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Izquierda Unida y la LOE

Una contradicción insalvable

Fuentes: Rebelión

De todas las líneas de acción decididas por la IV Asamblea de EUiA, la campaña a favor de la laicidad ha sido hasta ahora la que ha alcanzado mayor resonancia en nuestras filas. Y, desde luego, lo que hay en juego merece la pena. Basta con observar con que ahínco se han movilizado, en el […]

De todas las líneas de acción decididas por la IV Asamblea de EUiA, la campaña a favor de la laicidad ha sido hasta ahora la que ha alcanzado mayor resonancia en nuestras filas. Y, desde luego, lo que hay en juego merece la pena. Basta con observar con que ahínco se han movilizado, en el curso de estas últimas semanas y en torno a la tramitación de la LOE, la jerarquía católica y toda la derecha en defensa de la religión en las escuelas y de los privilegios de la Iglesia. Y es que el peso del clero en el sistema educativo constituye un pilar fundamental de su influencia social y, al mismo tiempo, el vector principal de una escuela elitista a la que se aferran, más que nunca en la época de la globalización, las clases dominantes del país. He aquí un hecho que también se hizo patente a la hora de votar el proyecto de Nuevo Estatuto en el Parlament de Catalunya, entre llamadas telefónicas del arzobispado y chantajes in extremis por parte de CiU con objeto de vaciar de contenido la afirmación del carácter laico de la enseñanza en nuestra comunidad.

Ha sido pues un acierto haber escogido esta campaña como movilización emblemática de la izquierda transformadora. Un acierto, pero también un compromiso y una insoslayable obligación de coherencia. Y aquí es dónde podemos toparnos con un grave problema: cuantos más actos se anuncian, cuando parece que la campaña se acelera… interviene el voto de la LOE en el Congreso de los Diputados. Por lo que se desprende de las últimas decisiones federales y a pesar de las opiniones contrarias que se han manifestado desde numerosas federaciones y en el seno de la propia Área de Enseñanza, Izquierda Unida se aprestaría a votar favorablemente (o, como mucho, abstenerse) ante el texto pactado entre el gobierno del PSOE y la patronal de la enseñanza católica. En la Comisión de Educación, la representante de nuestro grupo parlamentario ya se pronunció favorablemente hace unos días acerca del consenso alcanzado por todas las fuerzas políticas – excepto el PP.

La cuestión que se plantea es entonces la siguiente: ¿es posible hacer campaña por la laicidad… y al mismo tiempo apoyar -o no combatir resueltamente- una Ley que, no sólo consagra la enseñanza de la religión en el conjunto del sistema educativo, público y concertado, sino que incorpora el grueso de las reivindicaciones de los centros católicos hasta el punto de poder afirmar, sin ánimo de exageración alguna, que el texto final de la LOE representa una indiscutible victoria para la Conferencia Episcopal y la derecha? En este asunto, los distintos partidos burgueses del arco parlamentario han operado siguiendo una hábil y productiva «división del trabajo», pero unidos por un común interés de clase. Desde la derecha nacionalista catalana y vasca se ha «consensuado» con el gobierno… aquello mismo que el PP exigía a voz en grito desde la calle. De tal modo que, después de haber impuesto sus objetivos fundamentales en la nueva reforma educativa, la derecha española puede permitirse el lujo de votar en contra de la misma, prosiguiendo la labor de erosión del gabinete socialista y desmoralizando a un desorientado electorado de izquierdas.

Quien dude de cuanto decimos debería repasar las principales disposiciones de la LOE. De hecho, las tímidas tentativas de control sobre la enseñanza privada concertada, inicialmente previstas por la Ley, han acabado convirtiéndose en un apoyo a la plena autonomía de este sector y en un fortalecimiento de sus bases financieras: incremento de los recursos a él destinados, compromiso de plena financiación en el curso de cinco años, financiación de la educación infantil y prioridad a los conciertos en el tramo de 0 a 3 años (aspectos muy criticados desde el sindicalismo del sector educativo), admisión de la figura de las «fundaciones» como medio para la captación de fondos destinados a los colegios, desaparición de los débiles dispositivos de vigilancia inicialmente propuestos por cuanto se refiere a la admisión de alumnos…

