Xi Jinping ha sido consagrado como líder más poderoso de China desde Mao Zedong después de que un nuevo legado de pensamiento político con su nombre fuese incluido en los estatutos del Partido Comunista. La simbólica medida se produjo el último día del XIX Congreso, que duró una semana en Beijing, en el que Xi […]
Xi Jinping ha sido consagrado como líder más poderoso de China desde Mao Zedong después de que un nuevo legado de pensamiento político con su nombre fuese incluido en los estatutos del Partido Comunista. La simbólica medida se produjo el último día del XIX Congreso, que duró una semana en Beijing, en el que Xi se ha comprometido a dirigir la segunda mayor economía del mundo hacia una «nueva era» de poder e influencia internacionales.
En la ceremonia de clausura en el Gran Salón del Pueblo de la época de Mao, se anunció que el pensamiento de Xi sobre el «socialismo con características chinas para una Nueva Era» quedaba inscrito en los estatutos del partido. «El Congreso acuerda por unanimidad que el pensamiento Xi Jinping … constituye [una de] las guías de acción del partido en su constitución», afirma una resolución.
Al mismo tiempo, se anunció el nuevo Comité Permanente del Politburó de siete miembros. Todos estos líderes supremos tienen más de 62 años y por lo tanto no serán elegibles para convertirse en secretario general del partido dentro de cinco años. Lo que significa con toda seguridad que Xi tendrá un tercer mandato, algo sin precedentes, como líder del partido hasta 2029 y así seguirá a la cabeza de la máquina de estado chino toda una generación.
Lo que esto me dice es que, bajo Xi, China nunca iniciará el desmantelamiento del partido y la máquina del estados para desarrollar una ‘democracia burguesa’ basado en una economía de mercado plena y capitalista. China seguirá siendo una economía fundamentalmente dirigida y controlada por el estado, con los ‘sectores claves’ de la economía de propiedad pública y controlada por la elite del partido.
Las empresas extranjeras no encuentran esta perspectiva atractiva, como era de esperar. En una encuesta de enero entre 462 empresas de Estados Unidos de la Cámara Americana de Comercio en China, el 81 por ciento dijo que se sentían menos bienvenidos en China, mientras que más del 60 por ciento tienen poca o ninguna confianza de que el país abrirá aún más sus mercados en los próximos tres años.
De hecho, China sigue ocupando el puesto 59 entre los 62 países evaluados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico en términos de apertura a la inversión extranjera directa. Al mismo tiempo, la IED es cada vez menos importante para la economía: en 2016 representó poco más del 1 por ciento del PIB de China, por debajo del 2,3 por ciento en 2006 y un 4,8 por ciento en 1996.
Una causa de preocupación aún mayor para las multinacionales son los planes de Beijing para replicar tecnologías extranjeras y apoyar a sus ‘campeones nacionales’ que puedan exportarlas globalmente. Un programa puesto en marcha en 2015, llamado Hecho en China 2025, tiene como objetivo hacer que el país sea competitivo dentro de una década en 10 industrias, incluyendo aviones, vehículos de nueva energía, y la biotecnología. China, bajo Xi, tiene como objetivo no sólo ser el centro manufacturero de la economía mundial, sino también ocupar un lugar destacado en innovación y tecnología para competir con los EEUU y otras economías capitalistas avanzadas dentro de una generación.
Beijing tiene como objetivo impulsar la cuota de robots de fabricación nacional a más del 50 por ciento de las ventas totales en 2020, que fue ya del 31 por ciento el año pasado. Las compañías chinas como E-Deodara Robot Equipments, Siasun Robot & Automation y Anhui Efort Intelligent Equipments aspiran a convertirse en multinacionales, desafiando a compañías similares como ABB Robotics de Suiza y la japonesa Fanuc por el liderazgo en un mercado de 11 mil millones de dólares.
Bajo XI, China también ha redoblado esfuerzos para construir su propia industria de semiconductores. El país compra alrededor del 59 por ciento de los chips que se venden en todo el mundo, pero los fabricados en el país representan sólo el 16,2 por ciento de los ingresos de las ventas globales de la industria, de acuerdo con la consultora PwC. Para cambiar esto, Made in China 2025 destina 150 mil millones de dólares de inversión en 10 años. Un informe de enero de 2017 del Consejo Presidencial de Asesores en Ciencia y Tecnología de EE UU detalla los amplios subsidios de China a sus fabricantes de chips, la obligación de las empresas nacionales de comprar sólo a proveedores locales, y el requisito de que las empresas estadounidenses transfieran tecnología a China a cambio de acceso a su mercado.
