Aunque el Pentágono supuestamente prometió no ocultar su afiliación, las cuentas operadas por militares se hicieron pasar por usuarios comunes o fuentes imparciales de opinión e información que arremetían sistemáticamente contra Siria, Rusia, Irán e Irak.
The Intercept ha aportado este martes evidencias sobre la relación incestuosa y de larga data entre la red social Twitter y el Pentágono. La plataforma no sólo ha ayudado a amplificar ciertos mensajes en países señalados como enemigos por el gobierno de Estados Unidos (EE.UU.), sino también que los ejecutivos de la red del pájaro azul han otorgado al Departamento de Defensa de EE.UU. privilegios especiales para campañas encubiertas en Internet durante al menos cinco años.
Mientras prometían cerrar las redes de propaganda estatales encubiertas y etiquetaban a medios de comunicación y a periodistas, entre bastidores Twitter abría una puerta trasera a las operaciones de guerra sicológica del ejército estadunidense, creaba cuentas falsas con sistema de inteligencia artificial y se hacía pasar por actores extranjeros para sembrar discordia entre países.
Según el informe, el Comando Central de EE.UU. (Centcom) envió en 2017 un correo electrónico a Twitter donde solicitó la verificación y la lista blanca de varias docenas de cuentas falsas en idioma árabe. Inmediatamente la plataforma aplicó una etiqueta de exención especial que otorgaba los privilegios que tienen las cuentas verificadas, distinguidas con una visible marca azul.
Aunque el Pentágono supuestamente prometió no ocultar su afiliación, las cuentas operadas por militares se hicieron pasar por usuarios comunes o fuentes imparciales de opinión e información que arremetían sistemáticamente contra Siria, Rusia, Irán e Irak, mientras los ataques con drones en Yemen fueron presentados como precisos y con una capacidad casi racional para matar terroristas sin tocar a ningún civil.
Estas revelaciones se suman a las publicadas en agosto de 2022 por el Observatorio de Internet de la Universidad de Stanford, que expuso una red de propaganda militar encubierta de Washington en Facebook, Telegram, Twitter y otras aplicaciones usando portales de noticias, imágenes y memes falsos contra adversarios extranjeros de EE.UU. Entre las mentiras amplificadas usando esta metodología en Twitter se encuentra la afirmación de que Irán inunda Iraq con metanfetamina y trafica con los órganos de los refugiados afganos.
Las evidencias impactan, pero no sorprende la noticia de que Twitter trabaja para el Pentágono, algo que no es la excepción sino la regla de las plataformas estadounidenses. También este martes el periodista Michael Shellenberger develó la trama por la cual la FBI había entregado casi 3.5 millones de dólares a Twitter del dinero de los contribuyentes para pagar a su personal y manejar las solicitudes de la oficina que buscaban la censura de mensajes y cierre de cuentas.
El CEO de Twitter, Elon Musk, ha facilitado el acceso a toda esta cochambre que enloda a los anteriores propietarios de la plataforma y ha dicho, en relación con el Pentágono y la trama de correos electrónicos entre el FBI y la red social: El gobierno pagó a Twitter millones de dólares para censurar la información del público. Musk, que es el megarrico favorito de los antisistema que adoran a Donald Trump, no ha explicado por qué ha decidido sacar ahora todos los esqueletos del clóset, pero es de suponer que, fiel a sí mismo, entre el bidón de gasolina y la verdad, él juega con los fósforos.
No sorprende nada de esto, repito, pero aterra imaginar cuánto más sigue escondido bajo la alfombra. Desde 1982, en que la CIA logró inocular un troyano en el gasoducto soviético que estalló por los aires, se han documentado de manera fragmentaria y dispersa las tácticas de combate de Departamento de Defensa y de las agencias de inteligencia en el ciberespacio, con bloqueos, infiltración en redes, recopilación de datos, interferencia de señales inalámbricas, programas informáticos falsificados y ataques a través de virus, gusanos y bombas lógicas.
A todo ello ha de sumarse que EE.UU. es el país de mayor capacidad organizativa para campañas de propaganda automatizada y de bulos informativos en la red, según el Oxford Internet Institute. Por ejemplo, durante el golpe de Estado en Bolivia, en noviembre de 2019, el investigador español Julián Macías Tovar reveló la participación de un robot coordinado por un programador con entrenamiento militar, vinculado al Ejército de EE.UU. y capaz de enviar más de 200 tuits por minuto con contenidos favorables a los golpistas.
No puede haber radiografía más lastimosa del crepúsculo de un imperio que este episodio vulgar que enlaza a Twitter con el Pentágono y la FBI, mientras la plataforma se erige como virgen vestal de la libertad de expresión y de las buenas costumbres en comunidad. Ignorancia, conspiración, violencia, hipocresía e ignominia moral son algunas de las notas de esta sinfonía funesta.
En estas revelaciones hay más pólvora que en el fósforo de Musk, pero el panorama de irracionalidad destructiva que viene de Washington sigue el mismo patrón de todas las guerras: el que paga, manda.
Fuente: https://www.jornada.com.mx/2022/12/22/opinion/013a1pol