La cruenta y devastadora guerra desatada por el régimen de Georgia, presidido por Mijail Saakashvili, mandatario de bolsillo de George Soros, contra la región separatista de Osetia del Sur, no sólo dejó en ruinas su capital Tskhinvali, sino que además, este intencionado ataque militar causó la muerte de más de 1600 personas civiles y la […]
La cruenta y devastadora guerra desatada por el régimen de Georgia, presidido por Mijail Saakashvili, mandatario de bolsillo de George Soros, contra la región separatista de Osetia del Sur, no sólo dejó en ruinas su capital Tskhinvali, sino que además, este intencionado ataque militar causó la muerte de más de 1600 personas civiles y la obligada huida de más de 34000 surosetianos hacia territorio ruso en busca de refugio.
E sta arremetida militar por parte de Saakashvili contra la población osetiana estaba naturalmente preestablecida y coordinada con Washington, con algunos gobiernos europeos e Israel, pues para nadie es un secreto que sin el visto bueno de la Casa Blanca el corrupto y policíaco gobierno georgiano instalado por occidente tras un ‘golpe de estado blando’, conocido como ‘la revolución rosa’ no hubiera emprendido esta demencial agresión. La «revolución rosa» fue llevada a cabo y patrocinada con ingentes cantidades de dinero a través de ‘Fundaciones’, fondos para la ‘ayuda al tercer mundo’ y ONGs europeas, canadienses y estadounidenses, y con la imprescindible contribución de la Fundación Nacional por la Democracia (NED por sus siglas en inglés ), institución controlada por los halcones-gallina de la administración Bush para establecer la hegemonía mundial estadounidense.
Según los planes diseñados por Wash ington la principal función de la NED es, por medio de asignación de grandes sumas de dinero, presionar en los distintas países del mundo para la compra de supuestos ‘opositores’, amañar elecciones, instruir a los mass media de desinformación occidentales sobre el mensaje mediático favorable a la ‘oposición democrática’, para establecer regímenes políticos amigos de EE.UU., a los que se les antepone el calificativo de ‘Estados verdaderamente democráticos’. Es tal el grado de manipulación de la información por parte de estos medios de desinformación que ya no se limitan a repetir obedientemente los partes de guerra oficiales del Pentágono, sino que además como en el caso de la guerra emprendida por Bush-Saakashvili contra Osetia del Sur, se ha llegado a lo más grotesco que pueda hacer un medio de comunicación, presentar una serie de imágenes de una ciudad destruida, desolada, edificios derruidos y humeantes y en las que se ven cadáveres de personas civiles tirados en sus calles, y por supuesto se culpaba a Rusia de todo este horror y se afirmaba que así había quedo la ciudad georgiana de Gori tras la ‘invasión’ rusa. La verdad salió a la luz muy rápido, por la valentía de un periodista que denuncio la burda manipulación. Esas imágenes no eran de Gori sino de la capital de Osetia del Sur, Tskhinvali. Esa era la nueva imagen en ruinas que presentaba Tskhinvali después de arteros ataques y bombardeos, y de los crímenes perpetrados por las fuerzas armadas de Georgia contra la población osetiana.
Desde la caída de la Unión Soviética las políticas estadounidenses han estado orientadas a rodear a Rusia de Estados hostiles a Moscú, pero lacayos de EE.UU. En la región del Cáucaso los esfuerzos han estado centrados en intervenir en los asuntos internos de Ucrania, Azerbaiyán y Georgia, y también de Rusia, apoyando al fundamentalismo islamista y a las fuerzas separatistas de Chechenia. Así se busca que los nuevos regimenes sigan por la senda de los ‘ideales y valores democráticos occidentales’. En el campo económico los esfuerzos se han dirigido al saqueo y la privatización acelerada de todos los recursos estatales de estas antiguas republicas ‘comunistas’, para lo cual se creo el Banco Europeo para Reconstrucción y Desarrollo (BERD), con el «fin de favorecer la transición a una economía de mercado y promover la iniciativa privada» en estos países.
