Nueve de los diez presidente considerados más corruptos de los últimos años según el Informe Global sobre la Corrupción, elaborado por la ONG Transparencia Internacional fueron apoyados por EEUU, Europa, Japón y las instituciones internacionales. Lidera el ranking el dictador indonesio Mohamed Suharto (1996-1998), que desfalcó entre 15.000 y 35.000 millones de dólares, apoyado por […]
Nueve de los diez presidente considerados más corruptos de los últimos años según el Informe Global sobre la Corrupción, elaborado por la ONG Transparencia Internacional fueron apoyados por EEUU, Europa, Japón y las instituciones internacionales.
Lidera el ranking el dictador indonesio Mohamed Suharto (1996-1998), que desfalcó entre 15.000 y 35.000 millones de dólares, apoyado por EEUU en su invasión y masacre en Timor Oriental o en la represión de la izquierda que quiso acabar con su dictadura a finales de los sesenta.
Le sigue Ferdinand Marcos (1972-1986) que se quedó entre 5.000 y 10.000 millones de los filipinos. Sus relaciones con EEUU fueron impecables, bases militares incluidas.
Del Zaire Mobutu Sese Seko (1965-1997) se llevó 5.000 millones con los que vivió un exilio dorado bien acogido en Francia. El Banco Mundial no tuvo inconveniente en prestar al país 12.000 millones durante esa dictadura amiga. De todo el dinero robado los bancos suizos sólo han soltado cuatro.
La misma cifra le tocó al general nigeriano Sani Abacha durante 1993-1998, el 10 % de los ingresos petroleros del país en cinco años. Beneficios del petróleo bien repartidos con su principal protector, la británica Shell que opera en el país y apoyó la represión contra toda disidencia.
El único corrupto díscolo con occidente fue el yugoslavo Slobodan Milosevic, que pagó caro no atender los imperativos de quienes fueron protectores del resto. No cumplió las reglas.
Del país más pobre de América Latina, Haití, Jean Claude-Duvalier se llevó entre 300 y 800 millones entre 1971 y 1986. No mereció mucha preocupación para EEUU ocupado con combatir a Cuba.
Le sigue el peruano Alberto Fujimori, quien robó 600 millones de Perú entre 1990 y el 2000. Bien protegido está en Japón burlando las órdenes de busca y captura de la justicia peruana.
En la Ucrania aplaudidamente democrática tras el fin del comunismo el ex primer ministro Pavlo Lazarenko (1996-1997) se quedó entre 114 y 200 millones. Una buena perestroika sin duda.
De nuevo en Latinoamérica, en Nicaragua Arnoldo Alemán robó cien millones entre 1997 y 2002, un buen presidente y no esos sandinistas izquierdistas contra los que sí que intervino militarmente Estados Unidos.
El listado lo cierra otra vez Filipinas haciendo doblete con Joseph Estrada que se quedó entre 78 y 80 millones.
Sin duda, el saqueo de sus países, dominados por la pobreza, benefició también a empresas multinacionales que se repartían los beneficios a cambio de protección en algunos casos armada. Mientras tanto, los países occidentales asistían con la complicidad de quienes sólo les preocupaban los movimientos de izquierda que combatían a sus dictadores.
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