Sería importante, ya que finalmente uno vive en este planeta, conocer cuántas provocaciones más tolerará Rusia de los Estados Unidos y sus socios menores, amontonados en la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), antes de que decida poner fin a esos desafíos de manera práctica dejando la diplomacia a un costado.
Las provocaciones, que si bien vienen de lejos, desde hace semanas se han incrementado de forma absolutamente irresponsable por parte del Departamento de Estado norteamericano y la CIA, que son las únicas organizaciones que cuentan con posibilidades tácticas a la hora de elaborar acciones de semejante magnitud como las trazadas en Bielorrusia, Ucrania y Kazajistán.
El reciente fracaso de los encuentros en Bruselas entre Moscú y la OTAN, donde Estados Unidos participó “solo” como observador mientras la voz cantante la llevaron los europeos, ha dejado declaraciones muy preocupantes del ex Primer Ministro noruego Jens Stoltenberg, actual Secretario General de la Organización: “El riesgo de un conflicto armado en Europa, si Rusia usa la fuerza, es real”.
Si bien una crisis semejante es altamente improbable, en estas situaciones de alta tensión en que las partes se acercan tanto al punto de no retorno, el menor error, una orden mal interpretada o el accionar artero de un tercero al que la guerra pueda beneficiar, haría que la situación se convirtiera en incontenible.
Las reuniones en la capital belga que se llevaron a cabo las semanas pasadas solo sirvieron para generar más irritación, ya que los planteos que Rusia llevó a ese encuentro respecto a que los atlantistas que detengan sus constantes avances hacia el este -de tres olas ha hablado Putin recientemente- además de la amenaza de Occidente de abrir las puertas de la OTAN a Ucrania y presionar a Suecia y Finlandia para que ingresen a la organización. De lograrlo el cerco estaría cerrado, ya que todos los países europeos fronterizos o cercanos Rusia a excepción de Bielorrusia, país cuyo presidente Oleksandr Lukashenko, aliado de Putin, en 2020 sufrió las mismas operaciones que Ucrania en 2014 y Kazajistán hace apenas unos días. Desde Turquía a Finlandia (Estonia, Letonia, Lituania, Polonia), sumado el importante colchón de naciones de Europa oriental que se han incorporado a la OTAN a partir de 1999 (Albania, Bulgaria, Chequia, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, Hungría, Montenegro, Rumania)
Los planteos presentados por el viceministro de Exterior ruso, Alexander Grushko, a los europeos, meros portavoces de Washington, fueron rechazados por lo que de ahora en más para apaciguar los ánimos bélicos de los sectores más ultramontanos de los Estados Unidos, Joe Biden se deba una entrevista con el presidente Putin.
Mientras Putin ha reverdecido la influencia en los países de su frontera sur: Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán y Turquestán, al igual que en Armenia y Azerbaiyán, el presidente norteamericano, más corrido por derecha que nunca por su predecesor Donald Trump y los grupos supremacistas blancos, no tiene giro para poder negociar con Rusia y sí o sí deberá mostrar una actitud hostil hacia el mandatario ruso, lo que por adelantado haría impracticable el encuentro.
Si bien el mundo sabe que el presidente Vladimir Putin, junto a su Ministro de Exterior Serguei Lavrov, ha realizado prodigios con la diplomacia, también se sabe que la única manera de escapar que Putin conoce es hacia adelante, si no que lo diga Barack Obama tras los incidentes de al-Ghutta en Damasco en agosto de 2013, cuando en un ataque de falsa bandera con armas tóxicas en el que murieron cerca de 1.400 civiles se quiso responsabilizar al presidente sirio Bashar al-Assad, dando oportunidad a Obama para anunciar una bombardeo masivo sobre Siria que fue contenido por la resolución de Putin de intervenir si ese ataque se producía, lo que forzó a una de las más resonantes reculadas de Washington a lo largo de su historia. Quizás aquel día, el 21 de agosto de 2013, Putin no sólo detonó la unipolaridad, sino que también forzó el reinició de una nueva guerra fría, más allá de que muchos pretenden ignorarla.
