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China-África

Ilusiones nocivas

Fuentes: NPA

¿Beneficiosos para las poblaciones o enésima calamidad que se abate sobre el continente? Los 60.000 millones de ayudas y préstamos otorgados sin condiciones por Xi Jinping a África parecen responder positivamente a esta pregunta. Sin embargo… Una relación Sur-Sur… Liberalismo obliga: las cancillerías occidentales hacen ver que se felicitan de la presencia china en África, […]

¿Beneficiosos para las poblaciones o enésima calamidad que se abate sobre el continente? Los 60.000 millones de ayudas y préstamos otorgados sin condiciones por Xi Jinping a África parecen responder positivamente a esta pregunta. Sin embargo…

Una relación Sur-Sur…

Liberalismo obliga: las cancillerías occidentales hacen ver que se felicitan de la presencia china en África, para advertir de inmediato a los gobiernos africanos de los numerosos riesgos -como el endeudamiento, la dependencia económica, el deterioro del medioambiente…- que comporta la relación del imperio del centro con sus respectivos países. Mientras, los portavoces chinos insisten en que se trata de un intercambio entre iguales y de unas relaciones beneficiosas para todos, criticando el egoísmo de los países occidentales, como señala un periodista del Diario del Pueblo: «En la actualidad, determinados países han abrazado con fuerza el unilateralismo, el proteccionismo y el hegemonismo comercial». [1] En suma, cada uno critica al otro con argumentos que, en el fondo, no son tan diferentes, lo que parece lógico, pues la política china en África, de hecho y más allá de la retórica, apenas se distingue de la de los países occidentales.

África es esencial para Pekín, pues le permite acompañar su expansión económica abasteciéndose de una parte importante de los productos mineros y de petróleo indispensables para su actividad industrial. También le permite diversificar sus fuentes de suministros y evitar así la dependencia exclusiva de los países exportadores de petróleo de Oriente Medio, considerados aliados estratégicos de EE UU. Las fuertes tensiones comerciales entre las dos potencias justifican las precauciones de los estrategas chinos. Segunda economía más grande del mundo, China ha pasado a ser asimismo la primera potencia económica en África por volumen de intercambios comerciales, basados en la importación de materias primas y la exportación de productos manufacturados. En 2017, dicho volumen ascendió a 170.000 millones de dólares, frente a los 48.000 millones de los intercambios con Francia.

que se asemeja a una relación Norte-Sur

China se abastece de petróleo en Nigeria y en Angola; los productos de la minería -hierro, manganeso, cobalto, cobre…- provienen de Zambia, Sudáfrica, República Democrática del Congo (RDC) y Congo-Brazzaville. Paralelamente a estas importaciones, China exporta masivamente sus productos manufacturados, a menudo más baratos que los de los países occidentales, pese a que la calidad no siempre es la misma.

Si las clientelas africana y china, en términos de poder adquisitivo, son muy similares y permiten dar salida a los productos, África desempeña, además, según expertos de márketing, un papel de banco de pruebas de los productos y sirve de rampa de lanzamiento para la conquista de los mercados occidentales, como ha ocurrido, por ejemplo, con los teléfonos móviles de la marca Huwei. Como vemos, los intercambios económicos entre China y África siguen basándose fundamentalmente en la división internacional del trabajo, en la que el continente africano se mantiene confinado a su papel exclusivo de proveedor de materias primas, lo que le obliga a importar la mayor parte de productos manufacturados. Este es el legado de un pasado colonial que China, pero no solo ella, no hace más que reforzar.

