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La estrategia occidental

Fuentes: Viento Sur

La decapitación por el Estado Islámico de 21 trabajadores egipcios en Libia por su condición de coptos ha conmovido a la opinión pública internacional. Hace visible las consecuencias de la intervención militar occidental dirigida por Sarkozy orientado por los juiciosos consejos de su gran estratega en geopolítica, el inefable Bernard Henri Levy… Desde hace cuatro […]

La decapitación por el Estado Islámico de 21 trabajadores egipcios en Libia por su condición de coptos ha conmovido a la opinión pública internacional. Hace visible las consecuencias de la intervención militar occidental dirigida por Sarkozy orientado por los juiciosos consejos de su gran estratega en geopolítica, el inefable Bernard Henri Levy…

Desde hace cuatro años Libia se hunde progresivamente en una guerra civil total llevada a cabo por diferentes milicias, islamistas, laicas o regionalistas. En las elecciones de junio de 2014, que tuvieron una baja tasa de participación, los islamistas se negaron a reconocer su derrota, aduciendo fraudes masivos.

La consecuencia fue un un violento conflicto que ha dividido el país en dos. De un lado, Fajr Libya (Alba libia) que dirige la capital Trípoli y su región y ha restablecido el antiguo Parlamento, el Congreso General Nacional (CGN), dominado por los islamistas que se han dotado de un gobierno. Del otro, la Alianza Dignidad, apoyada por el general Khalifa Hafta, y con el apoyo también de las milicias de Zintan, una ciudad del oeste del país. Este gobierno se ha instalado en Tobruk y está reconocido por la comunidad internacional.

A esto se añaden los yihadistas, los de Ansar al-Charia presentes en Bengasi y ligados a Al Qaeda y el Estado Islámico, constituido en particular por el grupo Majilis Choura Chabab al-Islam.

Voces discordantes

Entre los países africanos que piden una intervención militar argumentando que los Europeos deben acabar su trabajo, se encuentran Níger, Tchad o Egipto, que está confrontado en el Sinaí con Ansar Bait al-Maqdis. Más globalmente, las poblaciones de los países de la región deben sufrir las consecuencias del caos libio que permite a los grupos islamistas entrenarse y aprovisionarse de armas.

Por parte occidental, las cancillerías son más reservadas y privilegian por el momento la opción de un acuerdo político apostando por la conferencia de Ginebra. La idea es reunir a las dos principales fracciones en un gobierno de unión nacional. Trayendo una relativa estabilidad al país, esto permitiría combatir a los yihadistas, reanudar la explotación del petróleo por las multinacionales y recuperar el papel que Libia tenía en la época de Gadafi de controlar la inmigración esencialmente subsahariana hacia Europa.

Aunque los discursos del representante de las Naciones Unidas Bernardino León se quieran optimistas, apoyándose en la idea justa de que no hay muchas diferencias políticas y religiosas entre las diferentes milicias, no deja de ser cierto que los conflictos que oponen a los jefes de guerra están también motivados por cuestiones financieras. En efecto, el control de los pozos de petróleo, de los puertos así como de las vías por las que transitan los diferentes tráficos (incluyendo el de la droga), es particularmente lucrativo.

La inserción de Occidente en el proceso revolucionario libio que sobrepasó en gran medida el mandato de la ONU, impidió la emergencia de una fuerza revolucionaria que habría podido en el curso de los combates y las movilizaciones populares unificarse políticamente. El brutal derrocamiento de Gadafi y el control de Gran Bretaña y Francia sobre el proceso de transición política ha reforzado el sentimiento religioso y comunitario, de forma similar a lo producido por la intervención estadounidense en Irak.

http://www.npa2009.org/actualite/li…

Hebdo L’Anticapitaliste – 278 (26/02/2015)

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR