Más allá de que el historiador Eric Zuesse maneje un escenario de destitución (impeachment) de Trump -el Deep State, hoy encabezado por Obama, desea colocar en su lugar al vicepresidente Mike Pence, quien cada día acumula mayor poder ejecutivo (https://goo.gl/VTPnvP)-, su gabinete exhibe traslapes y círculos concéntricos (https://goo.gl/yl1Vlh), cuyos ejes representan una omnipotente mezcla de […]
Más allá de que el historiador Eric Zuesse maneje un escenario de destitución (impeachment) de Trump -el Deep State, hoy encabezado por Obama, desea colocar en su lugar al vicepresidente Mike Pence, quien cada día acumula mayor poder ejecutivo (https://goo.gl/VTPnvP)-, su gabinete exhibe traslapes y círculos concéntricos (https://goo.gl/yl1Vlh), cuyos ejes representan una omnipotente mezcla de intereses militares/petroleros/financieros, donde resalta su alianza con el grupo israelí-estadunidense Goldman Sachs, que había apoyado a la malhadada Hillary y hoy ha permutado su preferencia sin rubor.
El vilipendiado banco de inversiones Goldman Sachs colocó a dos de sus potentados ex funcionarios en las entrañas del gabinete de multimillonarios de Trump: los israelí-estadunidenses Steven Mnuchin (SM), secretario del Tesoro, y Gary Cohn (GC), principal asesor económico de la Casa Blanca a cargo del Consejo Económico Nacional.
Durante su campaña, Trump había criticado acerbamente los lazos de Goldman Sachs con Hillary y ahora ha operado una voltereta aparatosa al incorporar en su gabinete a figuras prominentes del banco al que acusó de robar a la clase trabajadora (https://goo.gl/3JCJyG).
Si en un análisis superficial abunda la confusión en materia de política exterior de Trump -quizá deliberada, para desarmar al mundo entero, con la notable excepción de la anglósfera, Japón e Israel: hasta hoy su núcleo operativo predilecto-, en materia económico-financiera la «trumponomics» despliega con toda nitidez su musculatura global cuando Wall Street ha horadado el techo de las cotizaciones y el superdólar impera frente al resto de divisas alicaídas.
Desde el día de la elección del hoy deslactosado Trump, las acciones bursátiles de la otrora insolvente banca de Wall Street se han revaluado en forma fenomenal y el valor de las cotizaciones ha descolgado, en un poco más de cuatro meses, una azorante fortuna de 3.5 billones de dólares (trillones en anglosajón) debido al optimismo por los proyectos de gasto colosal en manufactura/infraestructura y al incremento del gasto militar en 54 mil millones de dólares al año para modernizar al ejército estadunidense, que en muchos rubros ha sido rebasado por la remarcable resurrección militar de Rusia en la etapa del zar Vlady Putin.
Los megabancos de Wall Street se han recuperado desde la grave crisis financiera de 2008, en gran medida por la desregulación mediante la orden ejecutiva contra la Enmienda Dodd-Frank, que Trump ha calificado de «desastre» (https://goo.gl/nVUnBe).
En el discurso de su triunfo Trump enfatizó su voluntad de invertir un billón de dólares en manufactura y en la deteriorada infraestructura de EU.
La «trumponomics» comporta mucho parecido con la «reaganomics» y su polémica curva de Laffer, que en su paradójica fase inicial eleva los ingresos mediante la disminución de los impuestos.
No será sencillo planificar y luego implementar este año la promesa de Trump de invertir en infraestructura con el fin de crear millones de nuevos empleos cuando gravita la clásica pregunta: ¿de dónde provendrá un billón de dólares (https://goo.gl/zoL9Ys)?
Una cosa son las promesas demagógicas de campaña y otra es lidiar con la realpolitik cuando ni siquiera existe un cronograma de la «trumponomics».
El militarizado gabinete de Trump se llevará la tajada presupuestal del león mediante un dramático incremento de 54 mil millones de dólares en gasto militar: 10 por ciento mayor al del año pasado, que será compensado con una equivalente reducción acrobática en el Departamento de Estado y en otras agencias federales, como la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), cuyo flamante mandamás, Scott Pruitt, colisiona con los lineamientos previos de Obama (https://goo.gl/Lw1LoY).
Neil Irwin, del NYT, comenta que el alza de 12 por ciento del índice S&P 500 desde el día de la elección -al unísono del incremento en el rendimiento de los Bonos del Tesoro, que pasaron de 1.85 por ciento a 2.45 por ciento- sugiere que los inversionistas creen que son más probables mayores crecimiento e inflación, ya que la mayor parte del optimismo boyante de Wall Street se debe a las expectativas de desregulación y de recortes de impuestos a las empresas (https://goo.gl/edL9Um) -lo que, a mi juicio, se refleja en la disminución del desempleo y obliga a la Reserva Federal a elevar las tasas de interés para evitar que se desboque la inflación.
Wall Street es presa de «los espíritus animales», como bautizó el célebre economista británico John Maynard Keynes al entusiasmo que estimula la actividad empresarial.
Sarah Jaffe, del rotativo británico The Guardian, rememora las contradicciones de Trump, quien había prometido en su campaña drenar el pantano del que formaba parte supuestamente Goldman Sachs, que ahora es premiado por colocar sus ganancias por encima de la gente (https://goo.gl/5n6fnq). ¡Se siguen empantanando los drenajes bursátiles de Trump!
Con las presidencias respectivas de demócratas y republicanos, Goldman Sachs se ha caracterizado por constituir un oleoducto para el gobierno al alimentar con sus banqueros los puestos gubernamentales de alto rango, a juicio de Sarah Jaffe.
Presidentes van y vienen, pero siempre pervive el vilipendiado megabanco de inversiones Goldman Sachs, lo cual desnuda que Wall Street es un oportunista bipartidista.
¿Gobierna Trump para la plutocracia que mezcla con su oclocracia retórica?
Un editorial del NYT, basado en un análisis no partidista de la Oficina del Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés), alega que la promesa del presidente Trump de brindar seguro para todos es hueca, ya que permuta el cuidado médico para los pobres a cambio de los recortes de impuestos para los ricos (https://goo.gl/k6cM7U).
El análisis del CBO (https://goo.gl/dnsMU2) afirma que el Trumpcare, que sustituye al Obamacare, ahorrará 337 mil millones de dólares al disminuir los costos en 10 años, pero 24 millones (¡supersic!) pudieran no recibir cobertura médica, cuando el primer año afectaría a 14 millones.
Más que Trumpcare, se trata de un Ryancare, ya que su autor es Paul Ryan, poderoso líder camaral del Partido Republicano, que hoy se encuentra bajo el fuego cruzado de tirios y troyanos.
Hasta Breitbart, vinculado a Trump, ha protestado por el Ryancare debido a que perjudica a sus partidarios WASP (White Anglo-Saxon Protestants).
Con el Ryancare, Trump compra su seguro de vida para inmunizarse frente a cualquier veleidad de defenestración por la mayoría del Partido Republicano, que no lo aprecia mucho, pero con la que ha llegado a una volátil coexistencia pacífica.
Pero tampoco Trump puede abandonar a su base conservadora cuando Obama ha llevado su presidencia oculta (sic) a Silicon Valley, donde tuvo una reunión secreta con los ejecutivos de la tecnología (https://goo.gl/jUoCbn). ¿Qué trama Obama?
El pleito sin cuartel entre Trump y Obama se ha exacerbado. ¿Quien ganará?
Una de las claves radica en la ambigua «lealtad» del Partido Republicano, donde opera el pugnaz senador John McCain, lubricado por Soros, gran aliado de Obama.