Definitivamente la manta que Estados Unidos ha entregado a Afganistán para que se cubra es demasiado corta, y más allá de los miles de millones invertidos desde 2001, en la creación de un «estado afgano», incluyendo clase política, ejército y fuerzas de seguridad, el país sigue saltado de atentado, en atentado a ritmo de vértigo. […]
Definitivamente la manta que Estados Unidos ha entregado a Afganistán para que se cubra es demasiado corta, y más allá de los miles de millones invertidos desde 2001, en la creación de un «estado afgano», incluyendo clase política, ejército y fuerzas de seguridad, el país sigue saltado de atentado, en atentado a ritmo de vértigo. Cuando intenta cubrirse los pies descubre sus hombros y exactamente al revés cuando hace lo contrario.
Al tiempo que se escriben estas líneas el número de muertos en el último atentado de este domingo a un centro de registro de votantes en Kabul, tras detonarse un militante suicida dejó 57 muertos y un centenar de heridos. El hecho se produjo en el barrio Dasht-e-Barchi, donde se concentra la castigada minoría Hazara, una de las escuelas chií. El terrorista se infiltró en una fila donde cientos de ciudadanos esperaban recibir la documentación que los habilitaría para votar en las legislativas del próximo 20 de octubre. A lo que se oponen los grupos integristas principalmente el Daesh, que tildan de «herejes» y «politeístas» a los futuros electores.
Mientras que en la ciudad de Pul-e-Khumri, en la provincia de Baghlan, al norte del país, seis integrantes de una misma familia, murieron cuando su vehículo pisó una explosivo colocado en la banquina de un camino, cerca de otro centro de votación.
También en Kabul en la mañana del domingo se produjo un incidente de tránsito, en cercanías de la embajada norteamericana, que habría sido ocasionado por un vehículo que componía un convoy de fuerzas norteamericanas, lo que provocó inmediatas protestas en la zona, disuelta con disparos de armas de fuego por la policía afgana, sin que se informara de más muertos o heridos, pero que pinta el perfil de una sociedad cruzada por el miedo, la violencia y la intolerancia.
El ataque de Kabul fue revindicado por el Daesh Wilāyat Khorasán, la franquicia de Estados Islámico para Asia Central con epicentro en Afganistán y Pakistán, por medio de una red social cuya legitimidad no ha podido ser confirmada, aunque identifica al suicida como Qari Omar al-Bishauri, un militantes fichado por los servicios de seguridad. Mientras que el vocero del talibán Zabihullah Mujahid, declaró que su organización nada tiene que ver con ese ataque.
Ya es una marca de estilo de ambos grupos integristas como eligen sus objetivos: mientras el Talibán centra sus ataques contra el gobierno y las fuerzas de seguridad, el Daesh se concentra contra la población civil particularmente la minoría chiita.
Se espera que tras el llamado a las urnas del gobierno del presidente Ashraf Ghani de la semana pasada, los ataques contra los centros electorales se intensifiquen a medida que se acerque la fecha de su realización. El gobierno ha iniciado una fuerte campaña entre la población para lograr un piso cercano a los 15 millones de ciudadanos que puedan regularizar su situación en los próximos 60 días, en unos 7 mil centros a lo largo de todo el país, para acceder a su derecho al voto, a lo que se oponen tanto el Talibán como el Daesh.
Las elecciones deberán llevarse a cabo en muchas áreas dominadas por los muyahidines, por lo que se espera más acciones violentas, lo que convertirá el 2018, en uno de los más violentos de la última década según el general John Nicholson, comandante de la misión aliada Apoyo Decidido (Resolute Support).
Las posibilidades de que puedan realizar elecciones libres es altamente improbable dad las condiciones de seguridad prácticamente en todo el país, afectado por incursiones terroristas.
Así todo el gobierno se encuentra empeñado en realizarlas, porque más allá de quien las gane, el lograr llevarlas a cabo, sería un gran golpe publicitario para Ghani, tanto en el interior del país, como para lograr la confianza de inversores que es lo que el país necesita de manera desesperante. Por otra parte una baja participación, sería un fuerte golpe a la credibilidad de las instituciones políticas, por lo que las autoridades han estado presionando a la ciudadanía para que se registre a pesar del miedo a los ataques como el del día domingo, que sin duda se continuarán produciendo.