Que florezcan cien ilusiones

Es cierto que los discursos oficiales hablan de la transferencia de competencias y de industrialización, pero en la realidad es muy poco lo que sucede. Las escasas empresas manufactureras, especialmente en Etiopía, ensalzadas como pioneras del desarrollo económico de África, desempeñan más bien una función de cebo. En efecto, Pekín encandila a los gobiernos africanos con el relato de que podrían beneficiarse de la deslocalización de determinadas empresas chinas, y algunos se lo creen, como el dictador togolés Faure Gnassingbé: «Sabemos que hay decenas de millones de puestos de trabajo en China que son susceptibles de deslocalizarse. Así que todas las empresas de China que están dispuestas a deslocalizarse siempre serán bienvenidas.» [2]

Pero es poco probable que este fenómeno se materialice, por razones de coste y de productividad: «Ante los aumentos salariales, las empresas implantadas en China pueden automatizar sus líneas de producción (como hace la subcontratista Foxconn), y las que piensan en abandonar las zonas costeras tienen dónde elegir: el oeste de China, el sudeste asiático, Bangladesh e India son otros tantos destinos posibles. Una comparación realizada por el Banco Mundial muestra que, a excepción de Etiopía, los países africanos tienen una productividad inferior a China y Vietnam en producciones de alta intensidad de mano de obra. Una evaluación de los costes laborales unitarios concluye que son más elevados en África que en Indonesia, Bangladesh y Vietnam.» [3]

Máxime cuando las empresas chinas no son, ni mucho menos, un ejemplo de preservación del medioambiente o de respeto de la legislación. Regularmente aparecen testimonios que dan cuenta de violaciones de las leyes, y ciertas empresas están implicadas en el contrabando a escala industrial, sobre todo de madera en bruto. Las empresas chinas pueden rivalizar fácilmente con multinacionales occidentales como Shell, Areva y Trafigura, que en pocos años han logrado transformar regiones enteras en un basurero industrial.

Deuda made in China

China no deja de ensalzar su aportación a la creación de infraestructuras en los países africanos. Estas infraestructuras brindan sobre todo la ocasión a las élites africanas de enriquecerse y no corresponden forzosamente a las necesidades económicas y sociales de las poblaciones, especialmente cuando se trata de la construcción de estadios, centros de conferencias o palacios presidenciales como en Burundi, Mauritania, Sudán o Mozambique. Y lo que es más importante, estas inversiones agravan notablemente las deudas de los países africanos. En efecto, en la mayoría de los casos, están garantizadas por los activos de cada país, que pueden ser las minas, los puertos, las producciones mineras o concesiones petroleras. Por consiguiente, las recientes caídas de las cotizaciones de las materias primas incrementan mecánicamente el peso de la deuda de los países africanos.

Resultado: «El Fondo Monetario Internacional (FMI) considera que cinco Estados de África subsahariana están sobreendeudados y que otros nueve podrían sumarse en breve a este grupo. La deuda de Kenia acaba de superar la barrera de 5 trillones de chelines [43.000 millones de euros] y el 72% de esta suma se adeuda a China. Esta primavera, Moody’s rebajó la nota de Kenia. La situación también es crítica en Yibuti. Su deuda equivale al 84 % de su PIB y Pekín es acreedora del 82% de la misma. Zambia y Congo-Brazzaville, a su vez, han contratado préstamos opacos con empresas chinas, cuyo importe no se ha revelado. […] La deuda de Angola a China asciende a 25.000 millones de dólares. Los recursos petroleros del país sirven de fianza. […] En 2008, China concedió un préstamo de 6.000 millones de dólares a la RDC, obteniendo a cambio el derecho a explotar varias minas de cobre y de cobalto. En Guinea, Pekín ha abierto una línea de crédito de 20.000 millones de dólares a favor del gobierno, lo que le ha permitido obtener concesiones de aluminio.» [4]

Al final, son las poblaciones las que sufren las consecuencias al verse sometidas a políticas de restricción presupuestaria, mientras que Pekín se apodera de las riquezas de los países.

Presencia militar

Si en el discurso oficial chino la presencia económica está asociada al gran proyecto de Nueva Ruta de la Seda, que permite a China «materializar su compromiso con la globalización sin fronteras» [5], el lugar de África en este dispositivo es básicamente portuario y se concentra en particular en la costa oriental; de ahí la importancia del papel de Yibuti.

