Como convertir unos empujones a las Damas de Blanco en «la mayor represión habida en Cuba»

18 de diciembre de 2008. Raúl Castro propone al gobierno de Estados Unidos un canje de prisioneros: mercenarios en Cuba por los cinco cubanos presos en Estados Unidos. La propuesta sigue en pie. A la espera de respuesta (1).

Hace unos días, informativos de todo el mundo recogían la intervención de la policía cubana retirando a las llamadas Damas de Blanco, familiares de presos de la Isla. A diario, en decenas de países del mundo, la policía antidisturbios actúa con contundencia en marchas, concentraciones y manifestaciones de diverso tipo.

Si comparamos las imágenes de La Habana con las correspondientes a la actuación policial en Atenas, Copenhage, Washington o Madrid, cualquier persona con un mínimo sentido común debería sentir extrañeza al leer titulares como los siguientes, referidos al suceso de La Habana: «Brutalidad en Cuba», «Las Damas de Blanco piden detener las atrocidades del Gobierno cubano» o «Represión a las damas cubanas».

La policía cubana retiró de la vía pública a estas personas, que eran increpadas, insultadas y empujadas por un gran número de personas del barrio de Párraga de la capital cubana. Para ello no utilizó porras ni otros artilugios de represión. El empleo de términos como «brutalidad policial», «represión», «violencia desproporcionada» o «atrocidades de la policía» en noticias y artículos podría interpretarse en este caso como la exageración propia de algún medio sensacionalista. Pero no: dichos términos aparecen en las crónicas de la inmensa mayoría de los medios de comunicación de todo el mundo.

Radio Martí, desde Miami, hablaba de «atrocidades» de la policía cubana. Afirmaba, además, que la policía secuestró a estas personas, las pegó y las arrestó (2) (3). Como se puede apreciar en las imágenes de televisión, la supuesta «atrocidad policial» se redujo a varios empujones y no hubo arresto alguno. De hecho, numerosos medios reprodujeron las declaraciones por telefono celular de una de las Damas de blanco, Berta Soler, desde el interior del autocar policial. No conocemos ninguna persona en el mundo a la que se le permita usar un teléfono móvil durante un arresto (4).

Otra Dama de Blanco, Laura Pollán, afirmaba a los medios internacionales que era «la mayor represión que han sufrido». Cualquiera podría concluir que, si ésta es la mayor represión en Cuba, el país goza de buena salud en materia de derechos civiles (5).

En la prensa española, La Razón titulaba «Los Castro revientan a golpes la protesta de las Damas de Blanco» (6). Todos los diarios del grupo español Vocento titulaban «Castro se ensaña con la protesta pacífica», y afirmaba en el texto que fue «desbaratada a golpes por la Policía cubana» (7).

El diario chileno La Segunda aseguraba que dichas personas fueron «sorpresivamente reprimidas por las fuerzas castristas» y «brutalmente golpeadas» (8).

Los ejemplos son incontables. La página web del ente público Radio Televisión Española titulaba «Represión a las Damas de Blanco» (9). En sus crónicas, la corresponsal de Televisión Española en La Habana se caracterizaba por cumplir, uno por uno, todos los tópicos informativos sobre Cuba. Por ejemplo, el empleo de términos cliché creados en Miami y jamás utilizados entre la población de la Isla, como el término «procastristas» aplicado la ciudadanía revolucionaria o «los hermanos Castro» para referirse al gobierno cubano, algo que denota una total desconexión de la realidad del país.

Es curioso que los medios que han reproducido con escandaloso mimetismo una versión única de los hechos, plagada de exageraciones e inexactitudes sobre la citada actuación de la policía cubana, traten de etiquetar cualquier información elaborada por los medios cubanos como «versiones oficiales»: La televisión cubana «ha enseñado imágenes de estas marchas, pero eso sí, con la versión oficial que las acusa de mercenarias», afirmaba Sagrario G. Mascaraque, corresponsal de TVE en La Habana.
 
La redactora de Antena 3 llegaba al extremo del ridículo en su afán por despreciar la labor de los periodistas cubanos. Decía lo siguiente: «Y a esta hora, en la televisión oficial (de Cuba) la noticia es el turismo en la Isla». Pero las imágenes las había tomado no de la televisión de la Isla, sino de la versión satelital de Cubavisión Internacional que se ve fuera del país y que introduce promocionales de turismo.
 
El rechazo social a las Damas de Blanco y al resto de pequeños grupos afines al gobierno de EEUU es casi total en la Isla, y se manifiesta con la misma espontaneidad que lo haría la población en en cualquier país agredido, bloqueado o invadido del mundo en contra de cualquier colaboracionista.