La semana anterior otros dos centros de registro de votantes fueron atacados en la provincia de Ghor, milicianos asesinaron a tres policías que custodiaban los centros de registro de votantes. Mientras el Daesh, es el protagonista de la campaña anti elecciones el Talibán parece sujeto a una discusión interna tras la propuesta del presidente Ghani en febrero pasado a una mesa de dialogo, tras el atentado de enero en pleno centro de Kabul en que se produjeron 105 muertos y 200 heridos.
La voz de los pashtunes.
Si la situación en Afganistán es altamente volátil y compleja por la cantidad de factores que coadyuvan a esa situación, un nuevo elemento podría participar en el agravamiento de la situación. Una rebelión pashtu a un lado y otro de la frontera afgano-pakistaní.
Los pashtunes, es uno de los principales grupos etno-lingüístico, que conforman la compleja estructura tribal de Afganistán, y vienen llevando sobre sus espaldas las consecuencias de la larga guerra que imperan en esa región desde de 1979, ya que son sospechados ya que muchos miembros de esa etnia han pertenecido al Talibán, empezado por su fundador el Mullah Omar y muchos de sus principales comandantes.
Está etnia dividida en 35 tribus y 180 clanes, constituye cerca del 40 % de los 25 millones de afganos y un 20% de los 194 millones de paquistaníes, aproximándose a los 50 millones de almas, divididos en cinco grandes grupos: abdali, ghilzai, karlanris, sarbanis y ghurghushts, se localiza al sur de Afganistán y en las provincias de Waziristán norte y sur y en los territorios conocidos como Áreas Tribales Administradas Federalmente, en Pakistán.
Los pashtunes, históricamente considerada como una etnia de guerreros sigue siendo regida por un severo código de honor conocido como el pashtunwalim, se han hecho escuchar en la ciudad pakistaní de Peshawar, el último domingo 8 de abril, convocados por el movimiento Pashtún Tahafuz (Protección), donde acudieron ciento de miles, por lo que se la considera la mayor manifestación de la historia de Pakistán, en reclamo de los miles de sus hermanos detenidos y desaparecidos y la persecuciones que vive esa comunidad de ambos lados de la frontera. La manifestación forma parte de lo que se conoce como el Pashtún Long March, un movimiento nacional no violento, que comenzó en enero pasado después del asesinato extrajudicial de un pashtún acusado sin pruebas de terrorismo.
En sus proclamas leídas en urdú, su lengua ancestral, aclaran que no se han de levantar en armas, y están dispuestos tanto a enfrentar al extremismo wahabita y al aparato militar y de los servicios secretos paquistaníes (ISI), quienes los acosan de manera permanente.
Los pashtus dicen ser víctimas de persecución de todos los bandos en disputa, tanto el ejército afgano, el pakistaní, las agencias de inteligencia y los grupos integristas, afganos como el Talibán, y el Daesh Wilāyat Khorasán y bandas fundamentalistas pakistaníes vinculadas tanto al Daesh como al-Qaeda.
Sus aldeas suelen ser objeto de ataques y sus habitantes son detenidos, torturados y asesinados sin mediar ninguna orden judicial en prisiones secretas controladas por las agencias de inteligencia en Pakistán e incluso casi un millar han sido enviados en vuelos no identificados de la CIA, a la prisión norteamericana de la base de Bagram, al norte de Kabul, donde también han sido torturados.
Cualquier pashtún que salga de sus territorios además de investigando le es prácticamente imposible retornar a su aldea. Las poblados pashtus han sufrido contantes acosos por parte del ejército pakistaní que lanza operaciones de contrainsurgencia y la aviación norteamericana, que ha asesinado a miles de aldeanos, sin comprobar si tenían o no vinculación con los grupos terroristas. Las autoridades pakistaníes también acusan a los pashtún de ser agentes tanto de la NDS (agencia de inteligencia afgana) o de la RAW la agencia de inteligencia india.
El conflicto pashtún sin duda derramara en Afganistán donde su voz si es muy potente y el próximo 20 de octubre, si es que se llega a las elecciones legislativas, los pashtus podrán poner a prueba que tan larga es la manta afgana.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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