La guerra relámpago de Saakashvili tenía como objetivo básico copar y controlar rápidamente el pequeño territorio de Osetia del Sur. Una vez logrado este objetivo preparar el segundo paso del libreto, emprender acciones militares para someter a la otra provincia separatista, la república autónoma de Abjasia. No obstante, las acciones militares de Tbilisi buscaban que inmediatamente después de ‘recuperado’ el territorio surosetio y una vez en manos de Georgia, salieran los gobiernos la Unión Europea y EE.UU. a exigir el inmediato cese de las hostilidades. Y sobre un hecho ya consumado sobre el terreno Moscú se vería obligado a aceptar la nueva realidad. Con este lógico resultado la nueva situación geopolítica cambiaba de raíz. EE.UU. establecía su dominio político-militar incuestionable sobre el Cáucaso, el Mar Caspio y el Mar Negro, es decir sobre la geoestratégica región, y por ende, se hacía del control de los inmensos recursos petrolíferos y gasíferos que posee la región del Caspio, y de los importantes corredores de tránsito de hidrocarburos a los mercados internacionales.
La carta que jugó Washington y su títere Saakashvili con esta guerra de invasión a Osetia del Sur tiene varios propósitos que se complementan entre sí, pudiéndose sintetizar de la siguiente manera: por un lado, las metas que el gobierno de Saakashvili buscaba alcanzar, las cuales le condujeron a implicarse en la invasión; y por otro lado, los intereses particulares de EE.UU. para que Georgia acometiera la agresión:
Georgia :
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Acometer una limpieza étnica en Osetia del Sur. Cerca del 70%. de sus habitantes poseen ciudadanía rusa.
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Evitar que una vez terminadas las operaciones militares la población surosetiana que había huido de los combates pudiera regresar a sus hogares.
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Someter mediante la agresión militar a Osetia del Sur . Sentado este precedente, continuar luego contra Abjasia, pero esta vez con un abierto respaldo de la UE y EE.UU.
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Culpar a Rusia de iniciar la guerra, producto de sus ‘constantes provocaciones’.
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Obligar a Rusia a aceptar un cese al fuego , impuesto por la UE y EE.UU., sobre una realidad en la que ya no pudiera regresar como fuerza de paz a la zona, en ese momento ya bajo control absoluto de Tbilisi.
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Poner bajo control a Osetia del Sur declarando la soberanía de Georgia sobre este territorio, y con ello, garantizar la presencia definitiva de EE.UU. en el país.
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Llamar la atención sobre la Urgente entrada de Georgia a la OTAN, para defender los ‘valores’ de occidente en la región.
Estados Unidos :
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Continuar con el cerco a Rusia que viene implementando desde la desintegración de la Unión Soviética.
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Obligar a Rusia a aceptar un cese al fuego bajo nuevas condiciones, en las que Moscú comprendiera que su presencia e influencia en la región estaba en cuestión, en especial en Georgia.
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Negociar un p osible trueque de resoluciones en el Consejo de Seguridad de la ONU. La Casa Blanca cedía en el tema de Georgia a cambio de que Rusia aceptase una condena más fuerte a Irán, de manera que le permitiera lanzar su deseado ataque militar contra Teherán.
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Involucrar a los países de la Unión Europea en una campaña diplomática anti-rusa. Aunque entre ellos existe bastante cercanía en sus apreciaciones y demuestran la misma aversión por Moscú; no por ello, todos comparten la conveniencia de fomentar un enfrentamiento con Rusia.
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Integrar de ipso facto a Georgia y Ucrania como miembros plenos de la OTAN.
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Instalarse como indiscutible nueva fuerza dominante en la región del Cáucaso, Mar Negro y Mar Caspio.
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Fortalecer su presencia en Georgia para d ominar esta geoestratégica región y así controlar las rutas y llaves de los gaseoductos y oleoductos por el que fluyen los hidrocarburos a Europa y EE.UU., en especial el estratégico oleoducto BTC (Baku-Tbilisi-Ceylan), el cual hasta ahora ha resultado demasiado costoso y subutilizado; así como también del proyectado gasoducto Nabucco, y el ferrocarril que transporta el petróleo de Azerbayán al puerto de Batumi, capital de la otra región autónoma de Georgia, Adjaria.
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Parar el acele rado resurgimiento de Rusia en la arena internacional como superpotencia política y militar; al mismo tiempo que le enviaba un inequívoco mensaje a China de cual sería su destino si intenta seguir los pasos de Rusia.