Y el imperialismo estadounidense tiene miedo. El secretario de Comercio de Estados Unidos Wilbur Ross ha descrito el plan como un «ataque» al «genio americano.» En un excelente nuevo libro, The US vs China: Asia’s new cold war?, Jude Woodward, un asiduo visitante y conferenciante en China, señala las medidas desesperadas que los EEUU está adoptando para tratar de aislar a China, bloquear su progreso económico y cercarla militarmente. Pero también afirma que esta política está fallando. China no está aceptando el control que la quieren imponer las multinacionales extranjeras; está desarrollando continuamente vínculos comerciales y de inversión con el resto de Asia; y, con la excepción del Japón de Abe, está teniendo éxito en mantener a los estados capitalistas asiáticos ambivalentes entre la ‘mantequilla’ de China y las ‘armas’ de Estados Unidos. Como resultado, China ha sido capaz de mantener su independencia del imperialismo estadounidense y del capitalismo global como ningún otro estado.
Esto nos lleva a la cuestión de si China es un estado capitalista o no. Creo que la mayoría de los economistas políticos marxistas están de acuerdo con la teoría económica dominante que asume o acepta que China es capitalista. Sin embargo, no es mi caso. China no es capitalista. La producción de mercancías con fines de lucro, basada en relaciones espontáneas del mercado, es lo que caracteriza al capitalismo. La tasa de ganancia determina sus ciclos de inversión y genera crisis económicas periódicas. Esto no se aplica en China. En China, la propiedad pública de los medios de producción y la planificación del estado siguen siendo dominantes y la base de poder del Partido Comunista se basa en la propiedad pública. El ascenso económico de China se ha conseguido sin que el modo de producción capitalista sea dominante.
El «Socialismo con características chinas» es una bestia extraña. Por supuesto, no es ‘socialismo’ de acuerdo con ninguna definición marxista o de control obrero democrático. Y ha habido una expansión significativa de las empresas privadas, tanto nacionales como extranjeras en los últimos 30 años, con el establecimiento de un mercado de valores y otras instituciones financieras.
Pero la gran mayoría del empleo y la inversión tiene lugar a través de empresas públicas o por instituciones que están bajo la dirección y el control del Partido Comunista. La mayor parte de las industrias competitivas globales de China no son multinacionales de propiedad extranjera, sino empresas estatales chinas.
Y puedo proporcionar algunas pruebas que, en la medida que yo sepa, no han sido planteadas por otros comentaristas. Recientemente el FMI publicó una serie de datos completa del tamaño del sector público y de su inversión y su crecimiento, que se remonta 50 años para todos los países del mundo. Estos datos ofrece algunos resultados sorprendentes.
Demuestran que China tiene un stock de activos del sector público por valor de 150% del PIB anual; Sólo Japón tiene algo similar con el 130%. Todas las otras economías capitalistas importantes tiene menos del 50% del PIB en activos públicos. Cada año, la inversión pública de China en relación al PIB es de alrededor del 16% en comparación con el 3-4% en los EEUU y el Reino Unido. Y aquí está la cifra decisiva. El volumen del stock de activos productivos públicos en relación con los activos del sector capitalista privado en China es tres veces mayor. En los EEUU y el Reino Unido, los bienes públicos son menos del 50% de los activos privados. Incluso en las ‘economías mixtas’ de India o Japón, la proporción de activos públicos en relación con los privados solo es del 75%. Esto demuestra que en China la propiedad pública de los medios de producción es dominante – a diferencia de cualquier otra economía importante.
Un informe de la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad Estados Unidos-China encontró que «La parte de propiedad y control estatal de la economía china es grande. Basándose en suposiciones razonables, parece que el sector público visible- las empresas estatales y las entidades controladas directamente por las empresas estatales, representan más del 40% del PIB no agrícola de China. Si se consideran las contribuciones de las entidades controladas indirectamente, colectivos urbanos y empresas municipales públicas, la proporción del PIB de propiedad y control del Estado es de aproximadamente el 50%». Los grandes bancos son propiedad del Estado y sus políticas de crédito y de depósito están dirigidas por el gobierno (para disgusto del Banco Central de China y otros elementos pro-capitalistas). No hay flujo libre de capitales extranjeros dentro y fuera de China. Los controles de capital son impuestos y aplicados y el valor de la moneda se manipula según los objetivos económicos (para gran disgusto del Congreso de Estados Unidos y los fondos de cobertura occidentales).
