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El esfuerzo de un pueblo por ejercer derechos fundamentales

Yaser Hamed y el gol de su vida

Fuentes: Rebelión

En su debut con la selección nacional palestina de fútbol marcó el gol de la victoria contra Yemen. Fue en el mes de julio de 2019. El balón volaba desde el rincón del corner, lo vio ya cerca cuando se levantó por encima de los defensas y lo cabeceó. Cuando vio que el balón besaba […]

En su debut con la selección nacional palestina de fútbol marcó el gol de la victoria contra Yemen. Fue en el mes de julio de 2019. El balón volaba desde el rincón del corner, lo vio ya cerca cuando se levantó por encima de los defensas y lo cabeceó. Cuando vio que el balón besaba la red, en ese instante, sintió un orgullo desatado, enorme, inexplicable con palabras. Yaser Hamed, vasco de Leioa, de padre palestino y madre burgalesa de Miranda de Ebro, juega en el Portugalete, club vasco de la tercera división, tiene 22 años y compagina el fútbol, su pasión, con estudios de Ingeniería y Química. Es un tipo educado, tranquilo, amigo de sus amigos, y en el campo es un portento físico. Jugador de garra es como se define a sí mismo, un defensa central comprometido desde el minuto uno.

Comprometido también con Palestina no dudó en aceptar la llamada del seleccionador del país de su padre, consciente de que el fútbol es un arma de resistencia pacífica a la ocupación. De hecho el fútbol palestino ha hecho de la dignidad la mejor estrategia para vencer inconvenientes. El fútbol en Palestina es más que un deporte. Es el refugio de niños y niñas para olvidar las bombas, un deporte para sobrevivir y cultivar ilusiones.

Participar en competiciones internacionales es para Palestina una tarea titánica. Tuvo que esperar hasta el 26 de octubre de 2008 para jugar su primer partido internacional bajo el paraguas de la FIFA, tras un trabajo paciente y combativo de Jibril Rajoub, quien con 17 años fue condenado a cadena perpetua por atentar contra un autobús de militares ocupantes de los territorios cisjordanos. Logró que fuera deportado a Líbano y posteriormente, de regreso a Palestina fue designado por Arafat jefe de la Seguridad Nacional de Cisjordania. Pero como la de Yaser Hamed su gran pasión es también el fútbol.

Se jugó ese partido contra Jordania, superando una nueva crisis: el ejército israelí retuvo durante horas al equipo jordano en el puente fronterizo Allenby. Múltiples gestiones diplomáticas de última hora de Rajoub hicieron posible que el partido se jugara. Tres días después, las selecciones femeninas de Jordania y Palestina jugaron su partido. En ambos casos el resultado fue anecdótico. Como declaró el futbolista Murad Ismail Said, “ha sido como una forma de reconocimiento del Estado palestino”. Una frase que recuerda a Yasser Arafat cuando afirmó: “Los días en que no teníamos voz, Al-Weehdat era la única que nos quedaba” en alusión al club surgido en un campo de refugiados palestinos en Jordania y que en los años setenta y ochenta era uno de los escasos representantes deportivos del pueblo palestino.

El fútbol como bandera, como símbolo, como convocante de masas, como llamada a la unidad alrededor de la lucha por la victoria. Podemos imaginar el estadio Faisal-Al Husseini, en Jerusalén Este, acogiendo a miles de personas cantando a capela el himno nacional, la bandera en lo más alto. Israel sabe de la fuerza del fútbol y por eso lleva años tratando de impedir la presencia palestina en estadios de Europa. Sus gestiones tuvieron éxito hasta 1998, año en que la FIFA reconoció a la Federación Palestina. Podría decirse que fue el primer organismo internacional en reconocer de facto el Estado palestino.