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Firmar y refrendar rápidamente los acuerdos con la República Checa y Polonia sobre la instalación del escudo antimisiles en sus países, so pretexto de ‘solidaridad’ de estos países con Georgia.
Los promot ores de la espectacular y criminal guerra nunca esperaron que la respuesta de Rusia fuera tan inmediata y contundente. En menos de 48 horas las tropas rusas ya habían desalojado las fuerzas invasoras georgianas y sus mercenarios acompañantes del territorio surosetio. Además, estas avanzaron hasta la ciudad de Gori. Controlaron los puertos georgianos, en especial Poti, y bloquearon el país por mar, aire y tierra para evitar la entrada de armamento. Con esta decisiva respuesta militar Rusia está enviándole un claro mensaje a los gobiernos de EE.UU. y de la UE de que ya habían pasado la línea roja y que no estaba dispuesta a permitir que continuaran con las constantes intromisiones en su esfera de influencia o ‘patio trasero’ y en sus asuntos internos.
La crisis desatada por el gobierno de Saakashvili le dio al Kremlin la gran oportunidad para frenar y hacer fracasar dos décadas de diplomacia y de presencia dominante de EE.UU. en la región. Con esta derrota el gobierno georgiano queda humillado, a la vez que Moscú resarce su mancillado orgullo, poniendo fin a la etapa de afrentas y pérdidas que venía sufriendo. La victoria rusa no es otra cosa que un categórico detente a la expansión EE.UU en su espacio vital y a que de la OTAN continúe avanzando hacia las goteras de Moscú.
Bajo esta nueva posición de fuerza, Rusia le pasa la cuenta a EE.UU. y a la UE por la independencia de Kosovo, reclamando el estatus de independencia de las dos provincias autónomas de Georgia: Osetia del Sur y Abjasia.
E n Abjazia los rusos habían frenado los intentos abjazos de recuperar el Valle de Kodor por miedo a la desestabilización, pero inmediatamente estalló el conflicto en Osetia del Sur, los abjazos aprovecharon para desalojar a los georgianos de estas áreas; ahora, Abjazia controla de forma completa su territorio. A este nuevo escenario se le puede sumar en un futuro inmediato una tercera provincia: la semi-autónoma Adjaria. Con lo cual Rusia conseguiría, además de descuadernar el territorio de Georgia, ganar un valioso punto de salida al Mar Negro, y al mismo tiempo, controlar el punto de enlace con Turkmenistán, Azerbaiyán, Armenia y Kazajstán.
La realidad y el desenlace de estos acontecimientos en el tablero militar demuestran claramente el por qué de la decidida determinación de los líderes del Krenlim, Dimitry Medvedev y Vladimir Putin: no ceder un ápice ni tampoco la urgente necesidad de una retirada militar inmediata a pesar de las declaraciones y bravuconadas de algunos líderes de la UE y del ejercicio diplomático de Nicolas Sarkozy, como presidente de turno de ésta.
En el nuevo teatro de operaciones regional post-conflicto controlado con sobrada ventaja por Rusia, ha hecho, que la configuración estratégica del Cáucaso cambie y que la posición dominante de la que gozaba EE.UU. en la región se haya desplazado hacia Moscú, quedando además, en mejor posición para el control de las reservas de petróleo y gas y de las distintas rutas y corredores que parten del Mar Caspio.
Esto pone en toda su evidencia la fragilidad con que cuenta el vital oleoducto TBC, que de ser destruido o suspendido los 1,2 millones de barriles de crudo que diariamente llegan Europa quedarían interrumpidos, por lo tanto, el suministro de hidrocarburos a Europa pasaría obligadamente a través de territorio ruso y de sus manos. Esta circunstancia le proporciona a Rusia una fuerte baza para negociar con la UE al margen de Washington.