Al mismo tiempo, el aparato del Partido Comunista / estado se infiltra en todos los niveles de la industria y la actividad en China. De acuerdo con un informe de Joseph Fang y otros (http://www.nber.org/papers/w17687), hay organizaciones del partido en cada corporación que emplea a más de tres miembros del partido comunista. Cada organización del partido elige a un secretario del partido. El secretario del partido es el eje central del sistema de gestión alternativa de cada empresa. Esto amplía el control del partido más allá de las empresas estatales a las empresas privatizadas y las empresas propiedad de los gobiernos locales en el sector privado o «nuevas» organizaciones económicas» como se las llama. En 1999, sólo el 3% de ellas tenía células del partido. Ahora la cifra es de casi el 13%. Como señala el informe: «El Partido Comunista Chino (PCC), controla la promoción profesional de todo el personal de alto nivel en todas las agencias reguladoras, todas las empresas de propiedad estatal (EPE), y prácticamente todas las principales instituciones financieras de propiedad estatal (EPE) y las posiciones determinantes del partido en todas, menos las empresas más pequeñas, no públicas, que siguen sometidas a una dirección leninista».
La realidad es que casi todas las empresas chinas que emplean a más de 100 personas tienen un sistema de control basado en células del partido. Esta no es una reliquia de la era maoísta. Es la estructura actual establecida específicamente para mantener el control del partido en la economía. Como el informe de Fang dice: «El Departamento de Organización del PCCh gestiona todas las promociones de alto nivel de todos los bancos, reguladores, ministerios y organismos gubernamentales, empresas estatales, e incluso muchas empresas no públicas, designadas oficialmente. El partido promueve a gente en los bancos, agencias reguladoras, las empresas, los gobiernos y los órganos del Partido, gestionando gran parte de la economía nacional en un gran cuadro de gestión de recursos humanos. Un cuadro joven y ambicioso puede comenzar en un ministerio estatal, unirse a los mandos intermedios de un banco público, aceptar un alto cargo del partido en una empresa cotizada, ser promovido a un puesto de regulación superior, aceptar el nombramiento como alcalde o gobernador de provincia, convertirse en un CEO de un banco público diferente, y quizás por último, ascender a los escalones superiores del gobierno central o el PCCh – todo gracias al Departamento de Organización del PCCh».
El Partido Comunista de China es mencionado en los estatutos de muchas de las mayores empresas del país, que describen al partido como un elemento director que juega un papel central de «una manera organizada, institucionalizada y concreta» y «provee dirección [y] gestiona la situación general».
Hay 102 empresas estatales clave con activos de 50 billones de yuanes, que incluyen empresas públicas de petróleo, operadores de telecomunicaciones, generadores de energía y fabricantes de armas. Xiao Yaqing, director de la Comisión de Supervisión y Administración de Activos Estatales del Consejo de Estado (SASAC), escribió en la publicación de la Escuela Central del Partido Tiempo de Estudio que cuando una empresa estatal tiene un consejo de administración, el jefe del partido también tiende a ser el presidente del consejo. Los miembros del Partido Comunista en las empresas estatales forman el «el fundamento de clase más sólido y fiable» que permite al Partido Comunista gobernar. Xiao califica la idea de la «privatización de los bienes del Estado» como un pensamiento mal orientado.
Estos 102 grandes conglomerados contribuyeron el 60 por ciento de las inversiones exteriores de China a finales de 2016. Las empresas estatales, incluyendo China General Nuclear Power Corp y China National Nuclear Corp han asimilado tecnologías, a veces occidentales con cooperación o sin ella, y ahora tienen proyectos en Argentina, Kenia, Pakistán y el Reino Unido. Y la gran ‘Nueva Ruta de la Seda’ para el centro de Asia no está dirigido a obtener beneficios. Se trata de expandir la influencia económica de China a nivel mundial y extraer recursos tecnológicos y naturales para la economía nacional.
Esto también contradice la idea común entre algunos economistas marxistas de que la exportación de capital de China para invertir en proyectos en el extranjero es producto de la necesidad de absorber el ‘excedente de capital’ doméstico, similar a la exportación de capital de las economías capitalistas antes de 1914, que Lenin consideró una característica clave del imperialismo. China no está invirtiendo en el extranjero a través de sus empresas estatales debido a un ‘exceso de capital’ o incluso porque la tasa de ganancia de las empresas estatales y capitalistas esta cayendo.