Toda esta sucesión de gravísimas concesiones comporta una amenazadora consolidación de la enseñanza privada concertada en detrimento de la red pública, abocada a tener que hacerse cargo (con medios manifiestamente insuficientes) al alumnado problemático, con dificultades escolares y de extracción social más humilde. Dicho de otro modo: esta Ley, lejos de representar un factor de cohesión, de integración de la inmigración y de avance democrático, se erige bien al contrario como un poderoso agente de estratificación clasista y de degradación del servicio público. Sin olvidar, como decíamos al principio, la presencia legitimada del adoctrinamiento religioso en el conjunto del sistema educativo. Desde posiciones de defensa de la laicidad no es posible aceptar semejante genuflexión ante el poder fáctico de la Iglesia. Aquí no hay lugar para sutilezas tácticas, ni posibilidad de lavarse las manos invocando la famosa «pinza»: «pinza» y connivencia es lo que finalmente se ha establecido entre el gobierno del PSOE y este sector estratégico de los poderosos, estrangulando y amenazando el derecho universal a la enseñanza pública, laica, gratuita, de calidad… Para una izquierda como la que nosotros pretendemos representar no es admisible otra posición distinta al rechazo contundente y voto negativo de una reforma de tales características.

Alguien podría decirnos que, a estas alturas, ya deberíamos estar acostumbrados a vivir en medio de contradicciones. Es cierto que IU ha votado por dos años consecutivos unos presupuestos generales de corte francamente neoliberal; que nos hemos tragado una Ley Orgánica de Defensa Nacional que consagra la integración operativa de España en la OTAN y en los dispositivos militaristas europeos; hemos visto a nuestros parlamentarios votar contra la tramitación del «Pan Ibarretxe»… Incluso hemos visto a los compañeros y compañeras de nuestra organización que más entusiasmo habían manifestado por el Proyecto de Nuevo Estatut (un proyecto que otros, por el contrario, criticamos severamente en su día por sus insuficiencias y autocensuras) votar, en el último Consejo Político Federal de IU, una resolución instando a «enmendar» dicho texto… en el curso de una tramitación parlamentaria cuya incógnita radica en el alcance de los recortes que ha de sufrir la propuesta catalana. Desde luego, tenemos muchas contradicciones. Pero, lejos de endurecernos la piel, esas antinomias políticas se vuelven cada día más difíciles de gestionar desde la fidelidad a los principios de la izquierda.

Algún día tendremos que decidir si queremos hacer una política de acompañamiento, más o menos crítico, del social-liberalismo (actitud subalterna que, hoy por hoy, es la que nos caracteriza)… o bien actuar como una auténtica oposición de izquierdas a las políticas antisociales del gobierno «amigo» y construir alternativas. No se trata de un debate meramente teórico, sino de una opción próxima y concreta. O bien rechazamos claramente la capitulación ante el lobby clerical y nos ponemos al lado de los estudiantes que denuncian la LOE, del sector crítico de Comisiones Obreras y de los sindicalistas de diversas sensibilidades que se están esforzando por animar una respuesta ciudadana frente a la agitación (hoy exitosa) de la derecha… o no seremos capaces de desarrollar una batalla seria a favor de la laicidad. Antes al contrario: en ausencia de tal compromiso, nuestra campaña se convertiría en una cortina de humo y en una estafa política a nuestra propia gente. Y eso es una falta que, tarde o temprano, pasaría una altísima factura a EUiA. Es hora, pues, de reaccionar y de hacerlo sin ambigüedades. Hay que retomar el camino de la movilización; fue la movilización social y ciudadana, y no otra cosa, lo que determinó la derrota política del PP el 14-M de 2004. Conviene recordarlo ahora que vuelve a levantar cabeza… en gran medida gracias a las inconsecuencias de la misma izquierda.

Diosdado Toledano (miembro del Consell Nacional de EUiA y del CPF de IU)
Anna Gabarró (miembro del Consell Nacional de EUiA)
Lluís Rabell (miembro del Consell Nacional de EUiA)