Mientras los tanques rusos vigilaban Gori y se adelantaban las negociaciones de la tregua a tres bandas EU-Rusia-Georgia, EE.UU. aprovechó para firmar con Polonia el acuerdo para instalación en territorio polaco el escudo antimisiles al cual se opone abiertamente Rusia. Pero ni esta provocación directa contra Rusia, a la que el Kremlin responderá, según el israelí Debka (17-08-08), a manera de retaliación con la instalación de misiles nucleares en Siria, el Mediterráneo y Kalingrado en el mar Báltico; como tampoco la actitud asumida por Ucrania de ofrecerles a los países occidentales sus sistemas de advertencia, cambia para nada los resultados de la confrontación y la aventura bélica emprendida por Tbilisi en la que gran perdedor fue Washington. Pues todas las conjeturas indican que sobre los resultados de esta guerra se establecerán los pilares sobre los que se asentará el nuevo orden internacional multipolar.
L a derrota militar georgiana en el Cáucaso y el consiguiente fracaso de las políticas estadounidenses se han convertido, de hecho, en un hito de futuro. A día de hoy y en el corto plazo, dado el cambio radical que se produjo en el tablero geopolítico, esta nueva realidad en el contexto internacional, puede solamente ser reversible con la única arma que le queda a EE.UU.: la hecatombe nuclear. Por lo tanto, un ataque (nuclear) a Irán de EE.UU. o de Israel en se les presenta como una necesidad imperiosa.
EE.UU. como superpotencia unipolar se ha caracterizado por imponer un orden hegemónico a raja tabla a la comunidad internacional. Pero este agresivo des -orden unipolar se ha visto enfrentado con fuerzas desafiantes que le han asestado duros golpes.
T res grandes acontecimientos en los recientes años han desafiado de manera frontal al violento unilaterismo estadounidense. Estas certeras estocadas han contribuido de manera significativa a que el brutal unipolarismo liderado por EE.UU. comenzara a perder su poder y capacidad de imposición sobre otros actores mundiales y a que su ‘ reinado ‘ fuera realmente breve en el contexto internacional:
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La primera estocada arrastró en el lodazal el orgullo de EE.UU., se la propinó la insurgencia iraquí. Esta ha sido tan certera que dejó a la superpotencia tocada y en crisis, hasta tal punto que otros poderes comenzaron a desafiarla abiertamente, haciendo que los planes hegemónicos se fueran al traste. Situación que se va a hacer más intolerable tras el resurgimiento del Talibán en Afganistán. A pesar de que EE.UU. tiene gran cantidad de soldados y mercenarios y de que cuenta la máquina y tecnología de guerra más avanzada no ha podido someter ni controlar a estos dos países.
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La segunda estocada certera al pecho del hegemonismo estadounidense es la contundente derrota militar que le propinó Hezbollah a Israel en la guerra del Líbano en el verano de 2006. Esta derrota obligó a Israel a abandonar los planes expansionistas y la ocupación del Líbano en ese momento. La victoria de Hezbollah fue de tal magnitud y trascendencia que lograron afectar las agendas de Israel y EE.UU., y con ello, los planes imperiales para el Oriente Medio tanto lo táctico como en lo estratégico.
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La tercera estocada fue directamente al alma de la superpotencia. La ha recibido bajo el destello de los fuegos artificiales de los juegos olímpicos de Pekín. Mientras el presidente Bush y el mundo entero se maravillaba de la imponencia y de la grandeza con la que China entraba airoso a formar parte de los grandes poderes en el concierto mundial, en Osetia del Sur, Rusia en una rápida y contundente guerra le cortaba a EE.UU. de raíz las ambiciones de convertirse en la superpotencia dominante del Cáucaso. Con esta acción Moscú estaba sentando firme y formalmente uno de los pilares fundamentales sobre los que se construye el nuevo orden internacional.
En Osetia del Sur no se estaba solamente definiendo el futuro de un diminuto territorio, sino que además, allí, en el corazón geoestratégico de la región que encierra el Cáucaso-Mar Negro-Mar Caspio, se buscaba establecer el dominio geopolítico y militar determinante, y el control de sus recursos energéticos y sus rutas. En el campo de batalla se estaba determinando, nada más y nada menos, que el futuro del planeta para las próximas décadas. El resultado de la confrontación bélica imponía si se regresaba a un mundo hegemónico unipolar regido por el despotismo unilateral de una sola potencia, o, si los nuevos poderes presentes en la escena internacional continuaban su reacomodo acelerado para la configuración de un nuevo orden internacional basado en un mundo multipolar.