Pero los medios tratan de imaginar una mano gubernamental que organiza y dirige estos actos de repudio. La corresponsal de CNN en La Habana pretendía aportar la prueba de ello: «se puede argumentar que está todo organizado. Muchas de estas personas llevan walkie talkies. Es obvio que no es una cosa espontánea».

Al margen de la policía no uniformada, ninguno de los centenares de vecinos y vecinas del barrio de Párraga que participaron en la protesta contra las Damas de Blanco portaban walkie talkies, por lo que la afirmación de que «muchas de estas personas» los llevaban es una absoluta falsedad. Si tomamos en cuenta que, para describir el suceso, la CNN y el resto de medios tomaron como fuente casi única a las llamadas Damas de Blanco, resulta comprensible la cadena de mentiras y exageraciones.

Para evitar un enfrentamiento más violento, al día siguiente de los citados incidentes en Párraga, la policía cubana organizó un cordón de seguridad para proteger a las Damas de Blanco de cualquier agresión. Pero esta sensata decisión rebajó las posibilidades de que los medios continuaran con su práctica sensacionalista, lo que parece no fue del agrado de la corresponsal de Televisión Española, que hablaba de un nuevo guión fabricado por el gobierno cubano: «Hoy el guión tenía que escribirse sin violencia, y el peregrinaje llega, sin incidentes, hasta la casa de la portavoz de las Damas».

En este mismo sentido, el diario catalán La Vanguardia llegaba a titular «El castrismo afina la estrategia para reventar sin violencia a la disidencia» (10). Es decir, los medios que en Europa justifican o silencian las prácticas policiales más contundentes, en Cuba convierten en «brutalidad» unos cuantos empujones y, cuando ni siquiera hay empujones, inventan la «represión sin violencia».

El pasado 25 de marzo, una marcha recorría las calles de Miami en favor de las llamadas Damas de Blanco, grupo de familiares de presos que cumplen condena en Cuba por colaboración con el gobierno de EEUU. La manifestación fue convocada por la cantante Gloria Estefan, quien pertenece a una de tantas familias que huyeron a Miami por sus vínculos con la dictadura de Fulgencio Batista, a cuya guardia personal perteneció su padre (11). El acto fue secundado por organizaciones que apoyan no solo el bloqueo, sino la intervención militar en Cuba, y contó con la presencia, por ejemplo, de Luis Posada Carriles, terrorista protegido por el gobierno de EEUU y autor confeso, entre otros muchos atentados, de la voladura de un avión de Cubana de Aviación en pleno vuelo en 1976, que causó 73 víctimas mortales (12). La persona que introdujo refugiado en EEUU a este criminal, en el interior de su propio yate, Santiago Álvarez Fernández-Magriñá, es uno de los financiadores de las Damas de Blanco, a través de la asociación que preside, Rescate Jurídico (13) (14).

Al contrario de la versión edulcorada que ofrecen los medios internacionales, las Damas de Blanco siguen un guión pautado desde organizaciones de extrema derecha de Miami. Repasemos sus características.

Durante años, han realizado sus protestas en el barrio de Miramar de La Habana, donde se ubican las embajadas, y alejadas del rechazo social de zonas concurridas y populares. La colaboración con estas embajadas se ha manifestado, en los últimos meses, incluso, en la participación de diplomáticos de EEUU, Suecia, Alemania, Reino Unido o la República Checa en sus marchas (15).

El pasado día 17 de marzo, el guión de las Damas de Blanco cambió de rumbo, buscando el enfrentamiento social tan ansiado por los medios internacionales acreditados en Cuba. Para ello, eligieron para realizar su marcha una zona más concurrida, en concreto el barrio de Párraga, en el municipio habanero de Arroyo Naranjo. Allí fueron rodeadas e increpadas por centenares de personas que denunciaban su colaboracionismo con EEUU y otras potencias, y fueron retiradas de la vía pública por la policía.

Los medios internacionales se encargaron de convertir unos cuantos empujones en «brutalidad» o «atrocidades» de la policía. El siguiente paso en el guión era evidente, la intervención en el escenario de guerra de los verdaderos instigadores: la derecha europea que pretende obstaculizar las iniciativas del actual gobierno de España, al frente de la presidencia de la Unión Europea, para levantar el régimen de sanciones a Cuba recogidas en la llamada Posición Común.

El presidente del Parlamento Europeo, del Partido Popular, condenaba la «brutalidad policial» en Cuba, y su compañero de bancada, Carlos Iturgaiz, hablaba de «situación de extrema emergencia» en la Isla (16).

