Amnistía Internacional (AI) publicó este jueves un informe denunciando la explotación laboral que sufren los agricultores del aceite de palma, cultivado en Indonesia y Malasia y presente en decenas de productos de consumo diario en Occidente, como mantequillas, cremas, salsas o bollería de todo tipo. El documento señala directamente a nueve empresas: AFAMSA, ADM, Colgate-Palmolive, […]
Amnistía Internacional (AI) publicó este jueves un informe denunciando la explotación laboral que sufren los agricultores del aceite de palma, cultivado en Indonesia y Malasia y presente en decenas de productos de consumo diario en Occidente, como mantequillas, cremas, salsas o bollería de todo tipo. El documento señala directamente a nueve empresas: AFAMSA, ADM, Colgate-Palmolive, Elevance, Kellogg’s, Nestlé, Procter & Gamble, Reckitt Benckiser y Unilever. Sus productos están en cada supermercado. Hablamos de la línea de cosméticos Dove, la sopa Knorr, KitKat, el champú Pantene o Ariel. Estas compañías utilizan aceite de palma procedente de plantaciones gestionadas por el mayor productor del mundo: la empresa agroalimentaria Wilmar.
La organización ha hablado con 120 personas que trabajan en plantaciones de palma propiedad de filiales de Wilmar y tres proveedores de la multinacional. Denuncian sueldos por debajo del salario mínimo, inseguridad laboral, trabajo al aire libre con exposición a sustancias tóxicas y con gran carga de esfuerzo físico, y trabajo infantil: «Niños de sólo 8 años realizan trabajo físico duro y peligroso, en algunos casos tras haber dejado de asistir a la escuela para ayudar a sus progenitores en la plantación», recoge el informe, titulado El gran escándalo del aceite de palma: abusos laborales detrás de las grandes marcas.
«Las empresas miran hacia otro lado ante la explotación de trabajadores y trabajadoras en su cadena de suministro. Pese a prometer a sus clientes que no habrá explotación en sus cadenas de suministro de aceite de palma, las grandes marcas siguen aprovechándose de terribles abusos» , declaró la investigadora principal de AI, Meghna Abraham. Las promesas a las que se refiere la activista son relativas a los certificados que, en teoría, garantizan al consumidor que el producto que compra a diario no ha sido fruto de la explotación laboral.
Muchas de las empresas que comercializan, distribuyen o utilizan el aceite de palma están acogidas a la Mesa Redonda sobre el Aceite de Palma (RSPO, en sus siglas en inglés). Tres de los cinco palmicultores investigados por Amnistía están certificados como productores «sostenibles» en virtud de esta ONG, que une a empresas de la industria que se comprometen en un futuro a utilizar o vender materia prima «limpia» de abusos. Todas las empresas señaladas por Amnistía menos una están dentro. Sin embargo, el compromiso afecta al futuro de las plantaciones, no al presente. «Se puede ser miembro sin tener una sola hectárea certificada», aseguró para info Libre el responsable de la Campaña de Bosques de Greenpeace España, Miguel Ángel Soto.
La RSPO emite un certificado, el CSPO, que fue calificado por Greenpeace como «bastante fallido» y, en la práctica, «un fraude». En teoría, si un bollo o una crema cuenta con el logo de CSPO, el aceite que contiene no ha sido fruto ni de la deforestación ni de la explotación de trabajadores. Sin embargo, Soto denuncia que el aceite se mezcla: si un 10% de los productos de una marca cuentan con esta garantía, no es que el 100% del aceite de esos productos sea sostenible, sino que el 10% de la materia prima procede de plantaciones responsables.
«Este informe muestra con claridad que las empresas han utilizado la Mesa Redonda a modo de escudo para desviar un mayor escrutinio. Nuestra investigación reveló que esas empresas tienen políticas firmes sobre el papel, pero ninguna pudo demostrar que hubiera identificado riesgos obvios de abusos en la cadena de suministro de Wilmar», aseguró el responsable de Empresas y Derechos Humanos de la organización, Seema Joshi.
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) elaboró en 2014 un ranking de compañías de mayor a menor compromiso con el aceite de palma sostenible. Panrico, Dulcesol, Eroski o El Corte Inglés fueron señalados por el informe, ya que -entre otras razones- no contaban con ningún certificado de los existentes que avalan las buenas prácticas.
Deforestación
La explotación laboral no es el único problema que atañe a la producción de aceite de palma . Su cultivo está destruyendo la isla de Indonesia, tal y como informó info Libre en un reportaje publicado el pasado mayo. El fruto no se puede obtener en cualquier terreno, por lo que las plantaciones provocan la deforestación de miles de hectáreas de selva.
Los devastadores incendios que asolan la isla son sospechosos de ser provocados para que el terreno quede listo para cultivar. Pero la selva tropical también se quema como consecuencia de las plantaciones. El subsuelo de las islas es abundante en turba, la antesala del carbón vegetal. La palma de aceite necesita un suelo seco, por lo que se drena el terreno lleno de este material orgánico. Cuando la turba está seca es extremadamente inflamable y si arde emite unas cantidades escandalosas de CO2 a la atmósfera, lo que explica que Indonesia suela encabezar los ránquines de emisiones de este gas a pesar de su tamaño.