Aunque esta bienvenida no tenga mucho que ver con la irónica versión de la película española que se llamó «Bienvenido Mr Marshall», puede que no resulte demasiado extravagante que los latinoamericanos le auguremos sinceramente una feliz llegada a sus nuevas funciones al flamante futuro mandatario de los EEUU. El motivo que inspira nuestro augurio lo […]
Aunque esta bienvenida no tenga mucho que ver con la irónica versión de la película española que se llamó «Bienvenido Mr Marshall», puede que no resulte demasiado extravagante que los latinoamericanos le auguremos sinceramente una feliz llegada a sus nuevas funciones al flamante futuro mandatario de los EEUU.
El motivo que inspira nuestro augurio lo han generado sus propias palabras al anunciar que derribará todo intento de firmar nuevos acuerdos de libre comercio o de mantener los existentes. Esta declaración es sin duda una de las mejores noticias que ha recibido el continente y si no basta con analizar las cifras que luego de casi un cuarto de siglo de aplicación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN en español o NAFTA en inglés o ALENA en francés) han generado en México el mayor retroceso económico de su historia.
Es cierto que Trump apunta a recuperar el deteriorado mercado laboral que en algunas áreas como la metal mecánica y la electrónica han dejado el tendal de desocupados en los EEUU y que se ha puesto crudamente de manifiesto en algunos de sus estados como sucedió en Detroit, única ciudad en el mundo que llegó a declararse en quiebra a causa de la pérdida de puestos de trabajo de su sector automotriz mientras en México, ese mismo sector, bajos salarios de por medio, ha venido creciendo más de un 12 % anual. No por nada Mr Trump anunció que impondrá un impuesto del 35% a los automóviles que se importen de México, como para obligar a las empresas a relocalizarse en los EEUU.
Tal vez valga la pena destacar que la experiencia mexicana es un potente llamado de atención a quienes todavía creen en las ventajas de esos tratados. Durante ya casi 23 años (el NAFTA entró en vigencia el 1 de enero de 1994), un tiempo bastante prudencial como para evaluar sus resultados y sacar conclusiones, los indicadores socioeconómicos mexicanos no han hecho sino deteriorarse. En el marco del NAFTA las importaciones mexicanas superaron ampliamente a las exportaciones produciendo un grave deterioro en algunos sectores como el agrícola, además el nivel de pobreza pasó de un 16 a un 28%, generando el gran éxodo de campesinos que abandonando sus tierras, engrosó las periferias urbanas e incrementó las migraciones de que ahora se quejan los residentes locales estadounidenses.
Si nos preguntamos a quienes ha favorecido este Tratado de Libre Comercio resulta comprobable que las mayores beneficiarias han sido las empresas transnacionales, especialmente las de origen usamericano. Unas 300 empresas de ese carácter son las responsables del 70 % del total de las exportaciones, pero además México ha debido adaptar sus legislación a los nuevos requerimientos del tratado de modo que los extranjeros pueden ahora participar con un capital mayor al 49% en las empresas estatales y las pequeñas y medianas empresas han sido puestas en desventaja frente a los monopolios del exterior. En síntesis este Tratado, tal vez, en su tipo, el más antiguo del continente no ha hecho más que favorecer la concentración de la riqueza, generado una mayor dependencia del país del capital financiero internacional y reduciendo día tras día las expectativas de crecimiento de una gran nación cuyo patrimonio cultural y sus riquezas naturales deberían garantizar a su población un mayor grado de bienestar.
¡Bienvenido Mr. Trump! Y esperamos que cumpla con esa su promesa electoral y aunque sea ese su único mérito, los suramericanos le estaremos agradecidos.
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