El pasado 1 de diciembre, la prestigiosa revista literaria The Atlantic publicó un polémico artículo titulado “El nazi que inspira a los comunistas chinos”, en el que el periodista Chang Che analizaba la recepción de la obra del jurista nacionalsocialista Carl Schmitt en un sector de la intelectualidad china contemporánea. A las horas de su publicación, el artículo se expandió como la pólvora a través de las redes sociales y cuentas de expertos en política china. En este controvertido e interesante escrito, el autor investigaba la gran fascinación de Chen Duanhong y Jian Shigong, profesores de derecho constitucional en la Universidad de Pekín, por el trabajo del Kronjurist del nacionalsocialismo y como éstos habían empleado su marco analítico para analizar el espinoso conflicto político de Hong Kong. Che argumentó que, en el contexto actual de la política china, “Schmitt otorga a los académicos pro-Beijing una oportunidad para anclar la legitimidad del partido en fuerzas más primitivas como el nacionalismo y los enemigos externos y no tanto en la fatigada noción de lucha de clases”. Con tal de profundizar en este fenómeno filosófico, Che entrevistó a diferentes expertos en pensamiento político chino. Por ejemplo, la sinóloga italiana Flora Sapio comentó que “la filosofía de Carl Schmitt se ha aplicado ampliamente en la teoría del partido y en la vida académica”. Según Che, “este fenómeno es importante ya que marca un cambio de un gobierno iliberal en Beijing, que pisotea las normas liberales por razones de conveniencia, a un gobierno antiliberal que repudia las normas liberales por cuestión de principios”.
Si bien es cierto que el artículo tiene un contenido interesante que contribuye a la reflexión sobre la producción y evolución del pensamiento político en ciertos círculos académicos de la China actual, su enfoque es extremadamente orientalista. Che narra la existencia de una cierta excepcionalidad por parte de los académicos chinos a la hora de emplear la obra de Schmitt como herramienta de análisis político y normativo. En el escrito, el autor comentaba con ciertos tintes amarillentos que “un viejo argumento legal usado por Hitler ha encontrado apoyo en Beijing”, implicando así la presencia de una cierta conexión ideológica entre los nazis y el Partido Comunista chino. Sin embargo, la realidad es que el uso de Schmitt por parte de Chen Duanhong y Jian Shigong no es una excepción que solo se aplica a ciertos intelectuales chinos, sino una práctica muy extendida en el mundo académico de diferentes países del mundo, incluidos aquellos del mundo liberal. Sin ir más lejos, nuestra inteligentsia académica occidental lleva décadas empleando las obras de autores como Carl Schmitt o Martin Heidegger, nacionalsocialistas declarados, para “pensar” sobre cuestiones políticas que nos afectan a todos como los derechos humanos, la ética, ciertos procesos democráticos, la gobernabilidad de España, el Procés, etc. Ante lo comentado, el ávido lector podría especular que esta tendencia académica podría ser considerada un oxímoron: ¿es posible estudiar la democracia y la ética con elementos del pensamiento político nazi?
Dicho de otra manera, académicos posmodernos y poscoloniales de gran renombre han legitimado y despolitizado ideas nacionalsocialistas en el seno de nuestras grandes instituciones educativas liberales y pocos expertos y periodistas se han ruborizado ante este hecho tan grave. Este proceso de despolitización de las ideas y de la promoción de un cierto irracionalismo filosófico ha contribuido a lo que el filosofo austrohúngaro marxista Georg Lukács describió en 1952 como la “destrucción de la razón”. En 2017, el gran pensador Antoni Domènech ya apuntó la existencia de esta tendencia irracionalista de la academia euroamericana: “autores como Carl Schmitt, por ejemplo, el Kronjurist del nacionalsocialismo, el iusdecionista radicalmente hostil a la deliberación pública racional, el apologeta de la dialéctica amigo/enemigo (identitariamente definidos), el pájaro enjaulado por los aliados tras la II Guerra Mundial y refugiado en la España de Franco, el “viejo y venerable maestro” de Fraga Iribarne, se convirtió en un autor de culto por parte de esa nueva izquierda académica históricamente ignara, en la incauta creencia de que una teoría política normativa puede ser como un guante que, vuelto del revés, vale tanto para la mano derecha como para la izquierda”.
No hay duda de que el interés de Chen Duanhong y Jian Shigong por Schmitt es un tema que merece un estudio profundo. No obstante, uno intuye que la fascinación de ciertos académicos chinos por el jurista alemán no se debe a una cuestionable relación muy manida por los grandes medios de comunicación occidentales entre el nazismo y el comunismo chino sino más bien a una tendencia intelectual transnacional, cada vez más popular, que transciende las instituciones educativas de los estados iliberales y que tiene que ver con el estado de cosas actual. El filosofo chino Wang Hui ha descrito este proceso político global como la “despolitización de la política”. Desafortunadamente, Carl Schmitt se ha convertido en un “pensador global”. No obstante, su interesante viaje a Pekín no podría haber ocurrido sin una escala previa en el fértil mundo académico occidental. Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, el The Atlantic podría escribir un artículo sobre el “nazi que inspira a la academia occidental”. Sin embargo, esto no pasará. En los tiempos que corren de transición geopolítica y batallas mediáticas, un artículo de tales características es poco apetecible para un público occidental que no duda en señalar el iliberalismo de los demás mientras que permite que la “destrucción de la razón” siga su curso en el seno de sus enfermas sociedades democráticas.
Ferran Pérez Mena es Doctorando en Relaciones Internacionales por la Universidad de Sussex (UK)