A partir de al-Ghutta, para quienes no lo conocían, supieron que el presidente ruso no es de una personalidad fácil, lo que hará replantearse a los europeos sus posiciones incluso frente a Washington, ya que de producirse un conflicto armado clásico, no nuclear, ellos serán el campo de batalla, de lo contrario, la imaginación no basta.
Las llamas de Kazajistán
A casi dos semanas de las protestas en Almaty, la ciudad más importante del país, según el nuevo recuento de las muertes que han dejado las manifestaciones llegó a las 250, por lo que los focos de atención no se han retirado del país centroasiático, que como nunca ha sido epicentro de la información internacional y muy particularmente de los medios occidentales.
Más allá de la cantidad de muertes, todavía resta aclarar cómo se han producido y quiénes en verdad has sido los responsables, ya que para la prensa del “mundo libre” los muertos los habría provocado la orden del presidente kazajo Kasim-Yomart Tokayev a sus fuerzas de seguridad de disparar a matar. Aunque para muchos observadores neutrales los muertos, entre ellos una gran cantidad de policías, podrían tener otro origen ya que entre los manifestantes habrían actuado agentes infiltrados traídos desde el exterior replicando de manera prácticamente exacta los sucesos de la Euromaidam en el centro de la ciudad de Kiev (Ucrania) cuando se inició el golpe de Estado contra el presidente Víctor Yanukovich, en 2014, financiado y organizado por las mismas entidades del “mundo libre” que van de la CIA y el Mossad al FMI y la Unión europea (UE).
En el caso de Kazajistán la reacción no habría apelado a los “barras” del fútbol, como en el caso de Ucrania, sino que se han utilizado, más allá de los agentes venidos del exterior, pobladores del sur del país donde se asienta la mayoría musulmana, en ciudades como Zhanaozen, Aktau y Atyrau.
Más allá de la cercanía política y económica entre Moscú y Nur Otán, con una frontera de 7.500 kilómetros, y sus riquezas mineras (Ver: Kazajistán, Afganistán por otros medios) que son explotadas por una importante cantidad de empresas occidentales, particularmente norteamericanas en detrimento de la rusa Gazprom a la que no se permitió obtener posiciones dominantes.
el país centroasiático se ha convertido en un verdadero puente hacia Rusia y Europa oriental, para China en el marco de la Nueva ruta de la Seda, un motivo sobrado para generar inestabilidad y confusión.
Tokayev, en los momentos de mayor crisis, solicitó el apoyo extranjero de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una alianza militar capitaneada por Moscú y varias naciones aliadas al que suscribe Kazajistán, y en ese marco, por primera vez en sus treinta años de creación, fueron desplegados unos 4.000 efectivos, la mitad rusos, que se limitaron a dar seguridad a edificios públicos, muchos de ellos saqueados e incendiados por la “turba” que actuó de manera coordinada, y al aeropuerto, donde se habían producido algunos disturbios. Las fuerzas de la OTSC ya abandonaron el país hace unos pocos días.
Por otra parte se conoció que, en el marco de las investigaciones sobre los orígenes de las protestas, fue detenido el jefe de la inteligencia Karim Massimov con cargos de alta traición, convirtiéndose en el primer funcionario de alto rango detenido tras los disturbios que se enmascararon en una suba del gas, aunque sí es cierto que una gran cantidad de vehículos en el país funcionan con ese fluido.
Para quienes creen que Kazajistán es un apéndice ruso, sería importante que tuvieran en cuenta que en el país desde que se independizó a finales de1991 de la Unión Soviética, la etnia kazaja conformaba el 40 por ciento de la población. Hoy, con menos de 20 millones de habitantes se incrementó alrededor del 70 por ciento. Gracias a las políticas del líder y fundador del país, Nursultan Nazarbayev, de repatriación de kazajos étnicos de China, Mongolia y otros países de Asia Central. El número de hablantes de ruso disminuye de manera constante, mientras que el kazajo se ha establecido como la lengua oficial del Gobierno. Las generaciones más jóvenes han recibido una importante educación en historia e identidad nacional. Además, el país cuenta con excelentes relaciones con Turquía –el kazajo es una lengua túrquica– y con los países del Golfo. Kazajistán pertenece a la Organización Islámica, ya que más de un 60 por ciento de su población es musulmana, por lo que prácticamente sería imposible para Putin revertir el destino de Kazajistán.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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