Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Están todos presentes – y listos para celebrar. Los tres candidatos presidenciales de EE.UU. – John McCain, Hillary Clinton y Barack Obama. La señora presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi. La mayoría de los senadores de EE.UU., y virtualmente la mitad del Congreso de EE.UU. La esposa del vicepresidente Dick Cheney. Lynne. La Secretario de Estado Condoleezza Rice. El asediado primer ministro israelí Ehud Olmert. Y una multitud de pesos pesados políticos y académicos judíos y no-judíos, entre los 7.000 participantes.
Un tal poder electrizante, una semejante versión de los Oscar en Washington, es una cualidad exclusiva del AIPAC – el Comité Estadounidense Israel de Asuntos Públicos, el actor crucial en lo que generalmente es conocido como el lobby de Israel, que realiza esta semana en Washington su Conferencia Política anual, en la que presentarán conferencias la mayoría de las personas de influencia.
Pocos libros en los últimos años han sido tan explosivos o controvertidos como «The Israel Lobby and US Foreign Policy» [El lobby de Israel y la política exterior de EE.UU.], escrito por Stephen Walt de la Universidad Harvard y John Mearsheimer de la Universidad de Chicago, publicado en 2007. En esa obra, los profesores Walt y Mearsheimer argumentaron el caso del lobby israelí no como «una cábala conspirativa que ‘controla’ la política exterior de EE.UU.», sino como un grupo de intereses extremadamente poderoso, compuesto de judíos y no judíos, una «coalición amplia de individuos y organizaciones que trabajan incansablemente por mover la política exterior de EE.UU. en la dirección de Israel.»
Walt y Mearsheimer también expusieron el argumento crucial de que «cualquiera que critique las acciones de Israel o diga que los grupos pro-Israel tienen una influencia significativa sobre la política de EE.UU. en Oriente Próximo enfrenta una buena probabilidad de ser calificado como antisemita.» Cualquiera, en realidad, que «diga que existe un lobby israelí» también corre el riesgo de ser acusado de antisemitismo.
Todos los candidatos en la Cámara dicen sí.
El candidato presidencial republicano McCain abrirá la francachela del AIPAC de este año; Clinton y Obama la cerrarán el miércoles. El veredicto de Walt y Mearsheimer sobre las amistades peligrosas entre candidatos presidenciales y el AIPAC sigue siendo incuestionable. «No es probable que alguno de los candidatos critique a Israel de alguna manera significativa o sugiera que EE.UU. debería seguir una política más equitativa en la región. Y es probable que los que lo hagan queden al borde de la ruta.»
Veamos lo que dijo en febrero Clinton en una reunión del AIPAC en Nueva York: «Israel es un fanal para lo que es justo en un vecindario ensombrecido por los males del radicalismo, el extremismo, el despotismo y el terrorismo.» Un año antes, Clinton estaba a favor de sentarse y hablar con la dirigencia de Irán.
Y veamos lo que Obama dijo en marzo en una reunión del AIPAC en Chicago; no hay una sola referencia a los «sufrimientos» de los palestinos, como lo había hecho durante la campaña en marzo de 2007. Obama también dejó en claro que no haría nada por alterar la relación EE.UU.-Israel.
No es sorprendente que el AIPAC sea considerado por la mayoría de los miembros del Congreso de EE.UU. como más poderoso que la Asociación Nacional del Rifle o la Federación Estadounidense del Trabajo (AFL) y el Congreso de Organizaciones Industriales (CIO).
El AIPAC tiene raíces sionistas explícitas. Su fundador, «Si» Kenen, fue jefe del Consejo Sionista Estadounidense en 1951. Fue reorganizado como lobby estadounidense – el Comité Sionista Estadounidense para Asuntos Públicos – en 1953-1954, y luego rebautizado AIPAC en 1959. Bajo Tom Dine, en los años setenta, fue convertido en una organización de masas, con más de 150 empleados y un presupuesto actual de hasta 60 millones de dólares. Dine fue removido posteriormente por no ser considerado suficientemente agresivo.
La dirigencia máxima – en su mayoría antiguos presidentes del AIPAC – es siempre más belicista respecto a Oriente Próxima que la mayoría de los estadounidenses judíos. El AIPAC sólo abandonó su oposición a un Estado palestino – sin apoyarlo – cuando Ehud Barak llegó a ser primer ministro de Israel en 1999.
