La crisis que se iniciara en Túnez y continuara en Argelia ha superado ahora sus propias fronteras, se ha extendido a Egipto y Yemen y amenaza con ir mas allá. Cuando este ejemplar este en manos de los lectores posiblemente el dictador Mubarak haya huído de Egipto, en estos momento más de un millón de […]
La crisis que se iniciara en Túnez y continuara en Argelia ha superado ahora sus propias fronteras, se ha extendido a Egipto y Yemen y amenaza con ir mas allá.
Cuando este ejemplar este en manos de los lectores posiblemente el dictador Mubarak haya huído de Egipto, en estos momento más de un millón de personas se concentran en la plazas del país, el ejército y los hermanos musulmanes le han retirado su apoyo.
Como señaláramos en esta columna quince días atrás el proceso revolucionario en el Magreb africano, que iniciara en Túnez y Argelia, amenazaba extenderse a otros países, para preocupación de EEUU y las potencias europeas. Esta amenaza se ha concretado, la revuelta en Egipto, cualquiera sea el resultado final de la misma, ha cambiado el escenario político de la región. Se trata de un país de 82 millones de habitantes que ha jugado un papel estratégico en el norte de África, siendo el segundo receptor de «ayuda» americana detrás de Israel.
Una combinación explosiva
Estas crisis político-sociales, que saltan de país en país sin solución de continuidad desde hace casi dos meses, han dejado al descubierto una situación insostenible en términos de pobreza, desigualdad social y sometimiento dictatorial, que se combina con un debilitamiento de la presencia política de los EEUU en la región.
Esta combinación es explosiva, varios son las situaciones que potencian estos procesos. En primer lugar la falta de trabajo, la desocupación y la pobreza. En todos estos países -Egipto, Túnez, Yemen, Jordania, Argelia- un alto porcentaje de sus poblaciones esta por debajo de la línea de pobreza, mientras que la tasa de desocupación no es en ningún país menor al 15 por ciento. Todos registran carestía de la vida por el alza incontenible de los alimentos y productos básicos que consume la población.
En segundo lugar la cuestión democrática. En todos los casos se trata de gobiernos autocráticos, despóticos y corruptos que llevan dos o tres décadas largas en el poder. Estos países nacieron como repúblicas luego de las luchas anticoloniales. Los incipientes procesos democráticos que surgieron entonces fueron conculcados por la usurpación que de ellos hicieron regímenes autoritarios sostenidos por las potencias imperialistas de occidente, en algún caso incluso aliadas con el fundamentalismo religioso islámico.
Por último el debilitamiento de la presencia estratégica de EEUU en la región, otra muestra de la declinación relativa de su hegemonía mundial. Por un lado está muy involucrado militar y económicamente en Irak y Afganistán, por el otro condicionado por una crisis económica interna que limita fuertemente su capacidad de «ayuda» financiera. Pero es también el fracaso de las políticas del libre comercio que impulsó en la región que llevaron a estos países, como también a México en América latina, a liquidar sus producciones agrícolas y reemplazarlas por la importación de excedentes norteamericanos a menor precio. Todo esto sufrió un vuelco dramático cuando el mercado mundial comenzó a demandar en forma creciente grandes cantidades de granos y oleaginosas, los precios se fueron a la nubes y el hambre se expandió por buena parte del planeta, especialmente en el continente africano.
Revoluciones laicas que exigen reformas
Estas revoluciones son laicas. Aquí la religiosidad no esta -al menos por ahora- jugando ningún papel. Los dictadores jaqueados por las masas insurrectas no pueden recurrir al recurso religioso para mantenerse, ni tampoco en colocar al enemigo afuera porque las tensiones acumuladas durante décadas son muy evidentes y las reformas que exigen las masas absolutamente legítimas. Incluso EEUU está en una encerrona: por un lado los déspotas que caen son sus aliados históricos a quiénes ha sostenido con todo tipo de ayudas financieras y maniobras políticas y le han servido para contener la influencia del fundamentalismo islámico, pero por el otro no puede oponerse a estos procesos de reformas políticas, esto iría contra su retórica discursiva de la democracia con la cual juega su papel en el mundo.