El gobierno de EEUU, que había dejado, estratégicamente, la primera línea de ataque a Cuba a los medios y políticos de Europa, no apareció en escena hasta unos días después, a través de un comunicado del presidente Barack Obama que ponía el broche final al guión de las Damas de Blanco. Mientras cinco cubanos siguen encarcelados en EEUU sin prueba de delito alguno, el bloqueo sigue en pie, la ciudadanía estadounidense no pueden viajar a la Isla y empresas de diversos países siguen siendo sancionadas por comerciar con Cuba, Obama hablaba en un comunicado de «abrazar la oportunidad de entrar en una nueva era», impedida por el «puño de hierro» de «las autoridades cubanas» (17). Un mensaje cínico que es secundado sin sonrojo por los grandes medios y por la llamada «disidencia» cubana. Así hablaba uno de sus representantes en Madrid, Rigoberto Carceller, presidente de «Cuba Democracia ya»: «Hay una nueva administración en EEUU que dice que empecemos, que vamos a quitarle presión al tema. Y ¿qué ha hecho el gobierno cubano? Revivir el conflicto, porque lo necesita» (18).

En este escenario de agresión mediática a Cuba, la petición de intervención externa en el país se ha deslizado en numerosos medios. La representante de las Damas de Blanco en España Bertha Bueno pedía mantener las sanciones a Cuba contenidas en la llamada Posición Común de la Unión Europea y una presión a Cuba por parte de «todos los países» (19). Reyna Luisa, madre del preso fallecido Orlando Zapata, pedía al «mundo (…) sancionar a Cuba» (20). El diario madrileño La Gaceta recogía la petición desde Miami de «una intervención inmediata de la comunidad internacional por los actos de enorme brutalidad cometidos por el Gobierno de Cuba» (21).

En el tablero de la agresión ha sido importante el papel de algunos artistas e intelectuales que en el pasado militaron en la izquierda. Los españoles Ana Belén, Victor Manuel o Pilar Bardem firmaron la carta titulada «Yo acuso al gobierno Cubano», en la que llegan a asegurar que el preso Orlando Zapata, fallecido tras una huelga de hambre, fue «brutalmente torturado en las prisiones castristas» y que el gobierno de Fidel y Raúl Castro elimina «físicamente a sus críticos y opositores pacíficos» (22). Estas gruesas acusaciones sin la menor prueba, que hasta la fecha eran exclusivas de la extrema derecha de Miami, han sido utilizadas por los medios para tratar de presentar la definitiva separación entre la Revolución cubana y una supuesta «izquierda» europea. Paralelamente, la carta «En defensa de Cuba», firmada por intelectuales como Noam Chomsky, Belén Gopegui, Frei Bettto o Ignacio Ramonet ha sido censurada por dichos medios (23).

Éstos, incluso, han tratado de ubicar a artistas cubanos alineados desde un principio con la Revolución, en las filas de la llamada «disidencia». Es el caso de los cantantes Pablo Milanés o Silvio Rodríguez, que siempre han manifestado con total naturalidad críticas a determinados aspectos del sistema cubano, a la vez que lo han apoyado (24) (25). En estos últimos días, los medios han pasado a titulares sus críticas parciales, mientras censuraban su apoyo global a la Revolución.

Numerosos canales de televisión, radios y diarios repetían estas palabras de Silvio: «El país está pidiendo a gritos la revisión de montones de cosas». Pero censuraban estas otras, del mismo acto en la Casa de las Américas, que solo fueron emitidas por Telesur: «En este momento, quizá producto de las características de la técnica, pareciera que hay un consenso superior contra Cuba. Pero yo, que llevo viviendo en Cuba 50 años, y que conozco todo esto que ha pasado, sigo teniendo muchas más razones para creer en la Revolución que para creer en sus detractores» (26).

Los grandes medios han realizado una gigantesca campaña propagandística de un colectivo, las Damas de Blanco, construyendo un sujeto político irreal, sin base social alguna, cuya posibilidad de incidir en la vida política cubana solo es producto del guión mediático.

Al calor de los incidentes del barrio de Párraga, el presentador de CNN en español interpelaba directamente al gobierno cubano: «¿Cómo justifica el gobierno de Raúl Castro lo que estas imágenes están contando por sí solas?»

Este periodista jamás haría la misma pregunta a los gobiernos que envían a la policía a disolver con dureza manifestaciones de trabajadores o estudiantes. Y es que, efectivamente, tal como nos dice la CNN, las imágenes hablan por si solas. Y son, en este caso, la demostración de uno de los más evidentes intentos de engaño masivo por parte de los medios de comunicación del sistema global.