El fútbol convertido en un espejo del conflicto israelo-palestino ha llevado a que los sionistas implantaran restricciones a la circulación de futbolistas dentro de los territorios ocupados de Cisjordania, en las fronteras de Gaza, en la misma Jerusalén y por supuesto en el aeropuerto de Tel Aviv. Es frecuente la anulación de partidos porque jugadores e incluso árbitros son retenidos en los puestos de control. En el caso del equipo nacional, jugadores procedentes de la diáspora y binacionales con residencia en el Estado de Israel son también retenidos. Se trata por parte del Estado sionista de acosar a los deportistas palestinos e impedir el desarrollo normal del fútbol como vitrina de un país. Tanto es así que en 2006 la selección nacional se entrenó en Egipto y jugó su partido de casa en Qatar. A varios jugadores se les prohibió viajar y el seleccionador Izzat Hamzeh tuvo que recurrir a jugadores chilenos de origen palestino.

En todo caso es habitual que a los jugadores, en los pasos fronterizos, se les interrogue sobre presuntas relaciones con Hamas. El objetivo es golpear emocionalmente a los futbolistas y tratar de que en adelante renuncien a la selección por miedo. Peor lo tienen los jugadores de la franja de Gaza, encerrados en un trocito de mapa no pueden moverse sin ser controlados por el ejército sionista que ejecuta sus caprichos represivos. En varias ocasiones fusiles israelíes han disparado contra futbolistas en entrenamiento. En enero de 2009 fueron abatidos tres jugadores gazatíes, entre ellos el internacional Ayman Alkurd. El 10 de noviembre de 2012 un campo de fútbol es bombardeado y mueren cuatro jugadores de entre 16 y 18 años, causando la reacción de sesenta jugadores profesionales europeos que suscriben una denuncia contra Israel.

Es paradigmática, por la repercusión que tuvo, la detención del jugador profesional gazatí, Moahmoud Sarsak. Fue detenido en el paso fronterizo de Erez que separa el Estado de Israel de la franja de Gaza, cuando se dirigía a jugar en Nablus, Cisjordania. En esa ocasión, el futbolista francés Érik Cantona fue parte activa de una campaña internacional de solidaridad con el colega palestino. A su salida de prisión gracias a la denuncia internacional, Mahmoud Sarsak declaró: “Para un palestino, practicar el fútbol se ha convertido a ojos de Israel en un acto de resistencia”. De hecho son numerosos los futbolistas, algunos profesionales, víctimas de las ofensivas militares israelíes. En su libro “Una historia popular del fútbol” (2018), el periodista francés Mickaël Correia cuenta al detalle cómo jóvenes futbolistas han sido víctimas del odio sionista. Un ejemplo: Jawhar Nasser de 19 años y Adam Abd al-Roouf de 17 fueron detenidos tras un entrenamiento. Después de recibir varios balazos en los pies y de haber sido salvajemente mordidos por perros policías, las dos jóvenes promesas no podrán volver a jugar al fútbol nunca más. Lo que buscaba el sionismo con semejante brutalidad no era otra cosa que invitar a la juventud palestina a no practicar el fútbol.

En realidad debo decir que la represión sobre el fútbol palestino se remontar a la época del mandato británico, en 1920. El fútbol, importado por británicos y judíos familiarizados con este deporte aplicó la discriminación y dejó a los árabes fuera de las instituciones deportivas y de campeonatos. Sólo el ascenso del sentimiento árabe-palestino permitiría que la juventud, a pesar del acoso israelí, fuera conquistando con mucho riesgo para sus vidas alguna normalización de las prácticas del deporte y de competiciones.

De modo que nuestro Yaser Hamed está haciendo historia. Él forma parte del esfuerzo de un pueblo por ejercer derechos fundamentales que ninguna fuerza ocupante debe impedir. Israel lo hace por la fuerza, y yo a veces pienso que con ello no demuestra su poder sino al revés su debilidad: el temor a quien tiene la determinación de conquistar su libertad, en plenitud. Se está jugando un partido en el que muchos Yasser están llamados a marcar el gol de sus vidas.