Mas aún cuando todas estas revoluciones democrático-sociales están siendo motorizadas por masas de jóvenes -el promedio de edad es bajo en todos los países del área- muchos pertenecen a familias de clases medias cultas o instruidas y empobrecidas, que sienten que su futuro les ha sido expropiado. Así EEUU no encuentra una forma de intervención en estas crisis como no sea un llamado a una «transición ordenada». Decodificada esta recomendación no significa otra cosa que cambiar las cabezas del régimen sin modificar mayormente su naturaleza. Esta transición debiera desembocar según Hillary Clinton en «elecciones libres y justas». La inteligencia social en las calles respondió rápidamente a esta maniobra «queremos cambio de régimen, no de rostros» coreaba la multitud.
Túnez marca un camino
Esta solución intenta aplicarse desde hace unas semanas en Túnez luego de la huida del dictador Ben Ali, pero las masas en las calles no aceptaron el gobierno de unidad nacional, armado entre gallos y medianoche por destacados personeros del régimen. La gente en las calles hizo renunciar a los ministros que componían ese gobierno y todavía no hay salida. Por otra parte la UGTT (Unión General Tunecina del Trabajo) ha comenzado a jugar un papel decisivo como nunca antes había jugado un sindicato de la región del Magreb. No fue así desde el inicio, en una columna anterior advertíamos la connivencia de esta central obrera con el régimen, pero ahora presionada por las manifestaciones crecientes y sus sectores más radicalizados ha renunciado a formar parte del gobierno de unidad nacional y ha aportado a extender el conflicto en todo el territorio nacional. Conviene recordar que la UGTT es la única organización de alcance nacional en Túnez.
En Egipto los sindicatos no parecen estar jugando un rol relevante, aunque en los últimos días la Federación Nacional Sindical totalmente oficialista ha comenzado a tomar distancia del gobierno y se declaró un huelga general. Pero sí el ejército, el centro del poder en este país. De sus filas salió el actual dictador Hosni Mubarak, sin embargo, y a diferencia de la policía que carga con más de 130 muertos en esta crisis, se ha negado a reprimir, por el contrario hay muchas muestras de confraternidad con los manifestantes. Es que el ejército, muy poderoso -armado y financiado por EEUU-, tiene mucho prestigio desde que fuera el fundador de la república en 1952 y recuperara el estratégico Canal de Suez. Puede ser el último baluarte del régimen o el que decida la balanza a favor de las masas, algo que parece ir definiendo en estos días. Precisamente el temor de las potencias occidentales es que ante la falta de liderazgo pueda salir de sus filas un líder nacionalista que recupere la tradición de Gamal Nasser.
Todo está por venir
Así las cosas, no hay claridad en las salidas políticas. Los regímenes retroceden, no aparecen líderes ni proyectos políticos concretos y las masas siguen en las calles. La salida es una incógnita pero también es un fuerte interrogante qué puede pasar en Yemén, el país más pobre del mundo árabe pero que tiene el antecedente de que antes de la unificación entre norte y sur existió la República Democrática Popular del Yemen, primer estado árabe comunista. O en el Líbano convulsionado por el ascenso de sectores radicalizados. En Jordania donde acaban de pedirle la renuncia a todo el gabinete. O en Irán que apoya decididamente las revueltas y que ha tenido similares manifestaciones contra el régimen dos años atrás. O en Palestina y su intifada.
¿Las masas árabes movilizadas podrán finalmente darse formas organizativas propias y definir su propio proyecto político? Nada es seguro en esta coyuntura, pero por la envergadura y profundidad de estas revoluciones de ahora en mas ya nada será igual en la región. El final está por escribirse y las masas árabes parecen dispuestas a hacerlo según sus propios intereses.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda
Fuente: http://puntodevistainternacional.org/spip.php?article343