El AIPAC mantiene una relación muy estrecha con una serie de ‘think-tanks’ influyentes como el Instituto de la Empresa Estadounidense, el Centro para la Política de Seguridad, el Instituto Hudson, el Instituto Judío para Asuntos de Seguridad Nacional, el Foro de Oriente Próximo, el Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC) y el Instituto Washington para Política de Oriente Próximo. Los neoconservadores esparcidos en estos ‘think-tanks’ pueden ser considerados como un microcosmo del lobby favorable a Israel – Judíos y no judíos. (Es importante recordar que Richard Perle, Douglas Feith, David Wurmser y cinco otros neoconservadores redactaron el infame documento «Un cambio limpio» [A Clean Break: A New Strategy for Securing the Realm] dirigido a Benjamin Netanyahu en 1996 – el supremo mapa de ruta para un cambio de régimen incondicional en todo Oriente Próximo.
La casa construida por AIPAC
AIPAC en el Congreso de EE.UU. es ciertamente una fiera salvaje. El ex presidente Bill Clinton lo definió como «sorprendentemente efectivo.» El ex presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich, lo calificó de «el grupo de interés general más efectivo en todo el planeta.» El New York Times lo llama «la organización más importante respecto a la relación de EE.UU. con Israel.» El asediado primer ministro israelí Ehud Olmert, antes de su implicación en un escándalo de corrupción, dijo: «Gracias a Dios tenemos al AIPAC, el mayor partidario y amigo que tenemos en todo el mundo.»
AIPAC mantiene un virtual dominio total sobre el Congreso de EE.UU. Otros críticos del lobby de Israel, fuera de Walt y Mearsheimer, también sostienen que el AIPAC impide esencialmente toda posibilidad de un debate abierto sobre la política de EE.UU. hacia Israel. Hay que compararlo con un informe de 2004 del Consejo de Ciencia de la Defensa del Pentágono según el cual «los musulmanes no odian nuestra libertad, más bien odian nuestras políticas.»
Más vale no enojar al AIPAC. Recompensa a los que apoyan su agenda, y castiga a los que no lo hacen. A fin de cuentas, todo tiene que ver con dinero – específicamente con contribuciones a las campañas electorales. De 2000 a 2004, según el Washington Post, los mandamases de AIPAC contribuyeron un promedio de 72.000 dólares cada uno a campañas electorales y comités políticos. Para los políticos favorables al AIPAC, el dinero llueve en todo EE.UU.
Cada miembro del Congreso de EE.UU. recibe el periódico informativo bisemanario del AIPAC, el «Near East Report». Walt y Mearsheimer subrayan que los miembros del Congreso y su personal «normalmente se vuelven hacia AIPAC cuando necesitan información: Piden a AIPAC que redacte discursos, que trabaje para preparar legislación, que aconseje respecto a tácticas, que investigue, que reúna co-patrocinadores y reúna votos.»
Hillary Clinton aprendió hace tiempo que no debe molestar a AIPAC. Clinton solía apoyar un Estado palestino en 1998. Incluso abrazó a Suha Arafat, la esposa de Yasir, en 1999. Después de numerosas reprimendas, se convirtió repentinamente en una vigorosa defensora de Israel y, años más tarde, apoyó de todo corazón la guerra de Israel contra Hezbolá en el Líbano en 2006. Es posible que Clinton haya recibido la parte principal de las donaciones judías estadounidenses para su campaña presidencial de 2008.
Rice también aprendió los hechos en el terreno. Trató de reiniciar el eternamente moribundo «proceso de paz» cuando visitó Oriente Próximo en marzo de 2007. Antes del viaje, recibió una carta de AIPAC firmada por no menos de 70 senadores, diciéndole que no hablara con el nuevo gobierno palestino de unidad hasta que «reconozca a Israel, renuncie al terror y acepte respetar los acuerdos palestino-israelíes.»
AIPAC e Iraq
Se ha puesto relativamente de moda que algunos miembros del lobby israelí nieguen toda participación en la preparación para la guerra contra Iraq. Pero poca gente recuerda lo que el director ejecutivo de AIPAC, Howard Kohr, dijo al New York Sun en enero de 2003: «El cabildeo silencioso del Congreso para que aprobara el uso de la fuerza en Iraq fue uno de los éxitos del AIPAC durante el pasado año.»
Y en un perfil en el New Yorker de Steven Rosen, director de política del AIPAC, durante en el período previo a la guerra contra Iraq, se señaló que «AIPAC cabildeó al Congreso a favor de la guerra en Iraq.»
Hay que compararlo con un estudio de Gallup en 2007, basado en 13 sondeos diferentes, según el cual un 77% de los judíos estadounidenses se opusieron a la guerra de Iraq, en comparación con un 52% de los estadounidenses en general.
