El presidente norteamericano encontró en el ataque una extraordinaria oportunidad para zafar de situaciones demasiado complejas para librase políticamente. Tres factores son sin duda han los que ha tenido en cuenta a la hora de decidir el ataque: Desde la política interior la caída de sus índices de popularidad, las molestias de muchos de los […]
El presidente norteamericano encontró en el ataque una extraordinaria oportunidad para zafar de situaciones demasiado complejas para librase políticamente. Tres factores son sin duda han los que ha tenido en cuenta a la hora de decidir el ataque: Desde la política interior la caída de sus índices de popularidad, las molestias de muchos de los poderosos factores financieros e industriales que lo apoyaron, frente a tanto ruido y tan pocas nueces, un incipiente resquebrajamiento interno en el partido republicano, lo que posibilitó que se llegará a mencionar la palabra impeachment a apenas a dos meses de su asunción, en muchos de los centros de poder político de Washington.
Desde el ámbito exterior dos cuestiones relativas a Rusia: la ya mencionada posibilidad de una primera y contundente victoria sobre organizaciones integristas musulmanas como el Frente al-Nusra (al-Qaeda) y el Daesh y que significaría la permanecía de Bashar al-Assad en la presidencia siria, además de la confirmación por parte de la influyente revista Forbes, de que después de dos años de recesión, la economía rusa ha salido oficialmente de la crisis en enero y algo mucho peor para los enemigos jurados del Presidente Vladimir Putin: «Independientemente de cuándo terminó la crisis, la política fiscal conservadora de Rusia ha demostrado ser resistente a los bajos precios del petróleo y a las sanciones», dice la misma publicación, refiriéndose a las sanciones por parte de la Unión Europea, tras la guerra ucraniana y la crisis de Crimea. Sin duda una Rusia reactivada económicamente y envalentonada por sus éxitos internacionales, pone otra vez a Moscú, como el gran enemigo a vencer por las huestes del «bien» que con tecnología del tercer milenio, ataca países empantanados en el siglo XII como Somalia, Afganistán o Yemen, o a otras naciones estancadas en guerra como Siria, Irak, Libia y acaso Pakistán.
Europa junto a los Estados Unidos, no solo son responsables de cada uno de los muertos en esas geografías, sino también de los que han caído por acciones terroristas en sus propios países.
Con más frecuencia se producen ataques low cost, en grandes ciudades como París, Niza, Bruselas, Berlín, Londres, Estocolmo y aparentemente en Oslo, donde los Servicios de Seguridad Policiales (PST) noruegos, detuvieron este último sábado a un joven de origen ruso, que portaba una explosivo, según las autoridades de fabricación casera y escasa capacidad dañina, aunque suficiente para seguir incrementando el nerviosismo en poblaciones que se encontraban a años luz de padecer ese tipo de agravios más acordes y admitidas para poblaciones del tercer mundo.
Tras los ataques de Trump, los países aliados junto a la prensa controlada por el poder se han alineado exultantes detrás del nuevo sheriff, al tiempo que las voces internas de los Estados Unidos que se alzaban contra el presidente se han llamado a un monacal silencio. Por su parte Arabia Saudita envalentonada por el gesto de su patrón, ha amenazado a Irán, enemigo jurado de Washington, con una guerra de seguir inmiscuyéndose en cuestiones de los países árabes.
Mientras que más atentados se han replicado en Siria donde las organizaciones terroristas han entendido el bombardeo de Trump, como una señal de que los viejos tiempos de la dupla Hillary Clinton y el senador John McCain han vuelto y que el Pentágono y sicarios mediáticos a fines, estarían dispuestos a seguir dando cobertura a sus acciones.
Si entendemos que la guerra en Yemen, el monumental incremento de las acciones cada vez más osadas de grupos como el somalí al-Shabb, los nigerianos de Boko Haram, el nuevo conglomerado terrorista de Jamaat al-Nasr Islam wa al-muminin (Grupo para la victoria del Islam y de los fieles), con presencia en la amplia franja del Sahel, el movimiento Wilayat Sina (Provincia del Sinaí), que este domingo tras dos atentados asesinó en Egipto una cincuentena de cristianos coptos, el talibán y en Daesh en Afganistán y Pakistán, los grupos integristas en el Sudeste Asiático como Muyahidin Indonesia Timur (MIT) o el filipino Abu Sayyaf y las bandas wahabitas que actúan en Chechenia (Rusia) como Imarát Kavkaz (Emirato del Cáucaso) y el Movimiento Islámico de Turkestán Oriental (MITO) en la provincia china de Xinjiang, todas estas organizaciones sostenida con recursos de Arabia Saudita y Qatar, nos hace sospechar que aquella guerras por venir del 2011, definitivamente han llegado.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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