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Entrevista a Noam Chomsky, filósofo y lingüista

«EEUU tiene un sistema de partido único»

Fuentes: Der Spiegel

El lingüista e intelectual público Noam Chomsky ha sido por mucho tiempo un crítico del consumismo y el imperialismo estadounidenses. «Der Spiegel» conversó con él sobre la actual crisis del capitalismo, la retórica de Obama y la tolerancia de la clase intelectual. Las catedrales del capitalismo han colapsado, el gobierno conservador está gastando sus últimas […]

El lingüista e intelectual público Noam Chomsky ha sido por mucho tiempo un crítico del consumismo y el imperialismo estadounidenses. «Der Spiegel» conversó con él sobre la actual crisis del capitalismo, la retórica de Obama y la tolerancia de la clase intelectual.

Las catedrales del capitalismo han colapsado, el gobierno conservador está gastando sus últimas semanas en el poder en planes de nacionalización. ¿Cómo le hace sentir eso?

Los tiempos son demasiado difíciles y la crisis demasiado grave para permitirnos caer en lamentaciones. Mirando esto en perspectiva, el hecho de que iba a haber una crisis financiera era perfectamente previsible, su naturaleza general aunque no su magnitud. Los mercados son siempre ineficientes.

-¿Qué preveía usted exactamente?

-En la industria financiera, como en otras industrias, hay riesgos que quedan fuera de los cálculos. Si usted me vende un auto, hemos hecho quizás un buen negocio para nosotros mismos. Pero hay efectos de esta transacción sobre otros que no tomamos en cuenta: hay más contaminación, el precio de la gasolina sube, hay más congestión. Esos son los costos externos de nuestra transacción. En el caso de las instituciones financieras, son enormes.

-¿Pero no es la tarea de un banco tomar riesgos?

-Sí. Y si se administra bien, como Goldman Sachs, cubrirá sus propios riesgos y absorberá sus propias pérdidas. Pero ninguna institución financiera puede administrar riesgos sistémicos. Por eso el riesgo es subvaluado y se tomarán más riesgos de lo que sería prudente para la economía. Con la desregulación gubernamental y el triunfo de la liberalización financiera, los peligros de riesgos sistémicos, la posibilidad de un tsunami financiero, aumentaron bruscamente.

-¿Es correcto culpar solamente Wall Street? ¿Acaso Main Street, la clase media estadounidense, no vive también con dinero prestado, que podría o no podría pagar?

-La carga de la deuda de los hogares privados es enorme. Pero no haré responsable al individuo. Este consumismo está basado en el hecho de que somos una sociedad dominada por los intereses de negocios. Hay propaganda masiva para que todo el mundo consuma. El consumo es bueno para las ganancias y el consumo es bueno para el establishment político.

-¿Cómo beneficia a los políticos que el populacho ande mucho en auto, coma mucho y vaya mucho de compras?

-El consumo distrae a la gente. Usted no puede controlar a su propia población por la fuerza, pero puede distraerla mediante el consumo. La prensa de negocios ha sido bastante explícita sobre esta meta.

-Hace un tiempo, usted llamó a Estados Unidos «el más grande país de la Tierra». ¿Cómo calza eso con lo que usted ha estado diciendo?

-En muchos aspectos, Estados Unidos es un gran país. La libertad de expresión está más protegida que en cualquier otro país. Es también una sociedad muy libre. En Estados Unidos, el profesor conversa con el mecánico. Están en la misma categoría.

-Tras viajar por Estados Unidos hace 170 años, Alexis de Tocqueville informó que «el pueblo reina sobre el mundo político de Norteamérica como Dios rige el universo». ¿Era un soñador?

-La posición de James Madison en la Convención Constitucional era de que el poder del Estado debía ser usado «para proteger a la minoría opulenta contra la mayoría». Es por eso que el Senado sólo tiene 100 miembros, que en su mayoría son ricos y a los que se dio mucho poder. La Cámara de Representantes (diputados), con varios cientos de miembros, es más democrática y se le dio mucho menos poder. Hasta liberales como Walter Lippmann, uno de los intelectuales destacados del siglo XX, era de opinión de que «en una democracia que funcione apropiadamente, la minoría inteligente, que debiera gobernar, tiene que ser protegida de los pisotones y vociferaciones de la horda descontrolada». Entre los conservadores, el vicepresidente Dick Cheney recientemente ilustró acerca de cómo entiende la democracia. Se le preguntó por qué apoya una continuación de la guerra en Irak cuando la población se opone fuertemente. Su respuesta fue: «¿Y qué»?

FOTO_02 W:200 H:150 9 kb-«Cambio» es el eslogan de la elección presidencial de este año. ¿Ve usted alguna posibilidad para un cambio inmediato y tangible? O, para emplear el grito de batalla de Obama, ¿está usted ‘encendido’?»