Al ocupar un lugar clave en el estrecho de Bab-el-Mandeb, verdadero cruce de caminos entre el océano Índico, el mar Rojo, Oriente Medio y África, Yibuti aprovecha su posición estratégica para hacer caja: este pequeño país alberga actualmente nada menos que cinco bases militares extranjeras. La más antigua es la base francesa, que acoge a tropas españolas y alemanas; Italia, Japón y EE UU poseen una cada uno, y la más reciente es la de China, que tiene cabida para cerca de 10.000 personas. Esta base, que China presenta como contribución a la lucha contra la piratería que asolaba los aledaños de la costa somalí, cumple su función primordial de asegurar una de las rutas marítimas más importantes para la economía china. Una ruta que adquirirá probablemente todavía más importancia en el futuro.

La política militar de China en África no se limita a la base de Yibuti, como demuestra el primer Foro China-África sobre defensa y seguridad, que según el portavoz del ministerio de Defensa chino, Ren Guoqiang, está destinado a «promover la edificación de la comunidad de destino para China y África y responder a las necesidades de las nuevas situaciones de seguridad de África y de la cooperación sinoafricana en materia de defensa».

Pekín ya es la segunda contribuyente, después de EE UU, a las operaciones de mantenimiento de la paz, una contribución sobre todo financiera, si bien China acaba de formar un regimiento de 8.000 personas, capaz de intervenir rápidamente con mandato de Naciones Unidas.

Hablar de la cuestión militar es hablar también de la venta de armas, y en este sector la política china es igual de nociva que la de las potencias occidentales. En efecto, el imperio del centro no duda en vender armas, sobre todo ligeras (las que más víctimas producen), a todos los gobiernos que las solicitan, inundando África de fusiles de asalto baratos, que no hacen más que prolongar las guerras y aumentar sustancialmente su coste en vidas humanas.

Las políticas de las potencias occidentales y las de China o de otros países emergentes, como India, no se diferencian fundamentalmente unas de otras. La historia de China, que no tiene un pasado culpable de esclavismo y colonialismo, y el hecho de que comparta con África vicisitudes de países pobres, confieren atractivo al discurso oficial chino. Sin embargo, China ha pasado a ser una potencia imperialista de primer orden, y actualmente lo que tienen más en común los dirigentes chinos con la mayoría de dirigentes africanos es la gobernanza autoritaria y corrupta, la explotación y la opresión de las poblaciones y la destrucción del medioambiente.

Notas:

[1] Zhong Fei, La coopération Chine-Afrique va écrire une nouvelle page d’histoire, 28/08/2018, disponible en línea en https://www.guineenews.org/la-cooperation-chine-afrique-va- ecrire-une-nouvelle-page-dhistoire/

[2] Entrevista con el presidente Faure Gnassingbé: Ce qui est la base de la relation entre l’Afrique et la Chine, c’est la concertation…, 27/08/2018, disponible en línea en http://afreepress.

[3] Jean-Raphaël Chaponnière, «L’empreinte chinoise en Afrique», Revue d’économie financière n°116, 2014/4, disponible en línea en https://www.aef.asso.fr/publications/revue-d-economie-financiere/116-la-finance-africaine-en-mutation/259-l-empreinte-chinoise-en-afrique

[4] Julie Zaugg, «Comment la Chine alimente la dette africaine», Le Temps, 25/07/2018, disponible en línea en https://www.letemps.ch/ economie/chine-alimente-dette-africaine

[5] Bernadette Arnaud, «Chine : la Ceinture et la Route, un projet mondial qui a un train d’avance», Sciences et Avenir, 13/05/2017, disponible en línea en https://www.sciencesetavenir.fr/archeo- paleo/patrimoine/chine-la-ceinture-et-la-route-un-projet- mondial-qui-a-un-train-d-avance_112903

Fuente: https://npa2009.org/idees/international/chine-África-nocives-illusions

Traducción: viento sur