Walt y Mearsheimer afirman que «la guerra se debió en gran parte a la influencia del lobby, y especialmente de su ala neoconservadora. El lobby no es siempre representativo de la comunidad en general por la que frecuentemente afirma que habla.»
AIPAC e Irán
Ahora es la hora de Irán. Walt y Mearsheimer afirman que «el lobby lucha para impedir que EE.UU. dé marcha atrás y busque un acercamiento con Teherán. En su lugar, sigue promoviendo una política cada vez más antagónica y contraproducente.» No difiere en mucho del asediado Olmert, quien dijo a la revista alemana Focus en abril de 2007 que «bastarían 10 días… y 1.000 misiles crucero Tomahawk» para detener el programa nuclear de Irán.
Una medida del poder de Walt y Mearsheimer para afectar reputaciones es que los círculos dominantes sionistas tuvieron que sacar a relucir toda su artillería pesada para refutar una y otra vez sus argumentos.
Walt y Mearsheimer no son ideólogos. Son profesionales de la política de la realidad – que se sienten en su terreno en los altos círculos dominantes de la política exterior de EE.UU. Tal vez el aspecto más fascinador de su libro sea que presentaron cuatro puntos que los círculos gobernantes nunca mencionan en público. Esencialmente son:
- EE.UU. ha ya ganado sus principales guerras en Oriente Próximo, contra el nacionalismo laico árabe y contra el comunismo, y ya no necesita tanto a Israel.
- Israel es ahora tanto más poderoso que todas las naciones árabes combinadas que puede cuidarse a sí mismo.
- El apoyo incondicional para Israel, independientemente de sus vergonzosos actos, daña los intereses de EE.UU., desestabiliza a regímenes pro-EE.UU como el de Hosi Mubarak en Egipto y del rey Abdullah en Jordania, y hace el juego de los radicales salafíes-yihadistas.
- Librar las guerras de Israel por su cuenta es el método más seguro para conducir al colapso del poder de EE.UU. en Oriente Próximo.
Parece que Walt y Mearsheimer tampoco aceptan que el petróleo, y la rivalidad con Rusia y China, también hayan jugado un papel crucial en el motivo por el que EE.UU. se lanzó a la guerra en Iraq y podría atacar a Irán en el futuro cercano. En todo caso, sólo gente informada como ellos – con credenciales inatacables en los círculos dominantes – podrían haber comenzado, a los niveles más altos del debate público, una discusión seria del pro-sionismo extremo en la vida pública y política de EE.UU.
Mientras tanto, el poder del lobby parece inexpugnable. En marzo de 2007, el Congreso de EE.UU. trató de agregar una provisión a una ley de gastos del Pentágono que habría exigido que el presidente George W Bush obtuviera aprobación del Congreso antes de atacar a Irán. AIPAC se le oponía enérgicamente – porque consideraba que la legislación «sacaría de la mesa» la opción militar. La provisión fue liquidada. El congresista Dennis Kucinich dijo que se debió al AIPAC.
AIPAC armó un lío en 2002, cuando el tema de la reunión anual fue «EE.UU. e Israel firmes contra el terror.» Todos atacaron al mismo tiempo a Arafat, Osama bin Laden, Sadam Husein, al talibán, Hamas, Hezbolá, Irán y Siria – igual como en la carta del PNAC a Bush en abril de 2002 en la que se afirmaba que Israel también combatía a un «eje del mal» junto con EE.UU.
Durante la francachela del AIPAC en 2004, Bush recibió 23 ovaciones de pie al defender su política hacia Iraq. El año pasado, la estrella fue Cheney, al justificar la «oleada» de las tropas en Iraq. Pelosi estuvo presente, como se debe. Pero fue el pastor John Hagee, cuyo apoyo fue rechazado recientemente por McCain, quien hizo su agosto – a pesar de que Hagee sostiene que el «antisemitismo es el resultado de la rebelión de los judíos contra Dios.»
Sobre Irán, fue Hagee quien definitivamente marcó las pautas: «Es 1938; Irán es Alemania y [el presidente Mahmud] Ahmadineyad es el nuevo [Adolf] Hitler. Debemos detener la amenaza nuclear de Irán y estar osadamente junto a Israel.» Recibió múltiples ovaciones de pie. McCain puede estar seguro de que recibirá el mismo trato este año – y ciertamente no le será difícil mantener el mismo mensaje.
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Pepe Escobar es autor de «Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War» (Nimble Books, 2007) y de «Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge.» Para contactos, escriba a: [email protected].
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