-Para nada. La reacción europea respecto de Obama es un autoengaño.

-Pero él dice cosas que Europa ha esperado largamente. Habla de la sociedad transatlántica, de la prioridad de la diplomacia y de la reconciliación de la sociedad.

-Eso es pura retórica. ¿A quién le importa eso? Toda esta campaña electoral tiene que ver con una retórica inflamada, esperanza, cambio, todo tipo de cosas, pero no con los temas.

-¿Acaso prefiere usted al otro equipo: el septuagenario veterano de Vietnam [John McCain] y la ex reina de belleza de Alaska [Sarah Palin]?

-Este fenómeno de Sarah Palin es muy curioso. Pienso que si nos están observando desde Marte pensarán que el país se ha vuelto loco.

-Los votantes archiconservadores y religiosos parecen estar encantados.

-No se debe olvidar que este país fue fundado por fanáticos religiosos. Desde Jimmy Carter, los fundamentalistas religiosos han jugado un papel de primera importancia en las elecciones. Él fue el primer presidente que se mostró como un cristiano renacido y eso encendió una pequeña luz en las mentes de los directores de campañas políticas: pretende ser un fanático religioso y puedes ganar de inmediato un tercio de los votos. Nadie preguntó si Lyndon Johnson iba a la iglesia todos los días. Bill Clinton es probablemente tan religioso como yo, es decir cero, pero sus operadores se aseguraron de que cada domingo en la mañana estuviera en la iglesia bautista cantando himnos.

-¿No hay nada en McCain que a usted le atraiga?

-En un aspecto, es más honesto que su oponente. Declara explícitamente que en esta elección no se trata de temas sino de personalidades. Los demócratas no son tan honestos, por mucho que lo ven de la misma manera.

-Para usted, entonces, ¿republicanos y demócratas representan sólo ligeras variaciones de la misma plataforma política?

-Por supuesto que hay diferencias, pero no son fundamentales. Nadie debiera hacerse ilusiones. Estados Unidos tiene esencialmente un sistema de partido único y el partido gobernante es el partido empresarial.

-Usted exagera. En casi todos los asuntos vitales, desde la tributación de los ricos a la energía nuclear, hay posiciones diferentes. Al menos en los temas de la guerra y la paz, difieren notoriamente. Los republicanos quieren pelear en Irak hasta la victoria, aunque les tome 100 años, según McCain. Los demócratas exigen un plan de retirada.

-Veamos las «diferencias» más de cerca y advertiremos lo limitadas y cínicas que son. Los halcones dicen: si seguimos, podemos ganar. Las palomas dicen: nos está costando demasiado. Pero intente encontrar un político estadounidense que diga francamente que esta agresión es un crimen: el tema no es que ganemos o no, sea o no sea caro. ¿Recuerda la invasión rusa a Afganistán? ¿Tuvimos un debate sobre si los rusos podían ganar la guerra o si era demasiado cara? Este puede haber sido el debate en el Kremlin o en el «Pravda». Pero es el tipo de debate que se esperaría en una sociedad totalitaria. Si el general Petraeus pudiera lograr en Irak lo que Putin logró en Chechenia, sería coronado rey. La pregunta clave es aquí si aplicamos para nosotros los mismos estándares que les aplicamos a otros.

-¿Quién le impide a los intelectuales hacer y responder críticamente estas preguntas? Usted elogió la libertad de expresión en Estados Unidos.

-El mundo intelectual es profundamente conformista. Hans Morgenthau, que fue un fundador de la teoría de las relaciones internacionales realistas, condenó una vez lo que llamó «el servilismo conformista al poder» por parte de los intelectuales. George Orwell escribió que los nacionalistas, que son prácticamente la clase intelectual completa de un país, no sólo no desaprueban los crímenes de su propio estado, sino que tienen la notable capacidad de ni siquiera verlos. Eso es correcto. Hablamos muchos de los crímenes de los otros. Cuando se trata de nuestros propios crímenes, somos nacionalistas en el sentido orwelliano.

-¿Pero no hubo y no hay, en Estados Unidos y en el mundo, una fuerte protesta contra la guerra de Irak?

-La protesta contra la guerra en Irak es mucho mayor que contra la guerra de Vietnam. Cuando hubo cuatro mil muertes estadounidenses en Vietnam y se desplegaron 150.000 efectivos militares a nadie le importó. Cuando Kennedy invadió Vietnam en 1962 apenas hubo un bostezo.

-Para concluir, ¿tal vez pudiera brindar una palabra conciliatoria sobre el estado de la nación?

-La sociedad estadounidense se ha hecho más civilizada, en gran parte como resultado del activismo de los años sesenta. Nuestra sociedad, y también las de Europa, se hicieron más libres, más abiertas, más democráticas y, para muchos, bastante aterradoras. Esa generación fue condenada por eso. Pero tuvo un efecto.