Del mismo modo, la gran expansión de la inversión en infraestructura a partir de 2008 para contrarrestar el impacto del colapso del comercio mundial desde la crisis financiera global y la Gran Recesión que golpea las economías capitalistas no ha sido un gasto público a través del endeudamiento de tipo keynesiano, como la mayoría de los economistas y (algunos) marxistas argumentan. Fue un programa de inversiones de las corporaciones estatales planificada y financiada por los bancos de propiedad estatal dirigidos por el Estado. Fue lo que Keynes llamó una ‘inversión socializada’, pero que nunca fue puesta en práctica en las economías capitalistas durante la Gran Depresión, porque hacerlo sería sustituir el capitalismo.
La ley del valor del modo de producción capitalista opera en China, principalmente a través del comercio exterior y la entrada de capitales, así como a través de los mercados internos de bienes, servicios y fondos. Por lo que la economía china se ve afectada por la ley del valor. Eso no es realmente sorprendente. No se puede ‘construir el socialismo en un solo país’ (y si un país está bajo una autocracia y sin democracia obrera, es así por definición). La globalización y la ley del valor de los mercados mundiales se filtran a la economía china. Pero el impacto es ‘distorsionado’, ‘frenado’ y bloqueado por la ‘interferencia’ burocrática del estado y la estructura del partido hasta el punto de que todavía no puede dominar y dirigir la trayectoria de la economía china.
Es cierto que la desigualdad de la riqueza y el ingreso en China bajo el ‘socialismo con características chinas’ es muy alta. Hay un creciente número de multimillonarios (muchos de los cuales están relacionados con los líderes comunistas). El coeficiente de Gini de China, un índice de desigualdad de los ingresos, ha pasado del 0,30 en 1978, cuando el Partido Comunista comenzó a abrir la economía a las fuerzas del mercado, a un máximo del 0,49 justo antes de la Recesión Global. De hecho, el coeficiente Gini de China ha subido más que en cualquier otra economía asiática en las últimas dos décadas. Este aumento fue en parte el resultado de la urbanización de la economía en la medida en que los campesinos rurales han emigrado a las ciudades. Los salarios urbanos en los talleres y las fábricas están dejando atrás cada vez más los ingresos de los campesinos (no es que los salarios urbanos sean nada del otro mundo, porque a los trabajadores de montaje de i-pads de Apple se les paga menos de 2 dólares la hora).
Pero también es en parte el resultado de la élite que controla las palancas del poder y se está enriqueciendo, permitiendo al mismo tiempo que algunos multimillonarios chinos ‘florezcan’. La urbanización se ha ralentizado desde la Gran Recesión y también lo ha hecho el crecimiento económico y el índice de desigualdad de Gini se ha reducido un poco.
La economía china se protege parcialmente de la ley del valor y la economía capitalista mundial. Pero la amenaza de la ‘vía capitalista’ permanece. De hecho, los datos del FMI muestran que, mientras que los activos del sector público en China siguen siendo casi dos veces mayores que los activos del sector capitalista, la brecha se está cerrando.
Bajo Xi, parece que la mayoría de la élite del partido continuará con un modelo económico que está dominado por las corporaciones estatales dirigidas a todos los niveles por cuadros comunistas. Esto es debido a que incluso la elite se dan cuenta de que si adopta la vía capitalista y la ley del valor se convierte en dominante, se expondrá al pueblo chino a una inestabilidad económica crónica (booms y crisis), a la inseguridad de empleo e ingresos y a mayores desigualdades.
Por otra parte, Xi y la élite del partido están unidos en su oposición a la democracia socialista como cualquier marxista la entendería. Desean preservar su régimen autocrático y los privilegios que se derivan de él. La gente todavía tienen un papel que jugar. Han luchado batallas locales por el medio ambiente, sus pueblos y sus puestos de trabajo y salarios. Pero no han luchado por más democracia o poder económico.
De hecho, la mayoría apoya al régimen. Los chinos apoyan al gobierno, pero están preocupados por la corrupción y la desigualdad – las dos cuestiones que Xi afirma que está combatiendo (pero en las que fracasará).
Una reciente encuesta realizada por el Centro de Investigación Pew encontró que el 77% de los encuestados creen que su forma de vida en China necesita ser protegida de la «influencia externa». El politólogo Bruce Dickson colaboró con expertos chinos para estudiar la percepción pública del Partido Comunista de China gobernante. Los investigadores llevaron a cabo entrevistas directas con unas 4.000 personas en 50 ciudades de todo el país. Dickson concluyó: «No importa cómo se mida, no importa qué preguntas se pregunten, los resultados indican siempre que la gran mayoría de la gente está realmente satisfecha con el status quo».
Parece que Xi y su banda durarán bastante tiempo.
Fuente: https://thenextrecession.wordpress.com/2017/10/25/xi-takes-full-control-of-chinas-future/
Traducción de Gustavo Buster para Sin permiso