras aztecas. Y para contrasentido, y tal vez único como medida extraterritorial del nuevo emperador, que el costo no lo pagará el Estado que lo levanta para su supuesta protección, sino que deberá efectuarlo el Estado de al lado. ¿Aceptará México en alguna forma esta extorsión, sobreañadido al despojo antiguo de sus tierras? ¿No intervendrá la ONU a través de su Asamblea General para evitar que este principio trumpista siente precedente y pueda convertirse mañana en una normativa de política futura de los países temerosos de las olas de emigrados, pero poderosos por sus fuerzas? Hay que expresarle a los Estados Unidos que lo justo según el sentido común es que «quien hace y deshace debe pagarlo con su sudor y su bolsa» y si con su acción afectara a otros, «debe por justicia resarcirlos por los daños».

Ahora Trump, presidente de un país que blasona de tierra de migrantes, que ha fomentado para su incumbencia la propaganda de las libertades relacionadas con la emigración, adopta medidas irracionales de discriminación y de violación de los derechos humanos relacionados con este asunto. Y de todas partes, internas y externas, han venido las declaraciones y manifestaciones de condenas por estas formas contrarias al derecho internacional.

Además, asumiendo una política proteccionista y conservadora, amenaza a las empresas automovilísticas y otras, asentadas principalmente en México, y las conmina a ponerlas en marcha en los Estados Unidos. ¿Generalizará también esta política con otros países, incluyendo sus aliados occidentales? ¿Romperá con la extravasación de los capitales hacia otros países, rasgo característico del imperialismo junto con la presencia e intervención de las fuerzas militares en todas partes en que puedan asentar sus bolsas y sus botas?

Sería bueno para el mundo que Trump empezara por poner fin a esa especie de migración de sus fuerzas militares hacia todo el mundo, y clausurara todas las bases militares fuera del país y retornara a esos cientos de miles de soldados a su tierra. Con ello haría un gran servicio a la paz mundial, y pudiera ahorrar los miles de millones necesarios para el separatista muro que ha soñado y se propone construir en apenas dos años. Pudiera empezar, por ejemplo, por la base naval más antigua, la de Guantánamo, Cuba, cuya presencia ha sido reiteradamente impugnada por el pueblo y gobierno cubanos.

En fin, Trump está causando, tempranamente, mucho estropicio dentro y fuera de su país. Pero aún es pronto para predecir y poder poner de manifiesto quién gobierna de verdad en los Estados Unidos. Y podría ocurrir que la clase dirigente, esa plutocracia, a la vez racional e irracional, se decida a pasear al elefante por todos los pasadizos de la Casa Blanca y logre al fin amaestrarlo para evitar males mayores al imperio que siempre le ha gustado vestir los ropajes de sistema bueno.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.